Pierre Macherey
‘Deleuze en medio de Spinoza’ apareció
publicado como ‘Deleuze in Spinoza’, en Warren Montag (ed.), In a Materialist Way. Selected Essays by
Pierre Macherey, London/New York, 1998, pp. 119-124.
Una parte importante de
la obra de Deleuze
está dedicada al estudio de filósofos:
los estoicos, Leibniz, Hume, Kant,
Nietzsche, Bergson, etc., pero un lugar muy singular en esta lista lo ocupa Spinoza, debido al interés filosófico que le merece:
Sobre Spinoza he trabajado con más seriedad, según las normas de la historia
de la filosofía,
y él es el que más me ha dado la impresión de ser algo así como una corriente
de aire que te empuja por la espalda cada vez que lo lees, algo así como una
escoba de bruja sobre la que él te hace cabalgar. A Spinoza ni siquiera se le
ha empezado a comprender, y yo no más que los demás [1].
No se puede decir que
Deleuze sea un historiador de la
filosofía, dado que su método mantiene
una distancia de las divisiones disciplinarias y por este hecho ignora dilemas artificiales tales como explicación
y comprensión, y comentario e interpretación. Pues Deleuze, cuando presenta el
pensamiento de Spinoza, analiza con el mayor rigor el texto que lo ocupa, mostrando cómo se compone este texto y cómo se las arregla para establecer lo que tiene que decir,
no excluye en absoluto una evaluación de su contenido especulativo desde el punto de vista de una investigación teórica, no sólo en relación
con un pasado histórico, en relación
con algo que se ha pensado, y que ya no puede ser considerado excepto en
el pasado. Más aún, coincide
también con el esfuerzo de un pensamiento en el presente, recreando el acto mediante el cual este
pensamiento se actualiza en la propia persona que lo lee.
En lugar de repensarlo, Deleuze propone una manera de pensar en Spinoza, o
para pensar "en" Spinoza,
colocándose él mismo en medio del
entorno especulativo, en el elemento vivo desde el cual la totalidad de esta
obra se desarrolla, donde esta última no es reducible a una composición de la doctrina, a un "sistema".
En lugar de tomar la filosofía de Spinoza tal como es, o como se supone que es, y ofrecer una descripción de su discurso que en principio es objetiva
y exhaustiva desde un punto de vista estático, la
cuestión reside en producir
dinámicamente, antes que reproducir, el movimiento intelectual
a través del cual esta filosofía se ha convertido en lo que es. En lugar de "seguir" a Spinoza, teniendo mucho cuidado en repetir todo lo que ya ha dicho, Deleuze se coloca como si le precediera interviniendo en la historia de
un pensamiento al mismo tiempo que lo da
a conocer, y haciéndolo conocido sólo en la medida en que interviene en él, o con él: Deleuze
en
medio de Spinoza también es Spinoza en medio de Deleuze.
Quizás más que
en la lectura de sus
libros, es en su enseñanza donde Deleuze
ha sorprendido a su audiencia mediante este sentido de penetración que le ha permitido asimilar y comunicar un pensamiento filosófico desde el interior,
y en su profundidad, más allá de un
estudio formal o abstracto de sus
articulaciones. Aquí, su método
es aparentemente opuesto al de Foucault, quien por el contrario, leyó los
filósofos clásicos de un modo oblicuo, y también se
puede decir al
sesgo, de una manera sistemáticamente parcial, al descuidar la
estructura general de su pensamiento y tomar en cuenta sólo algunos de sus enunciados particulares aislados de su contexto. En Deleuze las filosofías
encuentran un centro y un fundamento, quizás --diría él-- un sentido, el punto
de vista desde el cual son iluminadas en
su totalidad. Aquí
uno estaría tentado a ver
el síntoma de un estudio dinámico
y sintético de un texto, de 1912, sobre la "Intuición
filosófica" [2] que había
precisamente ilustrado el ejemplo de Spinoza. Sin embargo, el Bergson expresándose aquí, él mismo revitalizado
por la lectura de Nietzsche, habla el lenguaje de una dinámica de fuerzas, por el cual el poder del significado surge simultáneamente de las profundidades y se difunde en la superficie, de conformidad con un
doble principio de expresión y composición,
de tal manera que él se libera de un estructuralismo que hubiese asimilado
completamente las lecciones de una
genealogía.
