Monserrat
Galcerán Huguet y Mario Espinoza Pino (editores), Spinoza contemporáneo, Ciempozuelos (Madrid), Tierradenadie, 2009,
704 pp.
El libro que
presentamos recoge las Actas del Congreso sobre la filosofía de Spinoza,
celebrado en Madrid en noviembre de 2007. El Congreso fue convocado como
homenaje a nuestro compañero y amigo, el Prof. Eugenio Fernández García que
había fallecido en diciembre de 2005, tras una larga y penosa enfermedad. Ésta
es la razón de que queramos iniciar el libro con una breve mención a los
trabajos de este notable investigador.
El Prof.
Eugenio Fernández García pertenecía a la joven generación de estudiosos
españoles de Spinoza, una generación cuyos primeros trabajos se sitúan en los
años 80. Tal vez sea necesario apuntar que la recepción de la filosofía de
Spinoza en lengua castellana, y en especial en la península, muestra algunos
rasgos característicos que la diferencian de la que tuvo lugar en otras zonas y
en otras lenguas europeas. Históricamente fue mucho más parcial y tardía, hasta
el punto de que en algunas obras median más de trescientos años entre el
momento de su escritura y/o publicación, y la traducción en lengua castellana.
Mientras que en otras lenguas europeas, como francés o alemán, podemos decir
que la recepción de los textos de Spinoza es casi contemporánea del autor y que
la historia académica del spinozismo se remonta cuando menos a los años
cuarenta del siglo XIX, en aquellos momentos las huellas de su presencia entre
nosotros fueron muy débiles [....]
Durante la
primera parte del siglo pasado los estudios sobre Spinoza y el spinozismo
progresaron tímidamente gracias a la influencia del krausismo, pero siempre
fueron muy dependientes de los trabajos en lengua francesa y escasamente
originales. En la historiografía de la época, muy impregnada por el
historicismo, solía considerarse a Spinoza un post-cartesiano, eslabón casi
necesario del desarrollo de la filosofía moderna de Descartes a Leibniz, pero
se descuidaba su especificidad y no se daba mayor relevancia a la singularidad
de su filosofía.
En España el
interés reciente por Spinoza y su filosofía se despierta en el decenio de los
setenta e incluye una extraña derivación ya que, tal vez influido por el cambio
histórico que tiene lugar en aquello años – la mal denominada “transición” – se
produce un debate un tanto exasperado sobre la “españolidad” de Spinoza [.…]
La polémica
sobre la españolidad […] no sirvió para hacer de Spinoza un pensador más
hispano de lo que lo fuera en su época, pero sí permitió un cierto despertar de
los estudios spinozianos, especialmente con la publicación de sus obras en una
buena traducción y en formato asequible por la editorial Alianza. A partir de
ahí, y poco a poco, se ha ido creando una cierta comunidad de spinozistas
españoles, de los que los más tempranos son los de la generación de Vidal Peña,
Atilano Domínguez e Ignacio Falgueras, precedidos en cierto modo por el que luego
sería alcalde de Madrid, el Prof. Enrique Tierno Galván, autor de una primera
aunque incompleta traducción de los textos políticos de Spinoza: una selección
del Tratado teológico-político y el texto del Tratado político (Madrid,
Tecnos, 1966, 1ª).
Bastantes años
más tarde la publicación del libro de Antonio Negri sobre Spinoza, La
anomalía salvaje y la importancia de los estudios de autores franceses
vinculados a la herencia althusseriana, como Etienne Balibar o Pierre Macherey,
despertaron el interés de algunos jóvenes investigadores españoles. Entre ellos
destacó la obra de Gabriel Albiac y de sus seguidores, algunos de los cuales
siguen profundizando en una interpretación trágica de Spinoza como pensador
barroco, enraizado en la doblez y el pesimismo lúcido de los marranos
españoles. Algunos estudiosos más jóvenes, que empezaron sus trabajos en esta
línea, han explorado vías, tal vez más interesantes, como Juan Pedro García del
Campo, Juan Domingo Sánchez Estop, Francisco José Martínez, Raúl de Pablos,
Mario Espinoza y tantos otros, cuyas aportaciones al Congreso están recogidas
en el libro.
