13 febrero, 2012

Tomás Abraham: Variación continua

Para Spinoza la verdad es una cuestión que concierne a la ciencia. La religión no se preocupa por la verdad sino por la obediencia. Por eso las religiones son asunto de teología y de política. El libro de Spinoza Tratado teológico-político es un ataque contra el espíritu sacerdotal. Es la ideología de los poderosos que hacen de Dios un instrumento temible y el núcleo de un sistema de castigos para todos aquellos que duden, se rebelen o desobedezcan a la voz de las alturas, que no es otra que la voz del Amo.

El ataque spinoziano es uno de los más furiosos que se hayan elaborado en la era previa a la “muerte de Dios”. Si no se hubiera excomulgado a Spinoza por su conducta mucho antes de la escritura de este libro, no habría dudas de que su edición ha sido la verdadera razón por la cual el filósofo fue condenado y silenciado por la cultura judía hasta mediados del siglo XX, en que los oficios del primero ministro David ben Gurion, convencieron al Gran Rabinato de volver a aceptarlo en la comunidad hebrea.

La demifisticación del orden sacerdotal no implica ningún anarquismo. Para Spinoza no deja de ser cierto que las sociedades requieren un orden político. Pero el mejor de ellos es el orden republicano, aquel que en Holanda rigió durante veinte años, bajo el liderazgo de los hermanos de Witt. Una sociedad que limita el poder de las iglesias, y circunscribe a las confesiones y a los credos a la esfera privada.

Una sociedad delegativa conducida por manos prudentes y un ambiente de libertades hermanado con la responsabilidad. Spinoza era un hombre deseoso de pertenecer a comunidades de tranquila convivencia y organización flexible.

Fue aún más firme esta convicción al ver los desquicios de lo que llamaba “la multitud”, que descuartizó y colgó en la plaza pública a sus  amigos de Witt.

Para él, la única religión válida es aquella que ama al prójimo en nombre de Dios. Lo que cuentan son la compasión y la generosidad. Spinoza se sentía más cerca de Jesús que de Moisés.

Por otra parte, la filosofía diagrama el orden del mundo revelado por los descubrimientos de la física gracias a los instrumentos de la óptica y el lenguaje matemático. Dios no desaparece del mundo pero se hace divinidad, fuerza integral omnipresente sin rostro propio. Lo llaman panteísmo. Dios no es una  fuente radiadora y lumínica como en el emanantismo de la filosofía neoplatónica, ni un modelo de verdad al que los hombres sólo pueden acercarse por analogías, como en el tomismo.

El mundo de Spinoza no tiende hacia un fin, carece de teleología, no está determinado por un sentido. Su funcionamiento es a-teo, ateológico, se rige por sus propias leyes, es autosustentable. Lucha y encuentro entre potencias, entre fuerzas, expansión y contracción, y afectos.

La tercera parte de la Ética, nos habla de los afectos, primer género de conocimiento. Si bien no hay una teleología, puede haber una progresión por lo que llama géneros de conocimiento.

Los malos encuentros producidos por choques, desvíos, por la pasividad de los cuerpos ante las afecciones, pueden remediarse conociendo las relaciones entre las cosas, con el conocimiento de sus composiciones. Este conocimiento gracias a lo que Spinoza llama “nociones comunes”, es el adecuado. El tercer género de conocimiento es intuitivo. Una vez que mediante el conocimiento adecuado producimos buenos encuentros, potenciamos nuestras fuerzas y las afecciones son activas y nos producen alegría, estamos preparados para una última etapa que es el estado de beatitud, el de la contemplación de la divinidad en sus obras. El goce apolíneo por lo bien hecha que ha sido concebida la Creación, por lo maravilloso de su movimiento, por el estado de serenidad que nos invade.

Afecciones, entendimiento, intuición. Alegría, sabiduría, beatitud. Hay en Spinoza una  confianza en la razón, en el more geométrico como camino hacia un estado místico. Existe un puente entre la ciencia y la iluminación, entre la física y la devoción, entre la deducción y la intuición.

La imaginación óptica debe conducirnos hacia la visión inmediata de lo que hay. Es la utopía cartesiana del goce cognitivo.  La mathesis representacional desplegada totalmente para un ojo incorporado y prendido a su red extendida.

El mundo de Spinoza, en la lectura de Gilles Deleuze es una nueva imagen del pensamiento, un rizoma, una variación continua, un desplazamiento horizontal, unívoco, inmanente, en donde los dioses mueren para disolverse en la divinidad.

Fuente: La página de Tomás Abraham

1 comentario:

luis roca jusmet dijo...

Unos matices. El primero es que Spinoza, como señala Nietzsche, no habla bien de la compasión es inútil y además triste( proposición L parte IV).
Pero la pregunta es :
¿ Que entiende Spinoza por primer grado de conocimiento en una lectura materialista ?