Sergio E. Rojas
Peralta
Ethica ordine
geometrico demonstrata. Detrás,
un pensamiento radical. Spinoza
es un filósofo
excomulgado, anatematizado,
desfigurado. Y
tal vez, por ello mismo, embelesador. ¿Qué
monstruo afirma lo que Spinoza afirma? ¿Qué monstruo imagina un orden geométrico para
los contenidos de
la razón y de este
mundo? Un
monstruo de la razón. Spinoza
exige, efectivamente, un esfuerzo
para comprender lo que se presenta como una obra,
una entelecheia. Pero, ¿es tal? ¿Cuál es ese esfuerzo? ¿Qué
orden es ése de la razón y del mundo?
Si me detengo un momento en la figura spinozana, lo que aparece es el juicio desde fuera,
el juicio hacia fuera:
el herem
judío, la
herejía según los cristianos,
protestantes o católicos. ¿No se interesa por su
propia imagen pública? ¿Por
qué Spinoza no
se retrató a sí mismo? ¿O
sí lo hizo?
Tal vez, un autorretrato evitaría esos juicios sobre lo que uno es. Las confesiones, a la
cartesienne, determinan el punto de partida. Lo que
uno es --o
debe
ser-- para el lector.
Pero el autorretrato es riesgoso. Por
una parte, el que la imagen externa sea una pintura fiel. Y por otra,
implica un juego de espejos, que
no deben
producir aberración alguna. Tanto
la pintura como la aberración
son un objeto de la geometria spinozana: corregir
la aberración o concebir la representación adecuadamente. Estos
son los objetos de su geometría. Por
una parte, la
geometría spinociana
es construcción
de un modelo. El
hecho mismo de la demostración es una construcción a partir de elementos dados, definiciones y axiomas. Pero también es una proyección, porque
dibuja líneas a partir
de esos primeros
puntos hasta conformar una imagen
y una perspectiva sobre esa imagen proyectada.
Ya hay ahí un desplazamiento de la mirada hacia el horizonte. Y ciertamente, el
método está relacionado con el problema de la imagen.
La geometría: la luz, la
imagen, la
cámara obscura,
la representación,
la lente. Finalmente, la reflexión. El
autorretrato, en aparente ausencia, se halla en una teoría de la imagen que
permite efectivamente el juicio. Si
se quiere,
una teoría de la imagen sobre la cual se construye una
sobre el juicio. Pero, como se verá,
no se trata de un juicio en el sentido kantiano, no una proposición. El
herem desaparece
para Spinoza: no
porque una autoridad
lo absuelva, sino
porque con la nueva teoría revela lo que la filosofía puede decir de un dios para cuyo contenido lo dicho no es una herejía. La herejía se convierte en la imagen que un modo de la substancia se forma respecto de otro,
jerarquizando de manera confusa
los modos. Mas esta jerarquía no es real. Y ella modifica
su propia imagen y, particularmente, las
condiciones y potencia para producir su imagen, y por ello,
los otros son, cuando menos, los diletantes.
Ha disuelto el herem en un prejuicio, por estar fundado en los temores de los hombres, y
como tal
desaparece. Pues el prejuicio es una
parte
imaginada o una imagen parcial de la trama y evita
la comprensión
de la trama de imágenes y
luego de
ideas.
¿Se trata, entonces,
de una teoría de la imagen? ¿Cómo
ha formado la filosofía
la imagen? En cada
época, ¿ha
formado la filosofía una imagen
sobre la imagen misma? El concepto de phantasia (imago)
quedó registrada en un campo
léxico
de lo visible por una doble procedencia (Ferraris, 1999): de lo que se manifiesta (phainein)
y de lo que aparece (phantazésthai). Se trata primero de aquello que es presentación. El
proceso por el cual se llegó a las ideas platónicas
implica la
falsificación
de la "presentación".
La phantasia no
consistía
en un engaño, pero, bajo el proceso
de abstracción
de la idea, de
la presentación material o empírica habría de surgir la
forma de la cosa presentada sin su materialidad. Sin embargo, las ideas o el pensamiento
de las ideas
no se separan
de las imágenes, de manera que "no es
posible
pensar sin una imagen. Se
produce
en efecto, la misma afección en el pensar que en
el trazado de una figura."
(Aristóteles, 1998b, 449b-450a) "El alma
jamás intelige
sin el concurso
de una imagen." (1999, 431aI6-17)
Pero esa imagen con cuyo concurso se
piensa y se intelige tiene
una forma propia.
Spinoza
no deja que la
imagen
sea una representación
definitiva, asociada
a la falsificación. Se trata más bien del figmen o
figmentum de las
operaciones de la mente.
Las imágenes
de las cosas son las afecciones del cuerpo humano, cuyas ideas
representan
los cuerpos exteriores como presentes,
aunque no reproducen las
figuras de las
cosas (Spinoza, Ethica II.17e).
Esta podría ser la definición spinociana
de imago. La imagen es
una representación, mas no
en el sentido de la manifestación de la cosa, sino
que consiste en un tener-por, un
estar-por. Y
cuando la mente realiza esta operación, la
mente imagina. La afección consiste en la sola receptividad
del cuerpo, parte
de su potencia, como si en él fuera dejada una impresión. Respecto de lo que el cuerpo exterior es, la impresión es una inversión. Ya la idea spinociana es un reflejo del exterior,
un concepto que la mente forma sobre el figmentum de
la percepci6n (la afecci6n del cuerpo por un cuerpo exterior). La mente, cuando
imagina, refleja la imagen, la reinvierte,
de manera que efectivamente representa lo que el
objeto es, sin
los sensibles comunes,
tamaño, figura, movimiento y
número (Aristóteles, 1998a,
437a9).
De manera que la idea
spinociana es un
reflejo de la cosa,
transferida a la mente por la imagen y sin la cual la mente no piensa la cosa.
¿Cuál es la importancia de este mecanismo
inversión-reflexión? Por una parte, subraya la nota
spinociana según la cual la imaginación de la mente no falsifica por sí misma.
La imaginación
no hace sino mostrar la potencia del cuerpo y,
por ende, de la mente.
La mala definición de la imagen es ya
un problema de la ideación de las afecciones. Un problema de aberración del espejo, si
se quiere. Es aquí donde confluye geometría y óptica (Chaui, 1999). Es inevitable comparar el sistema
spinociano con la camera obscura, mecanismo óptico y pictórico cuyo fin es substituir la visión binocular por una
mirada monopolizada, evitar
el dinamismo de la imagen, separar
la imagen del tiempo en la que transcurre y proyectar el contorno y la
perspectiva de los objetos. La Ethica, ¿una
camera obscura?