Diego Tatián
En el folio
408 del Livro dos Acordos da Nacam se conserva la célebre acta de
excomunión de Spinoza leída en la Sinagoga de la ciudad de Amsterdam el 27 de
julio de 1656.
"Los
señores del Comité directivo (Mahamad) hacen saber a sus señorías cómo,
hace días, teniendo noticias de las malas opiniones y obras de Baruch de
Espinoza, procuraron por distintas vías y promesas apartarlo de sus malas
costumbres; y que, no pudiendo remediarlo, antes al contrario teniendo cada día
mayores noticias de las horrendas herejías que practicaba y enseñaba y de los
actos monstruosos que cometió; teniendo de ello muchos testimonios fidedignos,
que presentaron y testificaron todo en presencia del susodicho Espinoza, y que
quedando éste convencido; que examinado todo ello en presencia de los señores
rabinos (hahamim) decidieron, con su acuerdo, que dicho Espinoza sea
excomulgado y apartado de la nación de Israel, como por el presente lo ponen en
excomunión, con la excomunión siguiente:
Con la
sentencia de los ángeles y con el dicho de los santos, con el consentimiento del
Dios bendito y el consentimiento de toda esta Santa Comunidad y en presencia de
estos santos libros (sepharim), con los seiscientos trece preceptos que
en ellos están escritos, nosotros excomulgamos, apartarnos y execramos a Baruch
de Espinoza con la excomunión con que excomulgó Josué a Jericó, con la
maldición con que maldijo Elías a los jóvenes y con todas las maldiciones que
están escritas en la Ley. Maldito sea de día y maldito sea de noche, maldito al
acostarse y maldito al levantarse, maldito sea al entrar y al salir; no quiera
el Altísimo perdonarle, hasta que su furor y su celo abracen a este hombre;
lance sobre él todas las maldiciones escritas en el libro de esta Ley, borre su
nombre de bajo los cielos y sepárelo, para su desgracia de todas las tribus de
Israel, con todas las maldiciones del firmamento, escritas en el Libro de la
Ley. Y vosotros, los unidos al Altísimo, vuestro Dios, todos vosotros (que
estáis) vivos hoy; advirtiendo que nadie puede hablar oralmente ni por escrito,
ni hacerle ningún favor ni estar con él bajo el mismo techo ni a menos de
cuatro codos de él, ni leer papel hecho o escrito por él".
Muchas
conjeturas se han hecho respecto a las "horrendas herejías que practicaba
y enseñaba" y a "los actos monstruosos que cometió". Cuando fue
excomulgado Spinoza tenía veinticuatro años y es posible presumir que --como a
lo largo de toda su vida-- ninguna voluntad de escándalo lo animaba. ¿Por qué
una personalidad tan cauta y moderada como la suya rechazó cualquier posible
conciliación y precipitó así la excomunión? ¿Y por qué las maldiciones y
execraciones del herem a Spinoza tienen una intensidad y una virulencia
que no es posible volver a encontrar en ningún otro anatema proferido por la
Sinagoga de Amsterdam, ni antes ni después de su caso? En efecto, se sabe que
el herem es una herramienta disciplinaria que presupone una serie de
advertencias previas y sólo se aplica en última instancia. Con toda probabilidad
--como por otra parte había sucedido con Juan de Prado [1]-- la comunidad le
habría propuesto al joven Baruch un sustento económico que le permitiera vivir,
a cambio de discreción y silencio –entre otros recursos que zanjaran el
diferendo con el menor escándalo posible. La crítica más reciente ha llegado a
relativizar la leyenda negra de la excomunión de Spinoza, que tiene su
inspiración más antigua en el texto de Lucas [2]; las investigaciones de Y.
Yovel [3], Henri Méchoularn [4], como también los clásicos trabajos de I. S.
Révah, entre otros, han podido contextualizar el episodio y atemperar la viva
descripción de Lucas, que atribuía la execración meramente al odio, la venganza
y la saña de su viejo maestro Morteira.
Ex-comunión,
es decir aislamiento estricto, despojo de comunidad. ¿Marca esta ausencia de
comunidad en algún sentido el trabajo filosófico de Spinoza? ¿Cuál es la
comunidad de la que se acepta --se incita incluso-- la exclusión? ¿Hay, por el
contrario, una comunidad que falta, una "comunidad ausente"?
La tesis que
el trabajo presente quisiera proponer concierne al concepto spinozista de
comunidad: comunidad no es en Spinoza algo a lo que se pertenece sino algo que
se construye; no un dato sino un efecto; no una esencia sino una eventualidad;
no una coacción sino una libertad. Comunidad, por consiguiente, no es algo que
sucede a pesar de los miembros que la forman sino una producción, una
generación y un deseo, un appetitus. Entrar en comunidad con algo o
alguien, con otro o con otros, es una composición intrínseca con ellos que afecta
de manera decisiva a las singularidades que se implican de este modo entre
sí. Las potencias que definen a los seres se complicarán así en totalidades
dinámicas, parciales, abiertas, inclusivas, en la medida en que no obstruyan
mutuamente su expansión y su capacidad de afectar y de actuar, sino que, al
contrario, la favorezcan. Las tres posibilidades que una criatura tiene para
con las otras son: el conflicto, la inmunidad, la comunidad. Se entra en conflicto
en virtud de las pasiones --o más bien cierto modo de ser de las pasiones--; se
es inmune respecto a los demás en virtud de una operación política que desde el
exterior del cuerpo político, buscando inhibir las pasiones, inhibe también la potencia
que las pasiones expresan --o mal expresan--, de modo que se imposibilita también
la capacidad natural que los seres tienen de afectarse entre sí de manera
radical o intrínseca; se entra en comunidad, finalmente, cuando dos o más
existencias componen sus potencias tanto según cierto modo de ser de las
pasiones --diferente al que tiene lugar en el conflicto--, como según la razón.
La producción de comunidad no presupone la eliminación de las pasiones sino más
bien su existencia, en la medida en que no redunden en impotencia y en
servidumbre sino en cuanto vías de liberación ética y política.
