Mariela Oliva
Ríos, La inmanencia del deseo. Un estudio
sobre la subjetividad ética y el amor a la existencia en Spinoza,
Universidad Autónoma de la Ciudad de México/Gedisa, México, 2015, 252 pp. http://reflexionesmarginales.com/3.0/spinoza-la-inmanencia-del-deseo/
El libro que nos ocupa, La
inmanencia del deseo. Un estudio sobre la subjetividad ética y el amor a la
existencia en Spinoza de Mariela Oliva Ríos, se inscribe en una estrategia
inmanente para interrogar a Spinoza no como una mera figura histórica cuyo pensamiento
se puede aprehender estáticamente en su contexto histórico e ideológico, ni
como un objeto de estudio cuyos textos están fijos, coagulados, sino, al
contrario, se propone descubrir el movimiento y la realización de sentido de la
filosofía de Spinoza. En otras palabras, descubrir que su filosofía nunca se
cierra sobre sí misma en un conjunto de proposiciones o teorías que la pueden
caracterizar como racionalista o materialista; más bien, se trata de descubrir
su inagotable productividad que es capaz de producirse y reproducirse a sí
misma infinitamente. La filosofía de Spinoza ilustra un ejemplo singular de causa
inmanente, es decir, se trata de una filosofía que se realiza en sus efectos, --no
antes ni independientemente de éstos--, efectos que sólo se activan o reactivan
en el encuentro con otros cuerpos, otras ideas, otras mentes. Así, La inmanencia del deseo es justamente
uno de esos infinitos efectos de la potencia del pensamiento de Spinoza.
Otra característica valiosa –insoslayable-- del libro de Mariela Oliva es
su estilo de trabajo, estilo filosófico que se asocia a la tradición del “giro
afectivo” iniciado por Gilles Deleuze, quien contribuye a interpretar, bajo una
nueva perspectiva, la función y el significado de los afectos en Spinoza. Así,
la nueva posición hermenéutica se centra en la
dimensión ontológica de los afectos, la capacidad de los cuerpos de afectar y
ser afectados, así como en la dimensión antropológica --política y social-- de
los afectos, que no sólo orientan el esfuerzo individual del ser humano de
perseverar en su propio ser, sino que lo hacen a través de los encuentros y las
relaciones con los otros.
Ahora bien, la cuestión que permea La
inmanencia del deseo es el análisis de la ontología inmanente de Spinoza y
la ruptura que implica, así como su propuesta ontológica radical --Deus sive Natura.
La univocidad
del ser establecida por Spinoza, es decir la noción de Dios como sustancia
absolutamente infinita que en su necesidad e indeterminación como causa
inmanente y a cuya esencia pertenece la existencia, produce una infinidad de
atributos de los cuales cada uno expresa una esencia eterna e infinita (E1D6).
Dichos atributos ya no serán entendidos como propiedades fijas sino modificaciones,
expresiones y afirmaciones de la esencia, esto es de la potencia infinita de la
naturaleza. Esta ontología, el ser en su permanente actualidad se hará presente en todos los planos y dimensiones de
la realidad.[1]
Asimismo, el hilo conductor del texto está determinado precisamente por
la pregunta: ¿Qué papel tienen el cuerpo y las pasiones en el conocimiento de
la propia naturaleza y con ella la constitución de una subjetividad ética? De
ahí que Oliva examina las condiciones metafísicas, epistemológicas y ético-afectivas
de la relación cuerpo-deseo a partir de la radicalidad del pensamiento de
Spinoza. La cuestión no es fácil, pues articular el concepto de subjetividad
ética --o afectividad ética--, en Spinoza supone analizar la composición y dinámica
de las relaciones del ser humano, es decir, exige explicar en paralelo la
física del cuerpo y la teoría de los afectos; explicar cómo las afecciones del cuerpo
y los afectos de la mente son la expresión, la afirmación, de una identidad
(paralelismo) en el orden de la naturaleza, en el orden del mundo.
La autora de La inmanencia del
deseo establece tres momentos de estudio de la subjetividad en Spinoza que
constituyen sendos capítulos del presente trabajo –sumando una introducción y
conclusiones. En el primer capítulo, “El acontecimiento Spinoza”, de carácter
biográfico, Oliva no se conforma simplemente en narrar las circunstancias
históricas bajo las cuales se desenvolvió la vida y la obra de Spinoza ni sobre
la relación que éste mantuvo con las reformas de su tiempo, más bien se
interesa en descubrir el pathos de su
obra, pues bien sabe que Spinoza es la
anomalía, es decir, es el acontecimiento
que rebasa las dimensiones históricas y las relaciones sociales que definieron
su pensamiento. De ahí que Spinoza sea la excepción que rompe con el orden
establecido de las ideas y las cosas, una novedad en el horizonte del ser y el
saber. Spinoza es el lugar del acontecimiento cuya metáfora es el desarraigo, nos dice Oliva. Éste es el conatus de su desarrollo emocional e
intelectual. “Su experiencia de vida es el sentido de su obra filosófica”.[2] De
ahí su interés en comprender la experiencia vital de Spinoza, de otra manera no
se podría comprender ni explicar el sentido de su pensamiento. Así, nuestra
autora se ocupa en aprehender y mostrar en Spinoza aquello interior que es su exterior seleccionado y aquello exterior que
es su interior proyectado.
