29 agosto, 2013

La metafísica de Spinoza: Substancia y pensamiento

MELAMED, Yitzhak Y. Spinoza’s Metaphysics: Substance and Thought, Oxford University Press, New York, 2013, 256 pp.

Yitzhak Melamed nos ofrece aquí una nueva y sistemática interpretación del núcleo de la metafísica de Spinoza. En la primera parte del libro, nos propone una nueva lectura de la metafísica de la sustancia en Spinoza: sostiene que los modos, para Spinoza, son tanto inherentes a como se predican de Dios. Utilizando una amplia evidencia textual, muestra que Spinoza considera los modos como propiedades de la esencia de Dios. Igualmente, nuestro autor explica qué entiende Spinoza por infinito, las relaciones mereológicas, los modos infinitos y el flujo de las cosas finitas a partir de la esencia de Dios. En la segunda parte del libro, Melamed, apoyándose en esta interpretación de la relación substancia-modo y la naturaleza de los modos infinitos, propone dos tesis interrelacionadas acerca de la estructura del atributo de pensamiento y su papel primordial en la metafísica de Spinoza. Por un lado, muestra que Spinoza no tenía una, sino dos teorías del paralelismo independientes. Por el otro, Melamed afirma, en su tesis principal, que las ideas, para Spinoza, tienen una estructura multifacética (de hecho, infinitamente facética) que permite a una sola y misma idea representar los modos infinitos que son paralelos a los atributos infinitos. Así, el pensamiento resulta ser coextensivo a la totalidad de la naturaleza. Desde luego, Spinoza no podría aceptar una reducción idealista de la extensión al pensamiento debido a su idea sobre la separación conceptual de los atributos. Sin embargo, en la metafísica de Spinoza –según Melamed--, el pensamiento tiene claramente primacía sobre los otros atributos en la medida en que es el único atributo tan complicado, tan complejo y, en algunos sentidos, tan poderoso como Dios o Naturaleza.

26 agosto, 2013

Spinoza esencial

Vicente Hernández

GARCÍA DEL CAMPO, Juan Pedro. Spinoza esencial, Montesinos, Madrid, 2012, 159 pp.; Spinoza y la multitud (el resto falta), Hiru, Hondarribia, 2012, 188 pp.

Estos dos pequeños libros de García del Campo, el primero de ellos una antología de textos
spinozianos precedidos de una Introducción, y el segundo una novedosa y original pieza de radioteatro, constituyen una nueva muestra del imparable proceso de recuperación, en clave actual, del pensamiento de Spinoza. Tanto la orientación que toma el primero, como el contenido explícito del segundo, se refieren a la filosofía política de Spinoza nucleada en torno al concepto de “multitud”, con la particularidad de que el segundo de los libros, mediante la ficción, trata de enlazar dicho concepto con la experiencia de democracia directa que ha representado el movimiento español del “15 M”. Nada que objetar a semejante ficción teatral. Todo lo contrario: la idea de un Spinoza militante de una causa no liberal de democracia, sino en proceso de construcción permanente para la mayor potencia colectiva de sus miembros, no puede ser más oportuna en estos tiempos. Cosa distinta es la discusión teórica a la que puede dar lugar.

