La historia de ‘El muñeco de sal’ de Leonardo Boff expresa con profunda sencillez las relaciones de mutua inmanencia entre la causa en sí (substancia) y el efecto (modo) que permanece en la causa, esto es, que no puede ser sin ésta:
«Había una vez un muñeco
de sal. Después de peregrinar por tierras áridas llegó a descubrir el mar que
nunca antes había visto y por eso no conseguía comprenderlo. El muñeco de sal
le preguntó: «¿Tú quien eres?» Y el mar le respondió: «Soy el mar». El muñeco
de sal volvió preguntar: «¿Pero qué es el mar?» Y el mar contesto: «Soy yo».
«No entiendo», dijo el muñeco de sal, «pero me gustaría mucho entenderte. ¿Qué
puedo hacer?» El mar simplemente le dijo: «Tócame». Entonces el muñeco de sal,
tímidamente, tocó el mar con la punta de los dedos del pie y notó que aquello
empezaba a ser comprensible, pero luego se dio cuenta de que habían
desaparecido las puntas de los pies. «¡Uy, mar, mira lo que me hiciste!» Y el
mar le respondió: «Tú me diste algo de ti y yo te di comprensión. Tienes que
darte todo para comprenderme todo». Y el muñeco de sal comenzó a entrar
lentamente mar adentro, despacio y solemne, como quien va a hacer la cosa más
importante de su vida. A medida que iba entrando, iba también diluyéndose y comprendiendo
cada vez más al mar. El muñeco de sal seguía preguntando: «Qué es el mar?».
Hasta que una ola lo cubrió por entero. En el último momento, antes de diluirse
en el mar, todavía pudo decir: «Soy yo».
Fuente: Koinonia
Fuente: Koinonia
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