26 junio, 2009

Luis Villoro: Decir 'no'

La situación actual del país no puede ser más grave. La llamada “democracia representativa”, esto es, la que se supone que se expresa mediante la elección de diputados y senadores, no es una democracia auténtica. No es la que se manifiesta una auténtica voluntad del pueblo. Porque cada ciudadano deposita en una urna su voto y luego se ausenta; deja que otros pocos lo gobiernen y después se va. ¿Es ésta una verdadera democracia? No. El poder se queda en una elite de los partidos, sean de “derecha”, de “izquierda” o de “centro”, según su espectro político. No es una democracia real. Es lo que podríamos llamar una “partidocracia”. Todos los partidos están sujetos, en mayor o menor medida, a la corrupción. Todos están inclinados a no perseguir el bien común, en favor de sus intereses individuales o de grupo. Frente a esta situación, ¿cuál sería la alternativa?

Podríamos pensar en un movimiento de dos momentos. Primer momento: no a la abstención, pero si al rechazo que se expresaría en un voto negativo frente a todas las propuestas de los partidos, sean éstas de izquierda o de derecha. Un voto negativo no es la abstención. No habría que dejar de votar. Esa última sería la expresión de un desinterés frente al sistema democrático mismo. En cambio, en un voto negativo el ciudadano ejerce su derecho a votar, pero lo hace en un repudio claro frente al sistema existente, en favor de la posibilidad de un futuro cambio. Los votos negativos, si fueran en una cantidad amplia, serían el testimonio de que gran parte de los ciudadanos están hartos del sistema de representación actual. Sería también una protesta contra la situación de división entre los que todo tienen y los que de todo carecen.

Un voto negativo sería, sin duda, un golpe radical a la democracia representantiva actual, pero no sería necesariamente un camino hacia una nueva revolución violenta. La alternativa, frente a la actual forma de democracia, sería la posibilidad de abrir un camino hacia otro tipo de democracia y aun, en otros aspectos, opuesta a la supuesta democracia representativa actual.

Si el primer momento del voto sería el rechazo a la forma de democracia representativa actual, el segundo momento sería la posibilidad de caminar hacia otro tipo de democracia, distinta a la actual, en la que el poder ya no estaría en los representantes de los partidos, sino en los delegados auténticos de las comunidades, más allá de los partidos establecidos. Frente a la “partidocracia”, algunos han llamado a este otro tipo de democracia “republicana”, “comunitaria”. Sería una democracia desde abajo, desde comunidades organizadas.

Una democracia comunitaria no estaría basada en los partidos políticos, sino en la voluntad de los ciudadanos, aun si no estuvieran agrupados en partidos políticos.

Sus delegados seguirían ciertos principios. Primero, estarían sujetos a una rendición de cuentas de su desempeño, so pena de ser destituidos por la comunidad que representan.

Estarían mucho menos sujetos a la posibilidad de corrupción por intereses personales o de grupo. Frente a los representantes (diputados y senadores) estarían más en contacto con el pueblo. Serían lo contrario a la partidocracia. Se acercarían, así, a una democracia directa auténtica.

Así, desde abajo puede darse una alternativa positiva a la construcción de un nuevo proyecto, con tal de terminar con la actual forma de seudodemocracia llamada “representativa”. Éste sería un proyecto nuevo de nación.

¿No sería ése el proyecto de un movimiento, semejante al que representa el zapatismo?


Tomado de La Jornada, 26 de Junio de 2009

20 junio, 2009

La suspensión política de la cultura

La carta abierta dirigida a Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), cuestionando la designación vertical, sin consenso, de Virgilio Muñoz como director del Centro Cultural Tijuana (CECUT), inaugura un nuevo momento de la relación entre el quehacer cultural y la cultura oficial en nuestra región fronteriza. Esta es la primera vez –si la memoria no me traiciona— que irrumpe una nueva forma de acción política, más allá de los cargos administrativos y la centralización del poder, donde tiene lugar una identidad (unidad) entre los diversos sujetos del arte (creadores, escritores, etc.) y un objetivo común posible, deseable: la construcción de una marco democrático en la política de las entidades culturales públicas.

Lo más interesante del acontecimiento es el movimiento cultural y político que puede resultar de esta protesta; sobre todo en el contexto de la crisis política, económica y social que estamos viviendo en México. La característica principal de este acontecimiento es que está al borde del vacío, es decir, que las prácticas dominantes de organización, control y reconocimiento en la esfera cultural han cesado de tener sentido y significado. La protesta ha roto el orden establecido de las cosas, el status quo. Protesta que al ser reconocida se expande fuera del sitio del acontecimiento y origina la intervención de otros sujetos fieles al proceso de verdad del arte y, paralelamente, de la política. Sujetos que construyen, al mismo tiempo, las implicaciones, las rupturas, del acontecimiento, es decir, inician la transformación radical de la situación.

