Antonio Negri
La verdadera política de Spinoza es su metafísica.
Contra las potencialidades de ésta se descargan la polémica del pensamiento
burgués y las tentativas de mistificación que discurren bajo la sigla “spinozismo”.
Pero la metafísica spinozista se articula como discurso político, y en este
campo desarrolla específicamente algunas de sus potencialidades. Aquí debemos
intentar identificarlas.
La metafísica nos presenta al ser como fuerza
productiva y la ética como necesidad, o mejor, como articulación fenomenológica
de las necesidades productivas. En este marco, el problema de la producción y
de la apropiación del mundo se hace decisivo. Pero esto no es específico de
Spinoza: el siglo XVII presenta este mismo problema y lo presenta resuelto
según un eje fundamental, el de la hipóstasis del mando, de la jerarquía del
orden y de los grados de apropiación. Siguiendo la filosofía del XVII podemos
subrayar dos figuras ideológicas fundamentales tendidas para fundar y
representar, junto con el orden burgués, la ideología del ancien régime: por
un lado, las varias reformulaciones del neoplatonismo, de Henry More, al
espiritualismo cristiano (1); por otro lado, el pensamiento del mecanicismo (2).
Ambas teorías son funcionales para la representación del nuevo y decisivo
fenómeno intervenido: el mercado. Ambas explican la articulación de trabajo y valor,
la circulación de la producción para la acumulación de la ganancia, para la
fundación del mando. El esquema neoplatónico introduce la jerarquía en el
sistema fluido del mercado, el esquema mecanicista exalta el mando como tensión
dualista querida, exigida, pedida por el mercado. Entre una y otra ideología
(la neoplatónica debe llamarse más bien postrenacentista que propiamente del
siglo XVII) discurre la gran crisis de la primera mitad del XVII: el
mecanicismo es la filosofía burguesa de la crisis, la forma ideal de la reestructuración
del mercado y de la ideología, la tecnología nueva del poder absoluto (3). En este
marco, la utopía de la fuerza productiva, que es el legado indestructible de la
revolución humanista, es troceada y reproducida: troceada en la ilusión (que le
era propia) de una continuidad social y colectiva de un proceso de apropiación
de la naturaleza y de la riqueza; reproducida, en primera instancia, como idea
del mando, en segundo lugar y sucesivamente, como hipótesis de una apropiación
redundante y progresiva en la forma de la ganancia. La idea de mercado es esto:
duplicación (misteriosa y sublime) del trabajo y del valor; optimismo
progresivo, dirección racional y resultado de optimización tendidos sobre la
relación explotación-ganancia (4). La metafísica de la fuerza productiva, rota
por la crisis, es reorganizada por el mercado: la filosofía del siglo XVII es
su representación. Éste es el pensamiento fundamental en torno al cual se
ordena la cultura barroca de la burguesía: interiorización de los efectos
materiales de la crisis y reproducción utópica y nostálgica de la totalidad
como cobertura de los mecanismos de mercado. Póngase atención: la hegemonía de
este cuadro resolutivo, que atraviesa funcionalmente casi todas las filosofías
del siglo, entre Hobbes, Descartes y Leibniz (5), es tan fuerte como para
imponer, en el siglo mismo y en sus cercanías inmediatas, una lectura homóloga
también del pensamiento spinozista —¡así es el “spinozismo”! La forzosa
reducción de la metafísica de Spinoza a una ideología neoplatonizante,
emanacionista, reproducción de la imagen tardorenacentista del esquema social
burgués. ¿Spinoza, barroco? No, pero si acaso, en este marco, una figura
espuria y cansada que rechaza la crisis, que repite la utopía en la forma renacentista
ingenua: tal es el spinozismo (6). ¡Cuando el idealismo clásico retorna
Spinoza, en efecto, retoma sólo (¿inventa?) el spinozismo, una filosofía
renacentista de la revolución burguesa del mercado capitalista! (7).
