Lila María Feldman*
En las páginas leídas
en las páginas vírgenes
en la piedra la sangre y las cenizas
escribo tu nombre…
Libertad, Paul Eluard
En lo inestable tiene el futuro más posibilidades que en lo
estable…
El hombre sin
atributos, Robert Musil
Si un modo posible de definir lo neoliberal es en
términos de la desposesión subjetiva que implica y produce, intentaré en este
texto dimensionar, precisar algunos aspectos de esa inconmensurable desposesión.
En el horizonte, las preguntas respecto de los movimientos feministas, esa
revolucionaria fuerza política que es hoy y seguirá siendo, capacidad, potencia
de apropiaciones, reapropiaciones, territorio transversal, heterogéneo, espacio
que barre con nuestra vieja idea de frontera y patria (de hecho, lo neoliberal
es movimiento asimismo transnacional) donde se disputan, conquistan y
reformulan derechos, rompiendo, recreando e inventando una subjetividad no
gobernable. Sobre todo: no pastoralmente gobernable.
De la mano de los movimientos plebeyos, en verdad
movimiento popular por excelencia, el feminismo es revolución, revuelta
prefiero decir, frente a la “revolución secreta del neoliberalismo” (Wendy
Brown), o su “contra-revolución” neoliberal, según Diego Sztulwark.
El feminismo supo hacer pie, y cómo, allí donde
los “populismos” retrocedieron, pese a los tantísimos aciertos y logros.
Sabemos que las ideas y creencias se sostienen y nos sostienen, en función de
los afectos que movilizan.
Me interesa trazar aportes a estas discusiones,
desde la idea de libertad. ¿Qué nos hace libres? ¿Qué hace el neoliberalismo
con la libertad? ¿Y el feminismo? ¿Cuáles son los puntos de encuentro entre
fuerza democratizadora y libertad? ¿Alcanzan las políticas democratizadoras, en
sí mismas, para construir libertad?
Parto de la necesidad de diferenciar al populismo
de lo plebeyo, precisamente porque en cada uno de ellos hay formas bien
diferenciadas de encarnar libertad, y subjetivar. Si la pregunta que tanto nos
viene movilizando es cómo llegamos a esto, y no queremos quedar sumergidos en
el “dispositivo de la derrota”, hará falta trazar recorridos que recuperen
capacidad o potencia de pensar: el mejor modo de sustraernos del modo de vida
neoliberal, con su enorme maquinaria capaz de encarnar una paradoja: construir
el culto a las posesiones, a la vez que la cultura de la desposesión material,
afectiva y pensante, tanto en las vidas singulares como en los espacios
colectivos. Desposesión en un doble sentido. Es desposesión “objetiva”
(expropiación de tierra, baja salarial, violencia sobre el cuerpo de las
mujeres y niños, etc.), sobre la que se instituye una desposesión “subjetiva”
(compulsión al goce, asunción de une misme como empresa-marca, reducción del
sujeto a consumo etc.).
Wendy Brown sitúa lúcidamente estos procesos en su
libro El pueblo sin atributos,
leyendo a Foucault. Señala que bajo la “racionalidad neoliberal” el gobierno se
transmuta en gobernanza y administración, configurando todos los aspectos de la
existencia en términos económicos. Una “antipolítica”, se torna un
gerenciamiento que apunta a instituir las “mejores prácticas”, anulando los
devenires históricos e instalándose como racionalidad, orden normativizante. La
razón neoliberal configura el alma y la ciudad como empresas contemporáneas y
no como entidades políticas.
El deseo humano, así como las necesidades más
elementales, se redefinen de acuerdo a su capacidad de ser escenarios de
“empresas rentables”.
Spinoza dice: “Nosotros no nos esforzamos,
queremos, apetecemos ni deseamos algo porque juzgamos que es bueno, sino por el
contrario, juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo
queremos, apetecemos y deseamos”.
Lo neoliberal propone un modo de desear, y hace de
lo rentable el paradigma de lo bueno, reconfigurando así las coordenadas y
metas para los deseos.
Desigualdad intensificada, mercantilización y
comercio insensibles, creciente influjo corporativo en el gobierno, caos e
inestabilidad económica: son todas consecuencias de las políticas neoliberales.
El neoliberalismo ataca los principios, las prácticas, las culturas, los
sujetos y las instituciones de la democracia entendida como el gobierno del
pueblo. ¿Por qué añorarían los sujetos y las subjetividades “desdemocratizadas”
este régimen político?
Lo neoliberal, entonces, expresa la permanente y
creciente transformación del sujeto en actor del mercado, y con ello la
destrucción de la idea de ciudadanía: inversionista, productor, consumidor,
cliente, formas en las que el sujeto se espeja y es. El objetivo es mejorar el
valor (económico) futuro de uno mismo, particularmente en las redes sociales.
Somos capital humano individual y social.
Se economizan los derechos, y se ataca y degrada a
lo colectivo como fuerza política. Es en este sentido, también, que los
feminismos son el movimiento político más contundente, por ahora, capaz de
“deconstruir” el andamiaje neoliberal, esqueleto de la subjetividad que lleva
al capital económico y al dios mercado a su máxima expresión. Movimiento,
insisto, que se inscribe en una historia de luchas, y que podría restituir a la
subjetividad su valor de potencia, ya no capital económico y bien de
circulación dentro del mercado. Los feminismos construyen otras subjetividades,
otros vínculos y circulaciones. El homo
politicus fue siempre de modo expreso masculino. El neoliberalismo
intensifica de modo fundamental la subordinación de género teórica y
políticamente invisible.
Feminismo mediante volvemos a hablar de derechos.
Hablamos aún más, de derechos. Nos sensibilizamos cada vez más, ponemos más el
cuerpo, habitamos más las calles, convergen mundos heterogéneos en encuentros,
colectivos, lenguajes, mundos sensibles. Cambian las palabras, hay nuevo
lenguaje. En “La lengua revuelta” sostengo que una palabra es nueva y
necesaria, es revuelta del lenguaje, cuando permite visibilizar alguna
opresión. En ese sentido, es fuerza contraria al lenguaje que lo neoliberal
impone y reproduce, legitimando su poder.
Judith Butler proponía, días atrás, hablar de un
nuevo modo de acumulación, que el feminismo, particularmente los feminismos
populares, fundan: “acumulación de fuerza”. La acumulación de capital se
desmorona como causa última. La acumulación de fuerza es capacidad de resistir,
sensibilizar, visibilizar y oponerse a los antagonismos que el poder ordena.
Más adelante retomaré estas cuestiones para proponer e incorporar un otro
término: el de medida. Medida humana. Pero antes de eso, intentaré abordar la
pregunta acerca de la “libertad neoliberal”.