07 agosto, 2009

Las cuatro dimensiones de la filosofía

Para Alain Badiou, el deseo de la filosofía es cuatri-dimensional. El deseo de la filosofía implica fundamentalmente la dimensión de la revuelta, pues no hay filosofía sin el malestar del pensamiento al confrontarse con el mundo tal como está. Implica una lógica, esto es, la creencia en el poder de la razón y la argumentación. También implica la noción de universalidad: la filosofía se dirige a todos los hombres en tanto seres pensantes, racionales. Finalmente, comprende un riesgo: pensar es siempre una decisión sometida a las circunstancias o al azar. Así, podemos afirmar que el deseo de la filosofía posee cuatro dimensiones: la revuelta, la lógica, la universalidad y el riesgo.

El mundo contemporáneo ejerce una gran presión sobre estas cuatro dimensiones de la filosofía. ¿Por qué? Primero, el mundo occidental no está comprometido con la dimensión de la revuelta por dos razones. Este mundo está convencido de que ya es libre; se presenta a sí mismo como el ‘mundo libre’, en un mundo global reducido a la miseria y a la explotación. Pero, al mismo tiempo, estandariza y comercializa el precio de esta libertad, al proyectarla en una abstractificación monetaria con tal éxito que nuestro mundo no tiene porque lanzarse a la revuelta para ser libre, porque este mundo nos garantiza la libertad para el consumo de mercancías. Libertad codificada. Por ello, este mundo ejerce una intensa presión contra la idea misma de que pensar es una insubordinación.


En cuanto a la dimensión lógica, ésta está sometida a un régimen de comunicación profundamente ilógico. La comunicación actual nos transmite un universo de imágenes inconexas y afirmaciones incoherentes. La comunicación masiva desbarata todo principio y relación. Ésta nos presenta el mundo como un espectáculo vacío de memoria, nos presenta una promiscuidad de nuevas imágenes y nuevos slogans que cubren, borran y olvidan las cosas mismas. Así, es un proceso que ejerce una considerable presión sobre la fidelidad lógica del pensamiento.

Nuestro mundo no está en conformidad con la cuarta dimensión de la filosofía, la universalidad. Es mundo especializado y fragmentario. Está dividido en respuesta a las necesidades de las innumerables ramificaciones de la configuración técnica de las cosas, el aparato de producción, la distribución de salarios, la diversidad de funciones y capacidades. Todos estos requerimientos de la especialización y la fragmentación hacen difícil percibir un pensamiento universal válido.


Finalmente, nuestro mundo no favorece compromisos o decisiones riesgosas. La vida está orientada a calcular la seguridad. La existencia se debe al cálculo. La obsesión por la seguridad se opone a la tesis de Mallarmé: ‘Todo pensamiento es un golpe de suerte’. Ciertamente, un pensamiento es como un tiro de dados, de ahí que en el mundo moderno hay una gran resistencia y represión a lanzar los dados de la filosofía.

El deseo de la filosofía enfrenta en nuestro mundo cuatro grandes obstáculos. Estos están en las esferas de las mercancías, la comunicación, la necesidad de una especialización técnica y la necesidad de cálculos realistas sobre la seguridad. ¿Cómo puede la filosofía enfrentar este reto? ¿La filosofía es capaz de tal empresa?