El pensamiento maduro de Spinoza es metafísica de la
fuerza productiva que rechaza la ruptura critica del mercado como episodio
arcano y trascendental, que interpreta, en cambio —inmediatamente—, la relación
entre tensión apropiativa y fuerza productiva como tejido de liberación:
materialista, social, colectivo. El rechazo spinozista no niega la realidad de
la ruptura crítica del mercado, sino que interviene sobre su solución determinada,
la del siglo XVII. Asume la crisis como elemento del desarrollo de la esencia humana,
niega la utopía del mercado y afirma la desutopía del desarrollo. El carácter
colectivo de la apropiación es primario e inmediato, es lucha inmediata —no
separación, sino constitución. En resumen, rechazo determinado de la
organización capitalista y burguesa de la relación entre fuerza productiva y
apropiación. Pero de esto hablaremos después, más tranquilamente. Aquí merece
mayormente la pena detenerse en el espesor de la ruptura spinozista, en la
importancia teórica de la centralidad de la desutopía. Porque es éste el punto
en torno al cual se fija una alternativa radical y originaria del pensamiento
burgués. Alternativa entre descubrimiento y exaltación teórica de la fuerza
productiva y, enfrente, su organización burguesa. La historia del pensamiento
moderno debe contemplarse como problemática de la nueva fuerza productiva. El
filón ideológicamente hegemónico es el que tiene un carácter funcional en
relación con el desarrollo de la burguesía: se pliega sobre la ideología del
mercado, de la forma impuesta y determinada por el nuevo modo de producción. El
problema es, como hemos demostrado ampliamente (8), la hipóstasis del dualismo
del mercado en el sistema metafísico: de Hobbes a Rousseau, de Kant a Hegel. Este
es, pues, el filón central de la filosofía moderna: la mistificación del
mercado deviene utopía del desarrollo. Enfrente, la ruptura spinozista —pero
ya, antes, la obrada por Maquiavelo y, después la decretada por Marx. La
desutopía del mercado deviene en este caso afirmación de la fuerza productiva
como terreno de liberación. No se insistirá nunca suficientemente en esta
alternativa inmanente y posible en la historia del pensamiento occidental: ésta
es signo de dignidad, cuanto la otra tendencia es sello de infamia. La ruptura
spinozista comprende el corazón de la mistificación, asume la realidad primera
del mecanismo crítico del mercado como síntoma y demostración de su infamia. El
mercado es superstición. Pero superstición destinada a destruir la creatividad
del hombre, a crear miedo contra la fuerza productiva, molestia y bloqueo de la
constitución y de la liberación. El espesor de la ruptura spinozista no podría
ser más grande y significativo.
Volvamos por tanto al contenido de la desutopía
spinozista. Se trata de una metafísica del ser concebida como una física de la
potencia y una ética de la constitución. Ya vimos el trabajo realizado por
Spinoza para desarrollar esta hipótesis de investigación y alcanzar su
definición acabada. Es preciso ahora reasumir la especificidad política de este
desarrollo. Desutopía: es decir, trama de la tendencia constitutiva y del
límite determinado, crítico. Esta trama es vista por Spinoza sobre un horizonte
de absoluta inmanencia. Ningún desnivel trascendente se adjunta al concepto de
constitución. Toda articulación del proceso es entonces sólo y exclusivamente
confiada al proyecto ético: reside en una tensión que discurre sin solución de
continuidad, de la dimensión de la condición física a la ética. Y es una
tensión constructora de ser. Ser y no ser se afirman y se niegan simplemente, discretamente,
inmediatamente. No hay dialéctica. El ser es el ser, el no ser es la nada. Nada:
fantasma, superstición, bajofondo; oposición; bloqueo del proyecto
constitutivo. Enfrente, la metafísica del ser transcurre directamente por la
ética y por la política. También ésta vive la tentación y el peligro de la nada
pero, precisamente, para dominarla absolutamente. En la desutopía de Spinoza,
la centralidad de lo político es afirmación de la absoluta positividad del ser.
Frente a una teoría política hegemónica que quiere lo político como reino de la
astucia y del dominio, Spinoza afirma lo político como “poder moderado”, es
decir, como constitución determinada de consenso y organización para la libertad
colectiva. Frente a una filosofía política que se quiere como teoría absoluta
de la obligación, Spinoza plantea en el proceso de la imaginación toda base de
normatividad. Frente a una ideología que quiere la organización de la sociedad
como simulación del mercado, Spinoza opone la constitución de la sociedad como
trama de desarrollo de la fuerza productiva. La “potentia” y la apropiación son
en Spinoza los elementos constitutivos de la colectividad humana y las
condiciones de su progresiva liberación. Contra el individualismo posesivo que
distingue hegemónicamente la filosofía del siglo XVII, Spinoza afirma la
alternativa de un proceso constitutivo, no lineal sino actual, no teleológico,
sino determinado y efectivo. Libertad que desplegándose constituye ser, ser que
constituyéndose determina libertad. Actualidad que no puede ser prefigurada
sino en la medida de su efectividad, necesidad que se plantea como efecto y
medida de la libertad.
