Miriam van
Reijen
Dos
correspondencias
La
correspondencia hasta hoy conocida de Spinoza consiste de 88 cartas, publicadas
en Holanda en 1977. [1] La numeración de las cartas está basada en la edición
de Van Vloten/Land (1883), en que por primera vez publicaron las cartas (84) en
orden cronológico. [2] En la Opera posthuma y De nagelate schriften,
las cartas fueron publicadas por corresponsales. La correspondencia entre Henry
Oldenburg y Spinoza es la más amplia y prolongada. Son 17 cartas de Oldenburg a
Spinoza y 11 de Spinoza a Oldenburg y, por las referencias en algunas cartas,
se sabe que hubo más. La primera carta en todo el epistolario es de Oldenburg,
escrito el 16 ó 26 de agosto del año 1661, cuando Spinoza tenía poco de vivir
en Rijnsburg. La última carta de Oldenburg a Spinoza lleva la fecha de 11 de
febrero de 1676, un año antes de la muerte de Spinoza. Hubo intervalos cortos y
uno más largo, de diez años, en que no se escribieron. El intervalo grande se
efectuó después de la carta XXXIII, la respuesta de Oldenburg, a la carta XXXII
de Spinoza, de que se trata ese dossier.
Del total de
cartas, 62 están escritas en latín —entre ellas las de Oldenburg y Spinoza—,
conforme a la costumbre de los eruditos en este tiempo. Las otras 26 cartas
están escritas en holandés, entre ellas, las ocho que —cuatro cada uno— que
intercambiaron Spinoza y Willem van Blijenbergh, dentro de pocos meses, en
1665. Van Blijenbergh, un comerciante de granos en Dordrecht, que no sabía nada
del origen de Spinoza, le escribe en holandés. Spinoza le contesta de la misma
manera y suspira porque hubiera deseado escribirle en su lengua materna para
hacerse entender mejor. Van Blijenbergh, que no está enterado de cuál es esa
lengua materna (el portugués), le contesta en holandés, pero escribe que le
gustaría de acceder a la “solicitud” de Spinoza, siempre y cuando sea en
francés o latín. Spinoza ya no reacciona y sigue escribiendo en holandés; con
esto, se concluye el asunto. El 28 de abril de 1665, Henry Oldenburg escribe
“al ilustrísimo señor y queridísimo amigo” Baruch de Spinoza:
Me he alegrado muchísimo cuando supe, por la reciente carta del señor Serrarius,
que usted vive y está sano y que se acuerda de su Oldenburg pero, al mismo tiempo,
acusaba severamente a mi suerte (si es posible usar tal vocablo), porque me ha
privado durante tantos meses de ese agradabilísimo comercio epistolar que tenía
antes con usted. [3] Spinoza contesta pronto al “integérrimo amigo”: Me he
alegrado muchísimo al saber finalmente por usted mismo que goza de buena salud
y que su benevolencia para conmigo es la misma de siempre. Yo, por cierto,
todas las veces que se presentó la ocasión, no dejé nunca de pedir noticias de
usted y de su salud al señor Serrarius y a Christian Huygens. [4]
En el
intervalo corto de los “tantos meses” que a Oldenburg le hizo falta el contacto
con Spinoza, se efectuó la otra correspondencia, de van Blijenbergh con
Spinoza, es decir, del 12 de diciembre de 1664 hasta el 27 de marzo de 1665. En
estos tres meses no se encuentra otra carta de o a Spinoza. En el intervalo
entre la última carta de van Blijenbergh a Spinoza y la repuesta corta y
denegada de Spinoza, solamente se conoce la carta de Oldenburg a Spinoza y la
respuesta de él, en que se encuentran sus primeras frases citadas arriba, de
las cartas XXV y XXVI. Entonces, en esos meses en el año 1665 en que escribe
también la carta XXXII, la vida de Spinoza lleva la huella de la
correspondencia con esos dos hombres.
No se encuentra
en el epistolario de Spinoza ninguna carta en la que él comience una
correspondencia. Siempre la iniciativa pertenece al otro y Spinoza contesta.
Así pasó con Oldenburg y con Van Blijenbergh. A ambos sólo los encontró una vez
en persona.
