Sara Reyes Vera
REYES VERA, Sara.
“El mal como carencia”, en Spinoza: Las
cartas del mal. Inmanencia y significado (Tesis doctoral en prensa),
Universidad de La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, 2017, pp. 153-182.
B. d. S.
al muy docto y distinguido señor
Willen van Blijenbergh
(respuesta a la precedente)
(OP = Versio)
Schiedam, 28 de enero de 1665
[EP 21. Dordrecht, 16 de enero de 1665]
Por atributo
entiendo aquello que el entendimiento percibe de una
substancia como constitutivo de la esencia de la
misma. E, I, def 4
[I] HASTA AQUÍ llegó la paciencia de Spinoza. La aproximación entre
sus posiciones teóricas y la forma en las que se hacen prácticas para la vida
son inmediatas. La inmediatez y acción de su filosofía lo hacen siempre actual
pues, efectivamente, “[l]a verdad de una filosofía existe en sus efectos”.[191] El filósofo quiere evidenciar en el mal un concepto
cavernoso lleno de significan tes que nombran el abismo. No es comprendido, al llegar
a esta segunda carta nos encontramos con el tono de su decepción.
«Muy señor mío y
amigo:
Al leer su
primera carta, pensaba que nuestras opiniones casi coincidían. Pero por la segunda,
que me fue entregada el 21 de los corrientes, veo que está lejos de ser así
pues constato que no sólo disentimos sobre aquellas cosas que sólo remotamente
se pueden derivar de los primeros principios, sino incluso sobre estos mismos principios.
Hasta el punto de que dudo que nuestro intercambio epistolar pueda enseñarnos
algo.
Efectivamente,
veo que ninguna demostración, ni siquiera la más sólida del punto de vista
lógico, tiene valor para usted, a menos que esté acorde con al explicación que
usted u otros teólogos, conocidos suyos, atribuyen a la Sagrada Escritura.
Si usted entiende
que Dios habla por medio de la S. Escritura más clara y eficazmente que por la
luz del entendimiento natural, que también él nos concedió y que asiduamente
conserva, firme e incorrupta, con su divina sabiduría, tiene usted razones
válidas para doblegar el entendimiento ante las opiniones que atribuye a la S.
Escritura, pues ni yo mismo podría obrar de otro modo».
Desde la perspectiva del mal como carencia, cualquier
contenido sistémico y positivo pierde sentido. ¿Qué sentido se gana? Se traduce
con claridad de sus análisis la ganancia para la materialidad. En ese sentido
es tanto como el agua que, “en cuanto agua, se genera y corrompe; pero, en
cuanto sustancia, ni se genera ni se corrompe”.[192] Un proceso que en nada necesita auxilio moral. El mal
en cuanto mal se genera en la materialidad del daño o dolor de cada existente,
pero si se refiere a la sustancia no hay nada que sea mal, dicho mas
ampliamente, no hay nada mal en la configuración geométrica de cada átomo y sus
relaciones en el proceso del Todo. Las causas del dolor se confunden con un mal
imaginado. Spinoza propone hechos de causa a la privación y la negación de los
estados singulares. Su ontología pura desvincula pérdida del mal y ganancia de
bien. Esos pares o su revés no son ontológicamente parte del Uno. Lo que si se
observa es falta, vacío, laguna o carencia en los estados esenciales. Tomamos
la carencia para nuestro análisis causal.
La carencia exige un lenguaje cuidado. Es una laguna
que incluye un movimiento sobre el reposo, una acción que no permite la quietud
del término que demarca la zona descubierta. Se ve en ella el conflicto entre
los significados críticos. Es necesario cuidarnos en el uso del lenguaje para
evitar que este contenga elementos que estanquen al concepto para la
trascendencia. Spinoza lanza su crítica como una piedra sobre esa laguna.
Provoca un movimiento concéntrico de ondas que sacuden la quietud del concepto carencia.
El mal como carencia proviene del análisis de la carencia de; sea cuestión de ideas, superficies o cuerpos (E, III,
pref). Lo que libera el significado es parte de la libertad misma del
conocimiento. En palabras de Ananda Kentish Coomaraswamy, la comprensión de la
unidad de aquello que no es “ni así, ni así”.
Spinoza afirma la inmanencia del mal en oposición a
cualquier idea, o imagen de idea, asociada a la trascendencia. La potencia es
tiempo, esto queda muy marcado en su crítica por su visión intempestiva. El
sustrato para la carencia no la define lo hace, más bien, su unión al tiempo. El
mal no es nada, sin embargo la carencia depende del tiempo y en esa potencia
está la fuerza depotenciadora que ejerce. La paradoja y la importancia de ese
absurdo es tal, que nos regresa del concepto sin él porque el sentido que se
gana es la materialidad del no-es. Se desvela que en la esencia del modo el
no-es no lo puede definir y por tanto, materialmente el sentido del mal es sólo
el valor operativo de la carencia.
Fijémonos en cómo la fotografía nos da un no-es a
través de su lenguaje. Roland Barthes en su último libro hace inseparable a la
foto de su esencia referencial, se refiere a la muerte, el no-es más
implacable. El mal como la fotografía está referenciado a la muerte, pero sin
la esencia de la imagen fotográfica, su gráfica está representada en el miedo.
“Diríase que la
Fotografía lleva siempre su referente consigo, estando marcados ambos por la
misma inmovilidad amorosa o fúnebre, en el seno mismo del mundo en movimiento:
están pegado el uno al otro, miembro a miembro, como el condenado encadenado a
un cadáver en ciertos suplicios […] La fotografía pertenece a aquella clase de
objetos laminares de los que no podemos separar dos láminas sin destruirlos: el
cristal y el paisaje, y por qué no: el Bien y el Mal, el deseo y su objeto:
dualidades que podemos concebir, pero no percibir (yo no sabía todavía que de
esa obstinación del Referente en estar siempre ahí iba a surgir la esencia que
buscaba)”.[193]
El miedo es el referente del mal. El miedo a la muerte
y la esperanza de vivir, fluctuaciones que se hilvanan por el concepto de mal contra
el que, a través de la inteligencia inseparable del amor a la verdad, se rebela
Spinoza. Aprender al leer en medio de la confusión del los términos que se dan
por el miedo y la esperanza, afectos que no pueden ser por sí mismos buenos (E,
IV, pr 47), es un singular avance del ateo virtuoso. Hay un concepto invisible,
el mal, cuyo signo no cuaja y de todas las maneras que se intente es siempre
invisible pues no es al mal a quien vemos.[194] No es representable en sí. La muerte le da lo que no
tiene. Sin la muerte ¿dónde el signo del mal?
El punctum
es ese azar en el que la foto punza,
lastima.[195] Barthes escribe hacia el final de su cámara lúcida:
“En el tiempo (al
principio de este libro: qué lejos queda) en que me interrogaba sobre mi apego
hacia ciertas fotos, había creído poder distinguir un campo de interés cultural
(el studium) y ese rayado inesperado que acudía a veces a
atravesar ese campo que yo llamaba punctum.
Ahora sé que existe otro punctum (otro ‘estigma’) distinto del ‘detalle’. Este nuevo punctum,
que no está ya en la forma, sino que es de intensidad, es el Tiempo, es el
desgarrador énfasis del noema ‘esto-ha-sido’), su representación pura.
En 1985, el joven
Lewis Payne intentó asesinar al secretario de Estado norteamericano, W. H.
Seward. Alexander Gardner lo fotografió en su celda: en ella Payne espera la horca.
La foto es bella, el muchacho también lo es: esto es el studium.
Pero el punctum es: va
a morir. Yo leo al mismo
tiempo: esto será y esto ha sido; observo horrorizado un futuro anterior en el
que lo que se ventila es la muerte. Dándome el pasado absoluto de la pose
(ariosto), la fotografía me expresa la muerte en futuro. Lo más punzante es el descubrimiento
de esta equivalencia”.[196]
La foto de Payne presenta al vivo y al muerto. El mal
está en el horror de esa visión, no por la visión de éste en sí, sino por el
devenir de la muerte. Es estar siendo muerte lo que entra en contacto con la
uniformidad del pensamiento que saca de la materialidad al hecho de pensar ¿qué
ocurre? El soporte físico y químico de la fotografía nos da una imagen para
nuestro ser orgánico. Nuestra percepción no se agota en esa física y la
materialidad del mal se extiende a niveles submoleculares tanto como a niveles
de pensamiento. Uniformar a éste último es la baza de la alienación. Es la
mirada crítica sobre el mal la que puede dar un porqué a la foto del preso, le
da un quién y le da un cómo. Se da un relato vivo, siempre perseverante con la
verdad de ese ser, de cualquier ser.