Sergio Rojas
Peralta
a Jean-Marie
Vaysse,
in memoriam
En este texto
el autor presenta a grandes rasgos su tesis doctoral. Dentro del marco de la
teoría de los afectos, Spinoza sostiene una tesis sobre la alienación a partir
de la imaginación y del tiempo, para ello produce una teoría del tiempo y,
fundamentalmente, una teoría de las intensidades que sirve para explicar la
ilusión (1).
I. Un problema
La tesis
defendida en octubre de 2009, Spinoza: fluctuations et simultanéité,
tiene algunos precedentes sobre los cuales no quiero extenderme excesivamente.
Si hubiese que
contar cómo he llegado aquí habría que partir del problema de la transgresión y
del código social. La forma que adopta la transgresión en la sociedad moderna
implicaba estudiar la construcción de ese código (N. Elias, 1989) bajo la forma
de la norma (Rojas, 1999). Esto generó una modelación de figuras sociales, en
particular la de Don Juan, que cristalizaba la sociabilidad a contraluz.
Sin embargo,
pese a las ventajas que ello proporcionaba y pese al análisis dinámico y
diacrónico que se adoptó de esa figura, la construcción de una figura que no
considere la hermenéutica de los afectos tendía a la simplificación de la explicación
social. Por ello, hubo un paso hacia la configuración de un modelo hermenéutico
(Rojas, 2002). Dicha configuración reveló en el problema de la interpretación
textual, en este caso a partir de Spinoza, la necesidad de replantear la relación
entre la mente y el cuerpo (Rojas, 2006), pues desde ese punto de vista la
interpretación consiste en dar una idea, formar una idea de la cosa, entendida lato
sensu. Tanto la transgresión como la norma implican la modificación de los
cuerpos como las ideas que los definen, los entienden, los regulan… Una
historia del cuerpo es a la vez una historia de la manera de pensar los cuerpos,
por lo cual un registro conduce a otro.
Ahora bien,
tratada esa relación entre mente y cuerpo, re-emergió como la relación misma
entre teoría y
praxis, la cuestión de la alienación como un desfase en la perspectiva entre
mente y cuerpo. Ese desfase podía adoptar dos aspectos, uno temporal otro
formal. Precisamente escindir el carácter temporal de la relación entre mente y
cuerpo debía dejar ver el carácter formal de la alienación y en ese sentido el
aspecto formal de la constitución de una norma social y de su transgresión. La
tesis se concentró pues en analizar una serie de fenómenos temporales que
atañen la imaginación, función principal de la temporalidad, y las formas de
alienación emergentes a partir de dicho análisis.
Quisiera aquí
retomar el núcleo de la tesis en relación con la fluctuación y con la
intensidad de los afectos.
II. Tesis
1. La
enajenación
Una fuente de
un primer tipo de alienación, que para efectos de distinciones llamo
enajenación, es la temporalidad misma. Los fenómenos temporales o, más
exactamente, la consideración de las cosas bajo el solo carácter temporal hacen
del individuo un ente enajenado. Esta es no solo la definición sino también la
tesis, fácil de percibir por otra parte, en Spinoza. En esta dirección,
alienación es un concepto que concierne exclusivamente la condición de ente
finito del ser humano y, consecuentemente, concierne el ámbito de la
causalidad, pues no le pertenece al ser humano ser la causa de sí, ni en sí
está su fin. La enajenación se sobrepone a la alienación, por lo cual es fácil
confundir en la vida cotidiana dichos planos y confundir la prolongación o el
fin temporales con la causalidad, o la sucesión, y la simultaneidad como
eternidad…
2. Afectividad
Spinoza
elabora una teoría del individuo como afectividad. Aún más, cuando en la
tercera parte de la Ética Spinoza formula su teoría de los afectos,
redibuja la noción de individuo y de sujeto (obnoxius). El individuo no
es simplemente la composición de cuerpos de la segunda parte. Como consecuencia
de dicha reelaboración, el individuo aparece ahora como una figura de tránsito,
es decir, adopta su auténtica forma de ser desprovisto de identidad propia e
independiente para mostrarse como afecto, es decir, como variación de potencia,
sea aumento (alegría), sea disminución (tristeza).
