23 mayo, 2010

La crisis de la filosofía en Middlesex


La decisión de la Universidad de Middlesex de cerrar sus programas de filosofía, por razones ideológicas no manifiestas, ha desatado una gran protesta de los estudiantes de filosofía. Los estudiantes en Middlesex han iniciado una campaña de protesta en internet, donde más de 17,000 personas, entre profesores, investigadores y público en general, han firmado la petición rechazando el plan de clausura. También han organizado una serie de conferencias y debates con vistas a crear una experiencia educativa alterna y promover el ‘ethos’ de su departamento de filosofía.

Estos son tiempos difíciles para la filosofía en la Universidad de Middlesex, nos referimos a la decisión de las autoridades de la universidad de clausurar los programas de filosofía. Este rechazo selectivo de la filosofía sólo refleja el rechazo actual, por parte de la sociedad, el Estado o los factores ideológicos dominantes, de la filosofía como quehacer. Esta tendencia ya se ha manifestado en los departamentos de humanidades de Sussex, King’s College London y Hull, donde el pretexto de la crisis financiera encubre esta actitud negativa hacia la actividad filosófica, actitud soterrada sobre la utilidad de la filosofía que justifique la existencia y continuidad de los programas de filosofía y humanidades.

No podemos ignorar que esta percepción negativa de la filosofía se refiere a su significado social, es decir, a lo que es propio de una sociedad, como nuestra sociedad contemporánea en la que todas las actividades humanas y sus productos se convierten en mercancías; una sociedad donde los valores más nobles –la justicia, la solidaridad, la belleza, la dignidad humana—se subordinan al valor de cambio; en la que el lucro y la utilidad mueven las aspiraciones y las acciones de los hombres; y en la que la competencia y el egoísmo, la indiferencia y la intolerancia --valores antisociales, alienados--, hacen de nuestra sociedad un orden para la sobrevivencia, primaria y básica, y contra la convivencia y sus valores de libertad, justicia, igualdad y solidaridad. En esta sociedad lucrativa, competitiva y mercantilizada, la filosofía pues no es rentable. De ahí que en Middlesex se aspire a recortar las alas a la filosofía para que vuelen a sus anchas las disciplinas funcionales al mercado. Y a esa aspiración responde la decisión: satisfacer las exigencias y necesidades del mercado. Middlesex no escapa pues a esa tendencia productivista y mercantilista.

Así, para justificar esta tendencia se arguye que la filosofía no es sustentable. Y en verdad no lo es, en el sentido mercantil o productivista. Estamos pues ante una actitud que responde a un sistema socio-económico neoliberal, donde el proceso de globalización del capital financiero trastoca en mercancía todo lo existente.

El trasfondo de esta percepción negativa de la filosofía --la que niegan su utilidad económico-social por no ser rentable en el mercado— se origina, en la actualidad, en la hegemonía neoliberal que sostiene una especie de consigna no escrita de Denkverbot: prohibido pensar. El incumplimiento del proyecto emancipatorio de la modernidad o el fracaso del socialismo como portador de la última utopía, que desemboca en versiones totalitarias y burocráticas, justifican el camino de la conformidad y el desencanto en la razón; perdiéndose así todo compromiso con los valores, ideales o causas que han asumido muchos filósofos desde Sócrates hasta Rawls. Escepticismo en el papel de la razón, aceptación del mundo tal como está, renuncia a todo cambio. Lo que aquí encontramos es un proyecto distópico que suspende la reflexión crítica y la valoración originaria de la sociedad existente; un proyecto que supone no sólo la ausencia de ideologías disruptivas y utopías concretas, sino la celebración político-ideológica del fin de las aspiraciones sociales, esto es, de una sociedad justa o una vida humana buena. Esta operación falaz consiste precisamente en suspender la libertad de pensamiento, libertad que significa cuestionar ética y valorativamente el neoliberalismo y su previsible fracaso en resolver la marginalidad y la miseria de amplios sectores sociales.

Esta percepción negativa de la filosofía intenta bloquear las tendencias del cambio; socavar la capacidad de renovación radical del pensamiento filosófico moderno; no sólo en el sentido teórico como una actividad crítica capaz de interrogar sobre la justificación de las creencias y actitudes predominantes de una época y ponerlas en cuestión, sino también en el sentido práctico de influir en la creación de una figura renovada del mundo, contribuyendo así a dignificar y humanizar al hombre en su realidad.

Si la filosofía es juzgada inútil con un criterio estrecho, si es improductiva desde un criterio productivista, sí es, por el contrario, práctica y productiva, en un sentido verdaderamente humano y vital, como lo atestiguan momentos claves de la historia: al forjar la moral y la política del ciudadano de la polis griega; al impulsar en el Renacimiento y en la modernidad la liberación del individuo del despotismo; al inspirar las revoluciones democráticas, desde el siglo XVIII; al denunciar, desde Rousseau hasta Habermas, el perverso camino que tomaba el progreso científico y tecnológico y, para no alargar los ejemplos, al plantearse con Marx la necesidad y posibilidad de cambiar el mundo de las relaciones de explotación y dominación entre los hombres y los pueblos.

Si nos preguntamos hoy dónde está la importancia y la utilidad de la filosofía, habrá que responder a ello situándonos en el mundo en el que se hace la pregunta: un mundo injusto y abismalmente desigual, un mundo indiferente, sin solidaridad, competitivo y egoísta. No es posible callar, ser indiferente o conformista con este mundo que, por ello, debe ser criticado y transformado. Pero su crítica presupone los valores de libertad, justicia, igualdad, dignidad humana, que la filosofía se ha empeñado en esclarecer y reivindicar. Pues bien, habría que preguntarles a las autoridades universitarias de Middlesex: ¿puede haber hoy algo más valioso y útil, en un sentido humano y vital, que este esclarecimiento y esta reivindicación por la filosofía de esos valores negados y desvirtuados en la realidad?

Alfredo Lucero-Montaño

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