Dos visitas a
Spinoza
Oldenburg,
doce años mayor que Spinoza, le escribe su primera carta después de una visita
a Spinoza en Rijnsburg, en el verano del año 1661. Van Blijenbergh, de la misma
edad que Spinoza, visitó Spinoza entre el 13 y 27 de marzo 1665 en Voorburg.
Como Oldenburg, quién en agosto de 1661 escribió su primera carta a Spinoza
después de su visita, también van Blijenbergh describe la impresión que su
visita le ha dado. Pero ¡que differencia! Oldenburg escribe:
Cuando lo visité recientemente en su retiro de Rijnsburg, me fue tan
penoso apartarme de su lado, que no bien estuve de regreso en Inglaterra he
tratado de ligarme nuevamente con usted cuanto fuera posible, al menos por el comercio
epistolar. Un conocimiento de las cosas esenciales, unido a la afabilidad y a
la belleza de las costumbres (con todo lo cual la Naturaleza y su propio
esfuerzo lo han provisto a usted muy abundantemente) poseen tal atractivo en sí
mismos que conquistan el amor de todos los hombres sinceros y de amplia
cultura. Por lo tanto, excelentísimo señor, estrechemos nuestras diestras como
prueba de amistad sincera y cultivémosla asiduamente con todo género de
atenciones y favores. [5]
Tres cartas de
Spinoza en que explicaba, aclaraba y contestaba decenas de preguntas, muchas
repetidas, de van Blijenbergh precedieron su visita. Van Blijenbergh, después
de tres cartas extensas con preguntas, objeciones y quejas, escribe
inmediatamente después de la visita la cuarta, que será la última, y esa carta
contiene las mismas preguntas y objeciones que las anteriores. Van Blijenbergh
escribe lo siguiente:
Cuando tuve el honor de visitarlo, la falta de tiempo no me permitió prolongar
esa visita, y mucho menos que la memoria conservara lo que tratamos en nuestros
coloquios; aunque tan pronto como me separé de usted juntara todas las fuerzas
de la memoria para retener el oído. Por tanto, al llegar al próximo lugar,
traté de confiar al papel sus opiniones, pero me di cuenta entonces de que, en
verdad, no había retenido ni siquiera una cuarta parte de lo tratado. De modo
que usted me disculpará, si lo molesto una vez más preguntándole solo acerca de
aquellos casos en que no he comprendido bien su opinión. [6]
Spinoza
postergó su respuesta y, después de más de dos meses, el 3 de junio de 1665,
pone punto final a la correspondencia con una nota corta y formal, pero clara
al “muy civilizado y muy estimado señor Wilem van Blijenbergh” y le pide “de la
manera más amable que desista de su pedido” de más explicación. Pero claro, la
primera carta de van Blijenbergh comenzó, al igual que la primera de Oldenburg,
alabando a Spinoza.
Dos amistades
Spinoza
todavía no había publicado nada de “su filosofía” en 1661, cuando le visitó
Oldenburg. Entre 1663 y 1664 solamente había descorrido un poco el velo. Lo
hizo por medio del prólogo de Lodewijk Meyer, de su primer libro Renati Des
Cartes Principia Philosophiae, explicitamente, y en el libro mismo,
escondido. Van Blijenbergh había leído ese libro, del que se había publicado
también una traducción en holandés. Pero las dos correspondencias comienzan con
la oferta de amistad a Spinoza. Oldenburg escribe, después de las frases ya
citadas arriba: “Considere usted verdaderamente como suyo lo que pueda
aprovechar de mis escasos dones. Pero de las dotes intelectuales que usted
posee, permítame reclamar para mí la parte que no pueda redundar en detrimento
suyo”. La carta termina así: “Mientras tanto, consérvese usted bueno y recuerde
mucho a su amigo que es con todo afecto y devoción suyo”. [7] Spinoza le contesta que “le parece que no es poco
orgullo de mi parte atreverme a entablar amistad con usted, sobre todo cuando
pienso que entre amigos todas las cosas, especialmente las espirituales, deben
ser comunes”. [8] Van Blijenbergh
escribe que
No a usted, sino más bien a otros me convendría hablarles de la suma solidez
que en él encontré y del placer que me produjo [...] es alguien que usted podrá
conocer más íntimamente con tal que le agrade vincularse mucho con él, para
abrir y casi perforar una salida a sus atascados pensamientos. [...] también se
presentaron algunas difíciles de digerir. [9]
Aquí me parece
notable que ya van Blijenbergh no pide una aclaración intelectual, sino —así