Esta condición
del individuo, de la modalidad, conduce a considerar que la forma del yo aparece
en negativo. Se trata precisamente de un pensamiento que no está egocentrado,
donde el yo se desplaza en su determinación como simple variación de potencia.
De ahí que el mandato spinoziano sea el sibi parere (E V.41s).
El ego solo puede aparecer como tal ego en su forma reflexiva. De
otra manera, el yo aparece en la forma más generalizada que es la imaginaria, según
la cual Dios, las cosas y el mismo yo son pensados a partir de lo finito y de
manera analógica unos respecto de otros. Por ejemplo, Dios es pensado como
príncipe, con los atributos de uno, y de manera inversa, un príncipe es pensado
como un dios.
El sibi
parere significa fundamentalmente dos cosas: primero, en relación con la
inmediatez, reconocerse como una figura de tránsito inscrita en la substancia.
Por ello, in limine, Spinoza quiere decir que el yo debe
presentarse a sí mismo. Dicho así, consiste en no reconocer la auténtica dimensión
del individuo, de sí mismo, en su determinación, finitud y a la vez reconocer
que la potencia que expresa su esencia y por la cual existe no procede de sí
–sino de la substancia- y que puede hacer suya, que puede usufructuar
en la medida en que reconoce que su identidad le es dada. Sibi parere significa
presentarse a sí mismo. Ecce homo. Implica un reconocimiento de
todas las determinaciones, del esfuerzo por reconocerlas. El ego aparece
siempre en forma de reflexivo, en un status regiminis (CGLH VIII,
312), en particular en el dativo, nunca en su forma nominativa, en el status
absolutus. Es una peculiar manera de señalar en el aspecto de modificación que
le es intrínseco al modo finito.
En una segunda
instancia, en conflicto con la exterioridad, con la fortuna –leitmotiv de
la obra de Spinoza, fácil de encontrar por ejemplo en los prefacios--, sibi
parere significa obedecerse a sí mismo, de suerte que ese reconocimiento implícito
en la expresión remita al individuo como expresión de la substancia. Esta forma
de imperativo reúne, en la fórmula, una concepción fenomenológica del ego
considerado como una modulación de la potencia y el ejercicio de dicha potencia
al que puede aspirarse. Dicho de otra manera, la forma de presentarse –el hecho
de presentarse efectivamente a sí mismo-- es la forma de la obediencia,
obediencia que no hay que confundir con la servidumbre (Rojas, 2009, 252ss).
Es por ello
que el análisis de Spinoza se convierte en un estudio cinematográfico de la afectividad
y del tiempo, en la medida en que resultan de la imaginación: se trata, pues,
de capturar la subjetividad en movimiento, dado que el individuo no es
otra cosa que la modulación de la potencia, a saber, las transiciones de un
estado afectivo a otro. Alcanzar a posicionarse conforme al sibi parere (que
no es un estadio, sino un ejercicio), implica el conocimiento de los afectos
que constituyen al individuo como tal. El individuo, en cuanto que forma parte
de la naturaleza, se mueve como cualquier otro cuerpo, y tanto sus movimientos,
como sus ideas y sus afectos siguen una lógica de orden mecánico por el cual el
individuo es determinado a operar en esos tres registros (extensión,
pensamiento y afectividad). Esta distinción responde no solamente a la
distinción en dos atributos (E II.1 y II.2), sino –y principalmente-- a
la distinción que Spinoza introduce con la noción de ánimo (animus) (2),
noción que implica no solamente la fluctuatio animi sino también la
afectividad como constitutiva (Rojas, 2006). Estos tres registros o
consideraciones, extensión, pensamiento y afectividad, se corresponden (E II.7,
III.2 y V.1).
La
cinematografía del afecto sigue en ese sentido la mecánica del cuerpo y la
lógica de la mente. Cómo el cuerpo tiene interna y externamente contactos o
encuentros con otros cuerpos (internos o externos) corresponde a saber cómo la
imaginación las imágenes y cómo la memoria concatena y asocia las imágenes.
Precisamente,
debe adoptarse el punto de vista según el cual el afecto es concebido como una
configuración del movimiento. Frente a la exterioridad, el individuo no solo se
despliega como movimiento en cuanto cuerpo, como idea en cuanto mente, sino en
cuanto afecto en cuanto es una idea mientras el cuerpo dura (durante corpore,
V.21). Este tercer nivel de correlato entre las causas remite a la noción de
ánimo (animus). Este tercer nivel expresa de otra manera –al través de los
afectos-- la tensión y el conflicto con al exterioridad, usualmente bajo la
forma de una cierta inconstancia del individuo.