Centrémonos en Spinoza esencial. Concretamente en la Introducción que precede y justifica la antología de textos compuesta por los parágrafos 1 a 38 del Tratado de la reforma del entendimiento; una selección de la Ética que incluye las proposiciones 1-11 y el Apéndice de la Primera Parte, las proposiciones 1-16 de la Segunda Parte y las proposiciones 1-9 de la Tercera Parte; el Prefacio del TTP y los capítulos 1 y 2 del TP. Que el libro pueda titularse “Spinoza esencial” sólo se debe al tipo de colección editorial de la que forma parte, porque, conviene aclararlo, aquí no encontraremos lo esencial del pensamiento de Spinoza, aunque sí algunos aspectos bien explicados y razonados del mismo, que no es poco. En el estudio introductorio queda expuesto con claridad el sentido antimetafísico e inmanente de la Parte Primera de la Ética y la ruptura con la visión dualista y la física de Descartes (si bien la referencia a la Carta 81 a Tschirnhaus sobre el fisicalismo cartesiano debió proseguirse, a mi juicio, con la Carta 83, donde Spinoza precisa que “la materia es mal definida por Descartes por medio de la extensión”, anticipando con ello un concepto no reduccionista de materia perfectamente actual). La reconstrucción de la Parte Segunda se inicia con la recuperación spinoziana de la mente (mens) frente al alma (anima) y se avanza desde la “idea de la idea” y sus correspondientes y sucesivos afectos hasta alcanzar las “nociones comunes”, que posibilitan el paso del primero al segundo género de conocimiento. En la Parte Tercera, a través de la alegría de los afectos, se accede a la relación entre “multitud e individuo compuesto”, así como a la conexión entre “multitud, derecho y democracia”. La noción de “individuo compuesto” es recurrente en el autor, ya que fue el tema de su tesis doctoral leída en 1990. Sin embargo, a mi modo de ver, aceptando la objetividad de su contenido cooperativo, que otorga mayor potencia al individuo que se compone con otros, ¿no sería conveniente utilizar nuevas nociones, como la de un individuo natural ligado a la especie social desde la perspectiva evolucionista?, ¿no deberíamos actualizar epistemológicamente el lenguaje interpretativo del spinozismo?

Como se señaló antes, esta lectura de la Ética sólo llega hasta la proposición 9 de la Tercera Parte. Desde ahí el autor plantea unas “estrategias del conatusbasadas en el concepto de “multitud”, recuperando para ello los textos del TTP y del TP. El problema es que estas estrategias políticas parecen agotarse en una visión colectiva o comunista del conatus descontextualizada con respecto al sistema de pensamiento de Spinoza, que se orienta hacia la realización ética del conatus en el tercer género de conocimiento, un género de conocimiento que se anuncia ya en la Parte Segunda (E2, 40, esc.), se proyecta en la Parte Cuarta (E4, 67) y culmina en la Parte Quinta (E5, 12-40). Aun dando por bueno el concepto de “multitud” desde una perspectiva democrática radical al modo de Negri y Hardt (algo por otra parte controvertido – vid., Javier Peña: “Cómo se ordena la potencia de la multitud”, Laguna, 31, 2012), lo cierto, en cualquier caso, es que Spinoza escribió una ética para el sujeto libre que no teme la muerte y cuya mente conectada a un cuerpo “apto para muchísimas cosas” genera la idea “sub specie aeternitatis”. Sin negar la militancia spinozista a favor de la democracia como una suerte de conatus colectivo, éticamente la mayor potencia se realiza del lado del sujeto como tal, de su mente y de su cuerpo.

19 agosto, 2013

Tras Spinoza: más sabios, más libres, más felices

En 2010, Ursula Renz (Universidad Alpen-Adria, Klagenfurt, Austria) ganó el premio Journal of the History of Philosophy, que otorga el prestigiado editor Vittorio Klostermann, por su libro Die Erklärbarkeit von Erfahrung: Realismus und Subjektivität in Spinozas Theorie des menschlichen Geistes (La explicabilidad de la experiencia: Realismo y subjetividad en la teoría de la mente humana en Spinoza), mismo que le permitió la entrada a la escena de la filosofía europea en general; si bien, ya era reconocida en el mundo de la filosofía en alemán como una señalada especialista en neokantismo de fin de siglo, así como por su ensayo sobre Cohen, Natorp y Cassirer.