Esta protesta, frente a la construcción lenta y burocrática de CONACULTA, puede catalizar no sólo la reinvención de la actividad cultural en la región, sino renovar las formas de hacer política. Creo pues que esta ruptura frente a la cultura oficial podría mostrar, al tiempo, otras posibilidades.

Una de estas posibilidades sería la creación de nuevos espacios independientes y la renovación de los ya existentes. Quizás en un principio no sería más que una declaración de principios, sin embargo, estos espacios tendrían efectos subjetivos muy fuertes. Esto no es fácil, pero ya es manifiesta la potencialidad y creatividad para realizarlos entre los sujetos del arte de la región.

Otra posibilidad es que esta ruptura demostraría que las posturas subjetivas pueden ser no sólo una protesta ética, sino que también poseen una eficacia política. En otras palabras, mostraría que el poder de lo subjetivo sería capaz de torcerle el brazo a lo objetivo. Esta posibilidad ya se está articulando a través de la protesta abierta. Abierta quiere decir que los aportes de otros sujetos se consideran positivos.

Por otra parte, es cierto que siempre existen reflejos conservadores de grupos o individuos asociados a las viejas prácticas de organización de los espacios culturales. Pero la defensa que éstos hacen de la normalización de la situación sólo sirve de coartada para obtener el apoyo de los aparatos burocráticos de la cultura y de la opinión pública.

El silencio de la presidenta de CONACULTA y la postura cínica del impugnado director del CECUT obedecen a la lógica de ‘policía de la política cultural’. Cualquier procedimiento por medio del cual se afirme la incorporación de un principio estructurador constitutivo de la institución cultural en general, en este caso, un principio democrático, pone en peligro el poder de la cultural oficial y, en consecuencia, genera su exceso: la negación o el terror burocráticos (ya sabemos de estos casos). Los señores empeñados en mantener una política cultural autoproclamada, no saben lo que hacen: la suspensión política de la cultura.

Para terminar esta breve reflexión, esta protesta está inaugurando un nuevo periodo en nuestra región. Con el término periodo no me refiero al fluir de los acontecimientos, sino a un tiempo mucho más prolongado a través del cual se va a construir una nueva subjetividad. Nueva subjetividad que moverá a los hombres de esta región a abandonar sus viejos mitos, sus viejos lastres.


Alfredo Lucero-Montaño

11 junio, 2009

Nancy Fraser: Global Justice and the Renewal of Critical Theory

Nancy Fraser explica cómo el cambio de la demanda por una redistribución económica a la lucha por el reconocimiento asumido por los movimientos políticos durante los noventas forma parte de la 'condición post-socialista'. La caída de la Unión Soviética, afirma Fraser, no sólo acarreó el fin del socialismo real, sino también agotó la energía de la mayor parte de los movimientos con aspiraciones sociales igualitarias. No obstante que vivimos un periodo de globalización, el cambio puede ser visto como un 'marco' de orientación. Los defensores del proyecto igualitario no estarán ya limitados por las fronteras de la nación-estado y podrán así concentrar sus esfuerzos en las desigualdades entre las naciones antes que al interior de éstas. En el activismo transnacional Fraser pone sus esperanzas en el surgimiento de una conciencia 'post-socialista'. Ver aquí

05 junio, 2009

Prohibido pensar

En México, estos son tiempos adversos para la filosofía. Nos referimos a la tendencia negativa, alimentada por los factores ideológicos dominantes, hacia la filosofía en cuanto quehacer. El hecho que culmina esta tendencia negativa lo encontramos en la “Reforma Integral de la Educación Media Superior”, publicada el 26 de Septiembre de 2008 en el Diario Oficial de la Federación, donde se establece que las disciplinas filosóficas han quedado eliminadas de los planes y programas de estudio de las escuelas preparatorias de todo el país. La reforma de la Secretría de Educación Pública se alimenta pues de la idea, o mejor dicho, el prejuicio, de la inutilidad de la filosofía; desconociendo así la doble función crítica y práctica de la actividad filosófica.

No podemos ignorar que este rechazo selectivo de la actividad filosófica se refiere a su significado social en una sociedad empeñada como la nuestra en hacer suya la ilusión de la modernidad capitalista. Modernidad capitalista en la que todas las actividades humanas y sus productos se convierten en mercancías y los valores más nobles se subordinan al valor de cambio. Así, los valores que mueven las aspiraciones y las acciones de los hombres son la ganancia y la utilidad; mientras la competencia y el egoísmo son los antivalores sociales que trastocan a nuestra sociedad en un orden para la simple sobrevivencia material y contra la convivencia y sus valores de libertad, justicia, igualdad y solidaridad. En esta sociedad lucrativa y mercantilizada, la filosofía pues no es rentable en el mercado. De ahí que en la enseñanza media superior se aspire a recortar las alas a la filosofía para que vuelen a sus anchas las disciplinas funcionales al mercado.

