08 junio, 2019

SUEÑO Y LIBERTAD EN TIEMPOS DE FEMINISMOS Y PRIMACÍA NEOLIBERAL

Lila María Feldman*
  
En las páginas leídas
en las páginas vírgenes
en la piedra la sangre y las cenizas
escribo tu nombre…

Libertad, Paul Eluard

En lo inestable tiene el futuro más posibilidades que en lo estable…

El hombre sin atributos, Robert Musil


Si un modo posible de definir lo neoliberal es en términos de la desposesión subjetiva que implica y produce, intentaré en este texto dimensionar, precisar algunos aspectos de esa inconmensurable desposesión. En el horizonte, las preguntas respecto de los movimientos feministas, esa revolucionaria fuerza política que es hoy y seguirá siendo, capacidad, potencia de apropiaciones, reapropiaciones, territorio transversal, heterogéneo, espacio que barre con nuestra vieja idea de frontera y patria (de hecho, lo neoliberal es movimiento asimismo transnacional) donde se disputan, conquistan y reformulan derechos, rompiendo, recreando e inventando una subjetividad no gobernable. Sobre todo: no pastoralmente gobernable.

De la mano de los movimientos plebeyos, en verdad movimiento popular por excelencia, el feminismo es revolución, revuelta prefiero decir, frente a la “revolución secreta del neoliberalismo” (Wendy Brown), o su “contra-revolución” neoliberal, según Diego Sztulwark.

El feminismo supo hacer pie, y cómo, allí donde los “populismos” retrocedieron, pese a los tantísimos aciertos y logros. Sabemos que las ideas y creencias se sostienen y nos sostienen, en función de los afectos que movilizan.

Me interesa trazar aportes a estas discusiones, desde la idea de libertad. ¿Qué nos hace libres? ¿Qué hace el neoliberalismo con la libertad? ¿Y el feminismo? ¿Cuáles son los puntos de encuentro entre fuerza democratizadora y libertad? ¿Alcanzan las políticas democratizadoras, en sí mismas, para construir libertad?


Parto de la necesidad de diferenciar al populismo de lo plebeyo, precisamente porque en cada uno de ellos hay formas bien diferenciadas de encarnar libertad, y subjetivar. Si la pregunta que tanto nos viene movilizando es cómo llegamos a esto, y no queremos quedar sumergidos en el “dispositivo de la derrota”, hará falta trazar recorridos que recuperen capacidad o potencia de pensar: el mejor modo de sustraernos del modo de vida neoliberal, con su enorme maquinaria capaz de encarnar una paradoja: construir el culto a las posesiones, a la vez que la cultura de la desposesión material, afectiva y pensante, tanto en las vidas singulares como en los espacios colectivos. Desposesión en un doble sentido. Es desposesión “objetiva” (expropiación de tierra, baja salarial, violencia sobre el cuerpo de las mujeres y niños, etc.), sobre la que se instituye una desposesión “subjetiva” (compulsión al goce, asunción de une misme como empresa-marca, reducción del sujeto a consumo etc.).

Wendy Brown sitúa lúcidamente estos procesos en su libro El pueblo sin atributos, leyendo a Foucault. Señala que bajo la “racionalidad neoliberal” el gobierno se transmuta en gobernanza y administración, configurando todos los aspectos de la existencia en términos económicos. Una “antipolítica”, se torna un gerenciamiento que apunta a instituir las “mejores prácticas”, anulando los devenires históricos e instalándose como racionalidad, orden normativizante. La razón neoliberal configura el alma y la ciudad como empresas contemporáneas y no como entidades políticas.

El deseo humano, así como las necesidades más elementales, se redefinen de acuerdo a su capacidad de ser escenarios de “empresas rentables”.

Spinoza dice: “Nosotros no nos esforzamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque juzgamos que es bueno, sino por el contrario, juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos”.

Lo neoliberal propone un modo de desear, y hace de lo rentable el paradigma de lo bueno, reconfigurando así las coordenadas y metas para los deseos.

Desigualdad intensificada, mercantilización y comercio insensibles, creciente influjo corporativo en el gobierno, caos e inestabilidad económica: son todas consecuencias de las políticas neoliberales. El neoliberalismo ataca los principios, las prácticas, las culturas, los sujetos y las instituciones de la democracia entendida como el gobierno del pueblo. ¿Por qué añorarían los sujetos y las subjetividades “desdemocratizadas” este régimen político?

