Lila María Feldman*
En las páginas leídas
en las páginas vírgenes
en la piedra la sangre y las cenizas
escribo tu nombre…
Libertad, Paul Eluard
En lo inestable tiene el futuro más posibilidades que en lo
estable…
El hombre sin
atributos, Robert Musil
Si un modo posible de definir lo neoliberal es en
términos de la desposesión subjetiva que implica y produce, intentaré en este
texto dimensionar, precisar algunos aspectos de esa inconmensurable desposesión.
En el horizonte, las preguntas respecto de los movimientos feministas, esa
revolucionaria fuerza política que es hoy y seguirá siendo, capacidad, potencia
de apropiaciones, reapropiaciones, territorio transversal, heterogéneo, espacio
que barre con nuestra vieja idea de frontera y patria (de hecho, lo neoliberal
es movimiento asimismo transnacional) donde se disputan, conquistan y
reformulan derechos, rompiendo, recreando e inventando una subjetividad no
gobernable. Sobre todo: no pastoralmente gobernable.
De la mano de los movimientos plebeyos, en verdad
movimiento popular por excelencia, el feminismo es revolución, revuelta
prefiero decir, frente a la “revolución secreta del neoliberalismo” (Wendy
Brown), o su “contra-revolución” neoliberal, según Diego Sztulwark.
El feminismo supo hacer pie, y cómo, allí donde
los “populismos” retrocedieron, pese a los tantísimos aciertos y logros.
Sabemos que las ideas y creencias se sostienen y nos sostienen, en función de
los afectos que movilizan.
Me interesa trazar aportes a estas discusiones,
desde la idea de libertad. ¿Qué nos hace libres? ¿Qué hace el neoliberalismo
con la libertad? ¿Y el feminismo? ¿Cuáles son los puntos de encuentro entre
fuerza democratizadora y libertad? ¿Alcanzan las políticas democratizadoras, en
sí mismas, para construir libertad?
Parto de la necesidad de diferenciar al populismo de lo plebeyo, precisamente porque en cada uno de ellos hay formas bien diferenciadas de encarnar libertad, y subjetivar. Si la pregunta que tanto nos viene movilizando es cómo llegamos a esto, y no queremos quedar sumergidos en el “dispositivo de la derrota”, hará falta trazar recorridos que recuperen capacidad o potencia de pensar: el mejor modo de sustraernos del modo de vida neoliberal, con su enorme maquinaria capaz de encarnar una paradoja: construir el culto a las posesiones, a la vez que la cultura de la desposesión material, afectiva y pensante, tanto en las vidas singulares como en los espacios colectivos. Desposesión en un doble sentido. Es desposesión “objetiva” (expropiación de tierra, baja salarial, violencia sobre el cuerpo de las mujeres y niños, etc.), sobre la que se instituye una desposesión “subjetiva” (compulsión al goce, asunción de une misme como empresa-marca, reducción del sujeto a consumo etc.).
Wendy Brown sitúa lúcidamente estos procesos en su
libro El pueblo sin atributos,
leyendo a Foucault. Señala que bajo la “racionalidad neoliberal” el gobierno se
transmuta en gobernanza y administración, configurando todos los aspectos de la
existencia en términos económicos. Una “antipolítica”, se torna un
gerenciamiento que apunta a instituir las “mejores prácticas”, anulando los
devenires históricos e instalándose como racionalidad, orden normativizante. La
razón neoliberal configura el alma y la ciudad como empresas contemporáneas y
no como entidades políticas.
El deseo humano, así como las necesidades más
elementales, se redefinen de acuerdo a su capacidad de ser escenarios de
“empresas rentables”.
Spinoza dice: “Nosotros no nos esforzamos,
queremos, apetecemos ni deseamos algo porque juzgamos que es bueno, sino por el
contrario, juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo
queremos, apetecemos y deseamos”.
