Pierre-François Moreau
Los
Principios de la filosofía de René
Descartes, demostrados geométricamente por B. de Spinoza, son fruto, como
ya hemos dicho, de las lecciones impartidas a Casearius. Las razones por las
que son publicados son las mismas que las razones por las que el curso ha sido
dictado. Antes que exponer su propia doctrina, Spinoza prefiere explicar la de
Descartes. Esto implica que, entre las diferentes filosofía existentes, la de
Descarte posee cierta superioridad –puede abrirse con ella el combate contra
las ideas falsas--. Implica también que Spinoza no se considera a sí mismo un
cartesiano, y que reivindica, al menos en el libro, esta diferencia, pues le ha
pedido a Lodewijk Meyer que así lo escriba en el prefacio: ‘’Que no se crea,
pues, que el autor da a conocer aquí sus propias ideas, o incluso ideas que
gocen de su aprobación. Si juzga que algunas son verdaderas, y si reconoce
haber añadido algunas de su propia cosecha, se ha topado, sin embargo, con
muchas otras que rechaza como falsas, y a las que opone una convicción
profundamente diferente’’. Por ejemplo, la distinción entre entendimiento y
voluntad y, más aún, la idea cartesiana según la cual existirían ‘’ciertas
cosas por encima de la humana comprensión’’. Todo puede ser comprendido y
explicado con tal de que se halle la vía para dirigir el entendimiento. Esta
vía no es la del cartesianismo [7].
En
cuanto a los Pensamientos metafísicos,
de difícil datación, en ellos se organiza, siguiendo los ejes de la filosofía
[escolástica] (una primera parte consagrada a la metafísica general –teoría del ser y
de sus afecciones, los trascendentales--, y una segunda parte que trata de la
metafísica especial: Dios y sus atributos, el alma humana), un camino a través
del léxico tradicional y cartesiano para transformar poco a poco las nociones y
acercarse a lo que se convertirá en el juego semántico spinoziano. Volvemos a
encontrar aquí la tesis de la relatividad de mal y bien, la crítica de las
formas sustanciales, de los accidentes reales, de los entes de razón. Pero no
nos topamos con la unicidad de la sustancia (aun cuando la simplicidad de Dios
sea afirmada): se dan al menos dos sustancias, el pensamiento y la extensión;
el término ‘’atributo’’, por el contrario, designa lo que la teología
tradicional entiende por él (bueno, creador, etc.,), delimitando muy
cuidadosamente su realidad. Por lo que hace al alma humana, es eterna, pues es
una sustancia.
En
suma, mientras que el Breve tratado
está instalado en el dominio propio de la ‘’metafísica especial’’ –como hacía
Descartes en la dedicatoria de las Meditaciones:
asignaba dos objetos a los studia
metphysica, Dios y el alma--, en los Cogitata
se añade la parte general, esa que la metafísica calvinista está elaborando
bajo el nombre de ontología. En la Ética
será retomado el esquema del Breve
tratado, pero para hacerlo estallar: en sus tres partes, y luego cinco, se
trata de Dios y del alma humana, pero no son ya reductibles al marco, ahora
demasiado estrecho, de la metafísica escolar.
Moreau, Pierre-François. "La obra", en Spinoza y
el spinozismo, trad. Pedro Lomba, Escolar y Mayo, Madrid, 2013, pp. 72-73.
Notas
7.
Sobre la física de los Principia,
véase el estudio de André Lécrivain aparecido en los dos primeros números de
los Cahiers Spinoza (1977 y 1978).
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