03 octubre, 2018

DE LOS MODOS DE VIDA XII

Sergio Espinosa Proa

Es cierto que las cosas han cambiado; hubo un tiempo en que la moral era impensable sin la religión. Decir "ateo" era sinónimo de maldad y abyección: ser ateo era señal de locura, enfermedad y depravación. Pierre Bayle ha abogado por la falsedad de esta atribución, por la independencia de la moral (como buena conducta) y la religión (como cosmovisión general). Ha triunfado de modo relativo; ni siquiera en Francia, con todo el tiempo transcurrido, ha desaparecido este mito. Al ilustrado le parece incontestable que las religiones positivas son más fuente de discordia que de apaciguamiento. Pedro Lomba, muy prudente, considera que Bayle afina con su crítica de Spinoza su propia posición ilustrada: lo único capaz de imponerse entre los hombres es la razón práctica. No existe solidaridad entre el ateísmo y el vicio: se puede tranquilamente ser ateo y moralmente virtuoso. A pesar de sus miedos, Bayle admira al filósofo y extrae de él toda una sabiduría. ¡Al grado que al final será acusado de ateísmo! Bayle es un enérgico combatiente en favor de la tolerancia religiosa, es decir, de la supremacía de la autoridad civil respecto de la eclesiástica. Es cierto también que Bayle se suma a la condena de Spinoza, pero el beneficio ha sido mayor, pues, según ya se ha dicho, contribuyó a su conocimiento. En términos muy generales, de éste se saben un par de cosas: que todo piensa en la naturaleza, y que el hombre no es su flor más preciada (Bayle, p. 39). El de Spinoza es un sistema que ofende al entendimiento (o sentido) común. ¡Bastaba, segun el autor del Diccionario, con un guiño a la filosofía china! Todo lo ha puesto de cabeza. Y todo depende de su principio: "que Dios es la sola Sustancia que hay en el universo, y que todos los demás seres son modificaciones de esta Sustancia" (p. 41). De esta afirmación brota todo. Una tesis "extravagante y monstruosa", dice Bayle, apoyándose en algo que dijo Santo Tomás. No es un sentimiento nuevo; lo nuevo es la forma. Que Dios está en todo es doctrina estoica, epicúrea y se la halla hasta en Abelardo. Que todo es Nada se encuentra en la filosofía china: en el fondo, todo es vacío... Los chinos saben que el pensamiento no es para cualquiera; a los simples les basta saber --a fin de que cumplan con su deber-- que existe el infierno. Bueno: Spinoza no llega a tanto; la sustancia única siempre actúa y siempre piensa. Nada que ver con el "quietismo". Aunque su vida es frugal y solitaria; si algo no le interesa es "hacer dinero". ¿Por qué lo aborrece/admira Bayle? Por su hipótesis de UNA Sustancia en la que Dios queda disuelto. Nada produce este ser que no sea su propia modificación. Si Dios es todo, ¿dónde queda el crimen, la vulgaridad, la imperfección? ¿Dónde el Mal? El crítico encuentra --gracias fundamentalmente a Descartes-- al menos seis objeciones (y eso, dice, que no está escribiendo un libro en su contra). Primero, que sostener que sólo existe una sustancia choca con la evidencia, con las "ideas más distintas que tenemos en el espíritu" (p. 75); el filósofo "no estaba lo bastante loco como para creer que no hay diferencia entre él y el judío que le dio una puñalada". Esto señala una incomprensión bayleana de la diferencia entre sustancia, atributos y modos. Segundo, que Dios no puede rebajarse al estatuto ínfimo y vil de materia, lugar de todos los cambios y modificaciones, inconstante e inestable. Tercero, Dios no puede ser el sujeto de todo: no puede querer al mismo tiempo dos cosas contrarias. Cuarto, una variante de la anterior: Dios no puede ser moralmente bueno y malo al mismo tiempo. No puede odiarse, agradecerse, denegarse esa gratitud, perseguirse, matarse, calumniarse, enviarse a sí mismo al patíbulo, etc. Quinto, a Dios no le puede estar negada la felicidad o la beatitud. "Los spinozistas son tal vez los únicos que han reducido la divinidad a la miseria" (p. 85). Y sexto, por último, no es posible esperar refutación alguna emanada de su sistema, ya que todo, en favor y en contra, da lo mismo. Todo, en el fondo, remite a esa "hipótesis abominable", que puede no ser completamente destruida, pero que no es "preferible" a la "hipótesis cristiana" según la cual hay un "bien infinito" tras esta vida y nos procura mil consuelos en esta misma. Spinoza no promete nada. No puede correr mucho pues desde el comienzo tiene contados los pasos. Desde fines de la década de los noventa del siglo XVII su sistema está "refutado". Debemos decir que se le ha desmontado en términos morales, según hemos visto, pero no filosóficamente. ¿O sí? El propio Bayle, en uno de sus últimos escolios, asegura que el sistema de Spinoza, y en concreto su idea de que hay una sola sustancia, ha sido "contestada por todo el mundo" (p. 108). El autor del Diccionario asegura así mismo no "trastornar", como sí hacen sus seguidores, ni la idea de las cosas ni la significación de las palabras. El rechazo de Spinoza parece pertenecer al dominio del sentido común. ¡No podemos confiar en la teología cristiana, que solamente sabe embrollarlo todo! Fuera de la Eucaristía, los teólogos se tornan razonables. Por lo demás, Bayle sólo ha intentado refutar una proposición, por lo cual no podría achacársele incomprensión alguna del sistema: una vez más, no ha escrito un libro con intención semejante. ¡Ni siquiera hay indicios de que Spinoza se entienda a sí mismo! Lo único dispuesto a conceder es su posible tergiversación de los modos, pensándolos como modificaciones de la sustancia. Pero en todo caso, ¿de quién es la culpa?

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