María Jimena Solé
Traducción Alfredo Lucero Montaño
En el Tratado teológico-político (TTP), Spinoza
postula que “el fin de la filosofía no es otro que la verdad”. Esta descripción
se completa con las primeras páginas del Tratado de
la reforma del entendimiento (TdIE), donde Spinoza presenta sus
propios motivos para recurrir a la reflexión filosófica. En estas páginas,
Spinoza afirma que la reflexión sobre la cuestión de si existe un bien
verdadero, se originó por su experiencia de un sentido de futilidad relacionado
con la mayoría de las cosas que suceden en la vida cotidiana. Esta experiencia
le hizo preguntarse si había un bien que, en sí mismo, lograra afectar al
espíritu y le hiciera “gozar eternamente de una alegría” de una manera
consistente. Por ello, la necesidad de la búsqueda de la verdad se le impuso
como resultado de lo que podríamos llamar una experiencia de vida.
Pero el deseo de
encontrar el bien verdadero implicaba un cambio completo en su forma de vida.
Tuvo que abandonar la búsqueda de lo que las personas generalmente asocian con
los bienes más importantes: la riqueza, el honor y los placeres corporales, ya
que éstos son bienes manifiestos e inseguros que distraen la mente y dejan a
aquellos que los persiguen en un estado permanente de insatisfacción. Además,
dice, a menudo terminan poniendo en riesgo la vida de la persona que los
persigue cuando son buscados como bienes en sí mismos y porque representan
ciertos males. En cambio, Spinoza escribe: “el amor hacia una cosa eterna e
infinita apacienta el ánimo con una alegría totalmente pura y libre de
tristeza, lo cual es muy de desear y digno de ser buscado con todas nuestras
fuerzas”. Spinoza admite, sin embargo, que no es capaz de realizar tal cambio.
Reconoce que no puede dejar de ser afectado por la codicia, la lujuria y la
gloria.
Entonces, ¿cómo se
logra cambiar la forma de vivir de acuerdo con los requisitos de la filosofía?
¿Cómo se puede dejar atrás el modo de vida vulgar que relaciona la felicidad
con los conceptos de riqueza, honor y placer para convertirse completamente en
un reflejo del verdadero bien, en la búsqueda de la felicidad auténtica? La
respuesta de Spinoza apunta a la posibilidad de reemplazar el círculo vicioso,
que amenaza a la filosofía en convertirla en inocua, en un círculo virtuoso que
refuerce constantemente su propia necesidad. Escribe: “Sólo veía una cosa: que,
mientras mi mente se entregaba a esos pensamientos, se mantenía alejada de
aquellos otros y pensaba seriamente en la nueva tarea. Esto me proporcionó un
gran consuelo, puesto que comprobaba que esos males no eran de tal índole que
resistieran a todo remedio”.
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