El concepto
spinozista de comunidad es la aspiración política mayor que define el modo en
que los hombres libres se vinculan entre sí; su realización, sin embargo --como
la de la libertad misma-- será de hecho --por naturaleza-- incompleta y
parcial. Los hombres no sólo componen sus existencias sino que también se
des-componen, se in-comunican, se ex-comulgan, se destruyen por ignorancia, por
odio, por ambición o por miedo. Toda sociedad es en realidad una mezcla
variable de conflicto y comunidad; aquél será máximo bajo el imperium
violentum --que procura la
inmunidad pero en realidad genera conflicto--, en tanto que la democracia será
no una forma reificada y negativa de existencia política sino un conjunto
variable de condiciones que favorecen la producción de comunidad entre los
hombres. El ideal democrático reduce el odio y la persecución, vuelve posible
la pluralidad de los ingenia, la índole de cada uno --o más bien su
manifestación-- e incrementa la comunidad y la concordia. El Estado violento en
cualquiera de sus formas, por el contrario, incentiva la intolerancia y la
superstición pero genera también su propia resistencia. Así, cuando las
palabras y las ideas son perseguidas y castigadas al igual que los actos, la
formación de comunidad adopta maneras impolíticas, es más o menos restringida
pero puede ser absoluta: la amistad, una amistad preservada por la cautela describe
entonces una realización en acto de comunidad entre hombres libres en un
contexto adverso a la libertad.
Comunidad,
ante todo, es ese ámbito --más o menos extenso, más o menos restringido-- en el
cual tiene lugar la filosofía, o, generalmente, la palabra exenta de temor, la
palabra libre en virtud de cuyo intercambio los hombres pueden transformar sus
existencias y acceder a la vida activa; vita activa que es la vida de la razón --con lo
que se cancela la vieja distinción griega y medieval entre vida activa y vida
contemplativa o teorética. En función de una ontología específica, la antigua
pregunta por la vida buena --en caso de que podamos trasladarla sin más a la
filosofía de Spinoza-- remite al incremento de la potencia que singulariza a
los seres y a las colectividades, a la expansión de la vis existen di que
constituye la esencia singular de cada modo. Para Spinoza este incremento es
posible de dos maneras fundamentales: por el conocimiento y por la política
(por la "conversación civil", como diría Bruno).
La pregunta
¿cómo llegar a ser activo? es lo que determina la filosofía de Spinoza, su
reflexión sobre la vida buena o bien, según una expresión que encontramos en
varios pasajes de su obra, la "vida verdadera". Cómo llegar a ser
activo, autónomo, libre. Sólo que esta aspiración presupone siempre las
implicancias de la finitud, las implicancias contenidas en el hecho de ser un
modo finito, en virtud de las cuales el trabajo ético no podrá nunca cancelar totalmente
la heteronomía de los actos, pues la existencia humana es en otro y se concibe
por otro; su necesidad no se halla inscripta en su esencia sino en un conjunto
de causas exteriores, cada una de las cuales es finita a su vez. En suma, el
hombre no podrá nunca ser causa sui, no podrá nunca existir por la sola
necesidad de su naturaleza ni estará nunca determinado a obrar completamente
por sí mismo. En todo aquello que no existe ni actúa por naturaleza propia --en
todo aquello que no es sustancia-- la libertad estará siempre limitada, en
mayor o menor medida, por la coacción de causas exteriores. Por consiguiente,
el hombre no concibe adecuadamente, lleva una existencia dominada por la
imaginación y es apasionado en virtud de su estatuto originario: su destino es
el de ser en otro, esto es el de no ser dueño de sí ni explicarse nunca totalmente
desde sí.
El signo de
los hombres es el de no ser sustancias sino modos (E, Il, 10): este deberá ser
el presupuesto, el punto de partida de la reflexión sobre la libertad. Así, un
modo finito se dice libre cuando la mayor parte de sus actos y la mayor parte
de sus afectos se explican por su sola potencia, lo cual nunca es una situación
dada, ni un hecho originario, sino la condición alcanzada merced a un proceso
de liberación, un proceso del conatus mediante el cual su
capacidad de afectar y ser afectado se determina principalmente por ideas
adecuadas; de las que se derivan afectos activos que se explican por sí mismos,
esto es, que no son el efecto de una causa ignota e inaccesible a la
imaginación, sino: o bien el efecto de una causa exterior comprendida en cuanto
tal --en este caso seguimos aún siendo pasivos puesto que somos afectados por
la acción de otro, pero también activos en la medida en que comprendemos dicho
afecto por su causa, con lo que se cancela su mayor poder: nuestra incomprensión--;
o bien, cuando los afectos se explican por nuestra sola actividad, por nuestra
sola potencia de afectamos y de modificarnos a nosotros mismos. En este caso
somos activos de la manera más eminente: nos expresamos y modificamos a
nosotros mismos de igual manera que la sustancia se expresa en una infinidad de
modos --se modifica infinitamente-- de los que es causa en el mismo sentido en
que es causa de sí misma. La capacidad humana de afectarse de manera activa que
significa reducir al mínimo las fluctuaciones del ánimo, la incidencia de la
fortuna y el poder de las fuerzas exteriores adversas con relación a nuestra
esencia, a nuestro poder de perseverancia y resistencia-, es la capacidad de
pensar, de conocer adecuadamente y, en el límite, la capacidad de conocer
amorosamente.
La libertad,
la actividad, el conocimiento y el amor no remiten a la voluntad sino a la
potencia; es decir: no resultan de mandamientos ni de preceptivas ni de
valores, sino que se deducen de la fuerza de existir de una criatura singular o
de una comunidad dada de la misma manera que las propiedades de un triángulo se
derivan de su concepto.
Como se sabe,
el conocimiento adecuado --que en la Etica corresponde al conocimiento
de segundo género y al conocimiento de tercer género—tiene origen en la
formación de "nociones comunes"; pero la formación de nociones comunes
concierne decisivamente al incremento de la potencia, lo que significa que la
epistemología no es una esfera autónoma sino que se halla subordinada a una
liberación práctica. A la formación de nociones comunes, dispositivo dinámico
en la constitución del conocimiento adecuado, corresponde la producción de
comunidades, mecanismo adecuado para la liberación y la expansión de la
potencia pública. Lo común se revela .de este modo como el mecanismo general en
el que se articulan entre sí las dos vías maestras a través de las que nuestra
potencia se incrementa: el conocimiento y la política. Deberemos por tanto
aprehender lo común como un dispositivo de liberación que conduce a los hombres
a la vida activa, a la vera vita.