Según la reseña de Martin Saar, en Notra Dame Philosophical Reviews, Renz elabora en su monografía sobre Spinoza una interpretación original, además de rigorosamente argumentada, de la segunda parte de la Ética que gira alrededor de la apuesta filosófica fundamental de Spinoza --‘La experiencia subjetiva puede ser explicada, y su explicación exitosa es éticamente relevante porque nos hace más sabios, más libres y más felices’--, y al mismo tiempo, hace una interesante contribución a los debates filosóficos actuales sobre la mente insistiendo en la categoría spinoziana de la mente como idea del cuerpo --‘un cuerpo auto-consciente’. He aquí la entrevista que Renz concedió a la revista electrónica 3:AM (septiembre, 2012) a propósito de Spinoza.

Hacer clic aquí: After Spinoza: Wiser, Freer, Happier 

12 agosto, 2013

Spinoza y el spinozismo

Micael Alcalde Ordóñez

MOREAU, Pierre-François. Spinoza y el spinozismo, Escolar y Mayo, Madrid, 2012, 171 pp.

Spinoza y el spinozismo se presenta como un libro imprescindible para aquellos que buscan introducirse en el pensamiento filosófico de Spinoza. El original francés apareció, hace ya unos años, en la colección “Que sais-je?” de la editorial P.U.F., dedicada a temas monográficos de interés actual. Colección, por tanto, dirigida al gran público y no a un lector especializado. De ahí su slogan promocional: “La première encyclopédie de poche”. Ello nos podría inclinar a pensar en una monografía de corte divulgativo. Sin embargo, si este libro bien puede ser eso –que sin duda lo es–, puede ser también algo más. Se nos ofrece con él una vista panorámica del conjunto de la obra del filósofo en profunda sintonía con su tiempo, pero sin renunciar a la relación que guarda con su complejo contexto histórico (científico, cultural, religioso…). La presente obra se inserta, de este modo, en la corriente que desde hace algunas décadas ha comenzado a reivindicar la figura de Spinoza, principalmente en Francia, colocándose en la estela de un pequeño puñado de obras cuyo tino y eficacia teóricas han vuelto a poner en primera plana del pensamiento contemporáneo a aquel que fuera denostado en su tiempo. A este respecto, el propio autor, alude a estudios pioneros que le han precedido1. Así, el libro que aquí presentamos podría entenderse no tanto como una obra divulgativa que pretenda facilitar el acercamiento a Spinoza sino, más bien, como una puesta en escena de su pensamiento y de los problemas más característicos que el mismo ha suscitado a los intérpretes tras su aparición en los albores de la modernidad. Por lo tanto, este libro puede ser acogido, después de todo un proceso creciente de relectura de Spinoza desde diversas perspectivas, como un punto de calma y sosiego para la reflexión spinoziana. Una nueva recalada, con todo el rigor de un gran historiador de la filosofía como Moreau, que nos ofrece, tanto por los acertados apartados en que su índice se divide como por el tratamiento de los mismos, lo que podría definirse como una enorme entrada de diccionario sobre Spinoza y la recepción de su legado. De ahí tal vez la elección del título: Spinoza y el spinozismo. La obra llega por primera vez a España traducida por el profesor Lomba.

La amplia exposición de la vida de Spinoza conforma el primero de los capítulos: “La vida”. Gira alrededor de temas cruciales en el desarrollo intelectual de este pensador: su herencia judía, la especificidad del marranismo, el contexto político convulso de los Países Bajos en la época, el auge del cartesianismo o el nivel de desarrollo de la ciencia del momento. Lo cual ayuda a romper el tópico, fuertemente arraigado en el imaginario colectivo, del filósofo aislado. La tradicional estampa que algunos biógrafos recrean del Spinoza ermitaño, pensador de Dios, de vida virtuosa, pulidor de lentes, deja paso al Spinoza más comprometido con los acontecimientos políticos del momento, tanto nacionales (muerte de Jan de Witt e implicación intelectual con el republicanismo), como internacionales (muerte de Cromwell). Apareciendo asimismo su estrecha relación con la nueva ciencia naciente: su oficio de pulidor de lentes no quedaría tan sólo como el pasatiempo para distraer la ajetreada mente del genio, y desde luego sería algo más que un mero sustento económico para una persona condenada a confinamiento doméstico. Estaríamos ante un trabajo técnico de precisión y calidad punteras, absolutamente imprescindible dentro del contexto científico que busca extenderse hacia ese nuevo mundo de experiencia que se abre bajo la mirada de los microscopios. Todo ello nos desvela una intensa vida social, pese a su recogimiento, de la que también formarán parte las visitas de amigos y admiradores, así como una prolífica correspondencia.

