Johann Wolfgang Goethe
El concepto de
existencia (Dasein) y el
de perfección son uno y el mismo; cuando seguimos este concepto tan lejos como
nos es posible, decimos que pensamos el infinito.
Pero lo
infinito o la existencia (Existenz)
plena no pueden ser pensados por nosotros.
Sólo podemos
pensar cosas que o bien son limitadas, o bien a las que nuestra alma se limita.
Tenemos un concepto de infinito cuando podemos pensar que tiene una existencia
(Existenz) plena, que se
halla fuera del poder de concebir que tiene un espíritu limitado.
No puede
decirse que el infinito tiene partes.
Todas las
existencias (Existenzen) limitadas no son partes de lo infinito; más
bien toman parte en lo infinito.
No podemos
pensar que algo limitado existe por sí mismo, y sin embargo todo existe, en efecto,
por sí mismo, incluso si las circunstancias están encadenadas de tal modo que
una debe desarrollarse a partir de la otra, y entonces parece que una cosa es
producida por otra, lo que no es el caso; antes bien, un ser vivo le
proporciona a otro la ocasión de ser y la necesidad de existir en una situación
determinada.
Cada cosa
existente (existierende Ding)
tiene también su existencia (Dasein) en sí misma, así como la
concordancia según la cual existe.
La medida de
una cosa es una acción tosca que no puede ser aplicada en los cuerpos vivos sino
de manera muy imperfecta.
Una cosa viva
existente no puede ser medida por algo exterior a ella misma sino que, si ello debe
suceder, la cosa tiene que proporcionarse su propio parámetro, el cual, sin
embargo, es extremadamente espiritual y no puede ser hallado por medio de los
sentidos. En el círculo mismo la medida del diámetro no se deja aplicar en el perímetro.
Cuando se quiere medir al hombre mecánicamente, los pintores toman como unidad de
medida a la cabeza, en tanto que constituye la parte más noble, aunque esto no
pueda aplicarse sin una fragmentación de los restantes miembros en partes muy pequeñas
e inexpresables.
En cada ser
vivo se halla eso que denominamos partes, inseparables del todo, solamente en
el que y con el que pueden ser concebidas, y ni las partes pueden ser
aplicadas al todo como medida, ni el todo como medida a las partes. Y así,
según dijimos más arriba, un ser vivo limitado participa de la infinitud, o más
bien tiene en sí mismo algo de infinito, si es que no preterimos decir que no podemos
concebir completamente el concepto de existencia (Existenz) y de perfección del ser vivo
limitado, así como debernos declarar infinita a la inmensa totalidad en la que
todas las existencias (Existenzen)
son concebidas.
Percibimos una
enorme cantidad de cosas; nuestra alma es capaz de percibir muy variadas relaciones
entre ellas. Las almas que poseen una fuerza interna para expandirse, comienzan
por ordenar para volver más fácil el conocimiento, comienzan por unir y
relacionar para obtener placer.
Por tanto, es
necesario limitar en nuestra alma toda existencia (Existenz) y perfección, de modo tal
que se corresponda con nuestra naturaleza y nuestra manera de pensar y
de sentir; entonces podemos decir que concebimos o gozamos una cosa.
El alma
percibe en cierto modo una relación en germen, cuya armonía, si estuviese
totalmente desarrollada, no podría ser contemplada o percibida de una sola vez,
de manera que llamamos sublime a esa impresión, y es lo más magnífico en lo que
un alma humana puede tomar parte.
Cuando
divisamos una relación que puede ser concebida o contemplada por la medida de nuestra
alma en su despliegue completo, entonces llamamos grande a esa impresión.
Hemos dicho
arriba que todas las cosas vivas existentes tienen su relación en sí mismas;
por consiguiente llamamos verdadera a la impresión que esas cosas nos producen,
sea aisladamente o junto con otras cosas; cuando esa impresión surge de su
existencia (Dasein) plena, y cuando esa existencia (Dasein)
está en parte limitada a un cierto modo de forma que podemos concebirla con
facilidad, y se halla en una cierta relación con nuestra naturaleza de manera
que podemos comprenderla con placer, llamamos bello a ese objeto.
Lo mismo
sucede cuando los hombres han formado, según sus capacidades, un todo –tan rico
o tan pobre como se quiera-- a partir de la conexión de las cosas, y de
este modo han cerrado un círculo. Ellos tomarán lo que piensan más cómodamente,
aquello donde pueden encontrar un placer, como lo más certero y lo más seguro; y la
mayoría de las veces se advierte que observan con una compasión satisfecha a
quienes no se tranquilizan tan fácilmente y ambicionan buscar y conocer
más relaciones entre las cosas divinas y humanas; y en cada ocasión dejan notar
con obstinada modestia que han hallado una seguridad en la verdad, que estaría
por encima de cualquier prueba y entendimiento. No pueden dejar de elogiar su
envidiable calma y alegría interiores, ni de insinuar a quienquiera que
sea esa felicidad como la meta última. Pero como no están en condiciones de
revelar con claridad por medio de qué camino se alcanza esa convicción ni cuál
sería su fundamento propio sino que simplemente hablan de la certeza como
certeza, entonces quien está ávido de aprender encuentra muy poco consuelo junto
a ellos, en cuanto siempre debe oír que el ánimo debería llegar a ser cada vez
más simple, que es necesario concentrarse sólo en un punto, liberarse de todas
las variedades de relaciones confusas, y también que sólo, por tanto, podría encontrar
de manera más segura su felicidad en una situación que sería un presente libre y
un don particular de Dios.
Ahora, no
podríamos llamar don a nuestra forma de pensar esa limitación, pues, una
carencia no puede ser pensada como un don; más bien querríamos verla como una
gracia.de la naturaleza, la cual, puesto que la mayoría de las veces el hombre
sólo está en condiciones de alcanzar conceptos incompletos, lo ha provisto de
ella con una tai satisfacción de su estrechez.
Goethe, Johann
Wolfgang. ‘’Estudio sobre Spinoza’’, en Carlos Astrada [et al.], Goethe y el panteísmo spinoziano. Estudio sobre Spinoza, trad. Diego Tatián, Brujas, Córdoba, 2011, pp. 46-51.
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