Así que para justificar esta tendencia se argumenta que la filosofía no es práctica o productiva. Y en verdad no lo es, en el sentido mercantil. Estamos pues ante una actitud que responde a un sistema socio-económico neoliberal, donde el proceso de globalización del capital financiero trastoca en mercancía todo lo existente.

El trasfondo de este tipo de percepción negativa de la filosofía --la del capitalista o sus voceros que niegan su utilidad económico-social por no ser rentable en el mercado— se origina, hoy en día, en la hegemonía neoliberal que sostiene una especie de consigna no escrita: denkverbot --prohibido pensar. El incumplimiento del proyecto emancipatorio de la modernidad o el fracaso del socialismo como portador de la última utopía, que desemboca en versiones totalitarias y burocráticas, justifican pues el camino de la conformidad y el desencanto, la aceptación del mundo tal como está y, con ello, la renuncia a todo cambio. Lo que aquí encontramos es un proyecto distópico que suspende la reflexión crítica y la valoración originaria de la sociedad existente; un proyecto que supone no sólo la ausencia de ideologías disruptivas y utopías concretas, sino la celebración político-ideológica del fin de la historia, esto es, del fin de las aspiraciones sociales –de una sociedad justa e igualitaria o una vida humana buena.

Esta operación falaz consiste precisamente en suspender la libertad de pensamiento, libertad que significa cuestionar ética y valorativamente el neoliberalismo y su previsible fracaso en resolver la marginalidad y la miseria de nuestra sociedad contemporánea. Esta sería precisamente la consigna entrelíneas de la política educativa en México: suspender el pensamiento crítico de nuestra realidad.

A esta percepción negativa de la filosofía hay también otra actitud que intenta cobrar conciencia de las tendencias del cambio y, al tiempo, reconocer la capacidad de renovación radical del pensamiento filosófico moderno, reivindicando su importancia y función social. Y no sólo en el sentido teórico como una actividad crítica capaz de interrogar sobre la justificación de las creencias y actitudes predominantes de una época y ponerlas en cuestión, sino también en el sentido práctico de influir en la creación de una figura renovada del mundo, contribuyendo así a dignificar y humanizar al hombre en su realidad.

Si la filosofía es juzgada inútil e improductiva desde un criterio productivista y mercantilista, sí es, por el contrario, práctica y productiva, en un sentido verdaderamente humano y vital, como lo atestiguan momentos claves de la historia: al forjar la moral y la política del ciudadano de la polis griega; al impulsar en el Renacimiento y en la modernidad la liberación del individuo del despotismo y la miseria; al inspirar las revoluciones democráticas, desde el siglo XVIII; al denunciar, desde Rousseau hasta Habermas, el perverso camino que tomaba el progreso científico y tecnológico y, para no alargar los ejemplos, al plantearse con Marx la necesidad y posibilidad de cambiar el mundo de las relaciones de explotación y dominación entre los hombres y los pueblos.

Si nos preguntamos hoy dónde está la importancia y la utilidad de la filosofía, habrá que responder a ello situándonos en el mundo en el que se hace la pregunta: un mundo injusto y abismalmente desigual, un mundo indiferente e intolerante, competitivo y egoísta. No es posible callar y conformarse con este mundo que, por ello, tiene que ser cuestionado y, en consecuencia, transformado. Pero su crítica presupone los valores de libertad, justicia, igualdad, dignidad humana que la filosofía se ha empeñado en esclarecer y reivindicar. Pues bien, ¿puede haber hoy algo más práctico, en un sentido humano y vital, que este esclarecimiento y esta reivindicación por la filosofía de esos valores negados y desvirtuados en la realidad?

Ahora bien, este mundo existente, justamente por la negación de esos valores exige otro más justo, más libre, más igualitario, y otra vida más digna y plenamente humana, exigencia que desde Platón a Rawls ha preocupado a la filosofía. Pero el cambio hacia ella, ¿es posible? Pregunta inquietante a la que la ideología dominante responde negativamente arguyendo una naturaleza humana inmutable y egoísta, agresiva e intolerante. Toca a la filosofía salir al paso de esta maniobra fraudulenta al trastocar los rasgos propios del homo economicus de la sociedad capitalista en rasgos esenciales de la naturaleza humana. Con ello la filosofía presta un valioso servicio no sólo a la verdad, sino a la esperanza por un mundo posible, deseable, con respecto al injusto y cruel en que vivimos. Y necesitamos también de la filosofía para deshacer los infundios de los ideólogos que proclaman el fin de la historia, esto es, que la historia ya está escrita con el triunfo del capitalismo neoliberal y “democrático” --hegemonizado y homogenizado por el imperialismo norteamericano.

Pero la historia, puesto que la hacen los hombres, ni está ya escrita ni es inevitable. Y puesto que en estas cuestiones se halla en juego el destino mismo de los hombres, nada más vital y práctico que el papel esclarecedor de la filosofía respecto de ellas. Así, se hace necesario en tiempos adversos reivindicar la filosofía justamente por su importancia y utilidad tanto social y práctica como humana y vital.


Alfredo Lucero-Montaño