parece más y más claro en las cartas que siguen— una opinión que para él es más
“digerible”. Spinoza contesta aún con más entusiasmo y con un elogio en la
amistad:
...entre las cosas que no están en mi poder, nada estimo más que
entablar amistad con hombres que aman sinceramente la verdad: pues creo que entre
las cosas que no están en nuestro poder, nada absolutamente podemos amar en el
mundo con mayor tranquilidad que a tales hombres. Pues es tan imposible
destruir el amor que ellos recíprocamente se profesan, dado que se funda en el
amor que cada uno de ellos tiene por el conocimiento de la verdad, como no
abrazar la verdad misma una vez comprendida. [10]
Qué lastima
para Spinoza que van Blijenbergh en la carta siguiente confiesa que él tiene
dos reglas generales para trata de filosofar: la primera es el entendimiento
claro y distinto, pero la segunda es el verbo revelado de Dios y, cuando
chocan, pone este último por encima de la verdad racional. [11]
El tono en la
correspondencia con van Blijenbergh cambia con esa confesión. Ya en su
respuesta, Spinoza quiere poner fin a la correspondencia, porque le parece que
está molestando a van Blijenbergh con sus explicaciones y que tampoco tienen
alguna utilidad. Pero sigue y le aclara mejor los términos que utiliza. Pero
los reproches de van Blijenbergh vienen más y más, mientras que Spinoza siempre
explica de nuevo. Por el contrario, las cartas de Oldenburg siguen igualmente amables
y con respeto y animan a Spinoza a enviarle sus escritos, a no tener miedo de
publicarlos. Aunque Spinoza escribe abiertamente a ambos sobre sus opiniones,
también se pone más y más cuidadoso y menos exhaustivo en sus explicaciones. Ya
desde su segunda carta a van Blijenbergh, termina con una frase cuando se trata
del libro albedrío: “...y se agrega que yo sostengo una opinión contraria y
cómo la sostengo: lo que quizá indicaré a su debido tiempo. Pues ahora no tenga
esa intención”. [12] La carta
siguiente Spinoza la termina de forma aún más drástica e irónica: “La otra
cuestión que usted agregó al final de la carta, no la contestaré, porque en una
hora podríamos preguntar cien de la misma índole, sin llegar nunca a resolver
una sola, y porque usted mismo no tiene tanta urgencia por la repuesta”. [13] Spinoza se dio cuenta que van Blijenbergh solamente
tenía interés en convencer y convertirlo, como más tarde se puso de manifiesto
en sus dos libros impetuosos en contra del Tratado Teológico-Político (1674)
y la Ética (1682).
En la carta
XXXII a Oldenburg, escribe también a veces de una manera evasiva, por ejemplo,
después de dar su opinión de que no solamente el cuerpo humano es parte de la
naturaleza, sino también la mente humana: “Pero explicar y demostrar con
precisión todas estas cosas y las con ellas ligadas sería una tarea demasiado
amplia y no creo que usted espere esto de mí ahora”.
Se puede
preguntar de dónde vino el interés de Oldenburg con respecto a Spinoza y sus
trabajos. Como secretario del Royal Society, tenía interés en todo que pasaba
en el ambiente científico. Sin embargo, Spinoza era más filósofo que hombre de ciencia.
Tenía contacto con Huygens, pero no mucho. Nunca se comunicaba directamente con
Boyle. Oldenburg le preguntó alguna vez algo o le pidió una información, pero
tampoco es mucho ni parece muy importante. Una vez le escribió sobre “problemas
que le molestan”, pero no explica cuales son. Hay un tema un poco extraño que
ocupa a Oldenburg: el milenarismo. ¿Será que pensaba que Spinoza como judío
“convertido” podría ser útil en este movimiento? Vuelvo a algunos temas
filosóficamente más interesantes.
La correspondencia
con van Blijenbergh motivó Spinoza a escribir el Tratado teológico-político
Las cartas de
Oldenburg antes y después del intervalo de 1665 hasta 1675 tienen otro tema y
esencia. Las cartas hasta 1665 tratan de filosofía y ciencia, las de 1675 y
1676 tratan de religión y teología. Spinoza ya le había anunciado su Tratado
Teológico-Político en 1665, en la carta del 1 de octubre de 1665. [14] Escribe a Oldenburg sus motivos para dejar el trabajo en
su Ética y escribir un tratado teológico-político. Es bien conocido: los
motivos son los prejuicios de los teólogos, la opinión del vulgo que le acusa
de ateísmo y la represión de la libertad de filosofar por parte de los predicadores.
