En Marzo de 2007, Alain Badiou visitó México, por primera vez, invitado por la Universidad Iberoamericana (ciudad de México) a través de la Red Analítica Lacaniana y el Foro Psicoanalítico Mexicano. A propósito de la visita, Carlos Gómez Camarena, profesor-investigador de la misma universidad, preparó un trabajo a manera de resumen para acercar a los lectores de Iberoforum al pensamiento de nuestro autor. De ahí he tomado el apartado ‘Pensar la política desde el acontecimiento', que reproduzco enseguida:
Alain Badiou no es el primero ni el único en pensar a la política como una
discontinuidad. ¿Qué se quiere decir con esto? Que la política no tienen nada que ver
con el Estado, y aquí Badiou juega con el significante Estado (estatal) y Estado (de la
situación ontológica, es decir, el ser). Por ejemplo, para la teórica de la política Chantal
Mouffe hay que hacer una distinción entre la política y lo político. La política trataría
acerca de aquello que establece el orden y lo político mostraría el antagonismo
inherente de ese orden. Para Mouffe lo político desborda a la política porque mientras la
última tiene vínculos con la legalidad, el Estado y la gubernamentalidad, el primero de
ellos es lo que perfora el orden al cuestionar la legitimidad y es el lugar de donde surgen
los movimientos políticos que no se ciñen a un orden institucional o estatal (como lo
serían sindicatos, partidos políticos o alguna institución gubernamental). Por eso lo
político se alinearía del lado de la continuidad. Hay otros autores que hacen estas
distinciones de maneras muy parecidas (sin negar las diferencias y sus consecuencias en
el pensamiento político) como por ejemplo Antonio Negri (la potentia como democracia
de la masa y la potestas como el poder que produce el resentimiento en la potentia) o
Rancière (la política y la policía, el desacuerdo y la filosofía política que pretende
suprimir el escándalo del desacuerdo, la parte que no es parte y el todo).
Es así como Badiou piensa a la política como un procedimiento de verdad, por lo que
detesta la posición postideológica (que está del lado de la relatividad y la opinión) y la
democracia parlamentaria (que se sustenta en la opinión y no en la verdad). Para Badiou
todo lo que normalice y reproduzca la lógica del Estado es lo contrario a la política de la
verdad (por eso los partidos políticos, los sindicatos, los derechos humanos y las
instituciones políticas en la medida en que reproducen la lógica de lo dado están en
contra de la política de la verdad, en la política del acontecimiento). La política del
acontecimiento, como procedimiento genérico de una verdad, es el desgarramiento de lo
dado por lo inédito que reconfigura el orden del ser. Para que esta reconfiguración de lo
dado ocurra es necesario un acontecimiento y un sujeto fiel a ese acontecimiento que
llamaremos militantes. Es por este motivo que para Badiou el multiculturalismo, la
política de la diferencia y los derechos humanos en la medida que reproducen la lógica
del mercado (nichos de mercado, productos diversificados) y la moralización de la
política (pensar que los problemas sociales se resuelven con buenas intenciones o
superación personal). Podemos citar a Lévi-Strauss cuando dice “la ideología resuelve
en lo imaginario lo que no puede en lo real”. Esta frase debe entenderse en el contexto
del psicoanálisis lacaniano: lo imaginario pretende la unidad, la comunicación y la
armonía que únicamente se da en la imagen. Por este motivo la política de la verdad está
más del lado de lo real, de ahí que la política para Badiou sea una política de la
incomunicación, de la discontinuidad o incluso de lo disruptivo. Lo ideológico para
Badiou es pensar que ya no hay ideología (que hay armonía y unidad).
La política del acontecimiento de ninguna manera es un programa social y tampoco es
un plan a futuro. Es una apuesta en el presente por algo que no se sabe qué producirá.
Este es el escándalo que produce Badiou en el pensamiento político: no hay garantías de
lo que va a suceder ¿sabía Lenin, Robespierre, Mao Tse Tung o Ernesto Guevara lo que
iba a ocurrir después de sus intervenciones? Es por eso que lo único que se repite en la
diferencia de cada procedimiento de verdad política es la declaración de un axioma:
todos podemos pensar. A este axioma se le llama igualdad política. Para la revolución
francesa cualquier ciudadano era capaz de pensar (“atrévete a pensar” era la consigna
ilustrada) y para los maoístas los campesinos se podían educar ellos solos. Este axioma
de igualdad política, debemos recordar que un axioma es una apuesta desde la teoría de
conjuntos de Zermelo-Fraenkl, no es lo que deseamos o proyectamos sino que es lo que
declaramos y lo que prescribimos en el lugar y el momento del acontecimiento. Por eso
dice Badiou que la justicia no puede ser un programa de Estado (implicaría la lógica de
lo dado y el tributo a los intereses de lo que el Estado puede representar ya que no le es
posible responder a las demandas de lo irrepresentable) para Badiou la justicia es “la
calificación de una política en acto”. De aquí se desprende que la utopía no es un
programa o un ideal al cual llegar sino el acto propio que disloca el orden del ser
generalmente por la situación desesperada de los militantes. La utopía no es futuro sino
declaración presente en acto que pretende desplegar las consecuencias de un
acontecimiento.
