Nicolás González Varela
Estos
negros –dicen los holandeses– son feroces,
pérfidos, infieles a los
tratados, e irreconciliables.
Barón de Bessner, Mémoire sur les
negres fugitifs de Surinam, 1777.
Spinoza,
el primer judío liberal.
Carl Schmitt, Der
Leviathan in der Staatslehre des Thomas Hobbes, 1934.
Las contradicciones de un autor son significativas
porque contienen
problemas que, ciertamente
no resuelve, pero que
revela contradiciéndose.
Karl Marx, ‘Theorien über den
Mehrwert’, 1861–1863.
Spinoza, el “hombre ebrio de Dios”, el “marrano de la
Razón”, el “judío subversivo”, aquel que el filósofo cortesano Leibniz
describió como “un hombre de tinte oliváceo y algo de español en su semblante”,
fue sin dudas un pensador radical para su época, ligado a los ríos, a los
canales y al océano. Su corta pero profunda reflexión se encuentra
indeleblemente marcada por el surgimiento del nuevo imperialismo, la
emigración, la persecución, la precariedad, las travesías inciertas, el riesgo
mercantil de la desafiante burguesía y el cosmopolitismo más moderno. (1)
Impresiona su dimensión total, al mejor estilo de un hombre del Renacimiento:
metafísico y moralista, pensador religioso y filósofo político, exegeta crítico
de la Biblia, crítico social, pulidor experto de lentes, comerciante multinacional,
físico y cosmólogo, hereje hasta el final de sus días. Podríamos decir que era
español, ya que la familia de Spinoza, como su nombre lo indica, provenía de la
ciudad castellana de Espinosa de los Monteros, provincia de Burgos, en el
límite cantábrico, y porque era costumbre en los judíos sefaradíes portugueses
el hablar portugués pero escribir en español; hispano-portugués, porque sus
padres fueron emigrantes forzosos de formación católica no-judía, los Anusim,
o “marranos” (los antepasados judíos de Spinoza vivían ya en España en tiempos
de Cartago y Roma); era judío, porque fue recibido en la comunidad de Abraham y
recibió estudios tradicionales talmúdicos, y contribuyó económicamente con su
sinagoga; era portugués, ya que esa fue durante toda su vida su lengua materna
y primigenia (los poetas ibéricos eran sus preferidos, tanto que firmaba con
naturalidad con un “D’Espinoza”); era holandés, porque nació en Amsterdam, en
un barrio que se encontraba entre Río Amstel y el puerto Vlooienburg (hoy se
llama Waterlooplein), en una casa espaciosa alquilada, y porque murió en La
Haya, porque estaba ligado a Rembrandt por la misma cultura, pero por destino
Spinoza seguirá siendo un outsider, un intempestivo, un hombre póstumo,
un inactual.
Su situación es excepcional, generará una filosofía
imposible de reducir a una religión, imposible de cooptar por la peste
nacionalista, pero al mismo tiempo bien anclada en las relaciones materiales de
su tiempo y atenta a la tradición política. Pero a pesar de sus esfuerzos, la
Ideología holandesa de la burguesía vivirá a su pesar enroscada entre líneas,
incluso entre sus sueños. Fueron varios los motivos de la emigración masiva de
judíos de España y Portugal, y no fueron exclusivamente religiosos: el anacrónico
imperio español (al que Marx calificaba de ser una forma tardía de “despotismo
asiáico”) estaba en decadencia económicamente desde su nacimiento, con unas
relaciones de producción basadas en la conquista territorial, el privilegio
fiscal y el monopolio real, mientras que Holanda ofrecía el inicio de una nueva
forma de imperialismo militar & comercial centrado en el espíritu del
capitalismo gracias a la mediación ideológica del Protestantismo (Calvinismo).
Holanda fue el primer pueblo en toda Europa que realizó con éxito una revolución
burguesa, al emanciparse del despotismo español. El Calvinismo, con toda su
filosofía política liberal, es aquí el creador de una nueva forma de estado. La
comunidad portuguesa en Amsterdam y en Rotterdam, unida por el idioma y el
terruño, se consideraba a sí misma una nación exiliada, constituida por una élite
comerciante e industrial, para quienes la religión no es una realidad sino un
problema. Aquí entre los Sefardim no domina, como en el caso de los judíos
del Este (Ashkenazies) los dogmas absolutos, la intolerancia étnica y la Cábala,
sino la gran tradición humanista del judaísmo ibérico: Crescas, Gebirol,
Halevy, Hebreo, Herrera, Ezra y el gran Maimónides. La comunidad no lo tuvo fácil
en su nueva patria: periódicamente los sectores más conservadores de la alta
sociedad holandesa, los Predikanten, pedían la expulsión de los
“mercaderes portugueses”. (2) En primer lugar, sería un grave error suponer que
antes de finales de siglo XVIII las ideas modernas acerca de la Igualdad entre
razas había echado raíces en los Países Bajos. La Tolerancia, muy famosa en los
Países Bajos, no se basa en los principios modernos, sino en consideraciones crematísticas
& prácticas, que permitan a una población que era (y sigue siendo),
profundamente escindida sobre asuntos religiosos, a convivir juntas. Las
minorías religiosas, católicas y judías, fueron discriminadas y excluidas de
los cargos públicos. Spinoza mismo se vio obligado a firmar su obra más
política de manera anónima, tuvo que falsificar la ciudad de edición y temía
por su vida, sus obras fueron prohibidas en 1674, junto con el Leviathan de
Hobbes. (3)