25 agosto, 2014

Spinoza según Bayle

Pierre Bayle

1. Spinoza (Benoît de) judío de nacimiento y después desertor del judaísmo y, en fin, era de Amsterdam. Ha sido un ateo de sistema y de un método totalmente nuevo, aunque el fondo de su doctrina le era común con otros filósofos, antiguos y modernos, europeos y orientales (A). En relación a estos últimos, es suficiente leer lo que yo relato en la nota D del artículo del Japón y lo que digo más abajo respecto a la teología de una secta de chinos (B).

2. No he logrado saber nada de particular sobre la familia de Spinoza; pero cabe pensar que era pobre y muy poco relevante (C). Estudió la lengua latina con un médico (a), que la enseñaba en Amsterdam, y se entregó desde muy pronto al estudio de la teología (b), a la que dedicó varios años; después de lo cual se consagró por completo al estudio de la filosofía.

3. Como poseía un espíritu geométrico y se exigía dar razón de todas las cosas, comprendió muy pronto que la doctrina de los rabinos no era lo suyo. De ahí que se percató fácilmente de que desaprobaba el judaísmo en varios artículos, porque era un hombre que no simpatizaba con la coacción de la conciencia y detestaba el disimulo. Declaró, pues, libremente sus dudas y su creencia. Se dice que los judíos le ofrecieron tolerarlo, con tal de que él quisiera adaptar su conducta exterior a su ceremonial, y que incluso le prometieron una pensión anual, pero que él fue incapaz de asumir tal hipocresía. Sólo poco a poco, sin embargo, se alejó de la sinagoga. Y quizá hubiera guardado con ellos las formas por más tiempo, si, a la salida del teatro, no hubiera sido atacado a traición por un judío, que le dio una puñalada. La herida fue leve, más él pensó que la intención del asesino había sido matarle. Desde ese momento, rompió totalmente con ellos, y ésa fue la causa de su excomunión; he indagado las circunstancias, sin haber conseguido desvelarlas (c).

Compuso en español una apología de su salida de la sinagoga. Este escrito no ha sido impreso, pero se sabe que él introdujo ahí muchas cosas que aparecieron después en su Tratado teológico-político (d), impreso en Amsterdam (e) el año 1670. Se trata de un libro pernicioso y detestable, en el que su autor dejó deslizar todas las semillas del ateísmo, que se ve al descubierto en sus Opera posthuma. El señor Stouppe insulta inoportunamente a los ministros de Holanda por no haber replicado al Tratado teológico-político (D). No siempre habla de él con acierto (E).

4. Cuando Spinoza se volvió a los estudios filosóficos, se decepcionó muy pronto de los sistemas ordinarios e hizo admirables progresos con el de Descartes (f). Sintió tan fuerte pasión por buscar la verdad (F) que renunció de algún modo al mundo para dedicarse a esta tarea. No contento con deshacerse de todo tipo de negocios, abandonó también Amsterdam porque las visitas de sus amigos interrumpían demasiado sus especulaciones. Se retiró al campo, donde meditó a su gusto y trabajó en microscopios y telescopios. Continuó esta vida después de haberse establecido en La Haya, y tanto le gustaba meditar y poner en orden sus meditaciones y comunicarlas a sus amigos que concedía muy poco tiempo a recrear su espíritu y algunas veces dejaba pasar tres meses completos sin poner el pie fuera de su hospedaje.

5. Esta vida oculta no impedía, sin embargo, que volara su nombre y su reputación. Los espíritus fuertes corrían de todas partes a él (G). La Corte Palatina le deseó y mandó ofrecerle una cátedra de profesor de filosofía en Heidelberg. Él la rehusó como un empleo poco compatible con el deseo que tenía de investigar sin interrupción la verdad (H). Cayó en una enfermedad lenta que le causó la muerte el 21 de febrero de 1677, a la ead de algo más de cuarenta y cuatro años (g). He oído decir que el príncipe Condé, estando en Utrecht el año 1673, ordenó que le rogaran que viniera a verle (h).

                                                                             
6. Quienes han tenido cierto trato con Spinoza, así como los paisanos de los pueblos donde vivió retirado algunas temporadas, coinciden en afirmar que era un hombre de trato fácil, afable, honrado, cumplidor y muy ordenado en sus costumbres (I). Esto resulta extraño; pero, en el fondo, no hay que sorprenderse más de ello que de ver a gente que vive muy mal, a pesar de que tiene plena fe en el evangelio (i).

7. Algunas personas pretenden que él ha seguido la máxima de que «nemo repente turpissimus» (nadie se hace depravado de repente) y que sólo insensiblemente cayó en el ateísmo, y que aún estaba muy alejado de él en 1663, cuando publicó los Principios de filosofía de Descartes (k). Es tan ortodoxo acerca de la naturaleza de Dios como el mismo Descartes; pero hay que saber que, al hablar así, no expresaba sus propias convicciones (K). No es erróneo pensar que el abuso que él hizo de ciertas máximas de este filósofo, le condujo al precipicio. Hay quienes dan como antecedente del Tratado teológico-político el escrito pseudónimo De jure ecclesiasticorum, que fue impreso el año 1665 (L).

8. Todos los que han refutado el Tratado teológico-político, han descubierto en él las semillas del ateísmo; nadie, sin embargo, las ha desarrollado con tanta precisión como el señor Jean Bredenburg (M). Es menos fácil responder satisfactoriamente a todas las dificultades de esta obra que destruir de raíz el sistema que ha aparecido en sus Opera posthuma, puesto que es la hipótesis más monstruosa que quepa imaginar y la más diametralmente opuesta a las nociones más evidentes de nuestro espíritu (N). Se diría que la providencia ha castigado de forma particular la audacia de este autor, cegándole de tal suerte que, por huir de las dificultades que pueden resultar enojosas a un filósofo, se metió en complicaciones infinitamente más inexplicables y tan manifiestas que jamás un espíritu recto será capaz de ignorarlas.

9. Quienes se quejan de que los autores que han tomado la decisión de refutarle, no lo han conseguido, confunden las cosas: querrían que se les eliminaran plenamente las dificultades bajo las cuales él sucumbió (O), cuando debería bastarles que se destruyera de raíz su presupuesto, como lo han hecho incluso los más débiles de sus adversarios (P). No hay que olvidar que este ímpio no ha conocido las inevitables interdependencias de su sistema, ya que se ha burlado de la aparición de los espíritus (1), y no hay filósofo que tenga menos derecho de negarla. Debe reconocer que en la naturaleza todo piensa y que el hombre no es la modificación más ilustrada y más inteligente del universo. Debe, pues, admitir los demonios (Q). Toda la disputa de sus partidarios sobre los milagros no es más que un puro juego de palabras y no sirve sino para hacer ver cada vez mejor la inexactitud de sus ideas (R).

10. Murió, según se dice, bien persuadido de su ateísmo y tomó precauciones para impedir, si fuera necesario, que fuera comprobada su inconstancia (S). Si hubiera razonado de forma consecuente, no hubiera tachado de quimérico el temor del infierno (T).

11. Sus amigos pretenden que por modestia no deseó dar nombre a una secta (U). No es verdad que sus seguidores sean numerosos. Muy pocas son las personas sospechosas de adherirse a su doctrina; y entre aquellos de los que se sospecha, hay muy pocos que la haya estudiado; y entre éstos, hay muy pocos que la hayan comprendido y que no se hayan desconcertado ante los embrollos y las abstracciones impenetrables que en ella se hallan (m).Pero he aquí lo que pasa. En general, se llama spinozistas a todos aquellos que apenas si tienen religión y no lo ocultan demasiado. Lo mismo que en Francia se llama socinianos a todos aquellos que pasan por ser incrédulos respecto a los misterios del evangelio, aun cuando la mayor parte de esas gentes no hayan leído jamás ni a Socino ni a sus discípulos. Por lo demás, ha sucedido a Spinoza lo que resulta inevitable a todos los que construyen sistemas de impiedad: se guardan de ciertas objeciones, pero exponiéndose a otras más inquietantes. Si no pueden someterse a la ortodoxia, si tanto les gusta disputar, les sería más cómodo no hacerse los dogmáticos.

12. Ahora bien, de todas las hipótesis de ateísmo, la de Spinoza es la menos capaz de engañar, porque, como ya se ha dicho, combate las nociones más distintas que haya en el entendimiento humano. Las objeciones contra él surgen a montones, mientras que las respuestas que él puede darles, superan en oscuridad a la tesis misma que debe defender (n). Esto hace que su veneno lleve consigo su remedio. Hubiera sido más temible, si hubiera empleado todas sus fuerzas en aclarar una hipótesis que está muy en boga entre los chinos (X) y que es muy diferente de la por mí aludida en la segunda observación de este artículo.

13. Acabo de enterarme de una cosa bastante curiosa, y es que después de haber renunciado a la profesión del judaísmo, profesó abiertamente el evangelio y frecuentó las asambleas de los menonitas o la de los arminianos de Amsterdam (o). Incluso aprobó una Profesión de fe que le comunicó uno de sus íntimos amigos (Y).