Lo neoliberal, entonces, expresa la permanente y creciente transformación del sujeto en actor del mercado, y con ello la destrucción de la idea de ciudadanía: inversionista, productor, consumidor, cliente, formas en las que el sujeto se espeja y es. El objetivo es mejorar el valor (económico) futuro de uno mismo, particularmente en las redes sociales. Somos capital humano individual y social.

Se economizan los derechos, y se ataca y degrada a lo colectivo como fuerza política. Es en este sentido, también, que los feminismos son el movimiento político más contundente, por ahora, capaz de “deconstruir” el andamiaje neoliberal, esqueleto de la subjetividad que lleva al capital económico y al dios mercado a su máxima expresión. Movimiento, insisto, que se inscribe en una historia de luchas, y que podría restituir a la subjetividad su valor de potencia, ya no capital económico y bien de circulación dentro del mercado. Los feminismos construyen otras subjetividades, otros vínculos y circulaciones. El homo politicus fue siempre de modo expreso masculino. El neoliberalismo intensifica de modo fundamental la subordinación de género teórica y políticamente invisible.

Feminismo mediante volvemos a hablar de derechos. Hablamos aún más, de derechos. Nos sensibilizamos cada vez más, ponemos más el cuerpo, habitamos más las calles, convergen mundos heterogéneos en encuentros, colectivos, lenguajes, mundos sensibles. Cambian las palabras, hay nuevo lenguaje. En “La lengua revuelta” sostengo que una palabra es nueva y necesaria, es revuelta del lenguaje, cuando permite visibilizar alguna opresión. En ese sentido, es fuerza contraria al lenguaje que lo neoliberal impone y reproduce, legitimando su poder.

Judith Butler proponía, días atrás, hablar de un nuevo modo de acumulación, que el feminismo, particularmente los feminismos populares, fundan: “acumulación de fuerza”. La acumulación de capital se desmorona como causa última. La acumulación de fuerza es capacidad de resistir, sensibilizar, visibilizar y oponerse a los antagonismos que el poder ordena. Más adelante retomaré estas cuestiones para proponer e incorporar un otro término: el de medida. Medida humana. Pero antes de eso, intentaré abordar la pregunta acerca de la “libertad neoliberal”.

 La libertad neoliberal

La libertad para lo neoliberal es un bien regulado desde la lógica de la desigualdad (se instituye la desigualdad como forma naturalizada de administración y distribución de derechos y libertades). La libertad se vuelve más bien sinónimo de “interés”. Tener libertad es la capacidad de cuidar, privilegiar, los propios intereses. La revolución neoliberal ocurre en nombre de la libertad (mercados, países, hombres libres) pero destruye su fundamento en la soberanía tanto en los Estados como en los sujetos. Los sujetos, emancipados de todas las preocupaciones por lo público, lo social, lo colectivo, lo político, se insertan en las normas e imperativos de la conducta del mercado y se integran en sus propósitos.

Es el imperio de la “nuda vida” (Aristóteles y Hannah Arendt) y la vida confinada a la necesidad (Marx).

El neoliberalismo instituye política de la austeridad, que inviste fuertemente la figura del sacrificio (máxima de una libertad servil).

Foucault, refiere Brown, está intrigado por esa libertad que el liberalismo y el neoliberalismo prometen. Asistimos a la reconstrucción neoliberal del sujeto como capital humano. Los sujetos se convierten en capital para ellos mismos y capital para otros, la base del individuo soberano se desvanece y el significado de la ciudadanía política se encoge. El homo economicus como empresario de sí mismo. Si desea prosperar debe aliarse a los intereses del mercado.

La libertad neoliberal es libertad mercantilizada, y banalizada. Se es libre de acuerdo a la capacidad de desarrollar voluntad y eficacia para someterse exitosamente a la ley del mercado. Mercado como espacio de “veridicción” (Foucault). El mercado es en sí mismo verdadero y representa la forma verdadera de toda actividad.

La libertad en nombre del sacrificio (otra paradoja), sacrificio que conjuga lo sagrado y lo profano, en nombre de la economía como valor supremo.

En el triunfante “fin de la historia” de Occidente, la mayoría ha dejado de creer en la capacidad humana para crear y mantener mundos que sean compasivos, libres, y sobre todo que estén de modo modesto bajo el control humano. Semejante pérdida de convicción en la capacidad humana para crear y guiar su existencia es el sentido más profundo y devastador en que la modernidad ha “terminado”. La perversa teología del neoliberalismo descansa sobre esta tierra de creencias arrasadas de lo moderno. Al conferir a los mercados todo el poder para dar forma al futuro, se consagra el “no hay alternativa”. La solución es arribar a mercados más perfectos, en los cuales el Estado intervenga lo menos posible, muy por fuera de la idea de una política colectiva de la existencia.

