Sergio
Espinosa Proa
Que la
naturaleza humana es natural es una de las piezas maestras del sistema de
Spinoza. Pero esta humanidad tiene algo que no tienen las naturalezas del resto
de los animales: puede negarla, revertirla, pervertirla o suspenderla. No
parece que merced a ello sea superior; lo contrario es más probable. El hombre
puede fingir. Puede confundir lo fantástico con lo verosímil. Pero eso no por
sí solo o por alguna razón más alta lo pone por encima del animal. Éste hace lo
posible; el hombre no; un ser humano puede intentar o aparentar hacer lo
imposible. En el animal, el ser se identifica con el poder, con su poder. No es
abstracto. Si el ser de Dios es absoluto, su poder es absoluto. No se anda con
remilgos. Para un humano, lo fácil comienza siendo difícil. La "obra"
empieza titubeante y termina imponiéndose al espíritu. De eso se trata: en
Spinoza un hombre, Dios o un animal coinciden con su potencia de ser. Por ello
es ridículo creer que, siendo un poder sin límite, Dios se limite a sí mismo.
Es ridículo pretender que se abstiene, que amenaza, que se constriñe (por
cualquier motivo). Se ha humanizado a Dios. Es ridículo hablar de
"analogía" o de "homonimia" entre el entendimiento y la
voluntad de Dios y de los hombres: son idénticos. La única diferencia es que de
Dios el entendimiento es infinito y de nosotros es finito. ¿Se apasiona como
nosotros? En absoluto. ¿Es malo o bueno? El Mal como algo abstracto y general,
o el Bien, no existe. El origen de muchos problemas es ese antropomorfismo
según el cual cuanto existe está hecho para nuestra satisfacción. Nada que ver.
La naturaleza no es ni buena ni mala, ni bella ni fea, ni ordenada ni confusa.
El prejuicio deviene superstición, y ésta justifica el crimen. Esto no
significa que todo sea lo mismo; para Spinoza hay grados de perfección. Lo que
no hay son méritos y culpas; si produce regocijo, es bueno; si tristeza, es
malo. Beatitud frente a melancolía; tales son los extremos. El entendimiento no
prejuzga; la voluntad siempre se apresura. Ahora, ¿como distinguir una idea
falsa de una verdadera? Por su potencia: si es eterna, es que tenía fuerza,
aunque nos haya costado llegar a ella. Una idea verdadera "aguanta".
"La potencia de formar ficciones es inversamente proporcional a nuestro
conocimiento de la verdadera naturaleza de las cosas" (Ariel Suhamy / Alia
Daval, Spinoza por las bestias,
Cactus, Buenos Aires, 2016, p. 46). Pensar es pensar lo verdadero; de lo
contrario tenemos pensamientos truncos y mochos. Comprender es parte de nuestra
naturaleza. Más comprendemos, más cerca nos hallamos de la naturaleza divina.
Es igual con la percepción: mejor percibimos, más cerca estamos de la
perfección. Lo que nos imaginamos no depende de su verdad y/o falsedad, sino de
su potencia. Por último, recordamos (y asociamos) cosas que no están afuera,
sino adentro. Es nuestro cuerpo el que recuerda. ¿Pasa lo mismo con el
entendimiento? No: el orden de las ideas es el mismo para todos los humanos. No
es cuestión de eliminar la imaginación, sino de ponerla en sintonía con el
entendimiento. ¿De dónde procede la superstición? ¡Del miedo! Nos imaginamos
cosas horrendas. La superstición lo arrastra todo. ¿Qué dicen los profetas?
Cosas absurdas, pero predican todos, si son verdaderos profetas, el amor al
prójimo y la justicia. Pero eso es perfectamente racional. ¡Los profetas no son
sabios! Pero no son idiotas; es una idiotez burlarse de ellos porque no todo en
ellos es razonable. Si escriben es porque hay algo universal, y universalmente
válido, en su pensamiento. ¡Por más que no nos sea posible estar de acuerdo! Lo
decisivo es no pensar que la naturaleza en sí misma existe y fue diseñada para
satisfacer necesidades humanas. Igualmente decisivo es no creer que el universo
está gobernado por un Rey a base de premios y castigos. Esta es la idea central
que tiene Spinoza de la imaginación: hecha de signos imperativos que proceden
de la separación entre la causa y el efecto. No es que Dios sea lo que uno
quiere; se ha convertido en un refugio para la superstición y la ignorancia.
¡Y, por el contrario, es lo máximo! No es alguien que se haga obedecer porque
sí; como tampoco es el hombre un animal que sólo actúe por instinto. Actúa
porque entiende, porque comprende. Así entienda mal; el conocimiento es parte
inescindible de lo humano. Esto equivale a decir que no hay afectos "en
general"; todos dependen de una esencia singular. El asunto no es
rechazar, por ejemplo, la concupiscencia, sino no cifrar todo en ella. Los
afectos no son, tomados en abstracto, malos; dependen de la esencia del ser al
que pertenecen. Para un ser humano, ni los celos ni el odio van con su esencia.
Por consiguiente, ¡es bueno imitar a otro que no tenga esos vicios! ¿Necesita
el hombre ser salvado? Quizá, pero no todas las cosas lo precisan. ¿La razón
podría contravenir nuestra naturaleza? Difícilmente: ella es fuerte, es
efectiva, si es afectiva. Uno no es más haciendo menos a otro; es más haciendo
crecer al otro, porque juntos pueden más. Eso de ser humildes es triste porque
a veces es ocasión de un mal orgullo. La razón es compartible, no apropiable;
por eso entra en la definición de lo humano. Es lo único que da gusto compartir
sin provocar envidias. Quedan pocas cosas de Spinoza; en realidad no es tan
complicado. Si no existe el Mal, tampoco existe lo Negativo; no existe el pecado
en el sentido de escoger voluntariamente el mal en lugar del bien, sino en
creer que existen el mal y el bien. Lo que tiene de especial un hombre no es ni
su libre albedrío, ni sus sentimientos, ni siquiera su razón, sino la capacidad
de verlo todo sub specie aeternitatis. ¡No
cualquiera!
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