Lo neoliberal propone un modo de desear, y hace de
lo rentable el paradigma de lo bueno, reconfigurando así las coordenadas y
metas para los deseos.
Desigualdad intensificada, mercantilización y
comercio insensibles, creciente influjo corporativo en el gobierno, caos e
inestabilidad económica: son todas consecuencias de las políticas neoliberales.
El neoliberalismo ataca los principios, las prácticas, las culturas, los
sujetos y las instituciones de la democracia entendida como el gobierno del
pueblo. ¿Por qué añorarían los sujetos y las subjetividades “desdemocratizadas”
este régimen político?
Lo neoliberal, entonces, expresa la permanente y
creciente transformación del sujeto en actor del mercado, y con ello la
destrucción de la idea de ciudadanía: inversionista, productor, consumidor,
cliente, formas en las que el sujeto se espeja y es. El objetivo es mejorar el
valor (económico) futuro de uno mismo, particularmente en las redes sociales.
Somos capital humano individual y social.
Se economizan los derechos, y se ataca y degrada a
lo colectivo como fuerza política. Es en este sentido, también, que los
feminismos son el movimiento político más contundente, por ahora, capaz de
“deconstruir” el andamiaje neoliberal, esqueleto de la subjetividad que lleva
al capital económico y al dios mercado a su máxima expresión. Movimiento,
insisto, que se inscribe en una historia de luchas, y que podría restituir a la
subjetividad su valor de potencia, ya no capital económico y bien de
circulación dentro del mercado. Los feminismos construyen otras subjetividades,
otros vínculos y circulaciones. El homo
politicus fue siempre de modo expreso masculino. El neoliberalismo
intensifica de modo fundamental la subordinación de género teórica y
políticamente invisible.
Feminismo mediante volvemos a hablar de derechos.
Hablamos aún más, de derechos. Nos sensibilizamos cada vez más, ponemos más el
cuerpo, habitamos más las calles, convergen mundos heterogéneos en encuentros,
colectivos, lenguajes, mundos sensibles. Cambian las palabras, hay nuevo
lenguaje. En “La lengua revuelta” sostengo que una palabra es nueva y
necesaria, es revuelta del lenguaje, cuando permite visibilizar alguna
opresión. En ese sentido, es fuerza contraria al lenguaje que lo neoliberal
impone y reproduce, legitimando su poder.
Judith Butler proponía, días atrás, hablar de un
nuevo modo de acumulación, que el feminismo, particularmente los feminismos
populares, fundan: “acumulación de fuerza”. La acumulación de capital se
desmorona como causa última. La acumulación de fuerza es capacidad de resistir,
sensibilizar, visibilizar y oponerse a los antagonismos que el poder ordena.
Más adelante retomaré estas cuestiones para proponer e incorporar un otro
término: el de medida. Medida humana. Pero antes de eso, intentaré abordar la
pregunta acerca de la “libertad neoliberal”.
La
libertad neoliberal
La libertad para lo neoliberal es un bien regulado desde la lógica de la
desigualdad (se instituye la desigualdad como forma naturalizada de administración
y distribución de derechos y libertades). La libertad se vuelve más bien
sinónimo de “interés”. Tener libertad es la capacidad de cuidar, privilegiar,
los propios intereses. La revolución neoliberal ocurre en nombre de la libertad
(mercados, países, hombres libres) pero destruye su fundamento en la soberanía
tanto en los Estados como en los sujetos. Los sujetos, emancipados de todas las
preocupaciones por lo público, lo social, lo colectivo, lo político, se
insertan en las normas e imperativos de la conducta del mercado y se integran
en sus propósitos.
Es el imperio de la “nuda vida” (Aristóteles y
Hannah Arendt) y la vida confinada a la necesidad (Marx).
El neoliberalismo instituye política de la
austeridad, que inviste fuertemente la figura del sacrificio (máxima de una
libertad servil).
