El Fondo de Cultura
Económica (Buenos Aires) publicó a
finales de 2009 el libro Gilles Deleuze y Félix Guattari. Biografía cruzada
de François Dosse. En consonancia con su
publicación, Dosse conversó, en esta entrevista, sobre el carácter político de
la obra de Deleuze y Guattari y su influencia en el pensamiento y el arte
contemporáneos.
Un humorista los llamó "Guattareuze". O no los llamó, sino que
lo llamó: la dupla siempre dijo que, siendo uno, eran mucho más que dos. En
todo caso, las parejas de pensadores o de escritores no abundan. La más
célebre es Marx-Engels. En el siglo XX se puede hablar de Adorno-Horkheimer.
En nuestro país, Borges-Bioy Casares. Pero no hay dudas de que la más reciente
y exuberante de los últimos tiempos es la que componen los franceses Gilles
Deleuze y Félix Guattari, fallecidos a mediados de los 90. El historiador
francés François Dosse, que ha reconstituido en varios libros buena parte de la
vida intelectual de su país desde los 60 en adelante, consagra a "Guattareuze"
una biografía cruzada de 700 páginas donde hay lugar para todo: historias de
infancia, variados relatos sobre su encuentro y su forma de escribir y de
intervenir políticamente, amistades y enemistades variables, capítulos de
análisis de sus obras ("El antiedipo", "Kafka: para una
literatura menor", "Mil mesetas" y "¿Qué es la
filosofía?") y pasajes que por momentos componen un vertiginoso fresco de
época, a la manera de la gran biografía de Didier Eribon sobre Michel
Foucault, amigo de Deleuze.
Rizoma, agenciamiento, desterritorialización y plano de inmanencia son
algunos de los conceptos de Deleuze y Guattari que se expanden en todos los
campos. La publicación de Gilles Deleuze
y Félix Guattari. Biografía cruzada no podría ser más oportuna en un país,
como el nuestro, en el que algunas obras de Deleuze deben ser reimpresas
regularmente. Quien no conozca nada de Deleuze y Guattari, encontrará hasta un
análisis somero de algunas líneas fundamentales de los pensamientos de ambos.
Para los conocedores, a quienes este análisis podrá parecer demasiado sumario,
los datos y las historias del libro son imperdibles. Quizás allí resida la
mayor virtud de esta biografía: es para todos y para nadie.
Gilles Deleuze, profesor de filosofía que descolló desde muy joven en la
academia francesa, y Félix Guattari, ex lacaniano ferviente que realizó
notables experiencias psiquiátricas sin títulos universitarios, se encontraron
en 1969, en la estela del Mayo Francés, y produjeron una obra absolutamente
original que según Dosse se debe a lo singular e improbable de su encuentro. En
diez años, de 1970 a 1980, escribieron juntos mientras poco hacían por separado.
Antes y después, sus obras corrieron por carriles diferentes. A principios de
los 90, ¿Qué es la filosofía? se
transformó en su deslumbrante testamento intelectual. Dosse relata las
peripecias de estos acercamientos y alejamientos y, fundamentalmente, busca
captar la producción en común, más que lo que cada uno aporta al otro; busca en
definitiva a "Guattareuze". En este camino, aunque mantenga siempre
una distancia profesional respecto de sus biografiados y evidencie que su obra
no le es íntima, el autor termina fascinándose con su objeto. Esto se ve
claramente cuando el tono austero de la biografía se exaspera ante los
contendientes más célebres de este Jano bifronte, como Jacques Lacan y Alain
Badiou.
Usted reivindica la figura de Guattari, que suele ser desestimada con
relación a la de Deleuze. ¿Por qué ocurre esto?
Hay dos razones esenciales. Por un lado, el carácter
inclasificable de Guattari, que es al mismo tiempo psicoanalista y practicante
de la psiquiatría, pero no psiquiatra, porque no siguió los estudios; escritor
sin una verdadera obra literaria, apenas con manuscritos no publicados;
filósofo sin diploma de filosofía; militante político pero en los márgenes.
Tiene múltiples competencias pero no se le puede asignar un saber o una disciplina.
En cambio, Deleuze, aunque muy abierto a toda forma de expresión creativa, es
claramente reconocido como un filósofo profesional. La segunda razón es la
voluntad de algunos de edulcorar su obra común, de sacarle vida a la fuerza
innovadora de ambos "desguattarizando" el pensamiento de Deleuze
para sacarlo de ese cascarón izquierdista.
Está claro que ambos fueron protagonistas de la izquierda europea en
aquellos años. Pero llama la atención la mención que hace sobre el hecho de que
la obra de Deleuze y Guattari fue algo así como "un freno al extremismo".