El Tratado... salió en 1670 y fue prohibido en 1674. Se nota que Spinoza
escribe esta carta tres meses después de poner fin a correspondencia con van
Blijenbergh. Sus explicaciones no habían ayudado a ese corresponsal para ser
más juicioso. Las cartas del buen cristiano se caracterizaban hasta el fin por
la imagen de un Dios antropomórfico y por el moralismo. Por algo, Gilles
Deleuze habló sobre esa correspondencia como “las cartas del mal”. [15] Spinoza intentó varias veces de aclarar y explicar a
van Blijenbergh el significado de los términos y su manera de razonar, pero él
no cambió en nada y, al contrario, más culpó a Spinoza de cosas horribles. Yo
supongo que esta experiencia fue lo que llevó a Spinoza a escribir un tratado
para distinguir la filosofía de la teología. Como escribió a van Blijenbergh:
“quisiera advertir aquí, que cuando hablamos filosóficamente no deberíamos usar
expresiones de la teología”. [16] El
tiempo para la Ética todavía no había llegado, le faltaba prepararlo. No
fue por el anatema en 1656 de la comunidad portuguesa-judía en Amsterdam, como se
dice a veces. Ese acontecimiento ya había quedado casi diez años atrás y parece
que no lo afectaba tanto. Probablemente fue la correspondencia con van
Blijenbergh que Spinoza tenía que elaborar y digerir trabajando los cinco años
después de 1665 en su Tratado teológico-político.
Oldenburg
pregunta a Spinoza por Descartes
Ya en su
primera carta, Oldenburg preguntó a Spinoza “qué defectos encuentra usted en la
filosofía de Descartes y de Bacon”. [17]
Spinoza contesta: “no es mi costumbre señalar los errores de los otros”
y lo hace lo más corto que posible. Frases como “Solo me dedicaré a mostrar el
tercer error” y “mostraré la falsedad de esta causa y me ocuparé poco de las
demás porque carecen de importancia” muestran su indiferencia y desgana. [18] En la carta XXXIII, Oldenburg solicita a Spinoza más
explicaciones acerca de lo que había escrito en la carta anterior sobre las
reglas del movimiento de Descartes. [19]
No sabemos la respuesta de Spinoza, en el caso de que hubiera alguna,
porque después de esta carta comienza el intervalo de diez años sin cartas
conocidas. Pero también en la carta XXXII, Spinoza mostró poco interés en
Descartes. Escribe algo sobre él solamente porque Oldenburg le ha entendido mal
en la carta anterior:
En cuanto a lo que escribe luego, que yo insinué que las reglas cartesianas
del movimiento son casi todas falsas, dije, si mal no recuerdo, que ese es el
parecer del señor Huygens. Yo afirmé que, excepto la sexta regla de Descartes,
ninguna otra era falsa; acerca de la cual dije que creía que Huygens también
estaba equivocado. [20]
Supongo que
Spinoza ya había perdido su interés en Descartes desde que terminó su libro
sobre la filosofía de Descartes (Principia philosophiae cartesianae) en
1663. Y aquí también ayuda la correspondencia con van Blijenbergh. Este hombre
está inseguro sobre lo que Spinoza escribe en sus Principia..., porque
no es muy claro cuándo explica la filosofía de Descartes y cuándo da su propia
opinión. Un amigo de Spinoza, Lodewijk Meijer, había explicado en el prologo de
sus Principia..., que Spinoza opina muy diferente de Descartes: no cree en un
Dios personal, no acepta la dualidad de cuerpo y mente y por eso no cree en el
libre albedrio. Spinoza solamente escribió este libro porque sus amigos casi lo
exigieron después que se dieron cuenta que él estaba explicando Descartes a un estudiante,
Casuarius.
Spinoza mismo
escribe a Oldenburg en 1663 que él tenía su propio motivo, como un “orden del
día escondido” para publicar ese libro.