05 agosto, 2013

De la servidumbre a la libertad: Spinoza sobre la excelencia humana

Eugene Marshall

LeBUFFE, Michael. From Bondage to Freedom: Spinoza on Human Excellence, Oxford University Press, New York, 2010, 253 pp.

Michael LeBuffe's From Bondage to Freedom: Spinoza on Human Excellence is an excellent presentation of Spinoza's moral theory. LeBuffe presents and analyzes not only the moral theory itself but also its place in Spinoza's system. This book is a significant contribution that ought to be read by anyone interested in the ethics or moral psychology of early modern philosophy, in addition to Spinoza scholars.

Consider Spinoza's Ethics. How does one approach such a monumental work? One could say that readers should begin at the beginning. This tactic mirrors many interpretations of his work, in that readers often interpret its later parts in terms of the earlier doctrines. To be sure, such a method can lead to profound results. For example, Michael Della Rocca's recent book, Spinoza, interprets Spinoza's system from the perspective of the principle of sufficient reason, which appears in the second axiom of Part One and, more clearly, a few pages later in the 11th proposition, allowing him a powerful and informative lens with which to view Spinoza.

This is not the only avenue of entry into Spinoza's system, however. Instead of beginning at the beginning, one may skip ahead to the end and see whodunit. Indeed, several considerations justify such an approach. For one, Spinoza's system is synthetic and geometric in form: geometric in that it proceeds like a demonstration from Euclid's Elements, employing deductive inference from axioms and definitions to propositions; and synthetic in that it begins at the simplest concepts and builds up to something more complex, ostensibly the aim of the demonstration. The Ethics culminates with a discussion of the highest human good, suggesting that this doctrine may be the aim of Spinoza's project, the earlier parts having been presented in service to this end. What's more, Spinoza himself claims that his goal is, ultimately, to lead us to "knowledge of the human mind and its highest blessedness" (Preface, Part II). So, another way to read the Ethics is to begin with its end in mind.

Michael LeBuffe takes such an approach, presenting an interpretation of Spinoza's thought that puts these considerations at the forefront. By focusing on Spinoza's moral theory, LeBuffe provides the reader with two benefits: first, his focus affords us a valuable lens through which to view Spinoza's system; second, his explanation demonstrates the appeal of Spinoza's moral theory in its own right.

According to LeBuffe, Spinoza's moral theory brings together several disparate strands of Spinoza's thought, strands with which commentators have wrestled for some time. The first
strand concerns Part III's conatus, the striving to persevere in our being that constitutes our essence. Throughout Part III and into Part IV, Spinoza describes this essence as a striving to persevere in our being, where that is understood as whatever increases our power of acting. Spinoza builds a value system onto this story, whereby that which increases our power and thus aids our persevering is good and that which does not is bad. By the time we reach Part V, however, Spinoza has switched his terminology, understanding good and bad in terms of knowledge and ignorance, or activity and passivity of the mind. LeBuffe states the issue as follows, saying, "What is the relationship between these two ends of human action, perseverance in being and knowledge?". The answer to this question lies at the heart of LeBuffe's project here. 

29 julio, 2013

Sibolet

Diego Tatián

Un sábado de 1640, el hombre entró en la Sinagoga llena de gente –‘que había ido como para un espectáculo’--, subió a un estrado, y leyó el escrito redactado por las autoridades rabínicas. En él confesaba que era ‘digno mil veces de muerte’ y se comprometía a no reincidir en las iniquidades y crímenes que había cometido, como la violación del Sabbat y la inobservancia de la Ley. Acabada la lectura lo hicieron desnudarse. ‘Hícelo hasta la cintura, me até entonces un lienzo en torno a la cabeza, quitéme los zapatos y extendí los brazos, agarrándome con las manos en una especie de columna’. Un portero procedió a atárselas con una cuerda, y luego a propinarle treinta y nueve azotes en la espalda (‘pues está en la Ley y que no debe excederse el número de cuarenta’). Entre azote y azote se cantaban salmos. Tras el castigo, el hombre debió postrarse en la puerta del templo para que todos salieran ‘levantando un pie por la parte inferior de mis piernas; y esto hicieron todos, tanto niños como ancianos’. El final del relato es lacónico: ‘acabado todo, cuando ya no quedaba nadie, me quité el polvo, salí y volví a casa’.

A los pocos días de este hecho y luego de haberlo relatado en su Exemplar humanae vitae, Uriel da Costa –cuyo nombre de cristiano nuevo había sido Gabriel—se pegó dos tiros. En el primero falló. En el segundo, no.

Uno de los niños que ese sábado salió de la Sinagoga levantando su piecito por encima del humillado, tenía ocho años y se llamaba Baruch. Aunque cantaba, como todos, los salmos aprendidos en Ets Haim, habrá visto lo que sucedía con un dejo de angustia, extrañando el brazo de Hannah Deborah. Además de liturgia, en Ets Haim el pequeño Baruch aprendía hebreo. Llegaba ahí todas las mañanas a pie, desde su casa frente al canal de Houtgraecht en el barrio de Waterlooplen [….]

Muchas cosas sucederían en la intensa vida breve de Spinoza, pero jamás olvidaría el hebreo aprendido en la infancia con los mismos maestros que lo excomulgaron pocos años después. Dos obras para siempre inconclusas escribía al momento de morir; una de ellas, el Tratado
político, no deja de cobrar importancia en la discusión filosófica. La otra, prácticamente desconocida, es un Compendio de gramática de la lengua hebrea. Ya debilitado por la tuberculosis, el filósofo, que en sus últimos años vivió en La Haya, destina sus preciosas horas finales a la composición de una gramática hebrea, a la rara atención por una lengua adquirida que no fue la de sus mayores –quienes consideraban sagrado el español--, sino la de judíos de otras partes y otros tiempos, que la fueron perdiendo en medio de ‘calamidades y persecuciones’ historicopolíticas. Lengua que se pierde por la desgracia, pero también por el descuido en lo que ahora él, Spinoza, pone sumo cuidado [….]
 
Página del Escamoth, libro de los reglamentos y ordenanzas, de la comunidad judío-portuguesa Ets Haim donde aparece la anulación del nombre de Baruch Espinoza (1656).

Quizá Spinoza tampoco olvidó, nunca, la humillación de Uriel en la que tomó parte siendo niño. Y quizá también hay un secreto vínculo entre esa infancia, la memoria vaga de un rostro al que vio por última vez aquel sábado de 1640, ya desvanecido por el tiempo, y la piedad por una lengua amenazada. Reliquia de esa encrucijada de la muerte y la lengua –reliquia, también, de la muerte en la lengua--, una gramática puede haber sido ofrenda de amistad, o tardío estallido en el final de la vida de un pasaje (está en Jueces, 12, 5-6) en el que alguna vez pudo haberse detenido con tembloroso asombro el precoz aprendiz de hebreo: ‘Y los galaaditas tomaron los vados del Jordán a los de Efraín; y aconteció que cuando decían los fugitivos de Efraín: Quiero pasar, los de Galaad le preguntaban: ¿Eres tú efrateo? Si él respondía: No, entonces le decían: Ahora, pues, dí Shibolet. Y él decía Sibolet, porque no podía pronunciarlo correctamente. Entonces le echaban mano y lo degollaban junto a los vados del Jordán. Y murieron entonces cuarenta y dos mil efrateos’.

