16 junio, 2019

¿POR QUÉ SPINOZA Y EL FEMINISMO?

Hasana Sharp

Traducción de Alfredo Lucero Montaño

Spinoza guardaba silencio sobre el tema de las mujeres [1]. Cuando no callaba, las feministas desearían que lo hubiera estado. Sin embargo, a pesar de los comentarios nocivos de Spinoza sobre las mujeres, por ejemplo, en su Tratado político, varias teóricas feministas han encontrado recursos e inspiración en su filosofía. ¿Qué explica esta inverosímil compañía entre Spinoza y el feminismo? ¿Por qué, a pesar de la posición anti-feminista de Spinoza sobre la cuestión de la igualdad sexual, a algunas feministas les resulta útil (incluso empoderador) pensar con él?

Un par de comentarios preliminares: Primero, me encanta la historia de la filosofía. Me resulta profundamente placentero leer libros antiguos. No creo que nadie necesite más razones para hacer su trabajo. Si las ideas extrañas de otra época ofrecen ideas y formas alternativas de ver el mundo y sus problemas, deberíamos utilizarlas. Algunos sostienen que los pensadores heterodoxos que no aprobarían las ideas dominantes de nuestro tiempo son especialmente útiles para aquellos que buscan desafiar los valores actuales, los argumentos o las formas de pensamiento. Por esta razón, comprometerse con un pensador como Spinoza, como afirma Genevieve Lloyd, es emocionante. Pero no quiero sobrevalorar su herejía tan difundida. Seguramente, las feministas también ganan inmensamente estudiando a filósofos, como Kant, a quien debemos nuestras ortodoxias más queridas.

En segundo lugar, aunque Spinoza no era feminista, o proto-feminista, no debemos descartar su antipatía hacia la igualdad de las mujeres como un mero reflejo de su época. En ciertos aspectos, dos de sus contemporáneos más ilustres, Descartes y Hobbes, eran proto-feministas. No necesitamos disculpar ni explicar los puntos de vista de Spinoza sobre las mujeres para encontrar inspiración en su filosofía para el feminismo actual. Las pensadoras feministas --y esto es para nuestro crédito y no el suyo-- han hecho de su filosofía algo que él no pudo anticipar ni defender. ¿Pero por qué? ¿Y qué han hecho de ello? Esto es lo que trataré de explicar. Estoy trabajando en un ensayo más largo que describe las características prometedoras que las teóricas feministas identifican en la filosofía de Spinoza. Para este post, me centraré en dos aspectos que mejor muestran mi propio trabajo: el (1) anti-individualismo de Spinoza y su (2) anti-dualismo. Bienvenidos los comentarios y reflexiones de los lectores.

08 junio, 2019

SUEÑO Y LIBERTAD EN TIEMPOS DE FEMINISMOS Y PRIMACÍA NEOLIBERAL

Lila María Feldman*
  
En las páginas leídas
en las páginas vírgenes
en la piedra la sangre y las cenizas
escribo tu nombre…

Libertad, Paul Eluard

En lo inestable tiene el futuro más posibilidades que en lo estable…

El hombre sin atributos, Robert Musil


Si un modo posible de definir lo neoliberal es en términos de la desposesión subjetiva que implica y produce, intentaré en este texto dimensionar, precisar algunos aspectos de esa inconmensurable desposesión. En el horizonte, las preguntas respecto de los movimientos feministas, esa revolucionaria fuerza política que es hoy y seguirá siendo, capacidad, potencia de apropiaciones, reapropiaciones, territorio transversal, heterogéneo, espacio que barre con nuestra vieja idea de frontera y patria (de hecho, lo neoliberal es movimiento asimismo transnacional) donde se disputan, conquistan y reformulan derechos, rompiendo, recreando e inventando una subjetividad no gobernable. Sobre todo: no pastoralmente gobernable.

De la mano de los movimientos plebeyos, en verdad movimiento popular por excelencia, el feminismo es revolución, revuelta prefiero decir, frente a la “revolución secreta del neoliberalismo” (Wendy Brown), o su “contra-revolución” neoliberal, según Diego Sztulwark.

El feminismo supo hacer pie, y cómo, allí donde los “populismos” retrocedieron, pese a los tantísimos aciertos y logros. Sabemos que las ideas y creencias se sostienen y nos sostienen, en función de los afectos que movilizan.

Me interesa trazar aportes a estas discusiones, desde la idea de libertad. ¿Qué nos hace libres? ¿Qué hace el neoliberalismo con la libertad? ¿Y el feminismo? ¿Cuáles son los puntos de encuentro entre fuerza democratizadora y libertad? ¿Alcanzan las políticas democratizadoras, en sí mismas, para construir libertad?