Ahora, finalmente, amabilísimo amigo, me queda algún tiempo para comunicarle
estas cosas y, a la vez, para poder decirle el motivo por el cual permito que
salga a luz ese Tratado. A saber, en esta ocasión quizás se encontrarán algunas
personas entre los que ocupan las posiciones principales de mi patria, que
desearán ver las cosas que he escrito y que reconozco como mías y, por lo
tanto, procurarán que pueda publicarlas sin ningún peligro de inconvenientes de
orden legal. En verdad, si así ocurre, no dudo que publicaré en seguida alguna
cosa. [21]
Pero no pasó
lo que Spinoza esperaba. El único reconocimiento por motivo del libro sobre
Descartes vino del extranjero y hasta el año de 1673: el príncipe de Palts le
ofreció la cátedra de profesor ordinario de filosofía en la Universidad de
Heidelberg (Alemania), con la garantía de la “amplísima libertad de filosofar”
con la confianza del príncipe “que no abusará de ella para perturbar la
religión públicamente establecida”. [22]
Seguro que la segunda parte de la frase obligaba a Spinoza a rechazar la
oferta. [23]
Spinoza
confiesa en una carta a van Blijenbergh, quien se confunde tantas veces sobre
cuál es la opinión de Descartes y cuál es la opinión de Spinoza mismo, y que
nuevamente le pide explicación, que ya se ha apartado de Descartes desde la
aparición del PPC.
...y se agrega que yo sostengo una opinión contraria y cómo la sostengo;
lo que quizá indicaré a su debido tiempo. Pues ahora no tengo esa intención.
Pero acerca de la obra sobre Descartes, ni he pensado, ni he tenido ulterior
cuidado de ella, después que apareció en idioma holandés; y, por cierto, no sin
una razón, que sería demasiado largo referir aquí. [24]
Me parece que
esa es la explicación, porque Spinoza no contesta de manera ni clara ni amplia
sino indiferente a la pregunta de Oldenburg sobre las leyes de colisión en
Descartes y Huygens. Y supongo que Spinoza no quería siquiera escribir las
razones porque ya no le interesaba Descartes. Para explicar eso, ineludiblemente
tenía que mostrar y enseñar mucho más de su propia filosofía, en la que estaba
trabajando para un libro al cual, ya en las cartas a Van Blijenbergh en 1665,
se refiere como “mi Ética”.
Las cartas
XXXI y XXXII
El motivo para
el tema principal de la famosa carta XXXII se encuentra en la carta XXXI, y la
frase a la cual Oldenburg se refiere en esa carta se encuentra en la carta XXX.
Oldenburg pregunta, también en nombre de Boyle: “...si logra alguna luz en la
ardua indagación que versa acerca de la manera de conocer cómo cada parte de la
naturaleza concuerda con su todo y de qué modo se relaciona con las demás
partes, nos lo comunique”. Spinoza escribe:
Pues me parece que no es justo burlarse de la naturaleza, y mucho menos deplorarla,
cuando pienso que los hombres, como las demás cosas, solo son una parte de la
Naturaleza y que ignoro cómo cada parte de la naturaleza concuerda con su todo
y cómo se enlaza con las demás partes. [25]
Spinoza
responde con ironía que lo va a hacer “en la medida de mi modesto ingenio”. [26] Primeramente, distingue entre las dos maneras en que
se puede entender la pregunta de Oldenburg: para entender de qué modo y cómo
se relacionan cada parte de la naturaleza con su todo, se requeriría
conocer toda la naturaleza y todas sus partes. Eso es asunto de las ciencias.
Pero cuando quiere saber las razones o la causa para afirmar eso, es otra cosa,
eso es filosofía o meta-física. Ya advierte que, aunque utiliza palabras como
“relacionadas” o “concuerdan”, no quiere decir que atribuye a la naturaleza
“orden” o “hermosura”, que solamente se puede atribuir con nuestra imaginación.
Más tarde, explicará eso ampliamente en el prefacio a la cuarta parte de la Ética
y comienza allá también con un “decir algo previo acerca de la perfección e
imperfección, y sobre el bien y el mal”. [27]
Los hombres se han habituado a llamar así a las cosas de la naturaleza,
pero en virtud de un prejuicio y no por conocimiento.
