Carta de Schelling a Hegel (X), Tübingen,
4 de febrero de 1795.
¡[M]e he convertido en spinozista!
No te asombres. Pronto sabrás en qué sentido: Para Spinoza el mundo (el objeto
simplemente en oposición frente al sujeto) era todo, para mí es el Yo.
La diferencia más propia entre la filosofía crítica y la dogmática me parece
residir en que aquélla toma al Yo absoluto (aún no condicionado por objeto
alguno) como punto de partida, y ésta al objeto absoluto o No-Yo. La última, en
su máxima consecuencia, conduce al sistema de Spinoza, y la primera al sistema
kantiano. La filosofía tiene que partir de lo incondicionado. Pero
entonces surge la pregunta, dónde radica este incondicionado, en el Yo o en el
No-Yo. Una vez resuelta esta pregunta, todo queda resuelto. Para mí, el principio supremo de la filosofía
es el Yo puro y absoluto, es decir, el Yo en
tanto que no es más que Yo, que aún no está condicionado en modo alguno por los
objetos, sino que es puesto por la libertad. El alfa y omega de toda
filosofía es la libertad. El Yo absoluto comprende una esfera infinita del Ser
absoluto, en la cual se forman esferas finitas que se originan por la limitación de la esfera absoluta por un objeto
(esferas del existir - filosofía teorética). En estas esferas hay pura
condicionalidad, y lo incondicionado lleva a contradicciones. Pero nosotros debemos derribar estas barreras, es decir,
debemos acceder desde la esfera finita a la infinita (filosofía práctica).
Publicada en Hoffmeister, Briefe
von und an Hegel, I p. 20 ss.; Schelling, Briefe und Dokumente, (3
tomos), editado por Horst Fuhrmans, Bonn, 1962-1979. Traducción de Raúl
Gutiérrez y Hugo Ochoa.
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