Lo común es el
secreto de una estrategia de los tránsitos que se orienta a la promoción de transitiones
positivas en todos los registros posibles: transición de las afecciones
pasivas a las afecciones activas, de la tristeza a la alegría, de la
imaginación a la razón, de lo inadecuado a lo adecuado, de la servidumbre a la
libertad, y --en política-- de la sociedad a la comunidad, o --más precisamente--
de la multiplicidad a la multitud [5]. La noción de potentia multitudinis y
en general el concepto de multitudo --ausente por completo en la Etica
aunque no del todo en el Tratado teológico-político, ya que aparece
en los capítulos XVII y XVIll-- es uno de los motivos centrales del Tratado
político. Con él Spinoza designa la forma política que cobra la multiplicidad
anárquica del estado de naturaleza una vez que los derechos naturales de los
individuos se radicalizan al transformarse en potencia democrática, esto es en
una potencia común que no anula, sino que más bien incrementa, la potencia
individual de cada uno. La democracia es al estado civil lo que la anarquía es
al estado natural de los hombres: mantiene las potencias originalmente libres
de una multiplicidad dada, pero las inscribe en un ámbito de comunicación, de
composición -en un ámbito común. Sólo que el pasaje de la anarquía natural a la
democracia política no es nunca inmediato, presupone un modo de socialización
basado en la pasionalidad humana, terreno elemental en el que toma su principio
la reflexión sobre la vida civil. Es allí donde se interpone --y revela toda su
pertinencia-- la pregunta política fundamental: ¿por qué hay sometimiento y no
más bien no sometimiento?, o bien --si la formulamos positivamente--: ¿por qué
hay servidumbre y no más bien amistad?
En Política
1252b dice Aristóteles que "La ciudad es la comunidad... que tiene su
origen en la urgencia del vivir, pero subsiste para el vivir bien". Si la
"urgencia del vivir" --que podríamos pensar en general como la
conservación de la vida-- está en el origen, el sentido de la vida en la
ciudad, de la vida pública, no es ni la urgencia ni la conservación. No es, la
de Aristóteles, una "bio-política" [6]. Su objeto no es tanto la
protección del sumo mal de la muerte sino la construcción de la vida buena. La
política aristotélica no es si se permite la traslación- "una meditación
de la muerte sino de la vida", pero de la vida no en primer lugar como un
conjunto de necesidades dadas que deben ser satisfechas por la sociedad, sino
como construcción y realización de un bios, de una "forma de
vida" --en cuanto tal no necesaria—gracias a la cual los hombres acceden a
su propia plenitud.
La
construcción de la vida buena en tanto vida política remite en Aristóteles, de
manera compleja, a la amistad; en efecto, "la obra propia de la política
consiste en producir la mayor cantidad posible de amistad" [7]. Pero la
vida buena --como así también la amistad-- está vedada a los malos, a los
malvivientes; quienes se hallan sumidos en la vida mala, los malintencionados,
no pueden ser amigos ni pueden formar parte de una koina ta philon, de
una comunidad de amigos -tampoco podrán ser buenos ciudadanos. Aristóteles
adjudica a los malos --a quienes llevan una vida mala-- la desemejanza, la
multiplicidad, el carácter polimorfo: "El hombre bueno es siempre
semejante a sí mismo... el malo y el insensato no se parecen en nada por la tarde
a lo que eran por la mañana" [8]; pero, sobre todo, los malos son quienes
no pueden dejar de preferir las cosas (prágmata) a las personas, quienes
subordinan la amistad a los bienes, es decir aquellos para quienes "el
amigo resulta ser un accesorio de las cosas y no las cosas de los amigos"
[9]. Podríamos pensar que estas características de los malos –el polimorfismo y
la ambición-- los vuelve propensos a la adulación más que a la amistad.
Si
confrontamos este ideal clásico esbozado brevemente con el estatuto moderno
(posthobbesiano) de la política, resultará claro que su comprensión ha cambiado
completamente. Tal vez esta transformación encuentra su formulación más eficaz
en un conocido pasaje de La paz perpetua, donde escribe Kant: "El
problema de la constitución de un Estado siempre tiene solución, pormuy extraño
que parezca, aun cuando se trate de un pueblo de demonios, siempre y cuando
estén dotados de inteligencia. El problema se reduce a esto: cómo organizar una
multitud de seres razonables que desean, todos, leyes universales para su
propia conservación, aun cuando cada uno de ellos, en el secreto de su ánimo,
se inclina siempre a eludir la ley. Se trata de ordenar su vida en una
constitución de tal modo que aunque sus sentimientos íntimos sean opuestos y
hostiles unos a otros, se neutralicen entre sí y el resultado público de esos
seres sea exactamente el mismo que si no tuvieran malas intenciones" [10].
Es decir, el problema kantiano –trastornando totalmente la observación
aristotélica según la cual un hombre bueno sólo en un Estado bueno puede ser
buen ciudadano-- es el de cómo constituir un Estado de manera tal que pueda
hacer de "hombres malos" buenos ciudadanos, o bien de un conjunto de
demonios seres cuyo comportamiento público carezca de hostilidad. Como podrá
verse; se trata en esencia del programa político de Hobbes, en el que resultan
cruciales los conceptos de obediencia e interés. Es decir, sólo el interés, el
autointerés, el egoísmo, podrían motivar a un "demonio" o a un
"lobo" a obedecer, no obstante su íntima "inclinación a eludir
la ley". De manera que el problema a resolver es aquí el de cómo crear las
condiciones políticas para que el interés en obedecer sea mayor que la
inclinación a transgredir -o, como dice Kant, a hacer de sí mismos una
excepción. Naturalmente, un diseño así concebido se articula en función de
ciertas representaciones y de ciertas pasiones: amenazas y promesas, castigos y
premios, temores y esperanzas. Las nociones a las que se subordinan todas las
demás son las de orden y seguridad; cómo establecer un orden y cómo garantizar
una seguridad. Sin dudas, todo lector del Tratado teológico-político lo
sabe, estos problemas no son ajenos a la reflexión política de Spinoza.
