Michel Onfray
Hay muchos retratos de Spinoza, pero ninguno fiable…
Su primer biógrafo, Colerus, hace de él una descripción verbal: tiene el
aspecto de un judío portugués, tez morena, cejas negras, cabellos rizados.
Algunos lo reconocen bajo los rasgos del arpista arrodillado ante el rey de la
pintura de Rembrandt David tocando el
arpa ante Saúl (1665). Otros hablan del geógrafo de Vermeer, vestido con
una bata de tejido verde, escrutando con la mirada un mapamundi en una sala mil
veces más lujosa que las modestas habitaciones de Spinoza.
Juan Colerus, pastor protestante que, a veces a
regañadientes, sigue a su modelo hasta las más altas cimas de su genio, cuenta
que acostumbraba a dibujar retratos, los que más tarde fueron encuadernados en
un pequeño libro que se perdió. En este álbum había un hombre en camisa, con
una red de pescador al hombro, la mirada triste y un mapa de Sicilia al fondo
[véase el grabado de Masaniello]. Se ha hablado de un autorretrato… pero no hay
nada seguro. La comparación de los grabados de supuestos retratos del filósofo
acaba de embrollar aún más la búsqueda por las notables diferencias que hay
entre ellos. Spinoza sigue sin tener rostro.
Michel Onfray, Los
libertinos barrocos. Contrahistoria de la filosofía III, Anagrama,
Barcelona, 2009, p. 231.
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