Movimientos plebeyos, populismo, y libertad.

Bove lee a Spinoza y recorre la siguiente pregunta: ¿Por qué luchan los hombres por su servidumbre como si se tratara de su salvación, como si ella fuera la salvación? Pregunta de dolorosa vigencia hoy. La servidumbre ha sido y es objeto paradójico del deseo.
De qué maneras el deseo de vida se transforma en el deseo de opresión? ¿Por qué los hombres aceptan tan bien los prejuicios, por qué pueden desear lo que los destruye? A veces hasta luchar y morir por ellos. ¿De qué modo se puede desear la servidumbre, en qué condiciones la servidumbre puede volverse el modo de afirmar la vida? ¿De qué maneras la servidumbre puede ser significada como liberación? Su perversión es la construcción de esa ficción. Sabemos que en ocasiones los hombres prefieren el orden a la confusión, al precio de la ceguera. Pseudo libertad, hecha de pasividad y dependencia, y la promesa (también economicista) de distribución y reparto de premios y castigos, de cielo e infierno, según los grados de sumisión y sacrificio.

Silvia Bleichmar, psicoanalista argentina, ha mostrado que auto conservación y auto preservación son tareas que pueden coincidir o no para el sujeto, a veces incluso entran en confrontación, en determinadas condiciones una puede poner en peligro a la otra, planteando exigencias y renuncias desmesuradas. Por su parte, Piera Aulagnier sostiene que la causalidad es una necesidad indispensable para el funcionamiento y la vida psíquica, lo ubica como un “principio básico” para el psiquismo. ¿En qué condiciones, podemos preservar esa exigencia de sentido? ¿Nuestras creencias se sostienen en un orden de causalidad demostrada, o interpretada?

La ética (no una esencia, ni una trascendencia, de la ética podemos decir: camino, mapa, horizonte. Es un trabajo y un recorrido) para Spinoza es el camino que permite desmontar al sujeto de la obediencia (religiosa y política). La ética, “es la capacidad de crear un mapa existencial en medio de una tormenta” (Diego Sztulwark). Ese camino, de democratización, es necesariamente colectivo: implica componerse en encuentros con otros, en multitud, revisar nuestras servidumbres, preguntarnos por las causas, pasar de la pasividad a la actividad: recuperar, desarrollar potencia de actuar y pensar. Es decir: democratizar tiene potencia libertaria sólo en la medida que sea capaz de revisar, visibilizar, iluminar, desmontar, lo más posible, las servidumbres o vasallajes.

El poder religioso y el poder político se encargarán de explotar a su servicio esa autosumisión y ese “auto envenenamiento” del deseo.

¿Cómo retorna lo expulsado-reprimido por la empresa neoliberal?  ¿De qué maneras retorna el sujeto político? Aún permanece en la relación del sujeto consigo mismo, y con les otres, cada vez que ensaya interrogaciones y problematizaciones, por fuera de la lógica costo-beneficio.

Retorna en sueño y síntoma, en las divergencias y disidencias, retorna en la calle y en los movimientos plebeyos que la agitan.

¿Qué es lo que pudo, en ese sentido, el kirchnerismo? ¿Hasta dónde, y qué es lo que no? ¿Cuánto ha sido capaz de constituir y reconstituir una subjetividad política? Sin dudas lo ha hecho, post 2001, sin embargo, ¿en qué medida esas luchas pudieron y podrán avanzar e ir más allá, desprenderse de un único liderazgo político?

La voluntad de inclusión, sostiene Diego Sztulwark, fue un fenómeno ambivalente, de participación popular de inspiración compensatoria que pretendió reparar la exclusión y denunciar poderes corporativos, sobre la base de la extender la ampliación del consumo y de derechos.