Norberto
Bobbio ha sugerido que la historia del pensamiento político se halla dominada
por dos grandes antítesis: anarquía-unidad y opresión-libertad. Es decir, la
filosofía política reconoce en su historia una tradición que tiene por motivo
fundamental la defensa del orden o la unidad contra la anarquía, y otra que
procura la libertad contra la opresión [11]. El de Thomas Hobbes es un
pensamiento de la unidad; su problema no es el de la opresión sino el de la
anarquía, no es el de un exceso de poder sino el de su carencia o,
directamente, el de su disolución. ¿Es Spinoza un pensador del orden o un
pensador de la libertad? ¿Un filósofo contra la anarquía y la inseguridad o un
filósofo contra la opresión? Los estudiosos de su obra han señalado en ella
contradicciones y tensiones varias, y no sólo de un libro por relación a otro,
sino también en el interior de un mismo libro. El contractualismo moderno en general
es una técnica que se orienta fundamentalmente a dar solución a los conflictos
suscitados por una condición dada por naturaleza, o bien a prever las
situaciones de anarquía que sobrevienen a las sediciones. Sabemos que el
capítulo XVI del TTP formula una teoría del pacto que, a primera vista al
menos, es similar a la del Leviatán. Sabemos también que esta teoría
desaparece por completo en el Tratado Político. Seguramente será posible
encontrar en los textos de Spinoza elementos contractualistas y anti-contractualistas, por ejemplo la noción de multitudinis potentia en el TP o la de amicitia en la Ética. Pero incluso si nos detenemos en el propósito mismo
del TIP, que hallamos suficientemente explicitado en su portada, llegaremos a advertir
algo extraño, en cualquier caso una manera de plantear el problema. y de
resolverlo, claramente distinta a la manera como lo había hecho Hobbes. En
tanto el filósofo inglés veía en la pluralidad de las opiniones respecto a lo
justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, etc., y, en suma, en la libertad de
pensar lo que se quiera y decir lo que se piensa, la raíz misma de la
disgregación del poder, y, por tanto, la fuente del desorden, el conflicto y la
anarquía, Spinoza escribe bajo el título del Tratado teológico-político: "contiene varias disertaciones
en las que se demuestra que la libertad de filosofar no sólo puede concederse
sin perjuicio para la piedad y la paz del Estado (non tantum salva Pietate, & Reipublicae Paceposse
concedi), sino que
no se la puede abolir sin suprimir con ella la paz, e incluso la piedad, del
Estado".
Tal vez no
solamente debamos ver en este texto una inspiración antihobbesiana evidente,
sino también una cierta corrosión del esquema propuesto por Bobbio. Pensar el
orden --nos está diciendo Spinoza-- es pensar la libertad, y viceversa; el
origen de la anarquía no es la libertad sino la opresión. La seguridad, tanto
como la libertad, son las metas del Estado; ésta no se alcanza sin aquélla,
aquélla se suprime suprimiéndose ésta: "...su fin último [del Estado] no
es dominar a los hombres ni sujetarlos por el miedo y someterlos a otro, sino,
por el contrario, librarlos a todos del miedo, para que vivan, en cuanto sea posible,
con seguridad... El verdadero fin del Estado es, pues, la libertad" [12].
Spinoza deduce
la vida civil según un estricto realismo anti-intelectualista: no a partir de
la razón sino de la pasionalidad humana; es decir a partir del derecho natural definido
no por la razón --tal como lo concibe Grocia siguiendo la tradición tomista, y,
antes, aristotélica---, sino --en consonancia con Hobbes-- por el deseo y el
poder.
A diferencia
de la mayor parte de la tradición filosófica, Spinoza no dirá nunca que se
trata de eliminar las pasiones, propósito inútil en la medida en que el hombre
sea considerado como un ser finito, como el modo que es, como una pars Naturae:
"Padecemos en la medida en que somos una parte de la naturaleza que no
puede concebirse por sí misma, sin las demás partes" (E, IV, 2),
determinación fundamental del conatus explicitada a lo largo de Etica,
IV. La aspiración a la vida ética tanto como a la vida política mejor, por
consiguiente, presupone la realidad de las pasiones a la vez que consiste en
reducir la pasividad tanto como sea posible para colmar de manera activa la
capacidad de afección por la que se singularizan y definen los hombres; esto
es, consiste en hacer que las ideas inadecuadas –connaturales a la finitud, a
la vida pasional-- ocupen sólo una pequeña parte de nuestra Mens. El
procedimiento merced al cual esto es posible se halla descripto en el escolio
de E, V, 20, texto en el que se explicita que "la potencia del alma se define
sólo por el conocimiento, y su impotencia o pasión se juzga sólo por la
privación de conocimiento, esto es, por lo que hace que las ideas se llamen
inadecuadas". La existencia dominada por ideas inadecuadas significa vulnerabilidad
a las pasiones, inconstancia, fluctuación; frente a la condición pasiva, la
operación de la que el alma es capaz consiste en sustituir una comprensión
falsa e imaginativa de las pasiones por una idea verdadera de su realidad, una
idea que las explique por sus causas, pues "no hay afección alguna del
cuerpo de la que no podamos formar un concepto claro y distinto" (E, V,
4).
Ahora bien, el
principio decisivo de la teoría spinozista de las pasiones es aquel según el
cual "el apetito por el que se dice que el hombre actúa y el apetito por
el que se dice que el hombre padece es uno y el mismo" (íbid.), principio que
presupone la ruptura operada por la antropología cartesiana respecto al esquema
aristotélico y escolástico según el cual las pasiones tienen origen en el alma
sensitiva, opuesta al alma racional. En efecto, los presuntos combates entre
una parte inferior y una parte superior del alma sólo son imaginación, pues --dice
Descartes-- "no hay en nosotros más que un alma y en ella no hay
diversidad de partes: la misma que es sensitiva es racional y todos sus
apetitos son voliciones" [13]. Por consiguiente, nada de lo pensado por la
tradición respecto de las pasiones puede, dice Descartes, sernos de utilidad;
es necesario comenzar todo de nuevo. Esta radicalidad nos será confesada en la
primera página del texto: "En nada se manifiesta tanto lo defectuosas que
son las ciencias que le debemos a los antiguos, como en lo que han escrito
acerca de las pasiones; pues, no obstante ser esta una materia cuyo
conocimiento ha sido siempre muy buscado, y que no parece ser de los más difíciles...,
lo que han enseñado acerca de ella los antiguos es tan poca cosa, y en general
tan poco digno de crédito, que ninguna esperanza abrigo de acercarme a la
verdad en este punto si no me aparto de los caminos seguidos por ellos; por lo
cual me veo obligado a escribir aquí como si se tratara de una materia de la
que nadie se hubiera ocupado antes que yo" [14].