En este
contexto Eugenio Fernández García escogió un camino propio. No se vinculó
estrechamente al círculo de G. Albiac ni fue un defensor a ultranza de la
interpretación negriniana. Su acercamiento a Spinoza estaba más en la línea de
un trabajo filológico impecable y de un esfuerzo por mantener abiertas
interpretaciones no siempre conciliables, sin apuntarse a una postura
predeterminada [.…] El Congreso, como hemos dicho más arriba, se organizó en
homenaje a este profesor, sin embargo no pretendía limitarse a un debate
arqueológico ni hagiográfico. El propio título, Spinoza contemporáneo:
Ética, Política y presente indica claramente que queríamos medirnos con la contemporaneidad
de Spinoza, con lo que este pensador, sus intérpretes y estudiosos
contemporáneos pudieran aportarnos para situar mejor a este autor en las
coordenadas teóricas de nuestra época. Partíamos de la idea de que su
pensamiento se ha hecho imprescindible actualmente para abordar de un modo
alternativo y productivo tanto la filosofía en sentido estricto como la teoría
política. Animados por esta idea intentamos convocar a aquellos estudiosos del
panorama internacional que pudieran ampliar nuestro horizonte [….]
En cuanto a la
organización del libro, hemos dispuesto las diferentes contribuciones en cuatro
secciones o bloques, dos de las cuales, tituladas la Contemporaneidad de
Spinoza y Ética y política se corresponden con los lemas del propio
Congreso. Los títulos de las otras dos, Substancia y lenguaje y Spinoza
en relación derivan de los temas que se trataron en ellas.
En la primera,
la contemporaneidad de Spinoza, se tratan temas, no sólo relacionados
con la época en que vivió el autor, sino también y especialmente, en qué forma
esa contemporaneidad es relativa a la nuestra, a nuestra propia época. Inicia
el bloque el vigoroso artículo de J.P. García del Campo reivindicando la
contemporaneidad de Spinoza, precisamente en cuanto a las herramientas que utiliza,
y las que nos transmite para pensar una política sin fundamentos metafísicos.
Le sigue un
texto de contextualización y crítica, en el que F.J. Martínez ubica a nuestro
autor en el barroco pero prolonga las características de esa época a la
nuestra, caracterizándola como un momento de crisis y de inseguridad. Los
rasgos de su pensamiento al haberse negado a vivir y pensar la crisis como un
momento de negatividad, se ligan a una filosofía de la potencia del vivir, que
funciona como un antídoto para nuestra propia tristeza epocal.
A continuación
el texto de P. F. Moreau desarrolla un análisis sutil sobre la famosa tesis
spinoziana, según la cual “nada hay más útil para el hombre que el propio
hombre”. En él muestra las diferentes perspectivas según las cuales puede
interpretarse dicho enunciado, ya sea que tomemos “el hombre” en su naturalidad
pasional o que lo veamos integrado en una sociedad política racional. El
diferente peso otorgado al carácter racional de las relaciones inter-humanas
cualifica de modo importante la propia sociedad resultante.
En el mismo
apartado el trabajo de M. van Reijen intenta sacar algunas enseñanzas para el
presente de la defensa de la libertad de pensar, que Spinoza reivindica y que
ella enlaza a algunas características de la cultura holandesa, tal vez no en
aquella época, cuando los libros del propio autor fueron censurados y
prohibidos, sino más bien en la nuestra, cuando la presencia de diversas
culturas aconseja reflexionar de nuevo sobre el concepto de tolerancia y sus
límites.
Por último el
artículo de F.J. Ramos insiste de forma muy original, y al hilo de una compleja
e interesante presentación de algunas de las tesis fundamentales de la
filosofía spinozista, en su vinculación o, tal vez mejor, parentesco con el
pensamiento zen. Independientemente de que no haya registros fidedignos de un
acercamiento por parte de Spinoza a esta filosofía, el análisis de la beatitud
recuerda, como pone de relieve el autor del trabajo, características de aquél
pensar.
