Sergio Espinosa Proa
Es cierto que las cosas han cambiado; hubo un tiempo
en que la moral era impensable sin la religión. Decir "ateo" era
sinónimo de maldad y abyección: ser ateo era señal de locura, enfermedad y
depravación. Pierre Bayle ha abogado por la falsedad de esta atribución, por la
independencia de la moral (como buena conducta) y la religión (como cosmovisión
general). Ha triunfado de modo relativo; ni siquiera en Francia, con todo el
tiempo transcurrido, ha desaparecido este mito. Al ilustrado le parece
incontestable que las religiones positivas son más fuente de discordia que de
apaciguamiento. Pedro Lomba, muy prudente, considera que Bayle afina con su
crítica de Spinoza su propia posición ilustrada: lo único capaz de imponerse
entre los hombres es la razón práctica. No existe solidaridad entre el ateísmo
y el vicio: se puede tranquilamente ser ateo y moralmente virtuoso. A pesar de
sus miedos, Bayle admira al filósofo y extrae de él toda una sabiduría. ¡Al
grado que al final será acusado de ateísmo! Bayle es un enérgico combatiente en
favor de la tolerancia religiosa, es decir, de la supremacía de la autoridad
civil respecto de la eclesiástica. Es cierto también que Bayle se suma a la
condena de Spinoza, pero el beneficio ha sido mayor, pues, según ya se ha dicho,
contribuyó a su conocimiento. En términos muy generales, de éste se saben un
par de cosas: que todo piensa en la naturaleza, y que el hombre no es su flor
más preciada (Bayle, p. 39). El de Spinoza es un sistema que ofende al
entendimiento (o sentido) común. ¡Bastaba, segun el autor del Diccionario, con un guiño a la filosofía
china! Todo lo ha puesto de cabeza. Y todo depende de su principio: "que
Dios es la sola Sustancia que hay en el universo, y que todos los demás seres
son modificaciones de esta Sustancia" (p. 41). De esta afirmación brota
todo. Una tesis "extravagante y monstruosa", dice Bayle, apoyándose
en algo que dijo Santo Tomás. No es un sentimiento nuevo; lo nuevo es la forma.
Que Dios está en todo es doctrina estoica, epicúrea y se la halla hasta en
Abelardo. Que todo es Nada se encuentra en la filosofía china: en el fondo,
todo es vacío... Los chinos saben que el pensamiento no es para cualquiera; a
los simples les basta saber --a fin de que cumplan con su deber-- que existe el
infierno. Bueno: Spinoza no llega a tanto; la sustancia única siempre actúa y
siempre piensa. Nada que ver con el "quietismo". Aunque su vida es
frugal y solitaria; si algo no le interesa es "hacer dinero". ¿Por
qué lo aborrece/admira Bayle? Por su hipótesis de UNA Sustancia en la que Dios
queda disuelto. Nada produce este ser que no sea su propia modificación. Si
Dios es todo, ¿dónde queda el crimen, la vulgaridad, la imperfección? ¿Dónde el
Mal? El crítico encuentra --gracias fundamentalmente a Descartes-- al menos
seis objeciones (y eso, dice, que no está escribiendo un libro en su contra).
Primero, que sostener que sólo existe una sustancia choca con la evidencia, con
las "ideas más distintas que tenemos en el espíritu" (p. 75); el
filósofo "no estaba lo bastante loco como para creer que no hay diferencia
entre él y el judío que le dio una puñalada". Esto señala una
incomprensión bayleana de la diferencia entre sustancia, atributos y modos.
Segundo, que Dios no puede rebajarse al estatuto ínfimo y vil de materia, lugar
de todos los cambios y modificaciones, inconstante e inestable. Tercero, Dios
no puede ser el sujeto de todo: no puede querer al mismo tiempo dos cosas
contrarias. Cuarto, una variante de la anterior: Dios no puede ser moralmente
bueno y malo al mismo tiempo. No puede odiarse, agradecerse, denegarse esa
gratitud, perseguirse, matarse, calumniarse, enviarse a sí mismo al patíbulo,
etc. Quinto, a Dios no le puede estar negada la felicidad o la beatitud.
"Los spinozistas son tal vez los únicos que han reducido la divinidad a la
miseria" (p. 85). Y sexto, por último, no es posible esperar refutación
alguna emanada de su sistema, ya que todo, en favor y en contra, da lo mismo.
Todo, en el fondo, remite a esa "hipótesis abominable", que puede no
ser completamente destruida, pero que no es "preferible" a la
"hipótesis cristiana" según la cual hay un "bien infinito"
tras esta vida y nos procura mil consuelos en esta misma. Spinoza no promete
nada. No puede correr mucho pues desde el comienzo tiene contados los pasos.
Desde fines de la década de los noventa del siglo XVII su sistema está
"refutado". Debemos decir que se le ha desmontado en términos
morales, según hemos visto, pero no filosóficamente. ¿O sí? El propio Bayle, en
uno de sus últimos escolios, asegura que el sistema de Spinoza, y en concreto
su idea de que hay una sola sustancia, ha sido "contestada por todo el
mundo" (p. 108). El autor del Diccionario
asegura así mismo no "trastornar", como sí hacen sus seguidores, ni
la idea de las cosas ni la significación de las palabras. El rechazo de Spinoza
parece pertenecer al dominio del sentido común. ¡No podemos confiar en la
teología cristiana, que solamente sabe embrollarlo todo! Fuera de la
Eucaristía, los teólogos se tornan razonables. Por lo demás, Bayle sólo ha intentado
refutar una proposición, por lo cual no podría achacársele incomprensión alguna
del sistema: una vez más, no ha escrito un libro con intención semejante. ¡Ni
siquiera hay indicios de que Spinoza se entienda a sí mismo! Lo único dispuesto
a conceder es su posible tergiversación de los modos, pensándolos como
modificaciones de la sustancia. Pero
en todo caso, ¿de quién es la culpa?
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