En este sentido, también, podemos revisar alcances, conquistas, pero también los límites de las políticas llamadas “populistas”, así como problematizar el sesgo peyorativo que ha tomado la deriva significante de esa palabra (que ha servido a lo largo de la historia para referirse a movimientos políticos diferentes y hasta antagónicos. Dice Ezequiel Adamovsky: “‘Populista’ se ha vuelto una especie de acusación banal que se lanza simplemente para desacreditar a cualquier cosa o adversario, buscando asociarlo así con algo ilegal, corrupto, autoritario, demagógico, vulgar o peligroso… En otras palabras, ‘populismo’ nos invita a cerrar filas alrededor de la democracia liberal (es decir, una democracia de alcances limitados tal como gusta a los liberales) para combatir a un solo monstruo compuesto por todo lo demás, en cuyo cuerpo indiscernible conviven neonazis, keynesianos, caudillos latinoamericanos, socialistas, charlatanes, anticapitalistas, corruptos, nacionalistas y cualquier otra cosa sospechosa”. En este sentido, el populismo como concepto para entender la realidad, se ha extinguido. Por lo menos, es un significante particularmente complejo. Más que visibilizar una opresión, diría yo, trabaja para componer con más fuerza al “enemigo”, y perpetuar el poder neoliberal. Es palabra capturada por y para dicho poder. En esos términos, los movimientos democratizadores y populares pierden potencia.

Lo plebeyo es potencia insumisa de lo colectivo, y de lo popular, retorna en sueño y síntoma: formaciones por empezar improductivas según lo que el orden rector del mercado impone. Es lo que resiste a ser incluido --capturado desde el poder.

Es desde una externidad al poder que hay subjetividad política plebeya (divergente, no adaptada o normativizada, no moralizante), articulada a un deseo no neoliberal, a un deseo de lucha. El populismo, desde los planteos revolucionarios de Cooke, que Sztulwark retoma, no propone más que regulaciones de la lucha de clases en busca de cierta homeostasis, articulación de demandas antagónicas, no deja de ser liderazgo conservador, pasivizante, un modo particular de ejercicio de dominación. Para Cooke (dirigente del peronismo revolucionario que instaló discusiones al interior del movimiento peronista) la política capaz de producir verdaderas transformaciones y desmontaje de dominación requería como condición la radicalización del movimiento obrero. “El cookismo es una manera de leer la lucha de clases en la Argentina aprendiendo a distinguir plebeyismo de populismo”. Sigue diciendo Diego Sztulwark:

“Desde el punto de vista histórico, los plebeyos son los esclavos libertos romanos, aquellos que estaban excluidos de los derechos públicos, privados de estatus político, carentes de títulos públicos de propiedad”. Lo plebeyo, entonces, es lo que ni la subjetividad neoliberal ni la subjetividad que los populismos construyen y capturan. Lo plebeyo, agrego yo, alude a la posibilidad de pasar de la exclusión a la rebelión. Un más allá de la inclusión. Subjetividad des-colonizada, creación de un afuera, un exterior a lo neoliberal, y un más allá de lo populista. Es la.potencia del pueblo que busca, no tanto ser incluido en la agenda del poder, sino rebelarse en función de su propia “agenda”.

Lo plebeyo, hoy, se asocia --para mí-- a esa palabra en la que vengo trabajando: revuelta.

Leo a Bove, que lee a Spinoza. Y entonces agrego: recuperar potencia es posibilidad de pasar de la pasividad a la actividad. Perseverar: no es reforzar el statu quo, sino ser capaz/capaces de revueltas. “Perseverar” no es conservador, convoca a más composiciones (en une misme y con les otres). Afirmación de la existencia: ser capaz de trazar estrategia y resistencia.

Subjetividad no neoliberal ni populista es ser, seguir siendo, capaces de revueltas: visibilizar y enfrentar la opresión.

Lo plebeyo hoy, para mí, vive fuertemente en los feminismos: conflictivo, heterogéneo, pulsa, crece, y es pensamiento que pone el cuerpo, es cuerpo -singular y colectivo- que enhebra sensibilidad, pensamiento y lenguaje, libertad y sueño. Instala un horizonte político en las calles, en las prácticas, los vínculos, las instituciones. Instala las cuestiones de género como formas de discutir relaciones de poder, en las que las jerarquías definen derechos, enfrentando los disciplinamientos moralizantes, culturales, policiales, económicos y religiosos. Por eso hoy los feminismos logran constituirse en prácticas y discursos disidentes a lo neoliberal. La vanguardia la toma la calle, más que una agenda partidaria.

Narrativas. Temporalidad y proyecto político

La narrativa de los feminismos enlaza deseo, proyecto e historia. Pasado, presente y futuro restablecen la condición temporal que lo colectivo porta, recupera y relanza. Es gracias a esa condición narrativa que hay proyecto político vivo, capaz de enfrentar la estructura vacía y destructiva de narrativas que constituye a lo neoliberal. Lo neoliberal se caracteriza por ser discurso en el que la historia, el relato, la narración, lo poético, están ausentes. El homo economicus también es el sujeto vaciado de narración y de sueños, consumidos por el anhelo insatisfecho por definición, que el consumo reproduce y perpetúa, como un slogan, pura inmediatez. Donde lo neoliberal es puro slogan e inmediatez, el sueño debe advenir, restituyendo al sujeto su potencia narrativa y temporal.

En este sentido, lo plebeyo también puede distinguirse por su capacidad colectiva de elaboración de proyecto e historia. Los feminismos tejen sus propias narrativas, transforman el lenguaje, y crean un lugar donde lo heterogéneo construye, incluso ligando distintas generaciones, redefiniendo herencias, hermandades y filiaciones.
Lo neoliberal barre con la historia, con lo colectivo y sus potencias soñantes. “Fin de la historia”, no es cualquier frase, Fukuyama le dio verdad y síntesis al logro máximo de la desposesión neoliberal, su máxima desposesión y verdadera desgracia, porque: ¿cuál es la esperanza de un sujeto desprovisto de su historia y su memoria?

La aventura psicoanalítica, en este sentido proyecto político del sujeto, devuelve, restituye el lugar central que las narraciones ocupan en la constitución psíquica y en la vida de un sujeto. En su lectura del síntoma, en su lectura del sueño, del juego en la clínica con niños, en el planteo de la transferencia como clave y sostén del encuentro analítico, la aventura psicoanalítica es propuesta de una particular lectura y narración.

Las aventuras políticas son potencia colectiva y plebeya también. ¿Y los denominados populismos? También tienen en ellos centralidad las narrativas (un libro sí que lo demuestra, y como, en estos mismos días). Sin embargo, un cuestionamiento posible pasa por el lugar protagónico que podrá encarnar o no allí lo colectivo, para que esa narrativa sea capaz de trascender a un líder, no nacer y morir en un liderazgo. Que un proyecto político anude historia y futuro no es magia, pero sí es sueño. Sueño de mayor alcance y proyección a futuro si su soporte es lo colectivo y lo plebeyo, más que la potencia de un único liderazgo, garante único de la salvación.

Un sujeto sueña (el sueño es la actividad psíquica primordial que construye una narración, y que le otorga a la narración un lugar central, condición de la vida psíquica. ¿Habrán sido los sueños el germen de la narración en la historia de cada sujeto singular, así como en la historia de la humanidad?). A través del sueño se arma la trama de una narrativa personal y en ella el revés, o la matriz afectiva y de lenguaje de una vida. El psicoanálisis, antes aún la literatura, la filosofía y otros saberes, afirma que allí hay un sitio de memoria, de deseo, y de verdad.

Los colectivos también sueñan, necesitan soñar si quieren construirse como proyectos políticos. “Empoderarse”, es también re-situarse como protagonistas de una propia narrativa. Cualquier proyecto de dominación sabe perfectamente que debe arrasar con ello. Y el neoliberalismo, lo he dicho ya en otro lugar, no pudo aún controlar y penetrar los sueños, bastión de la vida psíquica y de la vida política de los pueblos.

Tiempo de revueltas. Feminismos y libertad.

¿Qué es capaz de hacer el feminismo, más allá de lo patriarcal, con la desigualdad? ¿Será capaz de extender e irradiar sensibilidad y deseo de lucha hacia otras zonas donde también prima la desigualdad, la desposesión y la ausencia de derechos y libertades? Hay quienes participan y se incluyen en las luchas feministas y su sensibilidad crítica y desnaturalizadora, y sin embargo no llegan a cuestionar aún otros campos que nos comprometen e interpelan cuando participamos y/o consentimos con mundos que perpetúan y reproducen exclusión, disciplinamiento y desigualdad. ¿Pueden coexistir sin entrar en conflicto ambos aspectos en un mismo sujeto? Zonas de sensibilización junto a zonas de total insensibilidad…

Hay luchas y conflictos de hecho también al interior del complejo movimiento feminista, cuyo núcleo irrenunciable para muchos de nosotros es la lucha contra las violencias, en favor de les más vulnerables, y la capacidad de poner en cuestión los fundamentos mismos del Estado, no sólo sus promesas. Destituir la desigualdad y la opresión, ampliar el campo de los Derechos, no viene dado, ni siquiera dentro de los feminismos, pero es movimiento ya iniciado, inconcluso pero vivo e imparable. Es movimiento que viene logrando instalar problematizaciones que amplían y crean un mayor mundo de “posibles” en el territorio de la vida política (la lucha por la despenalización del aborto y todos los derechos y libertades que ello propone; la separación Iglesia y Estado, y todos los derechos y libertades que ello propone, son algunos ejemplos). Esa ampliación de posibles es sin dudas potencia de lo plebeyo, júbilo emancipatorio al decir de Diana Kordon, y empecinado, añado, no de lo “populista”, atado a los designios del poder, y en clave paternalista, o materna, aún en nombre y en defensa de nuestro bien.

