Alejandra Lindman,
Diego Sztulwark y Pedro Yagüe (1)
El fetichismo del cuerpo consiste en el hecho de
atribuir al cuerpo humano unos valores-imagen separados del cuerpo de los
afectos. Cuando Spinoza se preguntaba, allá por el siglo XVII, qué puede la
fábrica del cuerpo humano, la disputa central era contra la teología y el
racionalismo cristiano
a la Descartes. Ante el
cuerpo devaluado por la cultura monoteísta o racionalista, el “paralelismo”
(término que se adjudica al spinozismo, sin haber sido empleado nunca por
Spinoza mismo) entre cuerpo-alma, tal y como viene postulado y demostrado en la
Proposición VII del Libro II (con su Escolio respectivo) procuraba salvar al
alma (la mente, el pensamiento) de los poderes espirituales y políticos que la
querían obediente bajo el peso de la moral (para la cual el cuerpo era
sólo objeto de vergüenza y negación).
En el Libro II de la Ética, el filósofo, empeñado en comprender el
alma humana, concluye (Proposición XIII) que la realidad del alma es ser idea del cuerpo, y que el alma es tan
perfecta como perfección tiene el cuerpo actual del cual es idea. En efecto, el
cuerpo puede afectar y ser afectado de muchas formas simultáneamente, y sólo
por eso el alma puede percibir igualmente muchas formas. En el Prefacio al
Libro III, acerca de los afectos, hay un duro ataque contra todos aquéllos que
se burlan de la naturaleza del cuerpo humano, ignorando que no existe en él
vicio alguno. Spinoza grita en su Ética: se ha inoculado en
el cuerpo humano motivos de vergüenza, se ha depositado en él toda la
negatividad que se le atribuyen a las pasiones, esa materia demasiado humana
que se supone que el pensamiento debiera dominar. Pero esa alma, ese
pensamiento que se cree libre, es en verdad una proyección lógica, un ideal
moral introyectado. Spinoza desarticula la idea de que las cosas tengan un fin,
un objetivo de su existencia que les haga de modelo y divida lo real. Es en el
cuerpo donde Spinoza encuentra una dimensión que, devuelta a su materialidad,
rompe las proyecciones lógicas del idealismo de su época. El cuerpo como dispositivo
desplaza la lógica y reabrre la experimentación como verificador de caminos de
potencia. El cuerpo, dice Gilles Deleuze, actúa en la Ética como “modelo del pensamiento”.
¿Por qué postular que el cuerpo es
modelo del pensamiento?
La teología y la moral nos habían dicho que el cuerpo
es un reflejo inferior respecto del alma. “No se sabe lo que puede un cuerpo” es
el grito spinozista que rompe con el peso del idealismo de su época, pero
¿sigue siendo válido ese grito hoy? Cuatro
siglos después, cuando el cuerpo sí se toma en cuenta aunque capturado como
mercancía y fetiche, ¿conserva su vigencia el proyecto de tomar al cuerpo como
modelo para el pensamiento? En esta época, en la cual la cultura de la imagen
ha pasado a tener un lugar central ¿qué entendemos por el poder de los cuerpos?
El
corporalismo propone un cuerpo para
el consumo: “tener un buen cuerpo”: bello, modelado, saludable. Valores todos
que surgen de las exigencias y parámetros del mercado. Nociones como
“experiencia intensa” o “vence tu límite” ya no surgen de viejas sabidurías,
sino que circulan como consignas de creativos publicitarios, pagos por los
departamentos de ventas de las grandes empresas. Este nuevo corporalismo no
sólo propone un cuidado y un tipo de experiencia-sin-experimentación de nuestro
cuerpo, sino que también lo concibe como un bien a ser utilizado. El cuerpo
aparece como una pertenencia del individuo mediante la cual éste puede
satisfacer libremente sus propios deseos. Como toda mercancía, el cuerpo que
nos ofrece el mercado tiene también un valor de uso. Pero entonces, ¿nos sirve todavía aquel
grito spinozista del siglo XVII contra el sistema del idealismo? ¿O sucede más
bien que necesitamos gritar a favor del “paralelismo”?
¿El cuerpo como contrapoder?
Ahora bien, cabe preguntarnos ¿es tan diferente la
metafísica del alma (teológico-racionalista) del occidente europeo, esas a las
cuales el spinozismo oponía al cuerpo como contrapoder, de la que orienta al
neoliberalismo contemporáneo y su imagen del cuerpo?
