01 noviembre, 2009

Karl Marx en el siglo XXI

Durante la década que podemos situar simbólicamente entre 1968 y 1978 del siglo pasado, el marxismo influyó vigorosamente en los países europeos de linaje latino, y paralelamente, en las universidades del primer mundo surgió un nuevo interés, casi sin precedentes, en el pensamiento de Marx; aún en Wall Street lo admiraban: Marx el poeta de las mercancías --quien formulara descripciones precisas de la dinámica capitalista--; el Marx de los estudios culturales --quien dibujara la alienación y reificación de la vida moderna. Pero a finales de la década de los años setenta, un hecho bien conocido tuvo lugar: el marxismo entró en una espectacular crisis y se derrumbó como ideología política, como visión del mundo y como paradigma teórico, creando un imprevisible vacío cultural y político en el mundo contemporáneo.

De la caída del Muro de Berlín a nuestros días, la Unión Soviética y su imperio en Europa Oriental se han colapsado y la estructura económica nominalmente comunista de China ha mutado en una versión del capitalismo agresivamente fascista. En el mundo occidental, los autodenominados partidos marxistas se han vuelto penosamente débiles o han desaparecido como fuerza política. Y el posmodernismo ha desplazado al marxismo como la postura de moda de los intelectuales descontentos. Hoy en día la primera reacción a la idea de reactualizar a Marx es obviamente de desdén.¿Posee actualmente el pensamiento de Marx un valor intrínseco? ¿Qué teorías de Marx se encuentran irremediablemente desfasadas y cuáles persisten como fuente de nuevas ideas y tesis de trabajo? Existen tres criterios para evaluar una teoría. Primero, puede ser inaplicable hoy en día, aun cuando fuese correcta cuando se formuló por primera vez. Dado que los marcos conceptuales cambian, enunciados verdaderos hace 100 años pueden ser falsos hoy en día. Segundo, la teoría puede haber sido inconsistente incluso desde sus orígenes pero no por errores de su autor, sino porque los datos de observación y los juicios analíticos disponibles para la época han sido superados por desarrollos teóricos posteriores. Tercero, la teoría pudo haber sido falsa desde su formulación sobre una base puramente lógica, previamente a su corroboración empírica.

Jon Elster, en Una introducción a Karl Marx (Siglo XXI, México, 1992) --que es la secuela concisa y accesible de su imprescindible trabajo, más extenso y riguroso, Making Sense of Marx (Cambridge University Press, 1985)--, recurre a estos criterios en la evaluación de los elementos del pensamiento de Marx. Para evitar una percepción anticlimática, Elster expone y somete a discusión, primero, aquellos elementos que están muertos o artificialmente vivos y necesitan ser enterrados. Y enseguida revisa aquellos elementos que están vivos o se piensa que están muertos y necesitan ser resucitados. Brevemente, estas son las consideraciones del autor:

¿Qué está muerto?

1. El socialismo científico está muerto. Por un lado, no existe ningún argumento intelectualmente fiable que sostenga que el progreso de la historia está determinado por leyes que operan por necesidad; por el otro, su tratamiento de los valores es deleznable, pues si las leyes de la historia operan con férrea necesidad, entonces la acción política es superflua.2. El materialismo dialéctico está muerto. Este es un eslabón menor en el pensamiento de Marx. Aquí la formulación de la dialéctica es vaga y general, pues sólo equivale a decir que existen interconexiones generales entre las cosas, o bien, se utiliza como un concepto sofisticado para designar procesos de retroalimentación.

3. La teleología y el funcionalismo están muertos. En el pensamiento de Marx, se reconcilian, paradójicamente, una filosofía teleológica de la historia y el socialismo científico. La paradoja consiste en que la teleología explica todo por conexiones regresivas (causas finales), mientras la ciencia procede por conexiones progresivas (causas eficientes). Aquí el telón de fondo es la tradición teológica que presupone la existencia de un sujeto supraindividual dotado con poderes para actuar, ya sea la humanidad o el capital.4. La teoría económica marxista está muerta. El primer pilar de la teoría económica marxista, la teoría del valor-trabajo es una ruina, pues no ofrece un criterio útil para la elección de técnicas socialmente deseables, ni tampoco explica la elección real de técnicas bajo el capitalismo.

El segundo pilar, la teoría de la tendencia a la baja en la tasa de ganancia como consecuencia de un cambio técnico que ahorra trabajo es igualmente insostenible. El error más importante en que incurrió Marx es que despreció el hecho de que incluso el cambio técnico que ahorra trabajo tiene el efecto indirecto de depreciar el valor del capital constante, contrarrestando así y posiblemente equilibrando la tendencia a la baja en la tasa de ganancia.5. La tesis de las fuerzas productivas y las relaciones de producción está muerta. Desde el individualismo metodológico, la objeción principal a la tesis que las relaciones de propiedad ascienden y caen según su tendencia a promover o trabar el desarrollo de las fuerzas productivas es que no tiene ningún microfundamento. Marx no explica cómo la tendencia se convierte en una fuerza social, sostenida por las motivaciones de los individuos. A propósito de esta cuestión, Luis Villoro propone una formulación teórica que apunta a superar esta brecha que corre entre las situaciones y relaciones sociales efectivas y los proyectos colectivos que suponen la aceptación de valores relativos a los intereses particulares de cada grupo social, donde establece una cierta relación causal entre ellos (Véase, “El concepto de actitud y el condicionamiento social de las creencias”, en El concepto de ideología, México, FCE, 1985).