La
inconstancia da cuenta de aquello por lo cual se define y se constituye el
individuo en la ontología y en la ética spinozianas, el movimiento. Más
exactamente, una cierta fluidez que va más allá del repertorio de cuerpos
simples y compuestos, de cuerpos duros, blando y fluidos que esquematiza
Spinoza para explicar de manera general y abstracta la función del cuerpo. La inconstancia
es el efecto inmediato de esa constitución corporal, de la fluctuación misma de
la exterioridad: en la relación entre el individuo y su medio, el primero está
expuesto a otros individuos, que aparecen y desaparecen. En este juego de
apariciones, se conforma la imaginación como primer grado de interpretación de
la exterioridad, del conflicto entre la exterioridad y una interioridad equívocamente
constituida.
Por ello, mi
análisis parte de la constatación de dos dicotomías fundamentales en la
filosofía de Spinoza: la primera, que ya he enunciado, entre la exterioridad
(la fortuna de los antiguos, en cierto sentido) y la interioridad (que
no aparece claramente como tal, sino a contraluz de la exterioridad). Esta primera
dicotomía, además de tener un anclaje en las éticas antiguas, particularmente en
la de Lucrecio, pone el peso en el trabajo del individuo frente a la
exterioridad. La segunda dicotomía se refiere al juego de la presencia de los
cuerpos exteriores a partir de la cual el individuo forma imágenes. Esta
dicotomía supone precisamente la desaparición de los cuerpos, y que es in
absentia que se configura la imaginación y la memoria.
La primera
dicotomía pone de relieve que los cuerpos exteriores son útiles en cuanto es a
partir de su presencia que el cuerpo propio se percata de su naturaleza,
de su estado, de su afecto. Y con la desaparición de dichos cuerpos, el afecto
inicia un recorrido. El individuo no vive en un estado quieto, sino que su
naturaleza es fluctuante. La definición misma de afecto en Spinoza remite a la
idea de tránsito y de pasaje. De ahí la importancia de estudiar la imagen o la
metaforicidad de la fluidez (que va de los cuerpos fluidos hasta el torbellino,
el vórtice y la espiral) en Spinoza. Dentro de este esquema, el individuo se
ubica en la fluctuación de movimientos centrípetos (egocéntricos) y
movimientos centrífugos, en los cuales la exterioridad adopta valores
diferentes, interpretaciones diferentes. Esto condujo a realizar una serie de
estudios sobre los fenómenos temporales a través de nociones como simultaneidad,
sucesión (sobre la ley, sobre el lenguaje, sobre el mercado, sobre la
muerte, sobre las edades de la vida), para finalmente regresar al tiempo mismo
bajo el aspecto de la theoria cum praxi (ver TP VIII, §5).
Theoria cum
praxi puede asumirse como un lema para el orden ético y como
un axioma trascendental del orden mismo de las cosas. Bajo dicho axioma,
Spinoza condensa la tesis antiinteraccionista (E II.7s y III.2s) pero
elabora a la vez una tesis sobre la ilusión a partir del afecto, a saber, que
bajo la fluctuación afectiva existe una perspectiva que distorsiona la
relación con los demás, la relación con la exterioridad. La teoría de los
afectos es en ese respecto una teoría cinematográfica de la ilusión (3). Esta
“teoría de la ilusión” es, por supuesto problemática en muchos aspectos.
Recalco tal vez el más importante que tiene que ver con la primera tesis, la
del anti-interaccionismo. En cuanto, mente y cuerpo son lo mismo bajo respectos
diferentes, el conocimiento, en cualquiera de sus grados, expresa el mismo orden
y la misma disposición en la mente y en el cuerpo. Conocer lo mejor y hacer lo
peor, como dice el poeta, es la condición trágica que habría que rechazar desde
un punto de vista lógico, teórico y práctico, y sin embargo, Spinoza la asume. El
análisis de la figura de Medea da buena cuenta de ello (Rojas, 2009, 432ss).
Quiero precisamente dedicar la última parte de esta exposición a referirme a la
teoría de los afectos en cuanto teoría de la ilusión.
