Chantal
Jaquet
Si bien es cierto que a
veces Spinoza llega a filosofar en primera persona, como lo prueba en especial
el prólogo del Tratado de la reforma del
entendimiento, es necesario constatar en él una predilección por el plural
más que por el singular. Para describir, en las partes II a V de la Ética, la experiencia humana en su forma
cognitiva y afectiva, Spinoza prefiere el “nosotros” al “yo” y emplea
generalmente fórmulas impersonales o la tercera persona, como por ejemplo “el
hombre piensa” (E II Ax 2) o “el hombre libre en ninguna cosa piensa menos que
en la muerte” (E IV 67). Esto es algo que todos saben, pero de ahí a concluir
que no hay sujeto en Spinoza, hay un paso que no nos atrevemos a dar. Lia Levy,
en su libro L’automate spirituel,
mostró claramente la existencia de una subjetividad en Spinoza. Si el concepto
apenas aparece escrito [1], la presencia de un sujeto, entendido como la
capacidad de referirse a sí mismo y a relacionar sus ideas y afectos a un sí,
está claramente presente en Spinoza [2]. Y sujetos que reflexionan, hay, por
decirlo de alguna manera, demasiados, sin que sea posible identificarlos
siempre correctamente: el sabio, el hombre libre, el hombre que vive siguiendo
la conducta de la razón, empezando por Dios, que se ama a sí mismo de un amor
intelectual infinito, si uno se refiere a la Ética V, 35. Si Spinoza no escribe literalmente, como lo hizo
Hegel, que el absoluto es sujeto, esto no impide que Dios o la sustancia
infinitamente infinita se refleje a través de la idea de sí, se contemple a sí
misma y se ame a sí misma, ya sea en virtud de su infinitud, ya sea en virtud
de que se explica por la esencia del espíritu humano [3]. Es, por lo tanto,
arriesgado, o incluso falso, afirmar categóricamente que la filosofía de
Spinoza es una filosofía de la sustancia y no del sujeto. En cierta medida la
sustancia es sujeto: que ésta se explique por sus atributos, sus modos
infinitos o por el espíritu humano, se refiere de hecho a sí.
Pero si Spinoza admite
que la sustancia constituye una idea de sí, y que el ser humano se esfuerza por
ser consciente de sí, en proporción a su sabiduría, hay que destacar que el
filósofo nunca hace referencia al “yo” [moi].
Si el pronombre personal “yo” [je] en
última instancia figura, aunque la mayor parte del tiempo sin ninguna
connotación de una intimidad estrictamente subjetiva, en cambio el pronombre
reflexivo “mí” [moi] está totalmente
ausente. No hay un “mí” en Spinoza, sino solo un “sí”. El sabio no basa su
meditación en el “yo pensante” (moi pensant), pero es “consciente de sí mismo y
de Dios y de las cosas” (E V 42 Esc.). El ocultamiento de la primera persona en
beneficio de la tercera no es el fruto de una crítica y no se acompaña de una
diatriba contra el egoísmo. El “mí” no es detestable, como para Pascal, pero
tampoco es deseable; simplemente no existe o por lo menos no tiene un puesto
asignado en el seno de la filosofía de Spinoza. Es el “sí” que toma el relevo.
A diferencia del “mí”, que es inseparable de una intimidad irreductible, de una
vivencia singular y de un sujeto personal encerrado en una fortaleza interior
inexpugnable, el “sí” nos abre el acceso al corazón de una interioridad que se
distingue de todas las otras por su dimensión de ser una conciencia reflejada
que puede tanto ser la mía, como la tuya, como la de cualquier tercero. El “sí”
introduce una cierta distancia impersonal y extiende la dimensión del sujeto al
incluir la posibilidad de transponerse a todas las formas. Tú, yo, ellos,
nosotros, sin privilegiar ninguna. Este pasaje de “mí” al sí transforma
entonces la representación clásica del sujeto pensante e invita a pensar de
cero las categorías de interioridad y exterioridad.
¿Pero que es entonces
ser “uno” [soi]? ¿Y este concepto
tiene el mismo sentido cuando se le aplica a la sustancia y cuando se le aplica
a los modos? Puede uno, en efecto, preguntarse si el “sí” de la sustancia y el
“sí” de los modos poseen las mismas características, aunque no sean de la misma
naturaleza, o en cambio ¿estamos frente a un simple homónimo? ¿Además, cómo
distinguirse de lo que no es “uno”? Esta pregunta pone en juego la distinción
entre el interior y el exterior, problemática al interior de un pensamiento de la
inmanencia. Es por esto que la comprensión de la naturaleza del “sí” pasa por
dilucidar la naturaleza y el significado de las categorías de interior y
exterior en Spinoza. Es entonces en esta refundación de la noción de
interioridad que habrá que poner el acento, y examinar sucesivamente la esencia
del “sí”, tanto en el régimen sustancial como en el régimen modal.