Hay quienes hablan de un Spinoza liberal; otros, de un
Spinoza democrático. Con el mismo rasero podría hablarse, sin embargo —y ha
sido hecho—, de un Spinoza aristocrático o monárquico constitucional. ¿O anárquico?
Nadie lo ha dicho nunca. No obstante, es totalmente vano el terreno de las
atribuciones de la figura política de Spinoza a las varias determinaciones de
la teoría de las formas del gobierno y del Estado —¡también “anárquico” podría
ser llamado Spinoza! Por otra parte, precisamente, ¿no es ésta la acusación,
“ateo” y “anárquico”, que los siglos del ancien régime le dirigen? Sí,
pero insensatamente. El problema no es, de hecho, de formas de gobierno, sino
de formas de la liberación. El problema político de Spinoza es el de dar a la
libertad y a la razón, a la inmediación de las necesidades y a su transcripción
social y colectiva la condición absoluta de la potencialidad del ser. Toda
definición de las formas de gobierno debe tener en cuenta la temática de la
potencia del ser: y disolverse con esa temática. La política es función primaria
de la experiencia y del saber en cuanto fijación de una relación entre tensión
de liberación y límite determinado. Pero esta relación es incansablemente
sobrepasada, no por un sistema de negaciones, no por una serie de mandos, sino
por ulteriores, plenos, materiales proyectos de apropiación. La única
acumulación que conoce Spinoza es aquella de la obra colectiva de liberación.
La política está en el centro de la metafísica
spinozista y pone en evidencia la propuesta alternativa respecto del curso del
pensamiento occidental moderno. Ejemplifica esta alternativa metafísica desde
el punto de vista teórico. Pero, sobre todo, la explica y demuestra desde el
punto de vista práctico. Siglos de luchas de las minorías oprimidas, del proletariado
explotado y de búsqueda de la libertad —y las grandes agitaciones sociales acontecidas
para la eversión del nuevo sistema de dominio impuesto por la burguesía, y la maduración
y explosión de los antagonismos que el nuevo modo de producción ha desencadenado—,
todo esto es reconducible al pensamiento spinozista como a un ápice altamente
expresivo. Lo político en Spinoza, como función de alternativa metafísica, es una
verdadera y propia antítesis histórica del desarrollo del modo de producción capitalista.
El hecho de que la apropiación sea aquí una clave constitutiva, y no la base de
legitimación de una norma de dominio, demuestra y prefigura la relación real
que se constituye en los siglos de la historia europea entre experiencia
teórica del humanismo y concretas experiencias de liberación. La filosofía es
grande y bella sobre estos versantes de la eversión de lo real y de su miseria:
¡Spinoza es su elogio! (9)
Volvamos, no obstante, a la desutopía. ¡Ésta no debe
concebirse como momento residual, o sólo dialécticamente relevante, ni tampoco
en comparación con las corrientes hegemónicas y dominantes del pensamiento
moderno y contemporáneo! La desutopía spinozista es revolución, es rebelión
sólo en la medida en que antes que nada es riqueza. La tensión entre limite y
tendencia que la constituye, el empuje metafísicamente apropiarte y constitutivo
que la forma, todo ello es riqueza, es liberación de la fuerza productiva.
Podría decirse, ciertamente exacerbando el discurso pero desarrollándolo, en
cualquier caso, en su íntima racionalidad, que la fuerza de la desutopía se
coloca más allá de la exposición misma de la ética y de la política, que es en
efecto una filosofía de la transición a una sociedad del todo, radicalmente
constituida sobre la libertad. ¿Reconocer un contenido utópico a la desutopía?
Muchos intérpretes (10) se han visto en la obligación de hacerlo. Leyendo a
Spinoza, el alma es en efecto inducida a llegar a esta conclusión. Pero la inteligencia
crítica no puede aceptar la sugestión. En la misma parte quinta de la Ethica,
la tensión constitutiva tiene siempre mayor fuerza, aun cuando la utopía
resurge de manera vigorosa (11). En efecto, el empuje emancipador del
pensamiento de la desutopía no se coloca jamás sobre un horizonte con
dispositivo hipostatante: en ningún caso. La emancipación es transición no
porque intuya el futuro, sino porque está enraizada al presente y lo recorre. La
emancipación es una necesidad, un sistema ontológico de necesidades que se
hacen actuales y que determinan una nueva composición y una nueva actualidad
atravesando lo real, vigorizando el presente, constituyendo aquel paradójico y
efectivo punto de coincidencia de necesidad y posibilidad que es el signo
metafísico del ser spinozista. “Potentia-appetitus-cupiditas-mens”: una praxis
constitutiva forma la desutopía. La desutopía es la representación teórica de
la determinabilidad, de la fenomenología, de la praxis: desutopía como
determinación, como actualidad determinada. La emancipación es la desutopía.