Spinoza nunca fue viejo. Cuando se ocupaba en la gramática del hebreo ya había escrito sin embargo todos sus libros, y pensaba en los muchos dialectos perdidos para siempre en los que fueron redactadas las Escrituras –tal vez pensaba también en los cuarenta y dos mil efrateos degollados apenas por la pronunciación de una consonante, que había leído en ese desolador pasaje del Antiguo Testamento hacía mucho tiempo. ‘La letra es el signo de un movimiento de la boca que provoca que se oiga cierto sonido’, dice en el comienzo la gramática spinozista. Y aclara que para los hebreos las vocales no son letras sino las ‘almas de las letras’, y en cambio las letras sin vocales –como la que dificulta la pronunciación de la palabra shibolet-- son ‘cuerpos sin alma’.

Siempre en la primera página de su Compendium, Spinoza escribe –para que todo sea ’más fácilmente comprendido’—que la lengua hebrea es como una flauta donde las vocales son la música misma y las consonantes los agujeros pulsados por los dedos. Las muchas generaciones que habían hablado hebreo como si se tratara del sonido de una flauta no tomaron los recaudos que requiere la muerte. Esto sin embargo no lo escribió; en cambio sí escribió abruptamente: ‘Pero de esto ya es suficiente’ (Sed de his fatis), como si se hubiera forzado a abandonar el tema para no sucumbir a la melancolía [….]

Diego Tatián, Baruch, La Cebra, Buenos Aires, 2012, pp. 27-30.

25 julio, 2013

La teoría spinoziana de la negación

En un artículo sobre Melody Gardot, la singular y exitosa cantante de jazz americana, publicado en El País, encontré esta afirmación de la artista a propósito de su dramática historia que me sugiere un reflejo spinoziano. La afirmación expresa –a mí parecer-- de una manera profana, pero admirablemente clara, la teoría de la negación de Spinoza:

“Estoy dónde estoy porque vengo de dónde vengo. Así que lo acepto de la mejor manera. Es como el vino y el viñedo. No puedes cambiar la tierra de la que nace la uva, pero cada año cobra un sabor distinto”.

Recordemos brevemente que la teoría spinoziana de la negación se basa en la diferencia entre la determinación (negativa) y la distinción (positiva).

Estoy dónde estoy porque vengo de dónde vengo. Dice Spinoza que el modo finito --considerado desde una perspectiva abstracta--, es limitado y determinado, es decir, limitado en su naturaleza por otra cosa de igual naturaleza (como substancia) y determinado en su existencia por algo (como causa) que le niega la existencia en tal lugar o en tal momento. Pero esto es verdad cuando se considera el modo finito en sí mismo, separado de la causa que le hace ser en su esencia y en su existencia.

Pero cada año cobra un sabor distinto. Mas para Spinoza la esencia del modo finito es un grado de potencia. Este grado en sí mismo no significa un límite o una oposición, sino una distinción positiva intrínseca tal que se compone de una manera multifacética con otras esencias o grados en virtud de su causa común.

22 julio, 2013

Las emociones como los motores de la ética de Spinoza

Syliane MALINOWSKI-CHARLES: Emotions as the engines of Spinoza's ethics, Kritika & Kontext, no. 1, 2009.