Spinoza descubre, nos dice Oliva, en medio del desierto, en el vacío, un
diálogo profundo con la soledad, y con exilios y metamorfosis en vilo:
[su] pensamiento
se encarna desde el interior de sí mismo en una obra cuyo sentimiento no se
desprende de su vivencia personal… Desprenderse, desarraigarse, ocupar ese destierro
propio, habitarlo, vivirlo desde la filosofía, desde ese pensar y reconciliar
lo irreconciliable….[3]
Así, Spinoza asume, en palabras
de Althusser, "el vacío de una distancia que se toma". Para Oliva, esta
es justamente la clave constitutiva de la subjetividad de Spinoza que en la
encrucijada del ser y el ser sí mismo descubre en lo singular lo universal, en lo
finito lo infinito, en la inmediatez la verdad.
En el segundo capítulo, “La inmanencia del deseo: potencia de Dios,
naturaleza humana y vida afectiva “, nuestra autora glosa y analiza con sorprendente
claridad y rigor una problemática compleja: la instauración del horizonte
inmanente, el lugar del deseo y el tránsito de lo infinito a lo finito en la
metafísica de Spinoza, con el objetivo de caracterizar las determinaciones del conatus para, entonces, explicar la
naturaleza del cuerpo y las pasiones. Estas son las preocupaciones que trazan el
mapa analítico del texto:
[…] cómo se da
el tránsito de lo infinito a lo finito […] cómo se manifiesta en su
determinación está subjetividad material que es deseo y cuerpo, cuál es su
potencia y qué significa que ésta se exprese necesariamente por su capacidd de
afectar y ser afectada.[4]
El tercer capítulo, “El sujeto ético y el amor a la existencia”, en
consonancia con el subtítulo de esta obra, presenta lo novedoso de la lectura
inmanente de la autora, esto es, cómo articula la teoría de la subjetividad
ética en Spinoza: entender nuestras pasiones para saber cómo transformarlas en
afectos activos y así acceder a la experiencia del amor y la libertad. “Ninguna
ética es posible sin el conocimiento de esa realidad que es la subjetividad
como afecto”.[5]
El punto de partida es la configuración de la “trama afectiva” de las estructuras
ontológicas del ser humano: “en la existencia todo acontece y en la esencia todo
es real”,[6] esto es, la existencia inscrita en la duración y la esencia en la potencia.
Los individuos
humanos, somos cosas singulares, modos finitos que pasamos a la existencia y en
la duración perseveramos, deseamos [esencia]. La subjetividad de este individuo
compuesto y determinado, tiene como condición de ser y estar, la transformación
de sí con conciencia de tener en sí la causa de sí mismo. Por la fuerza siempre
anhelante que constituye la expresión de su potencia de actuar [conatus], es a partir del conocimiento y
entrega a tal fuerza afirmativa de la vida donde necesariamente damos cuenta de
aquello de lo que participamos, Dios o naturaleza, el infinito Dios inmanente,
indiferente y a la vez amante.[7]
La imaginación, el deseo, la pasión y la razón son las fomas en que se
manifiesta la condición del ser humano. Así, la identidad compuesta y compleja del
hombre se configura en los ámbitos del conocimiento y la afección –en la
interioridad del modo singular-- y, al mismo tiempo, en la exterioridad de la
Naturaleza, configuración no sólo psicológica, sino ética y ontológica.
A manera de conclusión, la experiencia del desarraigo es la clave de la
subjetividad que nos plantea la filosofía de Spinoza.
[…] subjetividad
que nace del desarraigo, en la experiencia de aquello que lo vuelve anónimo,
tal exilio hacia el interior es el sentimiento de una experiencia íntima de
unión y libertad, la verdad es impersonal y la razón como deseo y conatus se convierte en el medio y el
tránsito para ese encuentro… que [nutre] su estar en el mundo, y es a la vez la
expresión del amor a la existencia y al orden que le determina infinitamente,
la naturaleza.[8]
Un valor agregado de La inmanencia
del deseo es la claridad y amenidad que se muestra al lector, sin perjuicio
de la profundidad y rigor a lo largo de sus páginas. No es poca cosa.
Notas
1. Mariela Oliva Ríos, La
inmanencia del deseo. Un estudio sobre la subjetividad ética y el amor a la
existencia en Spinoza, Universidad Autónoma de la Ciudad de México/Gedisa,
México, 2015, pp. 97-98.
2. Ibidem, p. 29.
3. Ibid., p. 30.
4. Ibid., p. 98.
5. Ibid., p. 192.
6. Ibid.
7. Loc. cit.
8. Ibid., p. 240
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