De hecho, si bien lo
lleva a acabo de forma diferente, Deleuze se opone menos como a primera vista
podría parecer a la lectura que hace Foucault de los filósofos. Una fórmula que
usa varias veces expresa bien cómo él se encuentra ‘en’ Spinoza: ‘abordarlo por
el medio’ [3], ‘tratar de sentir y de comprender a Spinoza por enmedio’ [4]. El
‘enmedio’ de un filósofo, o de una filosofía, si se reflexiona en ello, puede
ser dos cosas. En primer lugar, como acabamos de ver, es el elemento de
comunicación que el pensamiento de ese
filósofo produce, algo que de alguna manera se parecería a lo que Foucault
llama ‘episteme’, es decir, un campo
de problemas o una nueva forma de plantear preguntas filosóficas; el hecho de
plantear estas preguntas tiene un valor en sí mismo, además de las soluciones
que pueden ser llevadas al mismo. Desde este punto de vista, la cuestión de Spinoza,
la pregunta que debemos plantearnos no es el ‘para’, sino el ‘en’ Spinoza, es
el nuevo problema que ha introducido en la filosofía, y que debe identificarse
leyéndolo. Según Deleuze –vamos a volver sobre este problema--, el problema es
aquel de la expresión, de acuerdo al
término utilizado en el título de su trabajo que ha dedicado completamente a la
obra de Spinoza [5].
Pero el ‘enmedio’ de un
filósofo, además, no es aquello que ‘en’ su pensamiento constituye su objetivo
final ni su primer principio, sino aquello que conecta precisamente los dos
interponiéndose entre ambos. Para abordar a Spinoza por enmedio es abandonar un
intento de acompañar su razonamiento paso a paso, desde el momento en que empieza
su discurso hasta el momento que termina, pues ningún discurso filosófico
empieza o termina realmente. Más bien, para tomar a Spinoza por enmedio es,
anticipándolo, aprehender su razonamiento directamente en su punto central de
donde surgen sus problemas. Deleuze ha titulado un pequeño libro donde reúne
varios textos dedicados a Spinoza: ‘filosofía práctica’ [6]. La Ética de Spinoza, como su nombre lo
indica, no es sólo un trabajo teórico, que deba ser leído con el fin de saber
la forma en que resuelve ciertas cuestiones, sino es sobre todo una cierta
manera de plantear estas cuestiones, una actitud de pensamiento y de vida, o
incluso una especie de ‘ethos’, en el sentido mismo de etología. En un pasaje
increíble, donde Deleuze relaciona a Spinoza con el teórico de Um welt, Uexküll, se encuentra la
siguiente reflexión:
se trata más bien de un curioso
privilegio de Spinoza, de algo que sólo él parece haber conseguido. Es un
filósofo que dispone de un aparato conceptual extraordinario, extremadamente
trabajado, sistemático y científico, y no obstante es hasta el más alto punto
objeto de un encuentro inmediato y sin preparación, de modo que un no-filósofo,
o incluso un hombre completamente inculto, puede recibir de él una repentina
iluminación, un flash. Es como si uno
se descubriera spinozista, llegara al medio de Spinoza, fuera aspirado,
arrastrado al sistema o la composición [7].
Esta es la singularidad
de Spinoza a través de la cual la especulación se convierte en práctica.
Leer a un filósofo como
Spinoza, o ‘practicarlo’, consiste precisamente en descifrar los índices de su
singularidad, es decir, descubrir aquello que, en su pensamiento, causa un
problema. Sin embargo, ¿qué causa problemas en la filosofía? No son las teorías
ni las sistematizaciones doctrinales, es decir, todo lo que se puede reducir a
un orden analítico de razones, sino más bien los conceptos que la producen. ‘La
fuerza de una filosofía se mide por los conceptos que crea, o a los que renueva
el sentido, y que imponen una nueva circunscripción a las cosas y a las
acciones’ [8]. Sin embargo, el concepto que le permite a uno entrar en Spinoza,
o sujetarlo por enmedio, en los dos sentidos de esta fórmula, es, según
Deleuze, aquel de la expresión.
Al elegir presentar la totalidad de la obra de Spinoza confrontándola
con este solo problema, esto es, la expresión, cuyas
connotaciones leibnizianas hubieran parecido más evidentes, Deleuze desde el principio se desvía de
las formas tradicionales de la historia de la filosofía y de la
preocupación, anunciada por esta última, por una orientación, más estrecha, al
pie de la letra de los textos. De hecho, la singularidad de la lectura que hace Deleuze de Spinoza, una singularidad que también le permite a Deleuze
encontrarse a sí mismo "en" Spinoza porque también es la singularidad
de Spinoza, es que el concepto que Deleuze ha señalado no se
encuentra
en Spinoza formulado o tematizada explícitamente.