La segunda
parte, titulada Substancia y lenguaje, constituye un capítulo central en
el libro, no sólo por las aportaciones recibidas sino por la importancia de los
temas: la cuestión del lenguaje y el poder, los tipos de conocimiento y la
propia actividad de conocer, la crítica de la voluntad libre y el concepto de
“ser humano”.
El hermoso
texto de L. Bove plantea en una investigación original la relación entre
lenguaje y poder, mostrando como, aunque no haya en Spinoza posiciones
explícitas de filosofía del lenguaje, una concepción original de la génesis del
lenguaje como práctica discursiva recorre todo su pensamiento y nos permite
avanzar en una comprensión que liga los usos y las prácticas del decir que, en
tantos casos son prácticas del hacer, al ejercicio y la constitución del poder.
En la
contribución de R. de Pablos vemos un intento, incipiente, por poner en
relación la genealogía del conocer en Spinoza y en Marx. Para ello el autor
tiene que dar un repaso a la concepción genealógica del conocimiento en
Spinoza, poniendo de relieve cómo no sólo el conocimiento se forma, sino que
también las cosas se forman y se constituyen en una dinámica de reglas que la
mente puede formular si sigue los procedimientos genealógicos. Con ello, como
muestra el análisis de los milagros que Spinoza emprende en el capítulo VI del Tratado
teológico político y por el que el joven Marx iniciara su estudio del
mismo, se muestra la capacidad intelectiva de la mente humana si parte de lo
conocido hacia lo desconocido en vez de tomar eso último como ya algo revelado
por el poder mistificante de algún tipo de divinidad.
En el mismo
apartado el artículo de A. Sainz Pezonaga desarrolla una escrupulosa
argumentación que sitúa en el centro de su lectura el rechazo spinoziano de la
voluntad libre, rechazo que, en contra de lo que pudiera parecer, no está
reñido con la construcción de un concepto, de una noción común del ser humano
como conatus, sino sólo de aquella idea imaginaria del mismo como dotado
de “voluntad libre” o en la terminología clásica, de libre albedrío. Eso
implica resaltar el carácter activo del determinismo spinoziano, como el autor
consigue mostrar con indudable maestría.
La tercera
parte, titulada Ética y Política trata de temas centrales en la interpretación
de Spinoza, desde su ubicación en las corrientes respectivas del liberalismo y
el republicanismo moderno, la concepción sobre el poder del estado y las
diferencias con Hobbes. Se introducen sin embargo algunos aspectos novedosos
entre los que cabe destacar la aproximación a las teorías actuales de la
gobernanza que lleva a cabo Mª Luisa de la Cámara en un argumentado texto en el
que, tras pasar revista a algunas de las interpretaciones más habituales,
intenta repensar el concepto moderno de “sociedad civil” a partir de la
problemática actual sobre la gobernabilidad y los esfuerzos por mantener la
cohesión social.
A diferencia
del texto anterior, el agudo trabajo de A. Illminati se esfuerza por darnos una
imagen de Spinoza como pensador de los conflictos en su fuerza y en su
dinamicidad, de tal modo que en vez de preocuparnos por la perdurabilidad de
los estados, pongamos nuestro acento en su fuerza y en su devenir. Eso se
correspondería con un pensamiento de la fuerza y no del miedo, de la capacidad
para inventar nuevas normas y reglas sociales más que de las pasiones tristes,
por lo que la distinción se enraíza en la propia perspectiva spinoziana sin
reducirse a una especie de confrontación neutra de puntos de vista.
Le sigue el
documentado e interesante juego de perspectivas que abre la confrontación de
Spinoza con Schmitt. En este texto asistimos a una forzatura de las derivas
abiertas por el pensamiento moderno del Estado, de tal modo que si, situado en
su época, el pensamiento político de Spinoza, parece diferenciarse muy poco de
los discursos defensores del Estado de derecho, visto en la continuidad que C.