Si la política es singular y hay un procedimiento genérico de verdad ¿cómo es posible
que sea general y particular simultáneamente? Porque la política es la repetición de un
general en la diferencia de lo particular: repetición de la diferencia que crea una
secuencia política. La acumulación de las intervenciones políticas singulares son las que
muestran en retrospectiva qué es la política porque la política siempre se reconfigura, de
otra manera no sería otra cosa que una política del orden del ser, es decir, del Estado. Es
así que la política es una apuesta militante, es de la verdad porque es inédita y
únicamente se puede identificar a través de las “torsiones sintomáticas”, en otras
palabras, por los síntomas que el Estado dice que son accesorios, secundarios y deben
eliminarse. Para lo que el Estado (el orden de lo dado) debe eliminarse y es secundario
para el militante es la verdad que sostiene el orden de lo dado (el ejemplo por excelencia
son los inmigrantes que aunque se les quiera desaparecer no son otra cosa que lo que
posibilita el orden del país en cuestión). Pero estas torsiones sintomáticas apuntan al
acontecimiento que después debe ser nombrado. De ahí la importancia para Badiou de
la nominación positiva de los nuevos sujetos políticos (y no definirse negativamente a
partir de lo dado, véase la reseña de la conferencia).
Badiou se aparta de la teoría política y a la filosofía política. De la primera por su
pragmatismo y de la segunda porque considera que la política es un dato objetivo e
invariante de experiencia universal y es así que la filosofía debe pensar en esa
objetividad y darle un estatuto de universalidad. Si esto es así la tarea de la filosofía
política es analizar y pensar la realidad objetiva y confusa para determinar los principios
de lo que es la política (o los principios éticos de su práctica) y así evitar involucrarse en
un proceso político genuino. Para decirlo en palabras de Badiou “la operación central de
la filosofía política es principalmente reestablecer la política y no la realidad subjetiva
de los procesos militantes organizados”, nuevamente el reestablecimiento de lo dado,
del Estado (porque el Estado no es únicamente el Estado sino la lógica del Estado). La
metapolítica, tal como la concibe Badiou, es un pensamiento genuino porque incluye
pensar la novedad mientras que la filosofía política no piensa, porque para Badiou
pensar incluye la apuesta y no la descripción de lo dado o el reestablecimiento de lo
dado (esta idea de pensar como apuesta la sustenta tanto en la teoría de conjuntos de
Cohen y Zermelo-Fraenkel así como en textos de Mallarmé sobre el azar). Por este
motivo la política para Badiou es una toma de posición subjetiva y una apuesta, en
contraposición a la teoría y la filosofía política que tratarían de las certezas, la
objetividad y el prometer a otros que si se sabe lo que sucederá en un futuro (que por
otro lado es del orden de lo imaginario pues nadie puede asegurar lo que sucederá en
realidad). Para Badiou las certezas y la objetividad en la política es lo que posibilitaría
el marketing de la política ¿no es eso lo que prometen los políticos en campaña y sus
asesores de marketing? ¿No es esto lo que se les pide a los analistas políticos y que
finalmente producen efectos políticos en la opinión pública? ¿No es la opinión de las
encuestas la que reproduce el orden de lo dado en su supuesta búsqueda de objetividad?
Son muchos supuestos los que cuestiona Badiou acerca de la política y muchas las
discusiones que se dan con diferentes filósofos políticos (Maquiavelo, Hobbes,
Rousseau, Marx, Foucault, Rawls, Habermas, Rorty, Tocqueville, Kant, entre otros).
La propuesta del francés sin duda es compleja e inquietante, la primera tentación es
pensarla de manera reduccionista y evitar las diferentes aristas que cuestionan las
certezas del saber político. Pero cuando un autor es inquietante o incluso molesta al
lector puede ser señal de que lo que habla mueve las certezas de lo que se ha pensado
hasta hoy, si no ¿qué es lo que produciría este malestar? Faltaría espacio para presentar
la profundidad y novedad del pensamiento político de Badiou (especialmente las
preguntas que se producen, los pensadores con los que discute y las variadas fuentes de
donde se nutre) por lo que remitimos al lector leer a la letra al autor que presentamos.
1 comentario:
Para una teoría radical de la democracia leer a Chantal, a Cornelius Castoriadis y a Jacques Rancière. para mí los atres autores clave.
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