14. Lo que de él se dice en la continuación de Menagiana es tan falso (Z) que me sorprende que los amigos de Menage no se hayan dado cuenta de ello. El señor de Vigneul Marville les hubiera hecho suprimir esto, si hubiera participado en la edición de la obra, puesto que advirtió al público «que cabe dudar de la verdad de este hecho» (p). Los motivos por él alegados de su duda son muy razonables. No hubiera ido demasiado lejos, de haberse pronunciado por la negativa con decisión. Señalaremos una falta que cometió en la misma página (AA).

15. Digamos algo sobre las objeciones que he presentado contra el sistema de Spinoza. Podría haberles añadido un amplio suplemento, si no estimara que ya eran más bien demasiado largas, dada la naturaleza de mi obra. No es éste el lugar de emprender una disputa metódica. He debido contentarme con exponer observaciones generales que atacasen al spinozismo en sus fundamentos y que hiciesen ver que es un sistema que se apoya sobre un supuesto tan extraño que trastueca la mayor parte de las nociones comunes que sirven de norma en las discusiones filosóficas. Combatir este sistema por oponerse a los axiomas más evidentes y más universales que hasta ahora haya habido, es sin duda una muy buena forma de atacarlo, aunque quizá sea menos apta para curar a los viejos spinozistas que si se les hiciera ver que las proposiciones de Spinoza se oponen unas a otras. Sentirían mucho menos el peso de los prejuicios, si se les forzara a reconocer que este hombre no siempre es coherente consigo mismo, que prueba mal lo que debe probar, que deja sin prueba lo que la necesita, que nos es correcto en sus conclusiones, etc. Esta forma de atacarle, por los defectos absolutos (q) de su obra y por los defectos relativos de sus partes comparadas unas con otras, ha sido muy bien empleada en algunas de las obras que le han refutado (r). Acabo de enterarme de que el autor de un librito flamenco, impreso hace unos días, la han empleado con fuerza y destreza (BB).

16. Pero hablemos del suplemento que quiero añadir. Consiste en aclarar la objeción que he sacado de la inmutabilidad de Dios (CC) y en examinar si es verdad, como, según me dice, muchos pretenden, que no he comprendido en absoluto la doctrina de Spinoza. Sería bien extraño, dado que yo me he ceñido a refutar la proposición que constituye la base de su sistema y que él imprime con claridad meridiana. Me he limitado a combatir lo que él establece con toda claridad y precisión como primer principio, a saber, que Dios es la única sustancia que existe en el universo y que todos los demás seres no son más que modificaciones de esa sustancia. Si no se entiende lo que con ello quiere decir, es sin duda porque ha añadido a las palabras un significado totalmente nuevo, sin advertirlo a los lectores. Es un medio excelente de hacerse ininteligible por su propia culpa (DD). Si hay un término que ha tomado en un sentido nuevo y desconocido para los filósofos, parece ser el de modificación. Pero, de cualquier forma que lo tome, no lograría evitar que se lo confunda, como se podrá ver en una nota de este artículo (a). Quienes se decidan a examinar las objeciones que yo le he propuesto, comprenderán fácilmente que he tomado la palabra modalidad en el sentido que debe tener, y que las consecuencias que he sacado y los principios que he empleado para combatir estas consecuencias, concuerdan justamente con las reglas del razonamiento. No sé si es necesario añadir que el flanco por donde le ataco, y que siempre me ha parecido muy débil, es aquel que los spinozistas se preocupan menos de defender (EE).

17. Termino diciendo que varias personas me han asegurado que su doctrina, incluso considerada independientemente de los intereses de la religión, ha parecido muy despreciable a los más grandes matemáticos de nuestro tiempo (b). Se lo creerá fácilmente, si se recuerdan estas dos cosas: una, que no hay nadie que deba estar más convencido de la multiplicidad de las sustancias que aquellos que se dedican al estudio de la extensión; otra, que la mayor parte de esos señores admiten el vacío. Ahora bien, nada hay más opuesto a la hipótesis de Spinoza que sostener que los cuerpos jamás se tocan, y nunca dos sistemas han sido más opuestos que el suyo y el de los atomistas. Él está de acuerdo con Epicuro en lo tocante a la providencia; pero en todo lo demás, sus sistemas son como el fuego y el agua.

18. Acabo de leer una carta (c), donde se proclama que ha vivido durante algún tiempo en la ciudad de Ulm, que el magistrado le hizo salir porque difundía en ella su perniciosa doctrina y que fue allí mismo donde comenzó a redactar su Tratado teológico-político. Yo dudo mucho de todo esto. El autor de la carta añade que su padre, cuando aún era protestante, era muy amigo de Spinoza y que se debe principalmente a su influencia el que este raro genio haya abandonado la secta de los judíos.

Pierre Bayle, ‘’Spinoza’’, Diccionario histórico y crítico (1697, 1702), en Atilano Domínguez (comp.), Biografías de Spinoza, Alianza, Madrid, 1995, pp. 81-89.

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