A diferencia de aquellos filósofos que conciben la libertad como libertad de elección, Spinoza insiste en que la realización de la verdadera la libertad no consiste en la evasión de la necesidad. Por el contrario, la libertad es su integración, en el sentido de que el individuo libre --el sabio— conforma su ser, y su acción, a la red de causas que actúan en la naturaleza. Como dice Spinoza en el Tratado de la reforma del entendimiento (§ 85), su "espiritualidad" es simplemente la de un autómata --una especie de máquina productora de ideas. Aquí es donde surge un problema fundamental de comprensión. Pues esta idea de la mente sometida, como un autómata, a los procesos causales que la determinan, parece ser irreconciliable con la idea de que la mente puede realizar su libertad y desarrollar su potencia hasta el punto de lograr la alegría más perfecta, como promete la Ética. ¿Cómo puede resolverse esta aparente contradicción? De hecho, aquí todo el proyecto filosófico de Spinoza está en juego: ¿Cómo podemos entender esta concepción mecanicista de la mente? ¿Y cómo tal concepción puede construir una posible ética?

Para empezar, hay que entender qué papel juega la autoconciencia en este automatismo mental. La idea de autoconciencia ha sido descuidada en gran medida por los exégetas de Spinoza debido posiblemente a la dificultad que encontraron en reconciliarla con el determinismo que es inseparable de su sistema. Sin embargo, una solución a este problema es posible si podemos reconciliar los dos y mostrar que la mente utiliza su autoconciencia en su mismo funcionamiento automático. En otras palabras, dado que la autoconciencia no es otra cosa sino uno de los efectos necesarios de la formación automática de las ideas, esta idea es necesaria como cualquiera otra y las leyes actúan en ella como en cualquier otra. De esta manera, la conciencia subjetiva no necesita ser considerada como un filtro, o como un controlador, de las ideas. Podemos aceptar plenamente la necesidad, según la cual la mente se subsume bajo las leyes que determinan completamente la formación de sus ideas, sosteniendo que la necesidad es compatible, en la filosofía de Spinoza, con la mente que descubre en sí misma –‘auto-máticamente’— aquello que asegura su actividad. Esto, a su vez, hace posible que una forma de actividad --i.e., una forma de libertad-- surja de esta determinación que era, en apariencia, puramente pasiva.

15 julio, 2013

Lo bello y lo sublime en Spinoza

Aurelio SAINZ PEZONAGA: La imaginación distanciada. Lo bello, lo sublime y el genio en Spinoza, Youkali, no. 14, febrero de 2013.

Spinoza dedica muy escasa atención al problema de la belleza y de lo bello. Es posible que el texto esencial de su concepción de lo bello sea el siguiente breve pasaje del Apéndice de la Parte I de la Ética:

Si el movimiento que los nervios reciben de los objetos captados por los ojos conviene a la salud, los objetos por los que es causado se llaman bellos; y feos, en cambio, los que producen el movimiento contrario... los que afectan al oído, se dice que producen ruido, sonido o armonía... Todo lo cual deja bien claro que cada uno ha juzgado de las cosas según la disposición de su cerebro o que más bien ha tomado las afecciones de la imaginación por cosas. 

La crítica de Spinoza va dirigida contra la concepción objetivista de la belleza vinculada al finalismo al que se opone en el Apéndice. Según esa concepción, la belleza o la fealdad serían cualidades objetivas de las cosas. A su vez las cualidades de belleza o fealdad habría que entenderlas como huellas de la voluntad divina o humana que ha creado las cosas a las que pertenecen. Spinoza rechaza esta posibilidad explicativa. Como dice en la carta 54 a Hugo Boxel, “la belleza... no es tanto una cualidad del objeto observado, cuanto un efecto sobre el observador”. En las contadas ocasiones en que trata el tema, los argumentos que Spinoza expone van dirigidos a defender esta posición. La belleza es, según el pensador materialista, un efecto. Pero, más allá de la rápida referencia al movimiento de los nervios que conduce a la salud en el pasaje que hemos leído, en ningún momento explica Spinoza en qué consiste esa relación causa-efecto.