Una cosa es
parte de algún todo solamente cuando su naturaleza coincide con o se adapta a
otras partes del todo y, en cuanto nosotros tenemos una idea de una cosa
distinta de otra cosa, cada una es considerada como un todo. Eso quiere decir
que las ideas de “parte” y “todo” siempre son relativas, construcciones
mentales. Por eso, Spinoza habla en términos subjetivos como “concebirse”, “ser
considerado”. Se trata de perspectivas o marcos de referencia diferentes, en
los que cada cosa puede aparecer como parte de algún todo o como un todo que contiene
a su vez partes. En palabras modernas, se puede hablar de un pensar sistémico o
ecológico. [28] No se puede nombrar a algo como parte o como todo
fuera de la relación con otra cosa. Se reconoce o nombra una cosa como algún todo,
un individuo, o por motivo de su velocidad o su escala, o a veces por un motivo
práctico. La parte más pequeña no contiene partes, pero, para que sea parte,
tiene que formar con otras partes un todo. [29]
Y el todo más grande tiene que ser un todo que ya no se relaciona con
otra cosa, entonces, no es parte de un todo más grande. Pero no es así que una
parte más pequeña es lo más simple y el todo más grande es lo más complejo. Es
al revés. La parte más pequeña es compleja, que quiere decir que, para conocerla
y entender su existencia, hace falta conocer muchas de sus relacionas. Una
parte pequeña como el gusanito o como cualquier hombre no se da cuenta de su
dependencia. Pero cuanto más pequeña la parte, con más partes hay que convenir
y más leyes hay que conocer. Cada unión y organización más amplia o grande
tiene que ser más simple para que las partes se puedan integrar. La diversidad
se hace cada vez menos y menos hasta la naturaleza entera, que es el todo. En
ese todo o universo, las leyes y la cantidad de energía, es decir, la relación
o ratio de movimiento y reposo, no cambia. Todos los cambios son
desplazamientos dentro del universo o la substancia. Las partes del todo sí se
renuevan y se sustituyen. Cuanto más complejo el individuo, más puede cambiar
permaneciendo aún como el mismo individuo. El universo experimenta una
infinitud de cambios y queda igual, no pierde su identidad. [30] Las partes de algún todo contraen otras composiciones,
es decir, con partes de otro todo forman un nuevo todo. Por ejemplo, cuando el
ser humano come algo, “las leyes o la naturaleza de una parte (= este ser
humano) coinciden de tal modo (= digestión) con las leyes o naturaleza (=
digestión) de la otra parte, que se contrarían lo menos posible”. [31]
El todo (dios,
la substancia, la naturaleza) también es simple, porque se puede entender y
conocer su existencia. Todas las otras cosas no son simples, porque la
existencia solamente se puede conocer y entender como determinada por otras
cosas. “Padecemos en la medida en que somos una parte de la naturaleza que no
puede concebirse por sí sola, sin las demás partes”. [32]
Ese
entendimiento es el que le falta al gusanito en la sangre. “El cuerpo humano es
afectado de muchísimas maneras por los cuerpos exteriores, y está dispuesto
para afectar los cuerpos exteriores de muchísimas maneras”. [33] La falta de reconocer las afecciones del todo complejo
lleva a tomarse por auto-determinado e independiente. Es la ilusión del libre
albedrío: “los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al
solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causes
que las determinan”. [34]
En la
imaginación se notan contradicciones y diferencias que caen bajo leyes
desconocidas; la razón corrige la imaginación múltiple y hace más sencilla la
realidad con sus nociones comunes. En la ciencia intuitiva desaparece todo
conflicto, diversidad y hasta la diferencia entre parte y todo. En eso consiste
el bien verdadero y el sumo bien es gozarlo junto a otros individuos. El bien
verdadero: “es decir, el conocimiento de la unión que tiene el espíritu con
toda la Naturaleza”. [35]
Notas
1. Baruch Spinoza, Briefwisseling, F. Akkerman, H. G. Hubbeling,
A. G. Westerbrink (eds.), Amsterdan: Wereldbibliotheek, 1977.
2. Benedicti de Spinoza, Opera, J. van Vloten y
J. P. N. Land (eds.), Den Haag: Nijhoff, 1883.
3. “Carta XXV”, en Baruch
Spinoza, Epistolario, Oscar Cohan, Diego Tatian y Javier Blanco
(trads.), Buenos Aires: Colihue Clásica, 2007, p. 129.