Deleuze comenta precisamente sobre ello al principio y al final
de su libro: "La idea de expresión no es objeto ni de definición ni de
demostración, y no puede serlo" [9]. Por tanto, la idea
"central" de esta filosofía está estrictamente
hablando también ausente en ella. Aquello que
produce significado en Spinoza no es la plenitud determinada de un objeto teórico, susceptible
de ser conectado a un segmento determinado de su discurso; sino que es aquello
que, sin estar conectado de una vez por todas a uno
solo de sus puntos de una manera definitiva, justifica la posibilidad de todo
lo afirmado
en ese discurso y, por lo tanto, se extiende o se
irradia en la superficie de todo el texto de Spinoza, el cual lo organiza sin pertenecer realmente al mismo.
Como enmedio, centro y elemento, la expresión no es "un" concepto, es
decir, un solo concepto, representación de un contenido determinado. Más bien, la
expresión es el movimiento dinámico de la conceptualización, el
cual debe ser encontrado por todas partes en sus conceptos explícitos:
es lo que
Spinoza piensa, lo que causa a Spinoza a pensar, y también lo que nos
permite a nosotros mismos pensar en Spinoza.
Todo esto significa que el orden demostrativo de la filosofía de Spinoza, arreglada "según el orden de los geómetras," sólo en apariencia constituye una estructura rígida: aprehendida desde el
punto de vista central de la expresión, la filosofía de Spinoza
está animada por una vida intensa,
que en la práctica transmite lo que primero se presentó en la
forma de un discurso puramente
teórico, o lo que los
historiadores de la filosofía tienen la costumbre de llamar una "doctrina". La idea de la expresión no figura como tal en
el texto de Spinoza, en el
sentido de que el término substantivo podría designarla, el de "expresión" no se
usa nunca, y mucho menos, se refleja en él. La filosofía
de Spinoza no desarrolla una teoría de la expresión, pero es una filosofía práctica de la expresión: se podría decir que la filosofía de Spinoza "expresa".
Esta es la razón por que la idea de expresión
se encuentra matizada siempre en el texto de Spinoza, pues en ningún caso se puede decir que esta idea está detrás del texto: por el
contrario, se encuentra en una forma que, sin ser la de un concepto objetivo,
se refiere al hecho mismo de la conceptualización. Esta forma del verbo exprimere, la cual el Lexicon spinozanum de Emilia Giancotti [10] --el mejor estudio actual sobre la terminología de Spinoza—enumera treinta citas en la Ética, la primera de las
cuales (E1def6) establece el tono para todas las demás: "Por Dios entiendo un ser
absolutamente infinito, es decir, una sustancia constituida por una infinidad
de atributos, de los cuales cada uno de ellos expresa una esencia eterna e
infinita". Al comentar sobre esta definición, Deleuze pone de manifiesto el principio
de lo que él llama la "tríada" de la expresión. En el hecho
de expresar, como el verbo exprimere
utilizado por Spinoza sugiere, se asocian así tres aspectos: un expresante (aquí la sustancia),
uno expresado (aquí la esencia), y un tercer elemento (en este caso el atributo), que no
es estrictamente hablando un término, en la medida en que se afirma por un
verbo y no por un nombre. Este último elemento es lo que permite que
el expresante se exprese
en lo expresado. El verdadero punto de partida, por tanto, no es lo que Spinoza en un
primer momento
parece afirmar: Martial Gueroult había también explicado que la Ética no comienza con la sustancia. Es más bien
este tercer elemento, el acto de expresar o ser expresado, el que
constituye al mismo tiempo toda realidad y la hace pensable. Y este mismo
elemento activo permite también que la naturaleza sea
simultáneamente "naturante" y "naturada":
una fórmula según la cual la realidad de nuevo se presenta y afirma
con la ayuda de un verbo (naturare: en el sentido de "naturalizar").
El problema de la expresión en Spinoza, es decir, la idea
de problematizar todo su pensamiento, es inseparable del hecho de que él no
reflexiona sobre la expresión a través de un término sustantivo, un nombre,
este último (expressio) realmente
permanece sin pronunciar, excepto en un verbo . El orden de la expresión no se
corresponde con un sistema de cosas congeladas en la realidad inerte que sus
nombres designan, sino que es naturaleza en la medida en que se
efectúa en la
acción, y al mismo tiempo está incluida en la acción que
lleva a cabo. Vista por en medio esta expresión, la filosofía de
Spinoza aparece como una filosofía verdadera de la realidad: se entiende por
qué niega, en todos los ámbitos, un significado racional a la noción de
virtualidad; también se entiende que se trata de una filosofía de la pura expresión,
de una expresión que no requiere la mediación de signos con el fin de tener
lugar: y esto es precisamente lo que distingue el estado de la expresión en
Leibniz y Spinoza, pues uno buscaría en vano en Spinoza rastros de un carácter universal.