Foucault, refiere Brown, está intrigado por esa
libertad que el liberalismo y el neoliberalismo prometen. Asistimos a la
reconstrucción neoliberal del sujeto como capital humano. Los sujetos se
convierten en capital para ellos mismos y capital para otros, la base del
individuo soberano se desvanece y el significado de la ciudadanía política se
encoge. El homo economicus como
empresario de sí mismo. Si desea prosperar debe aliarse a los intereses del
mercado.
La libertad neoliberal es libertad mercantilizada,
y banalizada. Se es libre de acuerdo a la capacidad de desarrollar voluntad y
eficacia para someterse exitosamente a la ley del mercado. Mercado como espacio
de “veridicción” (Foucault). El mercado es en sí mismo verdadero y representa
la forma verdadera de toda actividad.
La libertad en nombre del sacrificio (otra
paradoja), sacrificio que conjuga lo sagrado y lo profano, en nombre de la
economía como valor supremo.
En el triunfante “fin de la historia” de
Occidente, la mayoría ha dejado de creer en la capacidad humana para crear y
mantener mundos que sean compasivos, libres, y sobre todo que estén de modo
modesto bajo el control humano. Semejante pérdida de convicción en la capacidad
humana para crear y guiar su existencia es el sentido más profundo y devastador
en que la modernidad ha “terminado”. La perversa teología del neoliberalismo
descansa sobre esta tierra de creencias arrasadas de lo moderno. Al conferir a
los mercados todo el poder para dar forma al futuro, se consagra el “no hay
alternativa”. La solución es arribar a mercados más perfectos, en los cuales el
Estado intervenga lo menos posible, muy por fuera de la idea de una política
colectiva de la existencia.
Movimientos plebeyos, populismo, y libertad.
Bove lee a Spinoza y recorre la siguiente pregunta: ¿Por qué luchan los
hombres por su servidumbre como si se tratara de su salvación, como si ella
fuera la salvación? Pregunta de dolorosa vigencia hoy. La servidumbre ha sido y es objeto paradójico
del deseo.
De qué maneras el deseo de vida se transforma en el deseo de opresión?
¿Por qué los hombres aceptan tan bien los prejuicios, por qué pueden desear lo
que los destruye? A veces hasta luchar y morir por ellos. ¿De qué modo se puede
desear la servidumbre, en qué condiciones la servidumbre puede volverse el modo
de afirmar la vida? ¿De qué maneras la servidumbre puede ser significada como
liberación? Su perversión es la construcción de esa ficción. Sabemos que en
ocasiones los hombres prefieren el orden a la confusión, al precio de la
ceguera. Pseudo libertad, hecha de pasividad y dependencia, y la promesa
(también economicista) de distribución y reparto de premios y castigos, de
cielo e infierno, según los grados de sumisión y sacrificio.
Silvia Bleichmar, psicoanalista argentina, ha
mostrado que auto conservación y auto preservación son tareas que pueden
coincidir o no para el sujeto, a veces incluso entran en confrontación, en
determinadas condiciones una puede poner en peligro a la otra, planteando exigencias
y renuncias desmesuradas. Por su parte, Piera Aulagnier sostiene que la causalidad
es una necesidad indispensable para el funcionamiento y la vida psíquica, lo
ubica como un “principio básico” para el psiquismo. ¿En qué condiciones,
podemos preservar esa exigencia de sentido? ¿Nuestras creencias se sostienen en
un orden de causalidad demostrada, o interpretada?
La ética (no una esencia, ni una trascendencia, de la ética podemos
decir: camino, mapa, horizonte. Es un trabajo y un recorrido) para Spinoza es
el camino que permite desmontar al sujeto de la obediencia (religiosa y
política). La ética, “es la capacidad de crear un mapa existencial en medio de
una tormenta” (Diego Sztulwark). Ese
camino, de democratización, es necesariamente colectivo: implica componerse en
encuentros con otros, en multitud, revisar nuestras servidumbres, preguntarnos
por las causas, pasar de la pasividad a la actividad: recuperar, desarrollar
potencia de actuar y pensar. Es decir: democratizar tiene potencia libertaria
sólo en la medida que sea capaz de revisar, visibilizar, iluminar, desmontar,
lo más posible, las servidumbres o vasallajes.