En lo que
respecta a las pasiones, el pensamiento de Spinoza presupone esta ruptura, sólo
que en rigor Descartes no ha hecho sino desplazar el problema: el combate no se
libra ya en el alma entre sus diversas partes, sino en la glándula pineal,
entre los espíritus animales y la voluntad, entre el cuerpo y el alma [15]. El
dualismo cartesiano (así como la idea concomitante del libre arbitrio, de la
voluntad como causa de los movimientos del cuerpo) será sustituido por el
paralelismo, de manera que no sólo el alma no consta de partes que pudieran
entrar en combate, sino que tampoco puede haberlo entre alma y cuerpo, pues la
pasión de uno significa la pasión del otro, en tanto que la acción de uno
implica la acción del otro. O bien: "el apetito por el que un hombre actúa
o padece es el mismo en el cuerpo y en el alma".
La teoría de
las pasiones adopta en Spinoza un estatuto político, en la medida en que un
campo político dado se halla determinado en función de los afectos
predominantes en él. El más profundo sentido del spinozismo en lo que a lo
político concierne es, como ha sido señalado, la producción de comunidad entre
los hombres, o bien --dicho negativamente-- "la voluntad de suprimir la
separación entre los hombres" [16]. En efecto, solamente la imaginación
puede dar lugar a la idea de hombres y pueblos elegidos y de hombres y pueblos
excluidos: "la verdadera felicidad y beatitud de cada individuo consiste
exclusivamente en la fruición del bien y no en la gloria de ser uno solo (non
vera in ea gloria, quodsolus scilicet), con exclusión de los demás (reliquis
exclusis), el que goza del mismo. Pues quien se considera más feliz porque
es más feliz y más afortunado que los demás, desconoce la verdadera felicidad y
beatitud; ya que la alegría que con ello experimenta... no se deriva más que de
la envidia y del mal ánimo" [17]. La "gloria de ser uno solo" y
la consiguiente "exclusión de los demás" no solamente son criticados
aquí en su significado religioso [18] sino también en su significado ético y
político.
¿Qué provoca
pues la separación entre los hombres? ¿Qué hace posible --y cómo es posible--,
por el contrario, la comunidad entre ellos? Respecto a lo primero deberá
tomarse en consideración un conjunto de pasiones --odio, ambición, temor (/esperanza)...--
cuya importancia para la comprensión de los modos que adopta la convivencia
humana se revela como de primer orden; dichas pasiones encierran pues una
significación política insoslayable, lo que justifica su elección a los efectos
de alcanzar una comprensión del hecho político en su realidad más elemental. En
cuanto a la pregunta por la comunidad, hemos considerado al concepto de amistad
como el principio de su construcción, de su producción. En uno de los más
relevantes estudios de la bibliografía spinozista actual, A. Matheron
relacionaba la posibilidad de superar la separación entre los hombres con una
inclinación mimética básica, con una fundamental tendencia de los hombres a
imitarse mutuamente: "la imitación de los deseos de los otros o emulación
puede ser considerada como el conatus global de esta comunidad
humana que se busca" [19].
La perspectiva
que se propone aquí concierne asimismo a una "comunidad humana que se
busca", pero acentúa la idea de amistad respecto a la de imitación o
emulación --sin ser, no obstante, contradictoria con ella. Antes bien, como se
dijo, sólo una acentuación diferente.
Un Spinoza
político puede ser seguido a partir de Etica IV y a través de los dos tratados políticos, itinerario
que revelará a lo largo de su curso perspectivas diferentes -y muchas veces de
difícil conciliación. Si la Etica tal vez puede ser considerada como la
política misma de los hombres libres –o que desean la libertad--, el Tratado
teológico-político resulta necesario precisamente porque no todos los
hombres --ni la mayoría-- desean la libertad, sino que más bien se hallan
inmersos en una existencia dominada por la imaginación, por la superstición,
por la pasividad y la impotencia. La democracia aspira a una transformación del
imaginario teológico y del imaginario político merced a una enmienda de
aquellos conflictos humanos que no redundan en un acrecentamiento de la
potencia pública sino más bien en su inhibición. El Tratado político, a
su vez, coloca en el centro la noción de multitudo y remite la formación
del campo político al deseo de los hombres de ser sui juris, de estar
bajo su propio derecho, lo que resulta prácticamente imposible en el estado de
naturaleza --donde la potencia individual de cada uno es mínima, así como la
capacidad de resistencia a lo que la amenaza o destruye--, y en cambio
encuentra su realización en el pasaje al imperium, reunión de los
derechos o de las potencias que alcanzarán de este modo su expansión mayor: la multitudinis
potentia es una creación que concreta el tránsito de una situación en la
que se está alterius juris, sometido al poder de otro, a una condición
de existencia nueva, sui juris, es decir a la forma de existencia cuyo
proceso de formación se describe en el Tratado político. Esta transición
fundamental no se comprende tanto por el miedo a la muerte violenta como por el
miedo a la soledad, o bien –positivamente--, por el deseo de otros. La apertura
del espacio político que instituye el deseo de otros --el deseo de comunidad--
significa la posibilidad misma de una vida sui juris; por el contrario,
paradójicamente, la vita solitaria implicará siempre una existencia alterius juris.
