Sergio Espinosa Proa
Que haya sido un
librepensador en el Siglo XVII ya es bastante. Spinoza se halla fuera del área
protestante (alemana) y católica (francesa), con lo
cual -en Holanda- se le dejó relativamente en paz; pero sólo relativamente.
Bernard Malamud ha escrito, por medio de su Hombre
de Kiev, que, aun abordando muchos temas, la Ética se lee como un Tratado
sobre la libertad. Un filósofo es un ser frágil que se expone no sólo al
escarnio o el escándalo; es especialmente apto para el odio del vulgo (y de
muchos colegas). Más en esa época: es un hombre solo. Solo porque sabe que el
Estado y la sociedad están esencialmente preocupados por la obediencia y la
desobediencia. Es decir, preocupados por el bien y el mal en un sentido
abstracto o trascendente. Pero en general, lo único que pide el filósofo es un
lugar tranquilo para trabajar. ¿Lo conseguirá? A Spinoza incluso tratarán de
quitarlo de en medio. No es ni judío ni cristiano. Cartesiano lo es en parte:
Descartes le sirve, como asegura Deleuze, como un lenguaje, como una retórica.
En realidad le interesa cómo es la
gente, y por qué es así: por eso escribe el Tratado teológico-político. ¿Por
qué la gente abraza en vez de rechazar las cadenas de la esclavitud? El Tratado es profundamente crítico con la
religión, de ahí su carácter subversivo. Spinoza se queda, tras su publicación,
cada vez más solo: todos le dan la espalda. Resta el Tratado político, que se pregunta por el fracaso de la democracia
(y queda sin terminar). Llama la atención que su obra sea tan afirmativa siendo
un ser tan débil y enfermizo: otro parecido con Nietzsche. "En el reproche que Hegel hará a Spinoza, haber ignorado lo
negativo y su potencia, reside su inocencia y su gloria", reconoce
Deleuze (Spinoza. Filosofía práctica,
Tusquets, Barcelona, 1984, p. 21). Las fuentes de este comportamiento son el
resentimiento y la mala conciencia, el odio y la culpa. El tirano exige, sólo
puede reinar, sobre almas quebradas. ¿Y él, tenía esperanza, o apostaba por el
coraje? Escasamente: creía en la alegría. Se le ha acusado de materialista (por
su recusación de la conciencia), de inmoralista (por su repudio de los
valores), y de ateo (por su rechazo de las pasiones tristes). Reemplazó al saber abstracto por el cuerpo
y alzó al pensamiento por encima de la conciencia; hizo del deseo el centro de
su idea de lo humano. Por el lado de la prohibición, prefirió, en lugar de
un Bien y Mal abstractos, concebir lo bueno (es decir, libre, razonable,
fuerte) y lo malo (esclavo, débil, insensato). La ética --modos inmanentes-- sustituye a la moral --valores
trascendentes--: "Para moralizar, basta con no comprender" (p.
35). Pero este "no comprender" no tiene un carácter puramente teórico
sino esencialmente político: al tirano le favorece gobernar a un pueblo
sometido por el miedo. La tristeza es una mezcla de deseo (infinito) y
confusión de ánimo. Aparece así la función del Bien y del Mal: esclavizar --por
ignorancia y terror-- a la gente, que se vuelve supersticiosa y vengativa. ¿Qué
hacer entonces si no aumentar la capacidad de respuesta activa, la creatividad,
la alegría, la amabilidad espontánea de las personas? En ello contamos con la
sabiduría del cuerpo, más que con la buena voluntad (aunque también ayuda). La inmanencia es el inconsciente, que es
más sabio que la conciencia. A eso se reduce todo. ¡Lo curioso es que no
haya más spinozismo natural! Pues su ética etológica es menos alambicada que
cualesquier teoría anterior y posterior. El hegelianismo esplende en toda su
tortuosidad, el schellinguismo en toda su oscuridad, el freudismo en toda su
acidez, el lacanismo en toda su desconfianza... Por no decir mucho de Žižek y
su paranoia. La de Spinoza es una concepción transparente más no por ello
simplista. Hay lo tóxico y lo saludable, lo infame y lo generoso; hay lo
compuesto y lo descompuesto. Nada
trascendente: todo relacional.
Nada que ver con el pathos religioso.
Tampoco nada que ver con un dogmatismo geométrico-matemático: las nociones
comunes no son axiomas. Las nociones
comunes son vías de acceso a Dios, que será cualquier cosa menos
impensable. Deleuze dice: "...uno se encuentra con que es spinozista antes
de haber comprendido por qué" (p. 160). El hecho es que no hay ni sujetos ni sustancias, sólo
modos. En consecuencia, no existe
distinción entre naturaleza y artificio, porque la naturaleza inventa. ¿Qué
hay en el holandés, si no un viento fresco que tanto se echa de menos en la
filosofía?
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