08 julio, 2013

La actualidad de Spinoza

Reproduzco aquí esta entrevista colectiva, en inglés, publicada originalmente en la revista eslovaca Kritika & Kontext, ya desaparecida, del número dedicado a Spinoza (1/2009). Gábor Boros, Herman De Dijn, Moira Gatens, Syliane Malinowski-Charles, Warren Montag, Teodor Münz y Steven B. Smith son los señalados estudiosos en Spinoza que discuten sobre la actualidad del filósofo holandés.

Spinoza's rationalist philosophy was central to the "radical" Enlightenment of late seventeenth century Europe and a century later had a decisive impact on the development of German Idealism. At the beginning of the twentieth century, his critique of revealed religion was the focus of heated discussions among Jewish thinkers; and in the 1960s Marxist philosophers, including Althusser, saw Spinoza's understanding of the imagination as a forerunner to the concept of ideology. This strand of his thought was taken a step further by Hardt and Negri in their highly influential work Empire, while most recently António Damásio has argued that there are significant affinities between Spinoza's psychology and contemporary discoveries in neurophysiology. In the following interview, leading Spinoza experts discuss the seventeenth-century philosopher's relevance today.

Kritika & Kontext: To what extent is Spinoza's interpretation of scriptures and revealed religion relevant today?

Steven B. Smith: Spinoza's critique of Scripture is exceptionally relevant today. Not only have we seen the rise of religious fundamentalisms, but we have also witnessed the publication of several books by, for example, Richard Dawkins and Christopher Hitchens, arguing against traditional religion and sometimes even citing Spinoza in defence of atheism. The thing I cannot help but notice is how generally impoverished the whole debate is today in comparison with the immense learning and erudition that Spinoza brought to the topic. He was a philosopher and a philologist and this combination is certainly lacking in today's polemicists.

Herman De Dijn: Spinoza was one of the very first people to see the Bible as a text with human origins, i.e. to be studied as to its meaning in the same way as any other text: with the help of knowledge of the language (grammar, semantics), context of origin, intentions of the writers and so on. Yet the result of his interpretation, what Spinoza calls the determination of the kernel message of the Bible, is not decided only by exegesis and hermeneutics, but also by some philosophical presuppositions, for example his conception of the difference between reason and imagination, and his conviction that the moral message of the prophets and of Christ was for some reason (which he thinks he knows with moral certainty) in agreement with the moral teaching of his philosophy.

Moira Gatens: Spinoza's reflections on scripture and religion in the Tractatus Theologico-Politicus (TTP) remain relevant today because they offer an account of the constitution of society. The study of biblical narratives and language, Spinoza says, "can be very profitable in the matter of social relations" insofar as they
reveal "the ways and manners of men" (TTP, chap. 5). What the study of historical narratives shows is that the prophets and scripture appeal to the imagination in order to convey simple ideas and to encourage obedience to the authority that serves to bind together the collective body. Scripture is not concerned with philosophy (or an adequate knowledge of Nature), but rather "teaches only what men can imitate by a definite code of conduct" (TTP, chap. 12). Some read the TTP as a condemnation of the Bible, theology and faith, on the grounds that these promote false beliefs (God is a judge) and sad passions (fear and hope). But on Spinoza's own account, imagination is a power, not a defect, of the human being and the knowledge to which it gives rise – though partial or inadequate – is of enormous social utility. Spinoza's tirade against theologians who wish to legislate over speculative matters, and so turn disagreements into crimes (TTP, pref. 3), should not be allowed to overshadow his conviction that much good has come from religion. Even though religious beliefs, when judged from a philosophical perspective, are false, they can nevertheless promote the attainment of important human goods. Religion aims for obedience and piety that, in turn, promote the peace and security of the state. It should not aim for axiomatic knowledge of nature in general; rather, the variable rules, customs and knowledge that constitute a given religion will be tailored to fit particular peoples at particular times and places. In my view, the TTP contains two important insights: first, the central role that is played by the imagination in religion, sociability and politics; and second, the idea that the "imaginary" dimension of human sociability, although permanent, is open to reformation over time.