Al mismo
tiempo –complementariamente-- los textos nos revelarán un Spinoza impolítico,
todo un conjunto de conceptos renuentes a una articulación política positiva y
que sin embargo no admiten ser reducidos a la esfera "privada" ni
denotan un desinterés por la cosa pública. Ahora bien, es necesario realizar
aquí algunas precisiones. El concepto de "impolítico" ha tenido un
marcado desarrollo en la cultura filosófica italiana de los últimos dos
decenios, a partir de un ensayo de Massimo Cacciari sobre L'impolitico
nietzscheano [20] y,
especialmente, en los trabajos de Roberto Esposito [21]. Ambos autores redefinen
el concepto desmarcándolo de la acepción que le confiriera Thomas Mann en sus Betrachtungen
eines Unpolitischen (1918), según la cual impolítico significa restitución
de valores pre-polítícos contra el disvalor política, es decir que impolítico
resulta aquí sinónimo de apolítico. Por el contrario, el paradigma de lo
impolítico según ha sido pensado por los filósofos italianos --en cuyas
diferencias de perspectiva respecto a la determinación del concepto no nos
detendremos aquí--, se vincula más bien a una "radicalización de la
política" o a una "generalización de la política" contra su
absolutización --o totalización moderna, que según Esposito se complementa de
manera paradojal con la despolitización (autonomía de lo económico, primado de
la sociedad o de la técnica respecto de la relación, etc.) ya señalada,
diversamente, por Carl Schmitt y Hannah Arendt. Cacciari remite lo impolítico
en Nietzsche al motivo weberiano del "desencanto": a la vez que
critica lo político como afirmación de valores, denuncia cualquier rechazo
nostálgico de lo político -a la manera de Mann- en nombre de los antiguos
valores, en nombre de la Bildung, de la Kultur, de la Humanität...
De modo que Nietzsche sería un radical deslegitimador del "Estado
total" y de cualquier "redención de la totalidad", que seguiría
siendo una forma --más aun, una forma extrema-- de la política como valor, de la
teología política. A lo cual lo impolítico resiste como ejercicio de
desfundamentación, de no totalidad, como parcialidad.
Roberto
Esposito por su parte diferencia también de la manera más taxativa lo
impolítico tanto de una antipolítica como de una apoliticidad --es decir una
indiferencia o desinterés por la política. Antes bien, para la
"perspectiva de lo impolítico" la realidad se concibe en términos de
fuerza, no hay trascendencia ni "exterior" respecto de la política
definida, consiguientemente, de manera maquiaveliana; esto es: no existe un
Bien extra-político (teológico) del que el poder pudiera ser representación. Lo
impolítico emerge así como crítica de la representación en la doble acepción del
término: como rappresentazione y como rappresentanza, como Vorstellung
y como Repräsentation, a partir de la
paradójica coexistencia de teología política y despolitización que signa al
pensamiento político "después del Leviatán"
[22].
No es este el
lugar --ni es nuestro propósito hacerlo-- para seguir la argumentación que concierne
al concepto de impolítico en toda su complejidad. Resulta necesario sin embargo
establecer una precisión con relación al uso que se hace de este vocablo cuando
lo referimos a algunos aspectos de la filosofía spinozista. En primer término --como
se dijo ya-- Spinoza ha de ser considerado como un pensador político en sentido
pleno. Su crítica de la teología política no redunda en una secularización suya
en términos socio-jurídicos sino que, en línea maquiaveliana, la reflexión del
autor del TP se sustrae a toda despolitización afirmando lo político como una
construcción de fuerzas inmanentes, inalienables y --en cuanto tales--
irrepresentables. El propio Esposito inscribe a Spinoza en una especie de
modernidad perdida o cancelada, en cualquier caso refractaria a la tradición
que busca excluir el conflicto anulando la potencia originaria de los hombres.
"Que no todas las filosofías políticas modernas --escribe Esposito--
admitan ser reconducidas a este desenlace autodisolutivo; que existan, por
oposición a esto, puntos de resistencia y de contraste --desde Maquiavelo que
constituye su originaria (pero derrotada) alternativa, hasta Spinoza, Vico, en
ciertos aspectos Hegel y Marx--, no quita que el "paradigma hobbesiano del
orden" sea la línea triunfante y aun hoy ampliamente hegemónica, desde el
funcionalismo de Parsons hasta la "sistémica" de Luhmann [23]. Si
Hobbes llama "política" a la situación que comienza con la
desposesión de los derechos naturales –fuente de conflictos-- y su alienación
en la instancia soberana --antes de lo cual hay sólo naturaleza y guerra--,
Spinoza, por el contrario, afirma la conservación del derecho natural en el
interior del espacio político, lo que preserva dicho espacio, paradójicamente,
de su despolitización --de su despotenciación--: "Por lo que respecta a la
política --le escribe a su amigo Jarig Jelles en junio de 1674--, la diferencia
entre Hobbes y yo, sobre la cual me pregunta usted, consiste en que yo conservo
siempre incólume el derecho natural y en que yo defiendo que, en cualquier
Estado, al magistrado supremo no le compete más derecho sobre los súbditos que
el que corresponde al poder con el que los supera, lo cual sucede siempre en el
estado natural" (carta 50).
Ahora bien, si
esto es así Spinoza sería un autor eminentemente político, no impolítico. Si
mediante esta categoría --como ha sido ya esbozado-- la filosofía política
reciente busca abrir una alternativa a la co-presencia de teología política y
despolitización, de valor y técnica, esto es una resistencia negativa (que no
tiene sin embargo la forma de una negación) a la autodisolución de la política
en el sentido antes referido, entonces no podría ser aplicada --al menos no en
esos términos-- a Spinoza. Sin embargo, equidistante también él de la teología
política y la despolitización, Spinoza alude a formas de resistencia a la
violencia del poder --que se complementa siempre con la ignorancia y la
impotencia de quienes se hallan sometidos a él y de una manera u otra le son
funcionales--, una resistencia que no es enfrentamiento ni libre expansión
pública, política, de la potencia común --reducida ésta en dicha circunstancia
a su mínima expresión--, sino dislocamientos hacia aspectos restringidos de
composición que no comportan un afuera ni una exterioridad ni una privacidad
sin consecuencias políticas. Espacios de composición irrepresentables en la
medida en que no constituyen una parte de la totalidad --por consiguiente
homologada a ella --: renuentes a dejarse representar en el doble sentido del
término. En algunas ocasiones hemos referido el adjetivo "impolítico"
a la noción de amistad" [24]. Amistad y comunidad son un solo y mismo
concepto que difiere en extensión e intensión; la primera se determina siempre
en función de una cautela respecto del entorno. Amistad y comunidad son
producciones que no reconocen ningún a priori, que tienen lugar en un
plano de inmanencia estricto [25]. Por consiguiente, impolítico significa aquí
que no se prescribe un arte de gobernar, ni de conservar el Estado o
transformarlo. Lo impolítico responderá más bien a la pregunta ¿cómo realizar
la libertad cuando no es posible hacerlo políticamente, es decir cuando la
esfera pública ha dejado de ser el lugar de construcción de la "vida
verdadera"? Se tratará de ideas y de prácticas descentradas, que no se
expresan en la organicidad "naturada" de las instituciones cuando
estas no son la plasmación inmanente del cuerpo político, de la potencia por la
que éste es autónomo; ideas y prácticas que antes bien buscan resistir, fragmentariamente,
en secreto, a la total despolitización
de lo público. Una política de lo impolítico es el ejercicio de libertad --de
liberación-- posible, restringida, cuando el cuerpo colectivo pierde su
singularidad [26]; es separado de su potencia, es inhibido --por el miedo o la
esperanza o el engaño-- en su ser-activo de modo que su capacidad de afirmarse
y resistir lo que lo niega se encuentra obturada y bloqueada por un poder
separado y trascendente. Concebido en estos términos, lo impolítico --no una
retracción a la vida solitaria, ni el cuidado individual por parte del sabio
que se desentiende, autosuficiente, de los otros-- es así lo que queda, lo que
cabe, cuando lo común, la comunidad entre los hombres desaparece o se reduce a
su límite inferior, a su expresión mínima...
