Antonio Damasio
[E]l intento continuado de conseguir un estado de vida
regulada positivamente es una parte profunda y definidora de nuestra
existencia: la primera realidad de nuestra existencia, tal como Spinoza la
intuyó cuando describió el esfuerzo inexorable (conatus) de cada ser para preservarse. Empeño, esfuerzo y tendencia
son tres palabras que se acercan a la traducción del término latino conatus, según lo usa Spinoza en las
proposiciones 6, 7 y 8 de la Ética,
parte III. En palabras del propio Spinoza: ‘cada criatura, en la medida que
puede por su propio poder, se esfuerza para perseverar en su ser’, y ‘el empeño
mediante el que cada criatura se esfuerza para perseverar en su ser no es otra
cosa que la esencia real de la criatura’. Interpretada con la ventaja de la
perspectiva actual, la idea de Spinoza implica que el organismo vivo se
construye de manera que mantenga la coherencia de sus estructuras y funciones
frente a las numerosas circunstancias que amenazan la vida.
El conatus
incluye tanto el ímpetu para la autopreservación frente al peligro y las
oportunidades, como las múltiples acciones de autopreservación que mantienen
juntas las partes de un cuerpo. A pesar de las transformaciones que el cuerpo
tiene que experimentar a medida que se desarrolla, renueva sus partes
constituyentes y envejece, el conatus
continúa formando el mismo individuo
y respetando el mismo diseño
estructural.
¿Qué es el conatus
de Spinoza en términos biológicos actuales? Es el conjunto de disposiciones
establecidas en los circuitos cerebrales que, una vez activadas por condiciones
internas o ambientales, buscan tanto la supervivencia como el bienestar […]
veremos de qué manera el extenso ámbito de actividades del conatus es dirigido hacia el cerebro, de forma a la vez química y
neural. Esto se consigue mediante moléculas químicas transportadas en el
torrente sanguíneo, así como mediante señales electroquímicas transmitidas a lo
lardo de las rutas nerviosas. Diversos aspectos del proceso vital pueden
señalarse de esta manera en el cerebro y representarse allí en numerosos mapas
constituidos por circuitos de neuronas localizadas en lugares específicos del
cerebro. Llegados a este punto, hemos alcanzado la copa del árbol de la
regulación de la vida, el nivel al que los sentimientos empiezan a coalescer.
Antonio Damasio, En busca de Spinoza,
Crítica, Barcelona, 2005, pp.39-40.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario