Vicente
Hernández
GARCÍA DEL
CAMPO, Juan Pedro. Spinoza esencial, Montesinos, Madrid, 2012, 159 pp.; Spinoza y la
multitud (el resto falta), Hiru, Hondarribia,
2012, 188 pp.
Estos dos
pequeños libros de García del Campo, el primero de ellos una antología de
textos
spinozianos precedidos de una Introducción, y el segundo una novedosa y
original pieza de radioteatro, constituyen una nueva muestra del imparable
proceso de recuperación, en clave actual, del pensamiento de Spinoza. Tanto la
orientación que toma el primero, como el contenido explícito del segundo, se
refieren a la filosofía política de Spinoza nucleada en torno al concepto de
“multitud”, con la particularidad de que el segundo de los libros, mediante la
ficción, trata de enlazar dicho concepto con la experiencia de democracia
directa que ha representado el movimiento español del “15 M”. Nada que objetar
a semejante ficción teatral. Todo lo contrario: la idea de un Spinoza militante
de una causa no liberal de democracia, sino en proceso de construcción
permanente para la mayor potencia colectiva de sus miembros, no puede ser más
oportuna en estos tiempos. Cosa distinta es la discusión teórica a la que puede
dar lugar.
Centrémonos en
Spinoza esencial. Concretamente en la Introducción que precede y
justifica la antología de textos compuesta por los parágrafos 1 a 38 del Tratado
de la reforma del entendimiento; una selección de la Ética que incluye
las proposiciones 1-11 y el Apéndice de la Primera Parte, las proposiciones
1-16 de la Segunda Parte y las proposiciones 1-9 de la Tercera Parte; el
Prefacio del TTP y los capítulos 1 y 2 del TP. Que el libro pueda titularse
“Spinoza esencial” sólo se debe al tipo de colección editorial de la que forma
parte, porque, conviene aclararlo, aquí no encontraremos lo esencial del
pensamiento de Spinoza, aunque sí algunos aspectos bien explicados y razonados
del mismo, que no es poco. En el estudio introductorio queda expuesto con claridad
el sentido antimetafísico e inmanente de la Parte Primera de la Ética y
la ruptura con la visión dualista y la física de Descartes (si bien la referencia
a la Carta 81 a Tschirnhaus sobre el fisicalismo cartesiano debió proseguirse,
a mi juicio, con la Carta 83, donde Spinoza precisa que “la materia es mal
definida por Descartes por medio de la extensión”, anticipando con ello un concepto
no reduccionista de materia perfectamente actual). La reconstrucción de la Parte
Segunda se inicia con la recuperación spinoziana de la mente (mens) frente
al alma (anima) y se avanza desde la “idea de la idea” y sus
correspondientes y sucesivos afectos hasta alcanzar las “nociones comunes”, que
posibilitan el paso del primero al segundo género de conocimiento. En la Parte
Tercera, a través de la alegría de los afectos, se accede a la relación entre “multitud
e individuo compuesto”, así como a la conexión entre “multitud, derecho y
democracia”. La noción de “individuo compuesto” es recurrente en el autor, ya
que fue el tema de su tesis doctoral leída en 1990. Sin embargo, a mi modo de
ver, aceptando la objetividad de su contenido cooperativo, que otorga mayor
potencia al individuo que se compone con otros, ¿no sería conveniente utilizar
nuevas nociones, como la de un individuo natural ligado a la especie social desde
la perspectiva evolucionista?, ¿no deberíamos actualizar epistemológicamente el
lenguaje interpretativo del spinozismo?
Como se señaló
antes, esta lectura de la Ética sólo llega hasta la proposición 9 de la
Tercera Parte. Desde ahí el autor plantea unas “estrategias del conatus” basadas
en el concepto de “multitud”, recuperando para ello los textos del TTP y del
TP. El problema es que estas estrategias políticas parecen agotarse en una
visión colectiva o comunista del conatus descontextualizada con respecto
al sistema de pensamiento de Spinoza, que se orienta hacia la realización ética
del conatus en el tercer género de conocimiento, un género de conocimiento
que se anuncia ya en la Parte Segunda (E2, 40, esc.), se proyecta en la Parte
Cuarta (E4, 67) y culmina en la Parte Quinta (E5, 12-40). Aun dando por bueno
el concepto de “multitud” desde una perspectiva democrática radical al modo de
Negri y Hardt (algo por otra parte controvertido – vid., Javier Peña: “Cómo se
ordena la potencia de la multitud”, Laguna, 31, 2012), lo cierto, en cualquier
caso, es que Spinoza escribió una ética para el sujeto libre que no teme la
muerte y cuya mente conectada a un cuerpo “apto para muchísimas cosas” genera la
idea “sub specie aeternitatis”. Sin negar la militancia spinozista a favor de
la democracia como una suerte de conatus colectivo, éticamente la mayor
potencia se realiza del lado del sujeto como tal, de su mente y de su cuerpo.