¿Qué está vivo?

1. El método dialéctico está ciertamente vivo. Al menos la versión del método dialéctico influida por La fenomenología del espíritu de Hegel, que ofrece un marco de orientación teórico plausible de las contradicciones sociales, así como de las consecuencias no intencionales de la acción humana.

2. La teoría de la alienación y la concepción de Marx de la vida buena están vivas. Al enfatizar el ideal de la autorrealización del hombre (individualismo ético), Marx quiso marcar distancia tanto frente a cualquier concepción que se centre en la autorrealización de la humanidad (en abstracto), como frente aquella que pone el énfasis de la buena vida en el consumo pasivo. La concepción de la vida buena de Marx es de impronta aristotélica, es decir, una vida donde los hombres hacen realidad sus capacidades específicas, sus potencialidades creativas.

La teoría de la autorrealización de Marx es una buena guía --apropiadamente restringida y modificada--, para reorganizar la reforma industrial y el cambio económico y social a gran escala.

3. La teoría de la explotación y, correlativamente, la concepción de la justicia distributiva de Marx están vivas. Si bien la explotación no es un concepto moral fundamental, sí tiene una función heurística y descriptiva en cualquier caso de análisis real de la injusticia social. La teoría de la explotación de Marx ofrece una sólida guía sobre lo que está bien y mal en un gran número de casos. Estos casos surgen cuando los individuos realizan más trabajo del necesario para producir las mercancías que consumen, por cualquiera de las razones siguientes: coerción física, coerción económica o necesidad económica. El principio subyacente de la justicia distributiva es: ‘A cada cual según su contribución’, principio que admite excepciones que sólo pueden justificarse por necesidades especiales. Aunque Marx no formula claramente ni el principio de contribución ni el principio por el cual las necesidades justifican las excepciones del mismo, sí son útiles como primeras aproximaciones.

4. La teoría del cambio técnico de Marx está definitivamente viva. Algunos de los capítulos más interesantes y vigorosos de El capital, I, son justamente aquellos en los que Marx examina la relación entre tecnología, beneficio, poder y derechos de propiedad en el nivel de la empresa.

5. La teoría de Marx de la conciencia de clase, la lucha de clases y la política está viva. En un nivel, se reconoce generalmente que la teoría de clases no ofrece una repuesta completa a la pregunta cómo las clases y los individuos que las forman desean vincular su destino a un nuevo ordenamiento social. Esta teoría fracasa en construir los microfundamentos de la teoría de las fuerzas productivas y las relaciones de producción.


En otro nivel, Marx pensaba que su teoría de las clases explicaba las condiciones bajo las cuales los miembros de una clase podrían convertirse en actores colectivos en el seno de los conflictos sociales. Hizo aportaciones originales sobre la naturaleza del conflicto de clase, de la cooperación de clase y de las coaliciones de clase. También subrayó, entre otras cosas, el aislamiento espacial, las altas tasas de movilidad y la heterogeneidad cultural como obstáculos a la conciencia de clase. Hoy en día acentuaríamos que la lucha de clases también está oscurecida por la presencia de otros conflictos de naturaleza independiente: los sentimientos religiosos, raciales y nacionalistas. No hay duda de que la clase es una fuente importante de conflicto social, pero no es el único elemento o el dominante.Finalmente, Marx quería que la teoría de clases ofreciera una explicación de los fenómenos políticos y, en particular, del comportamiento del Estado en las sociedades capitalistas. La versión más conocida de la teoría sostiene que el ‘Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes [de la clase capitalista]’ está históricamente refutada. Ante este hecho, el mismo Marx propuso una ‘teoría de la abdicación del Estado, según la cual el Estado se permite alguna autonomía, pero sólo porque ello conviene a los intereses de los capitalistas’. Una mirada más estrecha a los escritos históricos de Marx --a diferencia de sus escritos más teóricos, por ejemplo, su teoría de la historia--, demostraría que la autonomía del Estado moderno es una piedra de toque. Esta tensión en Marx podría atribuirse a su insuficiente comprensión de la naturaleza estratégica de la política y del hecho de que un sistema político puede asignar cuotas de poder que no corresponden a los recursos políticos de los actores. Sin embargo, estas deficiencias no deberían oscurecer la intuición básica de Marx de que el Estado depende estructuralmente de la clase capitalista, simplemente porque el propio interés del Estado, desde un punto de vista pragmático, le obliga a tomar en cuenta el interés de esa clase.

6. La teoría de la ideología no está particularmente sana ni viva, pero podría ser resucitada. De entre todas las teorías de Marx, ésta es la que ha caído en mayor descrédito debido a los procedimientos arbitrarios adoptados. El primer paso para remediar la situación sería recurrir a la psicología cognitiva y su conocimiento acumulado sobre los procesos motivacionales y cognitivos que distorsionan la formación de las creencias. Aquí podría darse una influencia mutua con la sociología del conocimiento de tradición marxista que podría sugerir algunas hipótesis específicas con vistas a su comprobación mediante procedimientos experimentales rigurosos. La tarea inmediata es el reconocimiento de que la teoría de la ideología debe contar con microfundamentos si quiere superar su estado actual: anecdótico, conspirativo, funcionalista y mágico.En el inicio del siglo XXI, la vitalidad del pensamiento de Marx hace patente que está vivo; vitalidad que nos invita a releerlo no sólo crítica, sino creativamente.


Alfredo Lucero-Montaño

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