[a] Estructura del afecto
El afecto ha
sido definido por Spinoza como un tránsito de la potencia (E III.def2 y
III. def3). El individuo es la fluctuación misma de la potencia de la
substancia en cuanto ésta es concebida como modificación. La modalidad finita, en
cuanto es afecto y variación de potencia, aumenta o disminuye de potencia o, si
se quiere, obra adecuadamente en cuanto es un aumento de su potencia o inadecuadamente
en cuanto es una disminución en su potencia para obrar. La variación de
potencia aporta una tonalidad, una coloración al individuo en cuanto este
despliega sus movimientos, sus comportamientos, y no puede
prescindirse de dicha coloración al concebir al modo finito. Desde ese punto de
vista, el individuo son intrínsecamente sus afectos en sus variaciones.
Variaciones que se dicen fundamentalmente en dos sentidos, alegría y tristeza.
Ahora bien, si
el afecto es una variación de potencia, es a la vez intrínsecamente una
variación de intensidades, pues la variación y la potencia no se expresan
aisladamente sino en relación con los demás y en relación con las imágenes formadas
en el tiempo –sea pasado, sea presente, sea futuro-. El afecto es objetivo (4),
y en ese sentido es proyectivo, pues es una forma de disponerse frente a la
exterioridad, frente a la presencia o ausencia de los cuerpos exteriores. Por
ello, el afecto se expresa como deseo (cupiditas, E III. def1) y como
esfuerzo (conatus, E III.7) que son dos modos de expresar la esencia del
individuo.
La variación
de potencia concuerda con el hecho de concebir mecánicamente al cuerpo y, correlativamente,
de manera dinámica a la mente. Dicho de otra manera, lo que en el cuerpo y en la
mente se expresa como formas inerciales del movimiento en uno y de la formación
de imágenes e ideas en otro, funciona en el mismo sentido y en el mismo grado
de inercia respecto de la afectividad. Insisto, este es el aspecto
cinematográfico del afecto.
Por otra
parte, en cuanto el afecto tiene que ver con la exterioridad --que se acompañe
de la idea de la causa exterior o no--, tiene un objeto sobre el cual se
produce y se modifica.
El afecto es,
además, la superficie entre dos cuerpos, es aquello que emerge de la presencia del
otro en mí, y me revela en ese tenor más mi propia constitución que la
naturaleza del cuerpo exterior. Es el límite entre dos relaciones de movimiento-reposo,
si se atiende a la definición de individuo desde el punto de vista del atributo
extensión.
En cuanto el
afecto es una variación de la potencia y aquello emergente entre individuos es la
instancia no solo de expresión de un género de conocimiento sino también de la
significación de lo que las acciones y las pasiones son.
Esto no es más
que una presentación bastante esquemática y resumida de la estructura del afecto.
[b] Teoría de las intensidades
Una teoría de
las intensidades tiene por función en Spinoza cuantificar el afecto en la
medida en que dicha cuantificación responde a la variación de la potencia, a la
relación con la exterioridad y con la presencia (aparición-desaparición de la
exterioridad inmediata). Esto tiene que ver con lo que presenté en mi tesis
bajo el nombre de théorie du temps (Rojas, 2009, 379ss). Esta teoría se
expresa fundamentalmente en un grupo de proposiciones de la Ética (E IV.9-13)
y que se refieren a la modalidad en la que el conocimiento imaginacional5 se
expresa respecto de la temporalidad. Dicha teoría parte de la posición que el
individuo adopta frente a las cosas y a los eventos a partir de imaginaciones
como sucesión y simultaneidad y como pasado, presente y futuro. Dentro de esos
contextos, el conocimiento se expresa como posibilidad y contingencia,
conceptos que desde ese punto de vista son imaginarios, y expresan un problema
de conocimiento sobre la esencia y la existencia de las cosas y de los eventos.
El tiempo no es un aspecto de las cosas, sino un carácter de los afectos, en
razón de lo cual la distinción más importante entre tempus y duratio en
Spinoza radica en el aspecto formal de la duratio: la duración es la
existencia misma de la cosa, existencia que es indefinida. El tempus se
caracteriza, en cambio, por su sentido objetivo sobre las cosas. Añado, para
acabar con este elemento, que el tiempo es fundamentalmente un auxiliar de la
imaginación, un ens rationis (CM I, 4 G244). Es, en suma, un modo
de pensar. La duración es objetual, el tiempo objetivo6.