Ocurre que el pensamiento de Deleuze y Guattari es un
intento de comprender lo que pasó en el llamado Mayo Francés. De hecho, lo que
suscitó el encuentro entre ambos es el esfuerzo por hacer inteligible la
ruptura instituyente que fue ese acontecimiento, y que dio lugar en 1972 a El antiedipo.
Se trata de un pensamiento crítico que pretende conservar la radicalidad, la
inventiva y el imaginario que se expresó en aquel mayo. Y al hacerlo, El antiedipo también se inscribe como
una crítica radical de las tentativas de cierta ultraizquierda de elegir las
armas y comprometerse con el terrorismo. En este sentido, coincido con
quienes afirman que este pensamiento, en pleno reflujo de la izquierda en 1972,
resguarda la herencia del Mayo Francés de una vía terrorista que es mortífera,
sobre todo en países que siguieron siendo democráticos, a pesar de sus
insuficiencias, y no pasaron por dictaduras como en América Latina.
Sin embargo, en la Francia actual existe una reacción contra.
La transformación social en las revoluciones
traicionadas, confiscadas. Se trata para Deleuze y Guattari de hacer proliferar
lo molecular, de multiplicarlo al infinito para que las instituciones
oficiales, molares, pierdan su razón de ser frente a las microrredes moleculares.
La máquina de guerra está vinculada con el nomadismo, con su desplazamiento y
su velocidad potencial, un espacio sin estrías ni puntos de referencia en el
cual esa máquina se puede mover sin tensiones.
En relación con la "influencia subterránea" de la que habló
antes, en la Argentina y en buena parte del mundo la influencia de Deleuze y
Guattari es mayor en el terreno artístico, o en el filosófico no
institucional, que en la academia. ¿A qué se debe?
Se debe a lo que llamo una "filosofía
artista". Todo el movimiento de esta filosofía apunta no sólo a definir
qué es pensar, o sea, crear un concepto, sino también a elaborar un vitalismo
que busca favorecer y comprender el acto creativo. En mi investigación pude
darme cuenta, recogiendo el testimonio de pintores, músicos y escritores, que
la influencia de este pensamiento en el arte es la más intensa, una fuente
directa de inspiración.
¿En qué medida esa "filosofía artista" fue posible por el
escenario creado por el Mayo Francés o por la singularidad de los propios
Deleuze y Guattari?
La originalidad de ambos es que tenían una escritura a
cuatro manos. No es la primera vez que hay obras escritas por dos autores,
pero en este caso no hubo jamás una relación del tipo fusional o una ósmosis.
Un signo de esta distancia que mantuvieron es que se trataban de usted, algo
sorprendente en ellos y más en esa época. Ahora bien, su método, su
dispositivo de reflexión y escritura descansa justamente en la escucha de sus
diferencias: trabajan dentro de esa disyunción, en la que cada uno radicaliza
la posición del otro cuando utilizan un concepto. Pero mientras Félix Guattari
tenía la costumbre de trabajar en grupo, Gilles Deleuze rechazaba
categóricamente la participación de otras personas. También llevaron a cabo un
vínculo único entre la elaboración del concepto y su experimentación en la
práctica social. De todos modos, no hay que pensar que su relación intelectual
pasaba por un Deleuze que se ocupaba del concepto y un Guattari que lo
experimentaba luego en la clínica de La Borde –donde trabajó Guattari durante
décadas– o en otro lado. Por el contrario, Deleuze impone a Guattari, a quien
todo el tiempo se le ocurren nuevas ideas, ponerlas en papel en bruto y
enviárselas todos los días para retomarlas y retrabajarlas. Deleuze emplea las
figuras del descubridor (Guattari) y el tallador de diamantes (él). Luego,
experimentan sus conceptos cada uno en su ámbito, en lugares como La Borde o en
sesiones de trabajo con investigadores, antes de reencontrarse y comparar sus
experiencias, corregir y mejorar sus escritos.
Usted escribió muchos libros de historia intelectual. ¿Cuál es el lugar que ocuparía la obra de Gilles Deleuze y Félix Guattari en el pensamientodel último medio siglo?
Creo que expresa las esperanzas de cambio que se
expresaron a fines de los 60 y durante toda la década del 70. Al mismo
tiempo, el interés de esta obra no es sólo histórico o arqueológico, porque es
una obra de anticipación, casi profética. Cuando este pensamiento común
destaca conceptos como el plano de inmanencia y rizoma, con sus conexiones
significantes en todos lados, cuando Deleuze analiza en 1990 el pasaje de una
sociedad disciplinaria a una sociedad de control, a la vez más abierta y más
eficaz en el seguimiento de los individuos, se ve que este pensamiento es
particularmente esclarecedor de lo que es nuestra modernidad, y mucho más aún
de lo que está siendo este siglo XXI, que para Michel Foucault iba a ser un
siglo deleuziano. Sin dudas, y agregando a Guattari, lo será.
Fuente: Revista Ñ
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