18 diciembre, 2015

Frédéric Lordon: Capitalismo, deseo y servidumbre. Marx y Spinoza

Valeria N. Bula

Lordon, Frédéric. Capitalisme, désir et servitude. Marx et Spinoza, Paris, La fabrique, 2010, 216 pp. [Capitalismo, deseo y servidumbre. Marx y Spinoza, Buenos Aires, Tinta Limón, 2015, 176 pp.]

“Si la idea de progreso tiene un sentido… es orientarse ‘al verdadero bien’”: “yo entiendo por esto una vida humana”, concluye en Capitalisme, désir et servitude. Marx et Spinoza [Capitalismo, deseo y servidumbre. Marx y Spinoza], Frédéric Lordon. Con esta contundencia hacia la búsqueda de una vida humana, la presente obra ofrece la ocasión de reflexionar acerca de la evolución del capitalismo a partir de dos autores fundamentales como Marx y Spinoza. Desde un enfoque sociológico --y no psicologizante-- y de manera muy pertinente, el autor propone que la antropología de las pasiones de Spinoza, completa la teoría de las relaciones binarias marxista del capital-trabajo y brinda una posible llave de superación del capitalismo.

La obra de Lordon está articulada en tres partes: la primera titulada “Hacer hacer” en la que explica cómo el empleador capitalista tiene métodos muy particulares para hacer hacer, a través del dinero o interés que es igual al deseo o el conatus spinozista y la estrategia capitalista de alinearse a partir de este deseo de los asalariados en el deseo-maestro, que es el deseo del capital. En la segunda parte, titulada “Felices automóviles” reflexiona acerca de cómo el capital logró hacer mover los cuerpos de los asalariados a través del deseo inculcado desde afuera; ese deseo definido como una ephitumia es capitalista porque busca perseguir la felicidad capitalista y no humana en el sentido en que se alinean a los intereses materiales del capital. Y se pregunta si la sociedad capitalista no es la primera en presentar un régimen de un conjunto de deseos y afectos a gran escala. En la tercera, y última, parte cuyo título es “Dominación, Emancipación”, siguiendo el Tratado político de Spinoza, Lordon propone reconocer lo que denomina sociedad radiante y superar la exodeterminación.

Lordon recuerda que Spinoza nombra conatus al impulso por el cual cada cosa se esfuerza por persistir en su ser, es la fuerza de existir. El ser es un ser de deseo, existir es desear y, en consecuencia, activarse en la búsqueda de sus objetos de deseo, es el “hacer hacer” para satisfacer los deseos del capitalista; así el conatus capitalista se incrementa indefinidamente porque no encuentra resistencia. El empleador capitalista tiene métodos muy particulares para “hacer hacer”: el dinero que tiene intrínseco el valor de las cosas que se pueden obtener para subsistir biológicamente.

“La legitimidad de sus ‘ganas de hacer’ (del empresario) no debe extenderse a las ganas de hacer hacer” (Lordon 2010: 19). Lordon plantea el problema de las formas cuando el empresario tiene ganas de emprender y se extiende a las ganas de “hacer hacer”, convirtiéndose en capturador de los conatus de los asalariados, los productos de la actividad común y el reconocimiento para sí mismo, lo que bajo otras formas de participación política debería ser compartido.

Un deseo implica terceras fuerzas. Para la conformación de una empresa es necesario entonces, expone Lordon, deshacer la idea de “servidumbre voluntaria”. En este sentido Lordon rescata a La Boétie quien rechaza esta idea de servidumbre voluntaria haciendo perder de vista la servidumbre; no es que los hombres olvidarían que son miserables, sino que ellos viven el descontento como un fatum. Así, recuerda La Boétie, las sumisiones exitosas son aquellas que llegan a cortar en la imaginación de los sumisos, los efectos tristes de la sumisión de la idea misma de la sumisión, siempre susceptible de presentarse en la conciencia de hacer renacer los proyectos de revuelta. Esta advertencia laboeciana es útil y Lordon la toma para pensar la servidumbre capitalista y medir su profundidad en lo que ya no sorprende: que algunos hombres llamados patrones pueden arrastrar a otros muchos a entrar en su deseo y a activarse por y para ellos. De esta manera, la relación de dominación salarial como captura de un cierto deseo, el de la subsistencia material-biológica, pone al desnudo el principio real de la esclavitud. Como son las estructuras sociales de las relaciones de producción capitalistas, en el caso salarial, las que configuran los deseos y predeterminan las estrategias para alcanzarlas, ninguna servidumbre es voluntaria porque los objetos a desear le vienen designados desde afuera como deseo bajo las estructuras de la heteronimia material.