El primer
aspecto en el que una tal teoría de las intensidades es una teoría de la
ilusión es que precisamente tiene que ver con la explicación del funcionamiento
de la imaginación en cuanto operación y género de conocimiento bajo el registro
de una imaginación específica que rige como matriz de dichas operaciones, el
tiempo (E II.44s). La cuantificación de la modalidad y el hecho que la modalidad
finita a su vez tienda a dividir y cuantificar los atributos hace de su comprensión
de la extensión una imaginación. Esto es fundamental porque la ilusión no solo
es un efecto de distorsión óptica sino que resulta de una cuantificación.
Spinoza toma la precaución de definir múltiples veces el afecto, y en cada ocasión
según un punto de vista. Por ejemplo, E III.d3, III.def grl y
IV.d6: en la primera definición el afecto se define a partir de la potencia, en
la segunda como pasión y en la última en relación con el tiempo. Es el tiempo
el que introduce una distorsión adicional por la cual, el individuo sitúa en el
tiempo --insisto, en cuanto el tiempo es imaginación-- las cosas y los eventos
según las asociaciones de las imágenes.
Ahora bien,
para aclarar el significado de la cuantificación y su función respecto de la
ilusión cabe aclarar brevemente ciertos elementos.
Primero, he
dicho, Spinoza introduce al afecto como una variación de potencia. El afecto no
es en sí mismo un estado. Ni es una constante. Tampoco hay que olvidar que la
afectividad del individuo es un concurso de afectos, a veces contradictorio, de
donde Spinoza enuncia la animi fluctuatio.
Segundo, el
afecto es constante si la imagen a la que se refiere es a su vez constante: la imagen
de la cosa, considerada en sí misma, es la misma.
Estas dos
aclaraciones tienen que ver con la idea de poder establecer un punto de
referencia dentro del análisis. Porque a continuación, se debe introducir el
criterio de cæteris paribus (E
IV.9). Spinoza
da como ejemplo de ilusión (E II.35s y IV.1s) el problema de la
distancia que va a servir precisamente como elemento sobre el cual se construye
la teoría de las intensidades. El sol está a una cierta distancia, y sin
embargo por la imaginación se lo representa a otra, a pesar que sabemos que
está a una distancia mucho mayor. A partir de un cierto límite, la distancia no
se puede imaginar de manera distinta. Esto es particularmente importante si se
representan dos cuerpos simultáneamente (véase el cuadro 1).
En esas mismas
proposiciones, Spinoza señala que lo que vale para la “distancia espacial” vale
para la “temporal”.
Ahora bien, a
partir del ejemplo del cuadro 1, fácilmente se puede elaborar la relación entre
distancia e intensidad. Considérese, por ejemplo, dos cuerpos, A y B, que se
encuentran a la misma distancia de un “observador” O. Están sobre el mismo
plano, pero a diferentes distancias de O. Si el observador las considera a la
misma distancia por un efecto del límite de la representación, en realidad
estamos ante la situación antes mencionada en el cuadro. Si ahora se substituye
la distancia por la distancia por el tiempo. El que un cuerpo más lejano en el
tiempo se presente con igual fuerza que uno más cercano implica precisamente
que la intensidad con la cual se presenta en la imaginación es mayor, en este
caso A más que B.
Aquí juega
algo a lo que me he referido poco. El afecto está construido sobre la
imaginación y esta a su vez sobre la presencia de un cuerpo exterior. Esta
presencia es correlativa al presente, que más que un “tiempo” dentro de la
sucesión (sobre todo si se la considera bajo el aspecto de la sucesión
tradicional pasado-presente-futuro), es considerado como un concepto que refiere
la efectuación, como si solo lo que es en el presente existe. El presente es el
momento en que potencia (efectuación, operación) y tiempo se confunden. De
suerte que lo que se proyecta afectiva e imaginariamente en el pasado y en el futuro,
sea que se lo considere bueno o malo, sea que se lo espere o se lo tema, etc.,
aumenta de intensidad en la representación conforme el evento se acerca al
presente desde el futuro y disminuye en intensidad conforme se aleja en el
pasado, cæteris paribus. La idea del cæteris paribus presente en
el grupo de proposiciones E IV.9-13 se refiere a una posición analítica
y que sirve precisamente para establecer los elementos de constancia dentro del
movimiento del afecto.