Esto significa que la redundancia y la formidable productividad del ser son presupuestos
del proceso emancipador y que la desutopía muestra su potencia sobre esta base.
El ser está maduro para la libertad. La libertad y la felicidad se construyen,
por tanto, como manifestaciones del ser. La desutopía es un perseguir las
trazas de la potencia del ser. Pero también esta definición corre el riesgo de
ser engañosa: ya que, en Spinoza, la relación entre expresión y dato, entre
tendencia y límite, entre creación y criatura es siempre tan estrecha y tan
conexa a las determinaciones concretas del ser —que con sólo hablar o referirse
a la potencia del ser en cuanto tal se corre el riesgo de reintroducir inaceptables
dualismos o semejanzas de un ser formal. No, lo que revela la potencia del ser es
¡que es plano y compacto!, lo que mide su actualidad ¡es su presencia como
dado! Emancipación es, pues, la conjugación de la actividad humana, plural,
éticamente motivada, con la potencia del ser presentada en su condición de dato
y determinación. Emancipación es, por tanto, organización del infinito,
declaración de la potencia humana como expresión determinada de lo indefinido.
La desutopía es la forma específica de la organización del infinito.
La anomalía del pensamiento de Spinoza respecto a su
tiempo se hace, por tanto, anomalía salvaje. Salvaje porque está articulada en
la densidad y multiplicidad de afirmaciones que surgen de la extensa afabilidad
de lo infinito. Existe en Spinoza el placer del ser infinito; que es placer del
mundo. Cuando la paradoja del mundo, la tensión abierta en éste entre infinidad
positiva e infinidad de las determinaciones se despliega en actividad y se reconoce
en el proceso constitutivo, entonces el placer del mundo comienza a devenir central,
y la anomalía se hace salvaje. Salvaje porque está conexa a la multiplicidad inexhausta
del ser, a sus floraciones, tan vastas cuanto animadas. El ser de Spinoza es salvaje,
suspicaz y múltiple en sus expresiones. Es versátil y salvaje. Existe siempre
algo nuevo en la ontología spinozista: no sólo en la ontología histórica
determinada por el desarrollo, sino, sobre todo, en la ontología esencial que de
lo manifiesto del ser, de su profundidad, emana; en el pasaje de la potencia
física a la “cupiditas” moral a la “mens”. Tenemos, pues, anomalía salvaje como
cualidad de la organización del infinito; como característica principal de
aquella tensión entre infinito y determinación, entre tendencia y límite, que
constituye el modo de presentarse de la potencia del infinito. El término “anomalía
salvaje” no reenvía pues solamente a la colocación histórica del pensamiento de
Spinoza en su tiempo y en el desarrollo de la filosofía occidental, no es sólo
una cualificación de la riqueza de su pensamiento y de su apertura al porvenir:
es además un momento fundamental y un modo propio de la expresión del ser. La
desutopía spinozista es el placer de la anomalía salvaje del ser. Muchos de los
hilos que tejen la filosofía salen de nuevo aquí a la superficie. Componentes
históricos, estos no forman el sistema de Spinoza más que en cuanto adquieren
calificación en la atracción de la complejidad salvaje del sistema. Como todos
los productos de una gran industria, el pensamiento spinozista contiene la
complejidad de su aparato dentro de la potencia de la fuerza productiva y,
sobre todo, muestra esta complejidad como una singularidad irreducible. La
desutopía es a la vez crítica de lo existente, de sus componentes, y
construcción positiva y singular del presente. Complejidad de componentes y
sencillez de composición; singularidad de la expresión de superficie, hasta
devenir placer y dulzura del mundo. La irreductibilidad de esta conclusión spinozista
es total. En términos muy elementales, tal vez un poco extremos pero ciertamente
intensos, podemos decir: en Spinoza, la fuerza productiva no se subordina a nada
que no sea ella misma, y en particular se sustrae al dominio de las relaciones
de producción: quiere, en cambio, dominarlas desde su propio punto de vista,
desde su propia potencia. Es esta concepción de la fuerza productiva —con su
referencia material, ontológica— lo que da a la filosofía spinozista y a su
concepción del ser una riqueza inacabable, una salvaje determinación.