Schmitt ofrece de esos mismos discursos y de su singularidad, permite apreciar
mejor la diferencia que aquel introdujera: pensar la constitución del sujeto
político no a partir de su representación –como es el caso en Hobbes– sino de
su configuración e invención misma. El monarca garantía de la unidad del pueblo
gira sobre sí como aquél que promulga el estado de excepción.
Esta parte se
cierra con el trabajo de D. Tatián que, abordando también la cuestión de la
tolerancia, la plantea desde un punto de vista distinto y extrae de ella otras
conclusiones, pues en vez de encontrar en este autor una “filosofía de la
tolerancia” que estaría vinculada a las pasiones tristes, lo que encuentra en
ella es una filosofía del reconocimiento vinculada a las pasiones alegres y a
la propia fuerza del pensar. Esta extraordinaria ponencia muestra por otra
parte, el vigor de la presencia de Spinoza en la filosofía argentina
contemporánea, cuya recepción de este pensador ha seguido en los últimos años
vías propias, adquiriendo una presencia y una singularidad de gran importancia
a nivel internacional.
Por último, la
cuarta parte, titulada Spinoza en relación, recoge los textos que
confrontan a Spinoza con otros autores: con Malebranche, con Hegel y con
Lucrecio. Más allá del interés inmediato de estas comparaciones, se plantean en
estos trabajos algunas cuestiones centrales del pensamiento spinoziano, tanto
por lo que hace a su singularidad como a su recepción e interpretación en la
historia de la filosofía. El documentado trabajo de F. del Lucchese nos hace
asistir a un debate sobre “lo monstruoso” y los milagros que nos retrotrae a la
doble faz de este problema: el rechazo de lo milagroso por el discurso
científico emergente pero a la vez el carácter singular de lo monstruoso mismo
y el papel de la admiración en la construcción del conocimiento.
Los otros dos
trabajos, el de W. Montag y el de V. Morfino se centran en la relación con
Lucrecio si bien con acentos bastante diversos: preocupado por la referencia al
ateísmo del Eclesiastés que entroncaría con la otra herejía, la del
materialismo, el de Montag y cuidadoso en una lectura, algo nihilista, de
Lucrecio, el de Morfino. Ambos proponen un acercamiento original y
extremadamente riguroso a esta problemática.
Por último el
texto de Montserrat Galcerán gira en torno a las diferencias entre Hegel y
Spinoza, problematizando el acercamiento al conocimiento y repasa la recepción
de este autor en el idealismo alemán de Fichte y Schelling. Su contribución
concluye con la diferente comprensión que ambas líneas filosóficas tienen de la
subjetividad: el yo consciente de la tradición idealista frente a la
subjetividad compuesta y construida de la filosofía spinoziana.
El último
apartado, reservado a las Comunicaciones, recoge los textos enviados por E.
Alvarez Asiain, M. Espinoza Pino, L. Franco Garrido y P. Lomba. En estos
textos, como no podía ser menos, se atisban nuevas temáticas: desde una lectura
de Spinoza apoyada en Althusser o Deleuze a ecos más o menos post-modernos,
desde una indagación por el espacio de la ideología a una reflexión sobre la
soledad del autor.
Así pues, para
terminar, sólo nos resta añadir que esperamos que este libro se sume a los
trabajos aparecidos en los últimos años tanto en Europa como en diversos países
de América, los cuales dan fe del interés redoblado por un pensador que, a una
distancia de más de trescientos años, se mide con el poder de las autoridades
religiosas y políticas con una dureza inaudita, abriendo camino a un pensar de
la constitución de la subjetividad política extraordinariamente interesante si
queremos salir de los dilemas de la “consciencia”. Confiamos en que los
estudios de este volumen den cumplida razón de esta expectativa.
Notas
1. Madrid,
Imprenta Central a cargo de Víctor Sanz, 1879 (se puede consultar en internet, en
la dirección http://www.cervantesvirtual.com).
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