La imparable movilización afectiva que lo colectivo-plebeyo genera, ese júbilo emancipatorio de la marea verde, no lo encontramos hoy en ningún otro lugar. Y es, me parece, por el momento, el lugar de mayor enfrentamiento al aplanamiento afectivo, y la sumisión, que el consumo neoliberal activa y extiende.

Los sueños hacen del abismo medida humana

Esa fue la afirmación princeps de Sueño, medida de todas las cosas. Hoy la retomo para intentar pensar una forma alternativa a la idea de “capital”, y cercana a la de “fuerza”. Los sueños colectivos, tejido subjetivante de la trama social, condición de resistencia y revuelta, darán la medida de presente y futuro, medida humana y subjetivante contra los abismos en los que lo humano también precipita y amenaza a consolidar mundos donde rija la desigualdad, la opresión y la indiferencia: una de las versiones de la crueldad (Ana Berezin).

Los sueños son en sí mismos bastión de vida no neoliberal, creación de nuevos modos de vida. Lugar no territorializado por el poder, según Paul Preciado. En ellos nadie ingresa a la fuerza, y resisten a cuanto método de control, medición y manipulación se enfrenten. No son objetos de consumo, ni sirven a ninguna propuesta de consumo. Territorio libertario por excelencia, reservorio interminable de libertad.

Sueño: usina de futuro, capital de lo no acumulable. “Inmaterial, nómade sustancia”, digo en un poema, que toca y transforma nuestras vidas materiales.

Los sueños hacen del abismo medida humana… y son, o serán, en tanto trabajo con nuestras determinaciones y circunstancias- nuestra medida de libertad. Esa libertad que nadie nos otorga o nos concede, ni regala. Libertad siempre a crear, ampliar, defender, conquistar. Y soñar.

*Psicoanalista y escritora


Bibliografía general

Adamovsky, Ezequiel. “De qué hablamos cuando hablamos de populismo?” Revista Anfibia, abril 2019.
Aulagnier, Piera. Los destinos del placer. Alienación, amor, pasión, Paidós, Buenos Aires, 1998.
Berezin, Ana. “Sobre la crueldad. La oscuridad en los ojos”, Psicolibro Ediciones, Buenos Aires, 2010.
____ “La crueldad y la violencia en el gobierno neoliberal”, Página 12, 23 de julio de 2017.
Bleichmar, Silvia. La subjetividad en riesgo, Topía, Buenos Aires, 2005.
Bove, Laurent. La estrategia del conatus. Afirmación y resistencia en Spinoza, Cruce Casa Editora, Buenos Aires, 2014.
Butler, Judith.  Conferencia en la UNTREF, abril 2019.
Brown, Wendy. El pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo, Malpaso, Barcelona, 2016.
Feldman, Lila María. Sueño, medida de todas las cosas, Topía, Buenos Aires; 2018.
____ “El sueño es al futuro lo que el azogue al espejo”. Revista Topía, no. 84, Buenos Aires,  noviembre 2018.
____ “La lengua revuelta”, Página 12 (17 de enero de 2019), Lobo Suelto y Diario Digital Femenino.
____ “El cuerpo revuelto”, Lobo Suelto (enero 2019).
____ “La revuelta en la cultura”, Lobo Suelto (marzo, 2019).
Spinoza, Baruch. Ética demostrada según el orden geométrico, Alianza, Madrid, 2016.
Sztulwark, Diego. “Resistencia”, “¿Es posible una vida no fascista? y “¿Quién necesita una revolución?”, Lobo Suelto.
____ Apuntes del curso sobre la Ética de Spinoza, y notas tomadas de su libro en preparación.
Sztulwark, Diego y Lang, Silvio. “¿Cómo el macrismo organiza nuestros afectos?”, Lobo Suelto.

No hay comentarios.: