Gilles Deleuze
Avenario
planteó el problema de una evolución de Spinoza. Distingue tres fases: el
naturalismo del Breve tratado, el teísmo cartesiano de los Pensamientos
metafísicos, el panteísmo geométrico de la Ética [1]. Si bien puede dudarse de
la existencia de una fase cartesiana y teísta, parece fuera de cuestión el que
haya una considerable diferencia de énfasis entre el naturalismo inicial y el
panteísmo final. Recogiendo el problema, Martial Gueroult muestra cómo el Breve
tratado se basa en la ecuación Dios = Naturaleza, y la Ética, en
Dios = substancia. El motivo fundamental del Breve tratado es que todas
las substancias pertenecen a una sola e igual Naturaleza, mientras que el de la
Ética es que todas las naturalezas pertenecen a una sola y misma substancia. En el Breve tratado, en
efecto, la igualdad Dios-Naturaleza determina que Dios no sea él mismo
substancia, sino «Ser» que
presenta y reúne todas las substancias; la substancia no alcanza, pues, su
entero valor, puesto que no es todavía causa de sí, sino concebida por sí. Por
el contrario, en
la Ética, la identidad Dios-substancia determina que los atributos o
substancias calificadas constituyan realmente la esencia de Dios y gocen ahora
de la propiedad de ser causa de sí. Sin duda el naturalismo no por ello deja de
ser fuerte; pero en el Breve tratado se trataba de una «coincidencia»
entre la Naturaleza y Dios a partir de los atributos, mientras que la Ética demuestra
una identidad substancial en función de .la substancia única (panteísmo) [2].
Hay en la Ética una especie de desplazamiento de la Naturaleza, cuya identidad con Dios debe fundamentarse, y que a partir de entonces es más
idónea para expresar la inmanencia de lo naturado y lo naturante.
En
esta fase consumada del panteísmo, podría creerse que la
filosofía se instala inmediatamente en Dios, y empieza por Dios. Pero esto no es
rigurosamente cierto. Era cierto en el Breve tratado: sólo él empieza por Dios, por la existencia de Dios --a riesgo
de sufrir el contragolpe, es decir, una ruptura en el encadenamiento del primer
capítulo con el segundo. Pero, en la Ética, o ya en el Tratado de la
reforma [del entendimiento],
cuando Spinoza dispone de un método de desarrollo continuo, evita
precisamente empezar por Dios. En la Ética, parte de
atributos substanciales cualesquiera para llegar a Dios como substancia
constituida por todos los atributos.
Llega, pues, a Dios tan
pronto como es posible, inventa él mismo este atajo que, sin embargo, precisa de nueve proposiciones. Y en el Tratado de la reforma [del entendimiento] partía de una idea verdadera
cualquiera para llegar «lo más rápidamente posible» a la idea de Dios. Pero nos
hemos habituado hasta tal punto a creer que Spinoza tenía que empezar por Dios que
los mejores comentadores conjeturan lagunas en el texto del
Tratado e inconsecuencias en el pensamiento de Spinoza [3]. De hecho,
llegar a Dios lo más rápidamente posible, y no inmediatamente, forma por entero
parte del método definitivo de Spinoza, tanto en el Tratado de la reforma [del entendimiento] como en la Ética.
Se
observa la importancia general de estos problemas de velocidad, lentitud y
precipitación en el desarrollo de la Ética: se requiere una gran
velocidad relativa, pero no la inmediatez, para llegar a Dios como substancia,
a partir de lo cual
todo se demora y se dilata, sin que esto sea obstáculo para que nuevas
aceleraciones se produzcan en momentos siempre necesarios [4]. La Ética es
precisamente un río que fluye ora rápida, ora lentamente.
Cierto
'es que el método de Spinoza es
sintético, constructivo, progresivo, y procede de la causa a los efectos. Pero
esto no equivale a afirmar que pueda instalarse en la causa
mágicamente. «El orden debido» va, desde luego, de la causa a los efectos, pero
es imposible seguir inmediatamente el orden debido [5]. Tanto desde el punto de
vista sintético como desde el punto de vista analítico, se parte evidentemente del
conocimiento de un efecto o, por lo menos, de un «dato». Peo, mientras que el método analítico inquiere la causa como simple condición
de la cosa, el método sintético inquiere una génesis en lugar de un condicionamiento,
o sea una razón suficiente que nos dé a conocer asimismo otras cosas distintas.
En este sentido, al conocimiento de la causa se lo llamará más perfecto, y procederá
lo más rápidamente posible de la causa a los efectos. La síntesis contiene, es
cierto, en su comienzo un proceso analítico acelerado, pero del que se sirve
solamente para alcanzar el principio del orden sintético: como ya afirmaba
Platón, se parte de una «hipótesis» para
dirigirse, no hacia las consecuencias o condiciones, sino hacia el principio
«anhipotético», del que se siguen ordenadamente todas las consecuencias y
condiciones [6].