4. “Carta XXVI”, en Baruch
Spinoza, Epistolario, pp. 130-131.
5. “Carta I”, en: Baruch
Spinoza, Epistolario, p. 15.
6. “Carta XXIV”, en Baruch
Spinoza, Epistolario, p. 126.
7. “Carta I”, en Baruch Spinoza,
Epistolario, pp. 15-16.
8. “Carta II”, en Baruch
Spinoza, Epistolario, p. 17.
9. “Carta XVIII”, en Baruch
Spinoza, Epistolario, pp. 79-80.
10. “Carta XIX”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 83.
11. “Carta XX”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 89.
12. “Carta XXI”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 115.
13. “CartaXXIII”, en Baruch Spinoza, Epistolario, pp. 125-126.
14. “Carta XXX”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 140.
15. Gilles Deleuze, Spinoza.
Philosophie pratique, Paris: Minuit, 1970, pp. 44-63.
16. “Carta XXIII”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 123.
17. “Carta I”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 16.
18. “Carta II”, en Baruch Spinoza, Epistolario, pp. 18-19.
19. “Carta XXXIII”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 148.
20. “Carta XXXII”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p.146.
21. “Carta XIII”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 63. Esta carta
corresponde a julio de 1663.
22. “Carta XLVII”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p.195. Esta
carta es de J. Luis Fabricio, Consejero del Elector Palatino
23. “Carta XLVIII”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 197.
24. “Carta XXI”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 115.
25. “Carta XXX”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 139.
26. “Carta XXXII”, en Baruch Spinoza, Epistolario, p. 143.
27. Baruch de Spinoza, Ética, IV, prefacio.
28. Daniel Hansson, “Unpacking
Spinoza: Sustainability Education Outside the Cartesian Box”, en Journal of
Sustainability Education, volumen III, marzo, 2012.
29. William Sacksteder, “Spinoza on
Part and Whole: The Worm’s Eye View”, en Southwestern Journal of Philosophy,
número 8(3), 1977, pp. 139-159; William Sacksteder, “Simpel Wholes and Complex
Parts: Limiting Principles in Spinoza”, en Philosophy and Phenomenological
Research, número 45(3), 1985, pp. 393-406 (este texto fue reimpreso como
Spinoza: New Perspectives, Robert W. Shahan and J. I. Biro (eds.),
Norman-Oklahoma: University of Oklahoma, 1978, pp. 139-159.
30. Lee C. Rice, “Spinoza on
Individuation”, en: Essays in Interpretation, M. Mandelbaum y E. Freeman
(eds.), Illinois: La Salle-The Open Court Publishing Co., 1975, pp. 195-214.
31. “Carta XXXII”, Baruch Spinoza, Epistolario, p. 143.
32. Baruch Spinoza, Ética IV, p. 2.
33. Ibidem, II, p. 15.
34. Ibidem II, p. 35, esc.
35. Baruch Spinoza, Tratado de la reforma del entendimiento,
Buenos Aires: Colihue
Clásica, 2008.
Bibliografía
Camara, María Luisa de la, “La naturaleza en la correspondencia
Oldenburg Spinoza”, en Revista de Filosofía, número 12, México:
Universidad Iberoamericana, 1999, pp. 129-141.
Grene, Marjorie y Debra Nails, Spinoza
and the Sciences, Dordrecht: D. Reidel Publishing Company, 1986.
Jonas, Hans, “Spinoza and the Theory
of Organism”, en Journal of the History of Philosophy, número 3(1),
1965, pp. 43-57.
Lécrivain, André, “Spinoza et la
physique cartésienne”, en: Cahiers Spinoza I, Paris: Editorial Réplique,
1977, pp. 235-265.
Lloyd, Genevieve, Part of Nature:
Self-knowledge in Spinoza’s Ethics. New York: Ithaca-Cornell University
Press, 1994.
Zourabichvili, François, “L’identité
individuelle chez Spinoza”, en Spinoza: puissance et ontology, Revault
d’Allonnes, Myriam y Hadi Rizk (eds.), Paris: Kimé, 1994, pp. 85-107.
Miriam van Reijen, Spinoza, Oldenburg y van Blijenbergh, Revista de Filosofía (Universidad
Iberoamericana), México, no. 133, julio-diciembre 2012, pp. 19-32.
1 comentario:
Solicito información sobre Oldembourg. Gracias
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