En efecto, cæteris
paribus las representaciones se modifican en intensidad respecto del tiempo,
es decir, respecto de las imaginaciones del tiempo, de suerte que las
representaciones configuran una especie de curva de intensidades que se asemeja
a una representación de la campana de Gauss o a una ola en cuya cresta se ubica
el presente y el mayor punto de intensidad en dichas condiciones. Hacia el
pasado o hacia el futuro, la intensidad tiende a cero (véase el cuadro 2).
Desde cierto
punto de vista, lo que se mueve en el tiempo es la curva misma, de
suerte que se pueden comparar precisamente las imaginaciones pasadas y las
futuras para ver cómo baja o sube la intensidad de un fenómeno (véase el cuadro
3). Es esta referencia entre un aumento o disminución de intensidad que produce
una serie de ilusiones temporales o en la matriz temporal de la imaginación.
Por supuesto, la curva es cæteris paribus. Si las condiciones no son
paritarias, pensar la forma de la curva es mucho más difícil, pues esta curva
posee así explicada una forma general. La curva depende en realidad de cada
uno, de cada estructura imaginacional, etc.
Lo que enseña
dicha teoría de las intensidades es precisamente el esfuerzo por conocer la
estructura del afecto singular y específico de cada individuo a partir del sibi
parere. En dicha teoría se enlaza afecto, imaginaciones de las cosas e
imaginaciones del tiempo. Conocer cómo cada cual forma sus imaginaciones es
parte del sibi parere, para deconstruirlas, conocer la formación de las
ilusiones. El saber que un evento representado como estando en el pasado pero cuya
intensidad lo acerca al presente, por ejemplo, significa el valor que dicho
evento, como imaginación y como inscrito en una asociación y conexión de otras
imágenes (memoria), estructura el resto de la imaginación, reconfigurando las
lapsos respecto de los cuales el individuo configura su afectividad y,
consecuentemente, su potencia.
Sergio Rojas Peralta, 'Afectos, tiempos e intensidades en la Ética de Spinoza', Revista de Filosofía, Universidad de
Costa Rica, volumen XLVIII, nos. 123-124, San José, enero-agosto de 2010, pp.
97-105. PDF
Notas
1. Conferencia
pronunciada el 22 de junio de 2010, en el Auditorio Roberto Murillo Z.,
Facultad de Letras, Universidad de Costa Rica. El texto ha sido modificado
significativamente y su título original era “Afectos y tiempos. La ética en
Spinoza.” El objetivo de la conferencia era entonces, y lo es aún, presentar la
tesis doctoral defendida en octubre de 2009 en la ciudad de Toulouse. Sin embargo,
en el texto escrito he preferido variar de manera significativa algunos de los
contenidos y la estructura misma de la conferencia, en orden a aclarar ciertos
elementos.
2. Spinoza
efectivamente usa anima para hablar de la tradición concepción de alma y
criticarla (v. gr. E V. præf ), mens para hablar de su
concepción de la mente como operación cognitiva al hacer referencia a la sola
operación sin consideración del cuerpo (v. gr. E II.40s2) y animus para
hablar de la misma operación pero referida a la mente y al cuerpo (v. gr. E III.17s).
3. En otra
parte (Rojas 2002), había defendido precisamente el uso y la importancia de la
metaforicidad de la óptica dentro del modelo geométrico de Spinoza. Ver
igualmente Deleuze (1993).
4. Conservo la
distinción objetual/objetivo, según la cual lo primero remite a las cosas en
cuanto son objeto y lo segundo al grado de conocimiento que sobre lo objetual
se produzca.
5. Digo
“imaginacional” atendiendo a la diferencia de la constitución de la imaginación
en dos aspectos, el imaginario en cuanto la imaginación es pasiva y el
imaginativo en cuanto la imaginación no opera como fuente de error. Ver E II.17,
II.17s y II.40s2.
6. En gesto
casi aristotélico, Spinoza distingue teóricamente “en la duración” (en la
existencia) y “según el tiempo” en el conocimiento de las cosas. Ver
Aristóteles, Phys. 220b32ss. “Según el tiempo” remite a las modalidades
estrictamente temporales (pasado, futuro, sucesión y simultaneidad).
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