El cuerpo como imagen-mercancía, puesto a crear valor
en cada uno de sus actos, envuelto en un constante trabajo empresarial sobre
sí, ya no puede obrar como contra-poder alguno. No al menos, cuando el imperativo de
cada vida es la de desenvolverse como un capital que se valoriza en el mercado
dándole de ese modo sus capacidades de inserción y venta de sí mismo para la
obtención de una renta. Es un cuerpo presentado como un bien, disociado del
individuo que “lo posee”, y en el que se puede intervenir libremente para volverlo
más rentable.
De allí que nos volvamos a preguntar: los discursos
criticos actuales que hacen énfasis en el cuerpo como fuente de verdad y
autenticidad, ¿tienen todavía hoy para nosotros una carga subversiva? ¿No
sucede, al revés, que el cuerpo-fetiche sea la evolución del cuerpo degradado
del cristiano-racionalismo?
Prudencia
El cuerpo en Spinoza constituía un dispositivo
anti-ontológico y anti-teológico. Fábrica insurgente de potencia individual y
política. Ese cuerpo, sin embargo, no es el que se nos ofrece de inmediato ni
el que el mercado nos pide. No nos es accesible sin atravesar el fetichismo
mercantil que lo recubre y que hace de él un objeto de discursos (incluso
filosóficos y universitarios) falsos, o mentirosos. Sin adoptar ciertos recaudos,
no constituiremos los dispositivos anti-ontológicos a la altura de los desafíos
de nuestra época: la exaltación de una sociabilidad extremadamente penetrada
por la lógica de la ley del valor. Y
esto, en el caso del cuerpo, implica romper con la suposición que nos dice que
un cuerpo activo es un cuerpo en movimiento: poner el cuerpo en juego no
implica necesariamente ni moverse ni ejercitar prácticas corporales específicas
sino poder pensar la afectividad como premisa del pensamiento. Se podría pensar con
Benjamin, que se produce en el nivel de los cuerpos una suerte de estetización,
un modo de movilizar fijando, es decir, una movilización a la que le es vedada
desde el inicio su capacidad de reorganizar las estructuras de poder. Es la
potencia gobernada. Nuestros cuerpos están puestos en el centro, dándoles
proyectos, movilizándolos, pero imposibilitando que esos proyectos se
conviertan en una potencia política autónoma capaz de revisar la estructura de
propiedad.
El énfasis neoliberal en el cuerpo, entonces, puede
operar como dispositivo ontológico. Su efecto esencial sería el de amarrar la
dominación desde “abajo”. No solo devaluando el cuerpo al nivel de mera
mercancía, sino neutralizando la potencia del pensamiento. El control sensible
de los cuerpos como control del acontecimiento en las mentes. El cuerpo vuelto
una superficie de inscripción de pasiones tristes (miedo y esperanza) como modo
de sostener la pasividad del alma. El cuerpo como objeto y no como causa de
deseo. Moderna teología, dócil academia.
Por un paralelismo radical
Contra todo dualismo alma/cuerpo, pensamiento y cuerpo
son para Spinoza una y la misma cosa. Pero esa cosa puede o bien permanecer
pasiva o bien devenir activa. Identificar los dispositivos de pasivización
(infantilización, culpabilización) constituye un primer momento en toda
cartografía ética.
El Libro III de Ética se dedica a explicar la centralidad del
“afecto” en la unión cuerpo-pensamiento. “Afecto” es aquella disminución o
aumento de nuestra potencia de actuar/pensar originada por una afección. Dado
que toda afección deja unos vestigios en el cuerpo afectado, es esa presencia
del mundo en nosotros lo que da origen a la valoración de la potencia, tanto en
el cuerpo como en la constitución de la idea. De allí, que los encuentros sean
(no necesariamente) la ocasión para la transformación ¿Puede el encuentro de
los cuerpos, eso que llamamos política, conducirnos a producir modos de vida
dentro, contra y más allá del neoliberalismo que nos regula? Si el
neoliberalismo establece las condiciones históricas de los encuentros posibles,
habrá que pensar qué elementos del entramado neoliberal habilitan la producción
de nuevas composiciones que dinamiten la imagen mercantil del cuerpo. La
actividad de los cuerpos y la formación de las ideas constituyen el “paralelo”
interno a la elaboración de la potencia. Necesitamos profundizar en una vía de
comprensión no idealista del pensamiento, una apropiación no fetichista del
cuerpo.
Nota
1.
Este texto tiene un
origen múltiple en las sesiones del año 2014 del grupo “Spinoza y nosotros”,
coordinado por Diego Sztulwark. Pedro Yagüe escribió un texto a partir de los
encuentros, Alejandra Lindman hizo las reseñas de las discusiones.
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