El poder religioso y el poder político se encargarán de explotar a su servicio esa autosumisión y ese “auto envenenamiento” del deseo.
¿Cómo retorna lo expulsado-reprimido por la
empresa neoliberal? ¿De qué maneras retorna el sujeto político? Aún
permanece en la relación del sujeto consigo mismo, y con les otres, cada vez
que ensaya interrogaciones y problematizaciones, por fuera de la lógica
costo-beneficio.
Retorna en sueño y síntoma, en las divergencias y
disidencias, retorna en la calle y en los movimientos plebeyos que la agitan.
¿Qué es lo que pudo, en ese sentido, el kirchnerismo?
¿Hasta dónde, y qué es lo que no? ¿Cuánto ha sido capaz de constituir y
reconstituir una subjetividad política? Sin dudas lo ha hecho, post 2001, sin
embargo, ¿en qué medida esas luchas pudieron y podrán avanzar e ir más allá,
desprenderse de un único liderazgo político?
La voluntad de inclusión, sostiene Diego
Sztulwark, fue un fenómeno ambivalente, de participación popular de inspiración
compensatoria que pretendió reparar la exclusión y denunciar poderes
corporativos, sobre la base de la extender la ampliación del consumo y de derechos.
En este sentido, también, podemos revisar
alcances, conquistas, pero también los límites de las políticas llamadas
“populistas”, así como problematizar el sesgo peyorativo que ha tomado la
deriva significante de esa palabra (que ha servido a lo largo de la historia
para referirse a movimientos políticos diferentes y hasta antagónicos. Dice
Ezequiel Adamovsky: “‘Populista’ se ha vuelto una especie de acusación banal
que se lanza simplemente para desacreditar a cualquier cosa o adversario,
buscando asociarlo así con algo ilegal, corrupto, autoritario, demagógico,
vulgar o peligroso… En otras palabras, ‘populismo’ nos invita a cerrar filas
alrededor de la democracia liberal (es decir, una democracia de alcances
limitados tal como gusta a los liberales) para combatir a un solo monstruo
compuesto por todo lo demás, en cuyo cuerpo indiscernible conviven neonazis,
keynesianos, caudillos latinoamericanos, socialistas, charlatanes,
anticapitalistas, corruptos, nacionalistas y cualquier otra cosa sospechosa”.
En este sentido, el populismo como concepto para entender la realidad, se ha
extinguido. Por lo menos, es un significante particularmente complejo. Más que visibilizar una opresión, diría yo,
trabaja para componer con más fuerza al “enemigo”, y perpetuar el poder
neoliberal. Es palabra capturada por y para dicho poder. En esos términos, los
movimientos democratizadores y populares pierden potencia.
Lo plebeyo es potencia insumisa de lo colectivo, y
de lo popular, retorna en sueño y síntoma: formaciones por empezar
improductivas según lo que el orden rector del mercado impone. Es lo que
resiste a ser incluido --capturado desde el poder.
Es desde una externidad al poder que hay
subjetividad política plebeya (divergente, no adaptada o normativizada, no
moralizante), articulada a un deseo no neoliberal, a un deseo de lucha. El
populismo, desde los planteos revolucionarios de Cooke, que Sztulwark retoma,
no propone más que regulaciones de la lucha de clases en busca de cierta
homeostasis, articulación de demandas antagónicas, no deja de ser liderazgo
conservador, pasivizante, un modo particular de ejercicio de dominación. Para
Cooke (dirigente del peronismo revolucionario que instaló discusiones al
interior del movimiento peronista) la política capaz de producir verdaderas
transformaciones y desmontaje de dominación requería como condición la
radicalización del movimiento obrero. “El cookismo es una manera de leer la
lucha de clases en la Argentina aprendiendo a distinguir plebeyismo de
populismo”. Sigue diciendo Diego Sztulwark:
“Desde el punto de vista histórico, los plebeyos son los esclavos
libertos romanos, aquellos que estaban excluidos de los derechos públicos,
privados de estatus político, carentes de títulos públicos de propiedad”. Lo
plebeyo, entonces, es lo que ni la subjetividad neoliberal ni la subjetividad
que los populismos construyen y capturan. Lo plebeyo, agrego yo, alude a la
posibilidad de pasar de la exclusión a la rebelión. Un más allá de la
inclusión. Subjetividad des-colonizada, creación de un afuera, un exterior a lo
neoliberal, y un más allá de lo populista. Es
la.potencia del pueblo que busca, no tanto ser incluido en la agenda del poder,
sino rebelarse en función de su propia “agenda”.
Lo plebeyo, hoy, se asocia --para mí-- a esa
palabra en la que vengo trabajando: revuelta.
Leo a Bove, que lee a Spinoza. Y entonces agrego:
recuperar potencia es posibilidad de pasar de la pasividad a la actividad. Perseverar: no es reforzar el statu quo, sino
ser capaz/capaces de revueltas. “Perseverar” no es conservador, convoca a más
composiciones (en une misme y con les otres). Afirmación de la existencia: ser
capaz de trazar estrategia y resistencia.
Subjetividad no neoliberal ni populista es ser,
seguir siendo, capaces de revueltas: visibilizar y enfrentar la opresión.
Lo plebeyo hoy, para mí, vive fuertemente en los feminismos:
conflictivo, heterogéneo, pulsa, crece, y es pensamiento que pone el cuerpo, es
cuerpo -singular y colectivo- que enhebra sensibilidad, pensamiento y lenguaje,
libertad y sueño. Instala un horizonte político en las calles, en las
prácticas, los vínculos, las instituciones. Instala las cuestiones de género
como formas de discutir relaciones de poder, en las que las jerarquías definen
derechos, enfrentando los disciplinamientos moralizantes, culturales, policiales,
económicos y religiosos. Por eso hoy los feminismos logran constituirse en
prácticas y discursos disidentes a lo neoliberal. La vanguardia la toma la
calle, más que una agenda partidaria.
Narrativas. Temporalidad y proyecto político
La narrativa de los feminismos enlaza deseo, proyecto e historia.
Pasado, presente y futuro restablecen la condición temporal que lo colectivo
porta, recupera y relanza. Es gracias a esa condición narrativa que hay
proyecto político vivo, capaz de enfrentar la estructura vacía y destructiva de
narrativas que constituye a lo neoliberal. Lo neoliberal se caracteriza por ser
discurso en el que la historia, el relato, la narración, lo poético, están
ausentes. El homo economicus también
es el sujeto vaciado de narración y de sueños, consumidos por el anhelo
insatisfecho por definición, que el consumo reproduce y perpetúa, como un
slogan, pura inmediatez. Donde lo
neoliberal es puro slogan e inmediatez, el sueño debe advenir, restituyendo al
sujeto su potencia narrativa y temporal.
En este sentido, lo plebeyo también puede distinguirse por su capacidad
colectiva de elaboración de proyecto e historia. Los feminismos tejen sus
propias narrativas, transforman el lenguaje, y crean un lugar donde lo
heterogéneo construye, incluso ligando distintas generaciones, redefiniendo
herencias, hermandades y filiaciones.
Lo neoliberal barre con la historia, con lo
colectivo y sus potencias soñantes. “Fin de la historia”, no es cualquier
frase, Fukuyama le dio verdad y síntesis al logro máximo de la desposesión
neoliberal, su máxima desposesión y verdadera desgracia, porque: ¿cuál es la
esperanza de un sujeto desprovisto de su historia y su memoria?
La aventura psicoanalítica, en este sentido
proyecto político del sujeto, devuelve, restituye el lugar central que las
narraciones ocupan en la constitución psíquica y en la vida de un sujeto. En su
lectura del síntoma, en su lectura del sueño, del juego en la clínica con
niños, en el planteo de la transferencia como clave y sostén del encuentro analítico,
la aventura psicoanalítica es propuesta de una particular lectura y narración.
Las aventuras políticas son potencia colectiva y
plebeya también. ¿Y los denominados populismos? También tienen en ellos
centralidad las narrativas (un libro sí que lo demuestra, y como, en estos
mismos días). Sin embargo, un cuestionamiento posible pasa por el lugar
protagónico que podrá encarnar o no allí lo colectivo, para que esa narrativa
sea capaz de trascender a un líder, no nacer y morir en un liderazgo. Que un proyecto
político anude historia y futuro no es magia, pero sí es sueño. Sueño de mayor
alcance y proyección a futuro si su soporte es lo colectivo y lo plebeyo, más
que la potencia de un único liderazgo, garante único de la salvación.
Un sujeto sueña (el sueño es la actividad psíquica
primordial que construye una narración, y que le otorga a la narración un lugar
central, condición de la vida psíquica. ¿Habrán sido los sueños el germen de la
narración en la historia de cada sujeto singular, así como en la historia de la
humanidad?). A través del sueño se arma la trama de una narrativa personal y en
ella el revés, o la matriz afectiva y de lenguaje de una vida. El
psicoanálisis, antes aún la literatura, la filosofía y otros saberes, afirma
que allí hay un sitio de memoria, de deseo, y de verdad.
Los colectivos también sueñan, necesitan soñar si
quieren construirse como proyectos políticos. “Empoderarse”, es también
re-situarse como protagonistas de una propia narrativa. Cualquier proyecto de
dominación sabe perfectamente que debe arrasar con ello. Y el neoliberalismo,
lo he dicho ya en otro lugar, no pudo aún controlar y penetrar los sueños,
bastión de la vida psíquica y de la vida política de los pueblos.
Tiempo de revueltas. Feminismos y libertad.
¿Qué es capaz de hacer el feminismo, más allá de lo patriarcal, con la
desigualdad? ¿Será capaz de extender e irradiar sensibilidad y deseo de lucha
hacia otras zonas donde también prima la desigualdad, la desposesión y la
ausencia de derechos y libertades? Hay quienes participan y se incluyen en las
luchas feministas y su sensibilidad crítica y desnaturalizadora, y sin embargo
no llegan a cuestionar aún otros campos que nos comprometen e interpelan cuando
participamos y/o consentimos con mundos que perpetúan y reproducen exclusión,
disciplinamiento y desigualdad. ¿Pueden coexistir sin entrar en conflicto ambos
aspectos en un mismo sujeto? Zonas de sensibilización junto a zonas de total
insensibilidad…
Hay luchas y conflictos de hecho también al
interior del complejo movimiento feminista, cuyo núcleo irrenunciable para
muchos de nosotros es la lucha contra las violencias, en favor de les más
vulnerables, y la capacidad de poner en cuestión los fundamentos mismos del
Estado, no sólo sus promesas. Destituir la desigualdad y la opresión, ampliar
el campo de los Derechos, no viene dado, ni siquiera dentro de los feminismos,
pero es movimiento ya iniciado, inconcluso pero vivo e imparable. Es movimiento
que viene logrando instalar problematizaciones que amplían y crean un mayor
mundo de “posibles” en el territorio de la vida política (la lucha por la
despenalización del aborto y todos los derechos y libertades que ello propone;
la separación Iglesia y Estado, y todos los derechos y libertades que ello
propone, son algunos ejemplos). Esa ampliación de posibles es sin dudas
potencia de lo plebeyo, júbilo emancipatorio al decir de Diana Kordon, y
empecinado, añado, no de lo “populista”, atado a los designios del poder, y en
clave paternalista, o materna, aún en nombre y en defensa de nuestro bien.
La imparable movilización afectiva que lo
colectivo-plebeyo genera, ese júbilo emancipatorio de la marea verde, no lo
encontramos hoy en ningún otro lugar. Y es, me parece, por el momento, el lugar
de mayor enfrentamiento al aplanamiento afectivo, y la sumisión, que el consumo
neoliberal activa y extiende.
Los sueños hacen del abismo medida humana
Esa fue la afirmación princeps
de Sueño, medida de todas las cosas.
Hoy la retomo para intentar pensar una forma alternativa a la idea de “capital”,
y cercana a la de “fuerza”. Los sueños colectivos, tejido subjetivante de la
trama social, condición de resistencia y revuelta, darán la medida de presente
y futuro, medida humana y subjetivante contra los abismos en los que lo humano
también precipita y amenaza a consolidar mundos donde rija la desigualdad, la
opresión y la indiferencia: una de las versiones de la crueldad (Ana Berezin).
Los sueños son en sí mismos bastión de vida no
neoliberal, creación de nuevos modos de vida. Lugar no territorializado por el
poder, según Paul Preciado. En ellos nadie ingresa a la fuerza, y resisten a
cuanto método de control, medición y manipulación se enfrenten. No son objetos
de consumo, ni sirven a ninguna propuesta de consumo. Territorio libertario por
excelencia, reservorio interminable de libertad.
Sueño: usina de futuro, capital de lo no
acumulable. “Inmaterial, nómade sustancia”, digo en un poema, que toca y
transforma nuestras vidas materiales.
Los sueños hacen del abismo medida humana… y son, o
serán, en tanto trabajo con nuestras determinaciones y circunstancias- nuestra
medida de libertad. Esa libertad que nadie nos otorga o nos concede, ni regala.
Libertad siempre a crear, ampliar, defender, conquistar. Y soñar.
*Psicoanalista y escritora
Bibliografía general
Adamovsky, Ezequiel. “De qué hablamos cuando hablamos de populismo?” Revista Anfibia, abril 2019.
Aulagnier, Piera. Los destinos del placer. Alienación, amor, pasión, Paidós, Buenos Aires,
1998.
Berezin, Ana. “Sobre la crueldad. La oscuridad en
los ojos”, Psicolibro Ediciones, Buenos Aires, 2010.
____ “La crueldad y la violencia en el gobierno
neoliberal”, Página 12, 23 de julio
de 2017.
Bleichmar, Silvia. La subjetividad en riesgo, Topía,
Buenos Aires, 2005.
Bove, Laurent. La
estrategia del conatus. Afirmación y resistencia en Spinoza, Cruce Casa
Editora, Buenos Aires, 2014.
Butler, Judith. Conferencia en la UNTREF, abril 2019.
Brown, Wendy. El
pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo,
Malpaso, Barcelona, 2016.
Feldman, Lila María. Sueño, medida de todas las cosas, Topía, Buenos Aires; 2018.
____ “El sueño es al futuro lo que el azogue al
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Aires, noviembre 2018.
____ “La lengua revuelta”, Página 12 (17 de enero de 2019), Lobo Suelto y Diario Digital
Femenino.
____ “El cuerpo revuelto”, Lobo Suelto (enero 2019).
____ “La revuelta en la cultura”, Lobo Suelto (marzo, 2019).
Spinoza, Baruch. Ética demostrada según el orden geométrico, Alianza, Madrid, 2016.
Sztulwark, Diego. “Resistencia”, “¿Es posible una
vida no fascista? y “¿Quién necesita una revolución?”, Lobo Suelto.
____ Apuntes del curso sobre la Ética de Spinoza, y notas tomadas de su
libro en preparación.
Sztulwark, Diego y Lang, Silvio. “¿Cómo el
macrismo organiza nuestros afectos?”, Lobo
Suelto.
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