La expresión en acción es exactamente lo contrario de una
representación: Spinoza rechazó la concepción representativa de la idea en el
corazón del pensamiento cartesiano. Al sustituir la tríada de la expresión
por lo que en El orden de las cosas Foucault
llamó la "reduplicación de la representación", que presupone una
relación puramente reflexiva entre el representador y el representado, por tanto, Spinoza habría entendido y explicado la expresión en términos de constitución y
producción, es decir, dinámicamente. Para Spinoza, el conocimiento no es la "representación" de la cosa en la
mente a través de la mediación de una imagen mental capaz por sí misma de ser transmitida a través de un sistema de signos; más bien, el
conocimiento es la expresión, es decir, la producción y la constitución de la
cosa misma en la mente. "Es la cosa la que se expresa, es ella la que que se explica" [11]. Esta es la forma en que Spinoza escapó del
"lugar común" representando por el racionalismo clásico para redescubrir un
cierto "espesor" expresivo del mundo [12],
con el fin de "fundar una filosofía post-cartesiana" [13].
La lectura expresionista que hace Deleuze de Spinoza, que se asemeja en gran medida a la forma en que mira las pinturas de
Bacon, revela la singularidad absoluta de este filósofo y, como también dice Deleuze, vincula
a Spinoza con "una historia [filosófica] un poco
oculta, un poco maldita" [14]. Esta
lectura provoca una fuerza subversiva
peligrosa para destacarla
en el texto de Spinoza, fuerza
que le confiere en su tiempo una posición paradójica, la de un punto límite
que no está ni
enteramente dentro ni completamente fuera: quizá Deleuze hablaría hoy de
un pliegue. Si en el marco del racionalismo clásico Spinoza constituye una
"anomalía salvaje", es porque en realidad se encuentra en otra parte:
esto es también lo que Negri explica en una obra en todos los sentidos
extraordinaria, y para la cual Deleuze escribió
un prefacio a la traducción francesa [15]. La
presentación de la episteme clásica,
definida como un orden
de la representación, descrita por
Foucault en Las palabras y las cosas,
no deja lugar para Spinoza, pero
esto es precisamente así porque Spinoza de
ninguna manera tiene un lugar en
este orden, del que, con todo su poder argumentativo, se desprendió a sí mismo al mostrar toda su configuración
problemática. Se ha dicho antes que Foucault y Deleuze no leen a los filósofos de
la misma manera, ya que no los
abordan de la misma manera, pero sus
enfoques se complementan antes
que excluirse uno al otro. Al
restaurar el texto
de Spinoza en su fuerza
e intensidad
demostrativa, Deleuze
nos permite comprender, sin recurrir a la hipótesis dialéctica de una labor de lo negativo, cómo
la episteme del racionalismo clásico
podría ser desestabilizada desde el
interior, en sus márgenes. Esto es
lo que todavía vive "en" el pensamiento de Spinoza.
Traducción de Alfredo Lucero
Montaño
Notas
1.Gilles Deleuze, y
Claire Parnet, Diálogos, Valencia,
Pre-textos, 1980, p. 20.
2.Henri Bergson, El pensamiento y lo moviente, Buenos
Aires, Cactus, 2013, p….
3. Deleuze y Parnet, Diálogos, p. 69.
4. Gilles Deleuze, Spinoza: Filosofía práctica, Barcelona,
Tusquets, 2009, p. 149.
5. Gilles Deleuze, Spinoza y el problema de la expresión,
Barcelona, Muchnik, 1999.
6. Deleuze, Spinoza: Filosofía práctica.
7. Ibid., p. 157.
8. Deleuze, Spinoza y el problema de la expresión,
p. 319.
9. Ibid., p. 16; véase también p. 325.
10. Emilia Giancotti, Lexicon Spinozanum, La Haya, Martinus
Nijhoff, 1970.
11. Deleuze, Spinoza y el problema de la expresión,
p. 18.
12. Ibid., p. 322.
13. Ibid., p. 333.
14. Ibid., p. 319.
15. Antonio Negri, La
anomalía salvaje. Ensayo sobre poder y potencia en B. Spinoza. Barcelona, Anthropos, 1993.
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