Antonio Negri, ‘Ética y política de la desutopía’, La anomalía salvaje. Ensayo sobre poder y potencia en Baruch Spinoza, trad. Gerardo de Pablo, Anthropos, Barcelona, 1993, pp. 357-366.
Antonio Negri, ‘Ética y política de la desutopía’, La anomalía salvaje. Ensayo sobre poder y potencia en Baruch Spinoza, trad. Gerardo de Pablo, Anthropos, Barcelona, 1993, pp. 357-366.
Notas
1.
Sobre este pasaje importantísimo de la filosofía moderna, la literatura
existente, que yo sepa, no es bastante significativa y puntual, a pesar de las
muchas obras que se han producido sobre cada autor singular. De hecho, el
significado histórico conjunto del renacimiento neoplatónico ha sido percibido
más en la filosofía de la ciencia (Koyré, etc.) que en la historia de la teoría
política y de la ciencia económica. Es obvio que esta carencia debería
resolverse inmediatamente. Sobre More, sus relaciones con Descartes y en
general con la filosofía continental, cfr. mi Descartes politico. Naturalmente,
para una eventual apertura de un estudio sobre el neoplatonismo en los orígenes
de la civilización industrial, deberían incluirse también las filosofías postcartesianas,
de tendencia fuertemente espiritualistas.
2.
El pensamiento mecanicista ha sido estudiado mucho más. Por un lado, el
importantísimo trabajo de Borkenau, por otro, el de Lenobke. Ambas obras llegan
a conclusiones que, en la radical oposición de sus puntos de partida y de las
metodologías utilizadas, son singularmente unívocas.
3.
Véase mi artículo sobre “Problemi dello Stato moderno”, publicado por Rivista
critica di storia della filosofia en 1967, en la que se retoman las tesis
fundamentales sobre la reorganización absolutista del Estado y los nexos con la
filosofía del siglo XVII en sus varias formas.
4.
Sobre la idea del mercado, me permito una vez más la referencia al volumen
sobre Adam Smith de Carlo Benetti, Milán, ISEDI, 1979. Pero es, en este
cuadro, donde se explica la exasperada voluntad interpretativa del
espiritualismo al reintroducir el dualismo en el conjunto del pensamiento
spinozista. El ejemplo fundamental de esta aproximación lo da la lectura de F.
Alquié, otras veces citado, del tema “idea” e “idea idearum”, es
decir, de la duplicación espiritualista e ideal, gnoseológica y ontológica del
pensamiento de Spinoza.
5.
Cfr. Jon Elster, Leibniz et la formation de l’ esprit capitaliste, París,
1975.
6.
Supongamos, por ejemplo, cuál habría sido la actitud de Descartes en relación
con la filosofía de Spinoza. A mi parecer habría observado el revival de
aquellas concepciones renacentistas contra las que (cfr. Goumier) su polémica
es continua. Con toda probabilidad habría aplanado Spinoza sobre Llull o More.
En la historia de las interpretaciones spinozistas, semejantes lecturas son
habituales.
7.
Sin lugar a dudas, en Hegel el spinozismo aparece como filosofía utópica del
capitalismo. Objetivismo del ser e inicio de la dialéctica de la negación: es
decir que en Spinoza se identifica el filósofo de la utopía de la producción y
el primer autor que define el ritmo crítico del desarrollo de la producción.
Hegel se apresta a completar filosóficamente, absolutamente, este diseño
inicial. El spinozismo es, por lo tanto, preliminarmente reducido a filosofía
de la relación entre fuerza productiva y relación de producción: ¡el
pensamiento de Spinoza es otra cosa!
8.
Cfr. supra, cap. IV y VI.
9.
Sobre esta dimensión de la filosofía, sobre esta dignidad de lucha por la
libertad que la distingue orgánicamente y la define como gran filosofía,
permítaseme la referencia a Leo Strauss, Persecution and the Art of Writing,
Glencoe, III., 1952.
10.
Desde Zac a Corsi al mismo Alquié, desde puntos de vista diversos, se alcanza
esta conclusión.
11.
Cfr. supra, cap. VIII § 3.
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