Monserrat
Galcerán
Galcerán, Monserrat, «Un extraño precursor, Baruch Spinoza», Deseo (y) libertad. Una investigación sobre los presupuestos de la
acción colectiva, Traficante de sueños, Madrid, 2009, pp. 103-136.
Y es aquí donde nos tropezamos con Spinoza y su enorme repercusión en el
marxismo estructuralista y post-estructuralista francés de los años setenta,
aupada en el notable auge de los estudios sobre Spinoza en los últimos 30 años,
especialmente en el ámbito galo. Baste citar nombres como Martial Gueroult y su
monumental estudio de la Ética,
Pierre Macherey, Gilles Deleuze, Alexandre Matheron, el propio Louis Althusser
a pesar de lo exiguo de sus referencias, Antonio Negri. Esos estudios y su recepción
en el ámbito de la filosofía marxista han revolucionado completamente las categorías
con las que pensarla.
Desde un punto de
vista estrictamente biográfico hay que decir que Marx, si bien estudió de
joven el Tratado teológico-político de Spinoza y copió algunos párrafos cuidadosamente, prestó poca atención a este autor. Aparecen pocas referencias a él en su obra, tanto implícitas como explícitas, y caben dudas fundadas sobre una relación directa entre Marx y Spinoza, al tiempo de que no cabe duda alguna de la relación con Hegel. Eso hace que la polémica del Marx spinoziano frente al Marx hegeliano no se dilucide en el marco de los intereses de Marx, ni de sus estudios o influencias, sino como un intento, hasta cierto punto fructífero, de salvar ciertas dificultades que el hegelianismo (real) de Marx crea en su escritura y (tal vez) en su pensamiento, y especialmente como un modo de abordar problemas reales de la constitución de la sociedad anticapitalista que no puede seguir pensándose como una unidad, como un «Estado de todos», sino que tiene que acometer proyectos políticos tan internamente diferenciados como para poder ser llevados a término por «singularidades».
joven el Tratado teológico-político de Spinoza y copió algunos párrafos cuidadosamente, prestó poca atención a este autor. Aparecen pocas referencias a él en su obra, tanto implícitas como explícitas, y caben dudas fundadas sobre una relación directa entre Marx y Spinoza, al tiempo de que no cabe duda alguna de la relación con Hegel. Eso hace que la polémica del Marx spinoziano frente al Marx hegeliano no se dilucide en el marco de los intereses de Marx, ni de sus estudios o influencias, sino como un intento, hasta cierto punto fructífero, de salvar ciertas dificultades que el hegelianismo (real) de Marx crea en su escritura y (tal vez) en su pensamiento, y especialmente como un modo de abordar problemas reales de la constitución de la sociedad anticapitalista que no puede seguir pensándose como una unidad, como un «Estado de todos», sino que tiene que acometer proyectos políticos tan internamente diferenciados como para poder ser llevados a término por «singularidades».
Spinoza --Pierre
Macherey dixit-- sería la«auténtica alternativa» al hegelianismo en Marx. Sin duda
hay ahí algo de pose intelectual, más acá o más allá de que ataque un punto
central del asunto. En el libro de Macherey, que será obra de referencia para
todo el marxismo «spinozista», se cultiva la imagen de la oposición
del talante de ambos. Mientras que Spinoza rechazó el puesto que se le ofrecía en la Universidad de
Heidelberg, para poder seguir defendiendo su pensamiento sin imposiciones ni
adecuaciones externas, Hegel lo ocupó gustosamente, lo que reenvía a una oposición
entre sus filosofías: la de Spinoza es la de un marginado, un rebelde, un
solitario, y no se deja enseñar en la escuela sino que se difunde entre iguales;
la de Hegel, por el contrario, es una filosofía de tendencia oficialista,
preparada para ser divulgada entre seguidores. Negri, y no es el único, lo tacha
de «¡fervoroso
alto funcionario de la burguesía!».