Diego Tatián, "Excomunión
y libertad", en La cautela del
salvaje. Pasiones y política en Spinoza, Adriana Hidalgo (ed.), Buenos Aires,
2001, pp. 17-43.
Notas
1. J Révah,
l., S., Spinoza et Juan de Prado, Etudes Juives I, París, 1959, p. 29.
2. Lucas,
"Vida de Spinoza", en A. Domínguez (comp.), Biografias de Spinoza,
Alianza, Madrid, 1995, pp. 146-156.
3. Yovel, Y.,
"Why Spinoza was excommunicated?", en Commentary, nov. 1977,
pp. 46-52; también Spinoza, el marrano de la razón, Anaya & Mario
Muchnik, Barcelona, 1995.
4. Méchoulan,
H., "Le Herem él Amsterdam et 'L' excommunication' de
Spinoza", en Cahiers Spinoza, no. 3, Réplique, París, 1979-1980,
pp. 117-134.
5. Cfr.el
ensayo de Michael Hardt, "L'art de l'organisation: agencements
ontologiques et agencements politiques chez Spinoza", en Futur
antérieur, n° 7,1991, pp. 141 y ss.
6. Como se
sabe, ha sido Michel Foucault quien designó con este vocablo una manera según
la cual "se ha intentado, a partir del siglo XVIlI, de racionalizar los problemas
planteados a la práctica gubernamental por un conjunto de vivientes constituidos
en una población: salud, higiene, natalidad, longevidad, razas..." ("Naissance
de la biopolitique", en Michel Foucault, Dits et Ecrits 1954-1988, tomo ID, Gallimard, París, 1994, p.
818. Cfr, también el ensayo de Giorgio Agamben, "Forma-di-vira", enMezzisenzafine.
Note sulla politica, Bollati Boringhieri, Torino, 1996, pp. 13-19). Damos
aquí al término una acepción más amplia --que se extiende al menos hasta Hobbes--
que la foucaultiana, entendiendo por ''biopolítica'' una manera de concebir la
política que tiene por materia no nociones concernientes a la libertad de los
ciudadanos, sino a la necesidades de los hombres en cuanto seres vivos. Seguramente
es en la obra de Hannah Arendt donde encontraremos la crítica más significativa
a esta última forma de comprender la esfera pública, que deviene así
despolitizada, preponderantemente "social".
7. Aristóteles,
Etica Eudemia 1234b 22-23.
8. Ibid., 1239b 10-15.
9. Ibid., 123Th 30. Sobre la teoría aristotélica de la amistad
en la Etica Eudemia, cfr. Jacques Derrida, Politiques de l 'amitié, Galilée,
Paris, 1994.
10. Kant, Zum
ewigen Frieden, BA 40, Kant-Werke, IX, p. 224; trad. española, La
paz perpetua, Espasa-Calpe, Madrid, 1982, p.126.
11. Bobbio,
Norberto, Thomas Hobbes, Fondo de Cultura Económica, México, 1991, pp.
36-37.
12. Spinoza, Tratado
teológico-político, cap. XX, pp. 410-411; 0, III, pp. 240-241.
13. Descartes,
"Les passions de I'áme", en Oeuvres et lettres, Gallimard,
Paris, 1953, p. 718. En sus Études de philosophie ancienne et de philosophie
moderne (Alean, Paris, 1912), Victor Brochard ha puesto de relieve el
cartesianismo de Spinoza en lo que concierne a las pasiones --" ...la
théorie spinoziste des passions est d'esprit tout cartesian" (p. 330)--;
Spinoza, según esta perspectiva, no constituye pues una "reacción
anticartesiana" sino que más bien opera una radicalización del cartesianismo.
Lo esencial, según Brochard, permanece común: que las pasiones son pensamientos
o ideas, que los apetitos son voluntades.
14. Descartes,
"Les passions...", en op. cit., p. 695.
15. "El
error que se ha cometido haciendo representar al alma personajes diferentes que
de ordinario son contrarios unos a otros, procede de no haber distinguido bien sus
funciones de las del cuerpo, al cual debe atribuirse exclusivamente todo lo que
en nosotros puede hallarse de repugnante a nuestra razón: de manera que toda la
lucha que hay aquí se reduce a que, pudiendo la glandulita que existe en medio
del cerebro ser impulsada de un lado por el alma y del otro por los espíritus
animales (que no son más que cuerpos, como ya .hemos dicho), sucede muchas
veces que estos dos impulsos son contrarios, y el más fuerte anula el efecto
del otro" (íbid., pp. 718-719).
16. Geneviéve
Brykman, "Spinoza et la séparation entre les hommes", en Revue de Métaphysique
et de Morale, n° 2, 1973, pp. 174-188.
17. Spinoza, Tratado
teológico-político, cap. III, p. 116; O, III, p. 44.
18. El pasaje
antes transcripto tiene contexto en el análisis de la pretensión de los hebreos
de ser un pueblo elegido por Dios entre las demás naciones, con lo que según una
de las tesis más fuertes del TTP, los hebreos, de algún modo, produjeron el antisemitismo.
19. Alexandre Matheron, Individu et communauté chez
Spinoza, Minuit, Paris, 1988, p.155.
20. En F.
Nietzsche, Il libro del filosofo, edición al cuidado de M. Beer y M.
Ciampa, Savelli, Roma, 1978, pp. 105-120; trad. española, "Lo impolítico nietzscheano",
en M. Cacciari, Desde Nietzsche. Tiempo, arte, política, Biblos, Buenos
Aires, 1994, pp. 61-79.
21. Categorie
dell'impolitico, Il Mulino,
Bologna, 1999 (orig. 1988); "Laprospettiva dell'impolitico", en Micromega,
4, 1989; y Communitas. Origine e destino della comunita, Einaudi,
Torino, 1998.
22. Una
política de lo irrepresentable --de lo que no tiene identidad ni interviene en
el todo como una parte suya-- ha sido recientemente, asimismo, objeto de
reflexión de Giorgio Agamben: "que ciertas singularidades constituyan una
comunidad sin reivindicar una identidad, que ciertos hombres co-pertenezcan sin
una condición de pertenencia representable (incluso en la forma de simple
presupuesto) es lo que el Estado no puede en ningún modo tolerar... la novedad
de la política que viene es que ella ya no será una lucha por la conquista o el
control del Estado, sino una lucha entre el Estado y el no-Estado (la
humanidad), disyunción irremediable entre las singularidades cualesquiera y la
organización estática". (Cfr. G. Agamben, La comunitá che viene, Einaudi,
Torino, 1990; trad. española, La comunidad que viene, Pre-textos,
Valencia, 1996).
23. Esposito,
R., Categorie dell'impolitico, cit., p. 9.
24. En un
artículo apasionante (''Un autre Spinoza", en Archives de philosophie, 48, 1985, pp. 37-57), Richard Popkin
ha investigado la relación de Spinoza con misioneros cuáqueros ingleses en
Amsterdam, inmediatamente después de la excomunión (entre 1657 y 1666). A
partir de un conjunto de documentos de la época, Popkin afirma --coincidiendo
con el historiador holandés Van den Berg-- que Spinoza habría traducido del
holandés al hebreo un libro sobre la Escritura de Margaret Fell --uno de los
principales referentes cuáqueros de Inglaterra--, en el que se buscaba la conversión
de los judíos. Un cotejo de dicha versión hebrea con el Tratado
teológico-político, dice Popkin, muestra ciertos elementos comunes que
permitirían presumir que Spinoza habría sido permeable a algunas ideas
cuáqueras: "Spinoza adopta algunas de las opiniones de los cuáqueros: la
necesidad del conocimiento interior de Moisés, de Jesús y de los profetas; el
acento puesto sobre el Espíritu Santo, en el comienzo del Tractatus, y
el acento puesto sobre la salvación a través de una suerte de conciencia
espiritual" (p. 55). Como se sabe, esta comunidad de cristianos
protestantes --llamados despectivamente cuáqueros-- se constituye a partir de
las predicaciones de George Fox a mediados del siglo XVII, y se dieron a sí
mismos el nombre de "Sociedad de los Amigos". ¿La noción de amistad
que Spinoza hace intervenir en el libro N de la Etica, podría incluirse
--al menos tangencialmente—en el repertorio de influencias cuáqueras según
sostiene Popkin? ¿Formó el filósofo parte de la "Sociedad de los Amigos"
de manera plena?
Por lo demás,
no parece del todo convincente la sugerencia de Popkin respecto a la existencia
de "otro Spinoza", opuesto al Spinoza ultrarracionalista y calmo
"canonizado" por sus amigos y albaceas, quienes habrían expurgado sus
papeles de documentos --entre ellos la Apología con que el joven
filósofo se defendió de la excomunión-- que comprometían esta imagen. En
efecto, la sostenida relación de Spinoza con el místico milenarista Serrarius
no deja de ser extraña, como tampoco dejan de serlo algunos pasajes de su
epistolario con Oldenburg, ni el hecho de que el TTP no se haya burlado de los
movimientos mesiánicos y milenaristas de su tiempo. No obstante, la por lo
demás sugestiva alusión de Popkin según la cual Spinoza habría sido un partidario
secreto de Sabbataí Zevi --considerado por sus seguidores con el Mesías con el
que se cumpliría el milenium--
resulta un poco forzada, así como también afirmar la pertenencia del
autor de la Etica a un "mundo loco" de "fanáticos religiosos",
que permitiría hablar de "dos Spinoza" en el sentido en que se ha hablado
de "dos Leibniz". En cualquier caso, el Spinoza sugerido por Popkin
restituye un cierto marranismo a la imagen del filósofo, sólo que nada tendría
que ver sería más bien su inversión- con el "marrano de la razón" del
que hablaba Y. Yovel (Spinoza, el
marrano de la razón, Anaya & Muchnik, Madrid, 1995).
25. En Communitas...
Esposito ha trazado un concepto impolítico de comunidad, donde impolítico
quiere decir ontológico en sentido heideggeriano del término: apertura común
que no pone en relación dos presencias previamente dadas, sino que es "el
ser mismo de la relación". A partir de una idea de comunidad así
determinada, en el prefacio a la segunda edición de Categorie dell'impolitico
distingue esta perspectiva de las filosofías contemporáneas de la
comunidad, "pero también de toda ‘política de la amistad’, como suena el
título de un reciente libro de Derrida... no obstante todas las posibles
vinculaciones, aproximaciones y remisiones entre el léxico de la amistad y el
de la comunidad, sigue habiendo una separación insuperable: la que hay entre un
código lingüístico que refiere siempre a los sujetos –justamente de amistad,
que por eso mismo puede ser política como, de manera inversa, la enemistad-- y
otro más bien relativo al ser ‘en común’ en cuanto tal, vale decir una
existencia compartida que descentra y rompe la dimensión de la
subjetividad..." (p. XXIX). La perspectiva aquí es otra. El concepto
spinozista de comunidad es político en sentido fuerte y se homologa al concepto
de amistad que puede ser impolítica no, por supuesto, en el sentido de
"ontológica" --en virtud de la noción de producción.
26.
"Entiendo por cosas singulares (res singulares) las cosas que son
finitas y tienen una existencia limitada; y si varios individuos cooperan (concurrant) en una
sola acción de tal manera que todos sean a la vez causa de un mismo efecto, los
considero a todos ellos, en este respecto, como una sola cosa singular"
(E, II, def. 7, p. 109; O, II, p. 85).
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