Parto de la necesidad de diferenciar al populismo de lo plebeyo, precisamente porque en cada uno de ellos hay formas bien diferenciadas de encarnar libertad, y subjetivar. Si la pregunta que tanto nos viene movilizando es cómo llegamos a esto, y no queremos quedar sumergidos en el “dispositivo de la derrota”, hará falta trazar recorridos que recuperen capacidad o potencia de pensar: el mejor modo de sustraernos del modo de vida neoliberal, con su enorme maquinaria capaz de encarnar una paradoja: construir el culto a las posesiones, a la vez que la cultura de la desposesión material, afectiva y pensante, tanto en las vidas singulares como en los espacios colectivos. Desposesión en un doble sentido. Es desposesión “objetiva” (expropiación de tierra, baja salarial, violencia sobre el cuerpo de las mujeres y niños, etc.), sobre la que se instituye una desposesión “subjetiva” (compulsión al goce, asunción de une misme como empresa-marca, reducción del sujeto a consumo etc.).

Wendy Brown sitúa lúcidamente estos procesos en su libro El pueblo sin atributos, leyendo a Foucault. Señala que bajo la “racionalidad neoliberal” el gobierno se transmuta en gobernanza y administración, configurando todos los aspectos de la existencia en términos económicos. Una “antipolítica”, se torna un gerenciamiento que apunta a instituir las “mejores prácticas”, anulando los devenires históricos e instalándose como racionalidad, orden normativizante. La razón neoliberal configura el alma y la ciudad como empresas contemporáneas y no como entidades políticas.

El deseo humano, así como las necesidades más elementales, se redefinen de acuerdo a su capacidad de ser escenarios de “empresas rentables”.

Spinoza dice: “Nosotros no nos esforzamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque juzgamos que es bueno, sino por el contrario, juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos”.

Lo neoliberal propone un modo de desear, y hace de lo rentable el paradigma de lo bueno, reconfigurando así las coordenadas y metas para los deseos.

Desigualdad intensificada, mercantilización y comercio insensibles, creciente influjo corporativo en el gobierno, caos e inestabilidad económica: son todas consecuencias de las políticas neoliberales. El neoliberalismo ataca los principios, las prácticas, las culturas, los sujetos y las instituciones de la democracia entendida como el gobierno del pueblo. ¿Por qué añorarían los sujetos y las subjetividades “desdemocratizadas” este régimen político?

Lo neoliberal, entonces, expresa la permanente y creciente transformación del sujeto en actor del mercado, y con ello la destrucción de la idea de ciudadanía: inversionista, productor, consumidor, cliente, formas en las que el sujeto se espeja y es. El objetivo es mejorar el valor (económico) futuro de uno mismo, particularmente en las redes sociales. Somos capital humano individual y social.

Se economizan los derechos, y se ataca y degrada a lo colectivo como fuerza política. Es en este sentido, también, que los feminismos son el movimiento político más contundente, por ahora, capaz de “deconstruir” el andamiaje neoliberal, esqueleto de la subjetividad que lleva al capital económico y al dios mercado a su máxima expresión. Movimiento, insisto, que se inscribe en una historia de luchas, y que podría restituir a la subjetividad su valor de potencia, ya no capital económico y bien de circulación dentro del mercado. Los feminismos construyen otras subjetividades, otros vínculos y circulaciones. El homo politicus fue siempre de modo expreso masculino. El neoliberalismo intensifica de modo fundamental la subordinación de género teórica y políticamente invisible.

Feminismo mediante volvemos a hablar de derechos. Hablamos aún más, de derechos. Nos sensibilizamos cada vez más, ponemos más el cuerpo, habitamos más las calles, convergen mundos heterogéneos en encuentros, colectivos, lenguajes, mundos sensibles. Cambian las palabras, hay nuevo lenguaje. En “La lengua revuelta” sostengo que una palabra es nueva y necesaria, es revuelta del lenguaje, cuando permite visibilizar alguna opresión. En ese sentido, es fuerza contraria al lenguaje que lo neoliberal impone y reproduce, legitimando su poder.

Judith Butler proponía, días atrás, hablar de un nuevo modo de acumulación, que el feminismo, particularmente los feminismos populares, fundan: “acumulación de fuerza”. La acumulación de capital se desmorona como causa última. La acumulación de fuerza es capacidad de resistir, sensibilizar, visibilizar y oponerse a los antagonismos que el poder ordena. Más adelante retomaré estas cuestiones para proponer e incorporar un otro término: el de medida. Medida humana. Pero antes de eso, intentaré abordar la pregunta acerca de la “libertad neoliberal”.